A VECES, SOLO A VECES [Mi poema]
Jorge Córdoba [Poeta sugerido]
Jorge Córdoba [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
A veces, solo a veces me confundo A veces, muchas veces, no me tiento, A veces me despierto, soy sincero, A veces cuando el cielo se oscurece El puente de entelequias sin cimiento |
Una muestra de sus poemas
- 1 MI POETA SUGERIDO: Jorge Córdoba
- 1.0.1 Paso a nivel
- 1.0.2 Oíd mortales
- 1.0.3 Hechizo de barro
- 1.0.4 Grillitos en las noches
- 1.0.5 Perro empetrolado
- 1.0.6 Porque te vi nacer
- 1.0.7 Permanencia
- 1.0.8 Enseña cómo leer la Escuela de Francfort y sus íntimas tensiones
- 1.0.9 Refiere a la escandalosa musiquilla de The Doors y sus deleites y vicios
- 1.0.10 Lamentación sonora y fúnebre
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MI POETA SUGERIDO: Jorge Córdoba
Paso a nivel
Mi madre es máquina,
lino,
leño.
Piernas chuecas,
surcos resecos.
Párpados caídos,
ojos achinados.
Ojos que se elevan
como aquellas albas
de humanidades inhóspitas,
anuncios de gallos.
Mi madre
ya no esta junto al viejo brasero,
masticando un chipaco,
ni sorbiendo mate cocido.
Tampoco sigue las huellas de alguna cabra
envuelta en su pañuelo blanco
entre el viento y la sequía.
Traquetea como aquel tren adolescente
que por la vía del llanto
la acarreó hasta la ciudad.
Pero mi madre,
sigue siento monte,
chañar y trabajo.
Fuerza productiva
hasta que llega la oración.
Y luego de un sueño sereno,
distante,
sus párpados se elevan
y las mañanas despiertan
un tanto más chuecas y achinadas.
Con sonidos férreos,
con palabras dulces y costuras alegres.
Una vida de paso a nivel.
del libro «Pequeñas soledades»
Oíd mortales
Nací el año
que cayó en La Higuera
un épico latino.
Dormí entre llamitas de faroles,
jugué en una montaña de ladrillos,
crecí sobre un peñasco de ilusiones.
Crecí, viví, morí.
Acaricié el retrato de un abuelo resistido,
adolecí entre retumbares de tambores,
curse en gobiernos pervertidos,
viví en sigilo todos estos resquemores.
¿Viví, morí?
Sentí carretear
a las hojas resecas,
humecté al otoño,
a aquella parra con mis libros.
¿Contemplé
la claridad de las estrellas?
¿O morí en un mundo oscurecido?
Oíd mortales
soldado de América.
del libro «Pequeñas soledades»
“En Argentina ser un drogadicto es ser
un hombre muerto”
Diego Armando Maradona
Hechizo de barro
No fue Harry Potter ni corsario.
Abriendo marcadores en las tardes de Fiorito,
fue hechizo
de barro en el potrero.
Y partió en un saque
para Europa.
Llegó a España
zapateando como Gades,
en Italia Marcelo Mastroianni,
el tango en la gambeta.
Pero esa voluntad
neurótica,
carnal,
le anestesió la vida en la palabra,
fue hundiéndole el puñal,
¡su piel ya no es de camiseta!
En Méjico
la reina quiso darle jaque mate.
Con su mano
latinoamericana
repuso al niño en la pelota,
desafiando a la corona,
manoteando ese balón.
Y los alfiles y peones
rasantes lo corrieron,
punzaron sus garrones,
le arrancaron la pelusa,
¡quisieron degollarte!
hechizo de barro,
de potrero.
Y amagando como el toro ante el acecho,
danzando
como el cisne ante la vida,
eludió a la infracción
en una suerte de poesía suave
y brutal.
Esa zurda
le dio voz de cañón a la pelota,
liberó del gatillo a la verdad.
De esas manos
que extasiadas por la trampa
socavan alegrías.
Y hechizó los corazones,
empujando a la fe en el aplauso.
También Dios se lo creía.
Aquí nos inflábamos el pecho,
elevábamos banderas desmayadas.
Al final,
si, al final,
otra vez gambeteás a la crueldad.
A ese efecto nasal
que todo se lo diste
cuando lo pidió.
del libro «Pequeñas soledades»
Grillitos en las noches
Huesos visibles,
sinfonía de la noche.
Ebrias van las ruedas de sus vidas
por caminos cenicientos,
peregrinos del rejunte.
