REVIVIENDO… [Mi poema]
Pedro García Cabrera [Poeta sugerido]

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MI POEMA…de medio pelo

 

Hoy he vuelto, después de algunos años
al sitio donde un día yo naciera,
la iglesia sigue enhiesta, no hay rebaños,
las casas con su adobe con apaños
y el río casi seco en la ribera.

Rindiéndole al ayer pleitesía
dando chance a mi impulso freudiano
he hablado con la gente que allí había
que extraños para mí, no conocía
agarrando a mis nietos de la mano.

Solo viejos, algunos me saludan
y firman mi visita con un hola,
que en pié siguen allí pues nunca mudan
y se echan a temblar cuando estornudan
temiéndome aparezca alguna estola.

Y he vuelto a recordar aquellos años
y adornar mis historias de un señuelo,
la plaza y sus oscuros aledaños,
el rollo y la picota y sus peldaños
la estatua allí colgada de mi abuelo*.

Me he sentido feliz, aunque algo triste
por el paso del tiempo y la añoranza
al ver lo que pasó, que ya no existe
retornando a Madrid, como si un quiste
me hubiera apuñalado con su lanza.
©donaciano bueno

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*En la fachada de mi casa natal, en Zazuar (Burgos), cuelga la imagen de cuerpo entero de mi abuelo Carlos Bueno tallada por él mismo con el siguiente lema: “Amo y constructor de dichas obras. Año 1932.

MI POETA SUGERIDO:  Pedro García Cabrera

A la mar voy todavía

A Luis Hernández Alfonso, en Madrid

Dime tú, mar, ahora ¿a qué naranja
he de tender mi frente?
¿Debo arrancar de cuajo tus arenas,
golpear tus rumores,
escupir tus espumas,
matar tus olas de gallina de oro
que sólo ponen huevos de esperanza?
La paz te he suplicado y me la niegas,
mi ternura te ofrezco y no la quieres.
Pero algo he de pedirte todavía:
que no hagas naufragar a mi palabra
ni apagar el amor que la mantiene.

Aún mi mano en la mar, así lo espero.
(La esperanza me mantiene, 1959)

Nana de una Isla

Ella había nacido para el mar.
Las curvas de su espalda,
desde muy pequeñita,
tenían cumpleaños de olas.
Se despertaba
con rumores de playa en los costados,
con sus cabellos de alga en las arenas
y el pez de la sonrisa
nadándole los labios.
Crecíase hacia adentro,
hacia sus libertades submarinas,
que tomaban el sol abriéndole los ojos
en tirones de sueños y resacas.
Por la noche soñaba con sirenas.
Un día se fue al mar:
iba llorando soledades.
Una lágrima fue su salvavidas.
De ella tomó volcán, intimidad y contorno.
Y se quedó flotando entre las aguas.
Ahora es una isla que llaman Tenerife.
(Vuelta a la isla, 1968)

A mi sobrina

María de los Ángeles García Soto

Un día habrá una isla
que no sea silencio amordazado.
Que me entierren en ella,
donde mi libertad dé sus rumores
a todos los que pisen sus orillas.
Solo no estoy. Están conmigo siempre
horizontes y manos de esperanza,
aquellos que no cesan
de mirarse la cara en sus heridas,
aquellos que no pierden
el corazón y el rumbo en las tormentas,
los que lloran de rabia
y se tragan el tiempo en carne viva.
Y cuando mis palabras se liberen
del combate en que muero y en que vivo
la alegría del mar le pido a todos
cuantos partan su pan en esa isla
que no sea silencio amordazado.
(1964)
(Las islas en que vivo, 1971)

Islas del despertar

Basta de ser colillas apagadas
del cenicero de los mares.
Ombligos de la sed,
sólo un placer de humanidad nos puede.
Vivimos como ardemos y pensamos,
con nuestro sentimiento de volcanes
y la melancolía de estar solas.
La pirotecnia de un amor de fondo
nos acelera el ir aunque parezca,
de tan veloz, cronómetro parado.
Esperar no es un fin.
Borrón y cuenta nueva a la molicie
de rumiar soledades.
Nuestro malotaje de esperanzas
no oculta el puño de la rebeldía.
Y hemos roto el pijama del silencio.
Ni somos descendientes
de una lengua cortada
ni queremos sudar hiel y vinagre
ni seguir siendo súbditas
de una feria de olvidos.
No deseamos otras pertenencias
que no sean las alas de los vuelos.
(Ojos que no ven, 1977)

Piloto de mi muerte

Cuando el hielo le gane la partida
a la hoguera en que ardo,
cuando ya sea mito mi existencia,
enterradme en los bordes de la mar,
donde sigan las olas defendiendo
la libertad que siempre ha fecundado
la isla de mi cuerpo,
el timón nunca roto
que dio rumbo a mis pasos
y me llenó las venas de horizontes.
Vida tendré mientras mi sueño viva
y su rumor levante mi palabra
desde los pies del agua sin fronteras
hasta las sienes de la eternidad.
(Desvirgando soledades, 8-V-79)

Polución

Ahora sí que estamos en capilla.
Ningún juez ha firmado la sentencia
para dejar de ver el rostro de los días,
los cabellos del aire,
los pies de las montañas.
Las fábricas se salen con las suyas:
inmolan
lo que aún nos quedaba en el haber.
Y la muerte produce dividendos
en esta sociedad a tumba abierta
que llaman de consumo.
Hasta a la mar le duele el horizonte,
la soledad de nuestra compañía.
Está perdiendo el aire los pulmones,
la mar sus esperanzas
y los ríos sus muslos sin regazo.
Y no digamos nada de las penas
de quienes van la noche trabajando
para dar con el alba.
Haced un plebiscito.
Y que voten los árboles
con sus nidos vacíos,
las aguas con sus peces flotando a la deriva,
las desprovistas madrigueras.
Y que voten también los desiertos,
las islas, las arenas,
los cestos de basura de las calles,
el beso de los novios y los cines.
Sí, votemos por el sueño de la vida
los que estamos al borde de la muerte.

(Ojos que no ven, 1977)

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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