PELILLOS A LA MAR [Mi poema]
Concha García [Poeta sugerido]
Concha García [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Escucho con frecuencia que ha muerto fulanito, No sé por qué será que siempre me comparo Que ha muerto el Presidente y el General se ha muerto Y tú y el de la esquina y aquel que es más amable Y puesto que es seguro que hay que cruzar el charco |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Concha García
Heladas por el presente
Soy una mujer que se alejó del mar.
El pequeño fin, como dije.
Ponerse la toalla, el pequeño
trozo de pared, pon la mano
y échate sobre mí, un poco lejos,
el pecho es piedra. Sobre mí
deja la cal un rastro de tres dedos,
debió apretar más con el pulgar
que con el índice. Luego esa porquería
de libro y la camarera que nos trajo
la bandeja oxidada el amor
no cabe en fuente alguna tumbas
tierra adentro ondulaciones
de tierra raíces secas brotes
de ramas retorcida hiedra
tierra adentro la mano, la cal,
la bandeja, la camarera,
el mar.
Retrato fingido
Algo de gozo, nunca un latido constante
y la forma de cerrar las ventanas
en un corredor resentido. Parece liviana.
Cuando surge de broches y maquetas es aún
silenciosa, turulata y cambiante
en recorridos viscosos. Parece loable:
sacrifica partículas con un tenaz
balbuceo entre toallas y peines.
Es yerta y fría: poco tocable. Se siente
masticadora enervante y poco lucrativa
si le deja la lluvia panorama distinto.
Descorre camino muy punzón si salida
es tener hipo con asco o si mira,
con un deshilvanado interés, la espalda
de una gruesa mirada comedora
de ornamentados alfajores. Recorre su tez
con los dedos; es larga la costumbre
de poner intervalos. Perdona si sabe.
Dice que nunca se exalta y es brava
la forma de no acentuar en absoluto
las sílabas. Tampoco mora.
Ni habitaría.
Anomalía
No paseo. Ni ando. Voy a casa.
Cayó del monedero el bono-bus
y tengo cinco duros. Ni para
cerveza me queda. Te amé
escrupulosamente. Iba
a charcuterías y te invitaba
a cenar. Eso era una muestra
evidente de mi ternura. No
tengo nada. Nada.
La derrota da pruebas de que estamos vivos
Recuerdo dos horas seguidas.
Luego un abatimiento. Se filtraba
la luz, pero anochecía. Yo era otra.
¿Dónde estará aquella ropa?
Era la misma que soy ahora.
Menos cosas que recordar
menos vida, o más vida, o poca
vida. O ninguna vida por delante
ni hacia atrás. Mi vida. ¿Qué es mi vida?
Estaba sentada en otra silla: lo recuerdo,
estructura de madera recubierta de lona.
Sobre una mesa con el cristal resquebrajado
escribí un poema, ¿o era el mismo
poema? Un ansia de recordar
lo invade todo y decido escribir
cinco o seis poemas más. Me llevan
a raros lugares donde estuve. No sufro.
Sufría. ¿Mejor o peor? Abatimiento
porque recuerdo la misma soledad.
La misma soledad no me convierte en otra persona.
Será ése el hilo, mi fantasma, mi amor,
el que me eleva y me deshace, pero no
me perturba. Sería cuestión
de sentir distintas soledades. Varias soledades.
Que muchas soledades se agolpasen de pronto
para ir al supermercado, o sintiendo
deseos de ir al mar. Que todas las soledades
se dispersaran para confundir ésta: tan real.
Y al ser tantas, podría elegir matices,
colores, estelas: varios poemas para varios estados
y no escribiría el mismo poema
al repetir esta exhalación que sólo oyen
ciertas solitarias al chafar la colilla
con la punta del zapato.
Cansancio
Sentada es como si bebiera largos tragos de playa,
pócimas de tonterías y me cortase las uñas,
sin compañía. Es un cuento más, una residencia
cara. Piso el suelo con bocados de ansiedad
y me lleno de reliquias el cuerpo, salgo
asustando. Repito en larguísimo silencio
abulias y taconeo deslizándome sin prisa
por las avenidas buscando un no sé qué, aquello
que no se nombra porque no se sabe y acapara
gran parte del día ponerme bajo una sombra.
La que sea, a estas alturas elijo la que sea.
Las proximidades
Requiere
zambullirse
en la ciénaga
de lo que todavía
no está lejos.
Mira, ¿los ves?
son del tiempo
de las ciudades
sin nostalgia,
resisten
como una pared
cargas pesadas
de días repetidos,
los distingo
de quienes pasean
con el destino
aquí abajo, en otra parte.
Esto está muerto
Ha sonado alrededor de los aconteceres
una silueta que no estaba prevista
pero que existía. Tiene sombra.
Se cubre de tus órganos principales
y elabora un porvenir onírico
forjado en el centro de tu alma.
Pero a eso que tú llamas alma,
llámalo fumar un poco más, detenerse
en más bares.
Testamento
Amor mío dos puntos, se cayó
la voluntad de seguir siendo, salgo
enhebrada de tu saliva aún y me
aturde dejar de perseguirte, tú que fuiste
llama en la ojera y calidez de un dedo
locura de apuñalamiento certero, ensayo
noble que se caracterizaba por la insistencia
del tema con un fondo alegórico,
certerísima me quedo donde estoy, ¿qué
está más lejos? ¿Lo que sigue
permaneciendo? Me diseco las manos
para no tener que hacer escrutinios
con las caricias insentidas. Tengo
que escribir aún otro poema
mi sentencia y un método
para olvidarme de tu lengua
Retrato fingido
Algo de gozo, nunca un latido constante
y la forma de cerrar las ventanas
en un corredor resentido. Parece liviana.
Cuando surge de broches y maquetas es aún
silenciosa, turulata y cambiante
en recorridos viscosos. Parece loable,
sacrifica partículas con un tenaz
balbuceo entre toallas y peines.
Es yerta y fría, poco tocable. Se siente
enervadora y poco lucrativa
si le deja la lluvia panorama distinto.
Descorre camino muy punzón si salida
es tener hipo con asco o si mira
con un deshilvanado interés la espalda
de una gruesa mirada comedora
de ornamentados alfajores. Recorre tu tez
con los dedos. Es larga la costumbre
de poner intervalos. Perdona si sabe.
Dice que nunca se exalta y es brava
la forma de no acentuar en absoluto
las sílabas. Tampoco mora.
Ni habitaría.
Hábiles rescates
En los retratos
de hace tiempo
expuestos
como mercancía
en negocios
de la avenida
más transitada,
una mujer de mil novecientos
veintiocho, me mira
junto a su esposo
hierático. Ella
perturba el salón
tras el decorado.
La prueba es
que nos atravesamos
y la velocidad no resiste
un detenerse
tan cercano.