Mala pata
—aunque dicen que da suerte
pisar mierda de los perros—,
ellos siguen
abocados a sus grillos,
subsistiendo como Darwin.
Vituperio a la pelambre,
mal aspecto da la cáscara.
Peroratas
por ser hijos del cartón,
del frío hecho basura.
Huesitos visibles,
bostezo blanco y celeste,
soñadores.
Ya no pueden embolsarles el saltito,
defasaje del billete,
monedita nacional.
del libro «Pequeñas soledades»
Perro empetrolado
Tus pasos no fueron en charol
ni luciste un frac
bajo la brisa.
En tus ojos
hendidos dos espejos
tal vez de algún adiós,
tu mirada iba yerta en la pesquisa.
Y caíste
a orillas de caracolas,
también yo perecí
al sentir allí en la arena
el vientre de ese hombre
amo de tus piruetas.
Cuando sacudiste tú cariño,
levantaste el horizonte… fue vil el reflejo,
y cerraste en otro día
la esperanza de poder mover tu rabo.
Y espantado por los aullidos de esa raza
—de mi raza—,
enclaustraste tu hocico,
tu lengua en todo ese vacío.
Graznidos de gaviotas en vuelos se lanzaban,
las piedras te caían
como en noches de rocío.
Y allá ibas perro,
vagabundo,
para mí eras un cisne que aleteaba empetrolado,
que se alejaba dejando huellas en la arena
—parecían gotitas—,
y en otra playa
tu cuerpo se haría tiritas,
olfateando el horizonte,
reflejando tu desgano.
del libro «Pequeñas soledades»
Porque te vi nacer
Federico tiene ojos de semilla,
es el girasol que me amanece.
Tiene alma de coral, aliento a brisa.
Federico puede escribir vocablos en la sal de las olas.
Tiene cuerpo de fruta.
Es tierno como el Kiwi,
fibroso como el mango.
Federico puede extraer el néctar de las flores,
mirar el cosmos por la cerradura de la puerta,
conversar con las estrellas.
Federico me arroja basuritas cuando miro
hacia otra parte.
Es la sonrisa, o la lágrima que lloro,
cuando una calle adoquinada,
cuando un pibe de cartón en la vereda.
Pequeño monumento.
Federico será testigo que fui.
del libro «Pequeñas soledades»
Permanencia
No te olvides que es invierno pequeño morador,
perecemos dos viejos amigos que siguen varados
en una estación. Pero tu radio me susurra,
domestica mis entrañas, y al tanteo administro
a templanza que va por tu pelaje.
No te ofendas compañero de mis noches.
¡Si sólo fue una caricia! Tal vez tu madre te ha contado
que los hemos tildado de fríos y simples cazadores
de ratas. Aunque en mi cama, la naturaleza de tu cuerpo
desmiente esa condición humana
cuando te estiras,
te estiras como un fuelle. Como el fuelle
que al espíritu del músico abriga, o lo deja a la intemperie,
en otro paisaje, cara a cara con el espectador.
Ya es tarde, tu radio no susurra.
Desembocan mis manos en la almohada.
Queda un hoyo.
Y me estiro, me estiro.
Y maúllo, y maúllo.
del libro «Pequeñas soledades»
Enseña cómo leer la Escuela de Francfort y sus íntimas tensiones
Luego de lo que pasó en Auschwitz es
cosa barbárica escribir un poema
Theodor Adorno
adorno
era incapaz
de observar cúanto
crece un cabello
en unas horas
esa continuidad fáctica
más allá de la muerte
es una contradicción
menos infame
que un poema
Refiere a la escandalosa musiquilla de The Doors y sus deleites y vicios
otra vez
jim canta “the end”
la sana irrigación del minuto
sobre la mesa dispuesta
otra vez
merecemos
esta sana irrigación de la demencia
sobre la mesa del hábito
Lamentación sonora y fúnebre
No sé distinguir entre lágrimas y música
Friedrich Nietzsche
la música
es el lugar
más irregular
para morir
Presunciones finales que no lo son y la buena
fortuna de poseer juicio, sanos poemas y sentidos castigos
nunca hubo misterio
dung and death
como diría Eliot
el saber fue menos
que los confines
de la vergüenza
las revelaciones
son otra frivolidad
de poetas creyentes
alfabéticos cardos rusos
rodando a través del poema
ése mismo que no sabe de juicios
sólo es la variación
más aceptada
de la antropofagia.