A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
LA GUERRA OLVIDADA [Mi poema]
Jaime Alejandre [Poeta sugerido]
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MI POEMA... de medio pelo |
Un día no lejano hubo una guerra, Hubo un día, de eso hace algunos años, Fueron tiempos de dolo y de tristeza, Y al fin llegó la paz. Falsa premisa. Acaso el se humano lleva el #odio inoculado en la #sangre? Share on X |
La guerra civil española fue una tragedia con un final feliz en la medida de lo posible (transición). Durante un tiempo ha formado parte del subconsciente de quienes la vivimos. Sin embargo, los jóvenes actuales, algunos, están dispuestos a cometer los mismos o similares errores.
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Jaime Alejandre
(De “Lo que queda”)
No tristes, no. La mansedumbre
gozosa del que vuelve, en ellos.
Ese sosiego de navegante que regresa
sin urgentes afanes de ver
en sus ojos, desmesuradamente ciegos,
ni gestos ya de la melancolía.
La paciente esperanza de la rama
que atrás deja su última primavera,
en ellos. No tristes, no.
Estos versos son el resplandor
feroz, sí, de quien vivió
al borde de sí mismo,
rebelándose a ser sombra,
y en la hora del regreso calló manso,
sin más prisa que la del atardecer
que a su hora llega siempre
y no se envanece aún por ello.
No, tristes no. El entusiasmo
tímido del que vuelve, en ellos.
Estos versos son ya la promesa
que incumpliré y son el recuerdo
de un hombre que luchando
contra Dios, contra el Diablo,
las joyas del Diablo acarició,
la serenidad de Dios cosió a su sombra.
(De “Derrota de regreso”)
Mis piernas ya,
apenas para arrodillarme;
para que lo rompieran,
mi corazón.
Mis ojos,
para una ceguera
progresiva
e
instantánea.
Si acaso para toser,
mis pulmones;
para escupir,
mi lengua.
Soporte de artificiales dientes,
mis encías.
Para callar,
mi boca.
Para soltar el cabo,
mis manos.
Cansadas.
Y mi pensamiento,
para perseguir
sin dar alcance
al mí que de mí huye.
O para huir
del mí
que ni me quiere dar ya alcance.
(De «…y más allá de mi vida»)
Raíz que busca la oscuridad,
loco estuve.
Hoy soy el tallo
que crece hacia la luz,
y por tu luz crece.
Llegó el día en que dejé
de pedir en los hoteles
cuartos que tuvieran buenas vistas.
Todo cuanto un día quise ver
va siempre conmigo a todas horas;
ilumina el paisaje al que mis ojos
tienden buscando el infinito.
Tú mi panorama, mi horizonte,
el mar cuando atardece,
la imagen de todas las postales
del mundo. Tú mi mundo.
Llegó el día en que dejé
de buscar el mejor sitio
en el cine, en el teatro.
Ningún asiento ya podía
ser bueno siquiera
si tú no estás sentada aquí
a mi lado, que es el lado
del sueño de las cosas.
Tendré sesenta y tres
años cuando vuelva
el sol a ocultarse en
un eclipse y traiga
en la sombra espectacular
de su prodigio la conciencia
de que todo ya habrá sido echado,
que no me restará más que morir
y una torpe resignación
y un, tardío ya, arrepentimiento.
Hay veces que el amor (o la ternura)
nos monta una emboscada y
el alma como añicos de cristal
molido y por fin inofensivo
se retuerce en luz o remolinos.
Suele ser que uno se ha hecho,
(no digo que se haya hecho ilusiones,
ni membretes de flores en el agua,
ni cruces en el pecho en primavera,
no, sino que digo:) uno se ha hecho
viejo: la artrosis lo atormenta
y la ya impalpable ceguera de los días
cada vez más importantes, cada
vez más fugitivos le urgentiza.
Sí, hay veces que el amor (o una caricia)
nos monta una emboscada
en selvas, arcadias o en la sangre,
y el alma, acostumbrada a reventar
y luego sobre sí resucitarse,
se hace definitivamente añicos
mucho más que absurdos:
inútiles,
tardíos.
Mi mano derecha si pudiera
conversar otra vez en portugués.
Mis ojos aún abiertos si pudiera
esparcir este verso al viento
de la sabana de Kahama.
Mi vientre femenino si pudiera
en el tuyo, amor, poner la vida.
Mis lágrimas de siempre si pudiera
cantar hoy con la voz de adolescencia.
Mi cuello invalidado si pudiera
alguien decirme dónde he estado tanto tiempo.
Mi pasado por saber quién soy.
Mi pulmón más sano si pudiera
pisar la luna y ver el mundo
insólito, pacífico y callado.
Mi frente tanguecida si pudiera
regresarte, libro de poemas ahogado
por bastardos en el Tíber.
Mi recuerdo -si es que queda- si pudiera
detener tu sufrimiento
austral de eternos equinoccios
y devolverte lo que una vez tuviste.
Que el ser humano lleva la crueldad en su ADN lo vuelve a confirmar la actual guerra de Ucrania, así como se confirma que el pueblo no pinta nada y solo es una decisión del macho alfa, o sea, el que manda