UNA LARGA ESPERA [Mi poema] José Antonio Dávila [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Yo me senté a llorar frente a la puerta No entré hasta tu dintel, no me atrevía, Y así fueron pasando día tras día Y harto ya de esperar me eché la siesta Y al fin reflexioné, sin darme cuenta |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: José Antonio Dávila
Ex-libris
Soy padre, planté un roble, y dejo escrito
este libro de versos; ni es sorpresa
que el alma quede entre sus hojas presa,
como si fuera un pétalo marchito.
Se ve en él que, en la vida, la aspereza,
tras mucho herirme, sonrió un poquito,
y que llevé metido en la cabeza
un afán de beberme el infinito.
Huyendo de mi sombra y de un recuerdo,
loco en pensares y en sentires cuerdo,
derramé en la poesía mi agonía.
Mas veo al cabo que el sentir más hondo
no se hizo verso; se quedó en el fondo.
¡Y siento que me ahoga todavía!
Yerba Mora
¡Yerba Mora, no hilvanes más reproches
en el trapito gris de mi conciencia!
Que no tengo la culpa de quererte
ni tú la culpa de que yo te quiera.
Fue jueguito de dioses lo que vino
a envolvernos en sus tretas:
tu parte fue la blanca y mi parte la negra;
tuya la guinda reventona y púrpura,
mía la boca codiciosa y seca,
y no tengo la culpa de quererte
ni tú la culpa de que yo te quiera…
Pasaste por mi predio:
¡tal parecía que te parió la selva!
Bocado de quebrada que se cae
de las fauces musgosas de las piedras
y corre, malvestida de frescura
con los flancos besados por la yerba.
Pasaste con tu boca como flor de geranio
y tu pisar de lluvia mañanera,
con tus perfiles de novilla joven,
temblándole en la carne
la morena carne de los barrancos florecidos
y el respirar de toda la maleza.
Y oliendo… ¡qué sé yo ni a lo que olías!
A rosa zahareña, a mejorana, a pacholí y albahaca,
a surco abierto, a pulpa de grosella…
Los dioses te envidiaban;
venías inocente de sus estratagemas:
y no tengo la culpa de quererte
ni tú la culpa de que yo te quiera.
Pasaste, con el pelo mordiéndote la nuca;
gavilla con su polen de candela;
con sacudires de guajana al aire;
con rebeldías de una enredadera
que a la sombra de cobre del crepúsculo
contra el hombro del monte se desfleca…
Con el seno a brinquitos,
la cintura avispada y ceñida y retrechera;
taconeando el tacón de tus chapines
una canción trigueña que acompasaba el ritmo
que corría por las bravas columnas de tus piernas…
Y me miró el mirar de tus dos ojos
con sus remotos ángulos de almendra,
con el iris felino y color níspero,
sombreando por las sombras de esas breñas
que mienten tus pestañas,
y acechando desde el lila holgazán de tus ojeras.
¡Y me miró el mirar de tus dos ojos!
Tú sabes lo demás, ¡no llores, Yerba!
Que tú eres sólo como Dios te hizo,
y yo amo sólo como el cuerpo ordena,
y ni tengo la culpa de quererte
ni tú la culpa de que yo te quiera.
RESIDUOS
Ya tú no importas, ni tu amor conmueve,
Ni yo soy en tus días la emoción dulce y leve
que como brisa tibia pasó por tu desierto;
porque tu amor ha muerto y mi pasión ha muerto.
Pero sobre tu mesa reposa mi estatuilla:
Y al pasar de los años y al caer nuestra arcilla,
Seguirá reposando sobre la misma mesa
Sin que nadie pregunte al mirarla en la mesa
Si es el mudo tributo de una huesa a otra huesa.
La pasión ha volado;
Pero hay ciertos residuos que en el alma han quedado,
Y noto cuando pasas por la calle, altanera,
Que aún te peinas el pelo de la misma manera
Que tanto me gustaba y que amé con tal celo.
(Yo viví enamorado de tu pelo.)
