ME AHOGO, LO SIENTO [Mi poema] María Alcantarilla [Poeta sugerido]
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MI POEMA …de medio pelo |
Me ahogo. Lo siento. Es que me ahogo. Lo intento y no me puedo relajar Abandono. No puedo. Lo he intentado. Necesito volar. Pensar que ha sido Aquí bajo el telón a la palabra, |
Una muestra de sus poemas
María Alcantarilla María Alcantarilla
Lujuria crítica
Decir que nada valió la pena
Es entregarse, de una vez y para siempre,
Al deceso,
Las esquelas,
A lo injusto…
Y,
¿Por qué no?,
Contemplarse deformado en el espejo
Sin saber que el miedo acecha porque tiene
Suficiente potestad sobre estos ojos…
Decir que nada valió la pena
Es volver, sobre los pasos, al camino,
Desandar lo que, con gusto, ya avanzamos
Para obrar dejando a un lado lo hilarante
Y sentir que, de poder, nunca quisimos…
Decir que nada valió la pena
Es, -al fin-, cavar sin miedo nuestra tumba
O rezar porque el despecho ya no espera
Que la voz entienda ahora de albedrío
Cuando ayer, por necedad, sólo gemía.
MEJOR NO
He venido a buscarte hasta el pasado
y todo se ha cubierto de una lámina de voces indistintas
llamando por el nombre a quién, allí, pregunta
por su haber, por su conciencia: María.
He venido sin tirar migas al suelo
como el niño dispuesto a perderlo todo en el camino:
una flor, un caramelo,
el libro con palabras donde entonces
leíamos en alto nuestra suerte:
seremos, ¿era aquello?
He venido a buscarte hasta la últimas esquinas
de un tiempo plagado de nostalgia,
una luna de entonces extinguida,
un deseo abisal de ser yo mismo
a pesar de quien me toma,
quien camina hasta mis pies
como una tumba abierta a la tristeza:
remota, sin presente.
He venido, ¿no lo ves?, a rescatarme,
a urdir un nuevo plan donde sea acaso
mejor no regresar si no es contigo.
LA HIJA QUE NO TUVE
La hija que no tuve me llama por mi nombre
y se desdice en todas las vocales.
Juega a confundir nuestros papeles
como el viento confunde nuestras caras
y amenaza con un nuevo bautizo cada día
y se acuclilla en pos de cada río.
La hija que no tuve me recuerda al ser
que un día fue niño en mí y fue misterio.
Al verla, me gusta convencerme de los días,
mirarla y ver en ella la verdad y los milagros.
La hija que no tuve trae a casa a los huidos
y les habla de la familia
con una mansedumbre
que recuerda más a un alma anciana.
Reparte los cubiertos
y separa las sillas del abismo
¿y sirve el pan?
como si todos fuéramos iguales
y pudiésemos cambiar nuestro destino,
volver a reencontrarnos al comienzo
y cumplir al fin cada promesa.
UN DÍA DE LLUVIA
Hace falta algo más que un día de lluvia
para limpiar los pies de quien camina.
Algo más que descalzarse en los hogares,
descalzarse ante el amor y su resaca
como el mar inflamado
cuando el astro aspira a poseerlo.
Algo más que la miseria asaltándonos la voz
Mientras mentimos al otro y le mentimos
a quien somos y a quien fuimos;
hace falta algo más que una intención
para enjuagar el alma de temores,
algo más que dulcifique al vivo y al descalzo,
que nos ate el alma al pie
mientras la lluvia cae y nos recuerda.
IN MEMÓRIAM
Acudo hasta tu nombre y soy de nuevo
la niña que pasea dando saltos
por una acera limpia de guijarros
y encuentra el corazón
donde otros no ven más que cemento.
El camino nos lleva siempre a casa
y estás, como la luz, en cualquier parte
mirando cómo crezco y sigo andando
con toda la impericia que la edad
no restaña ni deja que olvidemos.
Sé que tengo la voz y las ideas
volcadas hacia el mundo,
que cuidas de que el mundo no me hiera
y ríes con mi risa como entonces
y agradeces la suerte y la alegría.
Sé que todos repiten que soy grande
pero tengo en la memoria cierta edad
donde la vida se para y permanece
en un vaso de leche con galletas,
un umbral donde el sol es tan pequeño
que cabe entre las dos y nos ocupa.
Porque, al final, apenas queda eso:
la imagen desbordando a la retina,
el velo de tu luz, como una calle,
llamándome a saltar, de línea en línea,
y ya no soy la niña ni soy grande
y el tiempo es un ardid donde el recuerdo
nos guarda para siempre.
UNA ORACIÓN PAGANA
Madre nuestra que estás en cada cosa,
santificado sea el mundo y su tristeza muda,
venga a nosotros el don de distinguir que el reino es este
y en él nos encontremos,
hágase la voluntad de quien contempla la luz y la acaricia.
Danos hoy nuestra voz y nuestra hambre,
alaba la torpeza de quien ama y se confunde de figura
como también acierta al distinguir que amar lo nutre,
y déjanos caer y levantarnos tantas veces como el día,
y danos potestad para elegir,
sin la pesada carga del recuerdo.