Y aún tengo la costumbre de usar el sobretodo
con un botón de rosa en el ojal, al modo
que tanto te gustara;
y hasta existe una frase que en broma yo imitara,
llena de tu decir y tu manera,
que ahora uso por mía y usaré hasta que muera…
Cosas inconsecuentes, livianas, con las huellas
Que les deja el amor al pasar sobre de ellas:
Lo que una vez tú hiciste, lo que yo dije un día…
Inconsecuencias muertas que viven todavía…
Y no ha de saber nunca la mujer que yo quiera
Por qué le doy la mano de la misma manera…
Ni ha de saber el hombre que en tu amor quedé preso
Por qué cierras los ojos antes de dar un beso…
Tierra piadosa
¡Tierra piadosa! Tierra en que se anida,
como en cofre, la cal de nuestros huesos,
sé acariciante y tímida con esos
despojos de la blonda de mi vida.
Sé suave con sus formas, sé sufrida
de su rosado escombro bajo el peso,
sobre sus ojos, sé como mi beso,
y bajo de su cuello, sé mullida.
Guárdamela del aire y de la lluvia,
sé cojín de edredón para sus manos,
y sé joyero a su melena rubia.
Haz que su cuerpo indemne se mantenga,
a la voracidad de los gusanos
¡guárdala para mí cuando yo venga!
Cuando me vaya
Cuando me vaya, escóndeme en tus ojos:
tras esas silenciosas amplitudes
de tus mirares hondos y trigueños;
llévame en tus más solas solitudes
hecho rubor en tus deseos rojos;
guárdame en algún viejo relicario
junto a los besos que jamás me diste,
fundido a algún impulso temerario
que aún te reprocha lo que nunca hiciste…
Cierra, sobre el recuerdo que te deje,
tu cofre de Pandora: que cuanto más
me aleje me sientas más de cerca a cada hora.
Cuando me vaya, guárdame en tu pecho,
tras el portón que cierran tus pestañas:
para ir, como yedra, trecho a trecho
cubriendo la pared de tus entrañas.
Que en tu ansia oculta y siempre preterida
me derrita al calor de tu tormento,
para llenar cual savia derretida,
todas las grietas de tu pensamiento
y todos los recodos de tu vida…
Que cuando cierres tu mirar trigueño
pueda quedarme en tus reconditeces,
como el hombre-imposible, el hombre-sueño
que la vida destroza tantas veces…
Que al través de los años y el olvido
siempre logres tener, no el recuerdo
del hombre que yo he sido,
sino el del hombre que yo pude ser..
MI POETA INVITADO: Alfonso Armada
Poema de las cuatro de la madrugada
“No separes el sí del no, dale a cada palabra su sombra”
Paul Celan
Cuando estamos tan perdidos
Que no nos atrevemos a levantarnos
A salir a la calle
Donde no hay nadie
Solo los mendigos
Que llevan nuestra máscara
Tan pegada a la calavera
Que ya no se la van a poder quitar
Hasta la muerte
Un río de escoria
De rosas oxidadas
Un río que pasa sordo a las metáforas
Ahora que estamos para darle una vuelta
A la misma noche
Que ha de quedar al margen
De lo que digas
De todo lo que hagas
En una cama elástica donde la moral te observa
La que has fabricado
Con arcilla gramatical
Ladrillos amasados
Cuando eras un niño de este hemisferio
Tan afortunado
Al menos en esta época
En la que puedes permitirte el lujo
De decir que no
Y de pensar que sí, que las palabras
Son como un gran témpano a la deriva
Que se va a disolver
Con los inconvenientes
Son otros los que observan
Como las cariátides de un templo arrasado por la certeza
De que rezar era tan inútil
Como remover las cenizas de un gran padre de madera
Al que habíamos adorado como a nuestra propia sombra
Pájaros tallados que dejaron de cantar
En cuanto dejamos el formón en manos de los agrimensores
El poema de las cuatro de la madrugada
Es como el de un pájaro carpintero
Que estuviera esperando el alba
En el alféizar
De la única ventana iluminada
Para comenzar
A grabar nuestro epitafio
Contra un azul añil
De lavar la ropa
Que nos pusimos para vivir
Un azul pesado como el plutonio
Que ingerimos cada vez
Que no nos atrevemos
A decir que no
Que no vamos a seguir jugando
A los vaqueros y a los indios
Como si hubieramos perdido el tiempo
Sabiendo que no es lo mismo consentir
Que hacer que se despeñe
La carreta del mal
Que no es lo mismo
Seguir mirando hacia otro lado
Mientras cobramos nuestro salario del miedo
Y escribimos lo que nos dicta la conveniencia
Con un jergón de lluvia
Con una sombra hecha de cuarzo, feldespato y mica
Lo que sabíamos que era preciso hacer
Antes de cerrar los ojos
A las cuatro de la madrugada
De un mes de rendiciones.
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