MI TIERRA NO ES MI TIERRA [Mi poema] Ramón de Garcíasol [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Mi tierra no es mi tierra es nuestra tierra, Pues que uno nunca elige donde nace No entiendo a quien su mérito atribuye Y un día ha de llegar en que él se vaya, #Imbécil: aquel que presume de ser superior por el simple hecho de haber nacido en tal o cual sitio? Share on X |
Una muestra de sus poemas
- 1 MI POETA SUGERIDO: Ramón de Garcíasol
- 1.0.1 Arenga a las rosas
- 1.0.2 Canción del silencio de Castilla
- 1.0.3 Cancioncilla de la esposa
- 1.0.4 Cancioncilla de la invitación a la serenidad
- 1.0.5 Dehesa de la villa ( Madrid )
- 1.0.6 Del amor de cada día
- 1.0.7 Desafío de amor frente a las sombras
- 1.0.8 Desafío de amor frente a las sombras
- 1.0.9 Fe
- 1.0.10 Gracias hermanos
- 1.0.11 Nadie me cantará como te canto…
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MI POETA SUGERIDO: Ramón de Garcíasol
Arenga a las rosas
Rosas, creced, pujad, multiplicaos
hasta invadir las cajas de caudales,
hasta impedir las ametralladoras,
hasta sembrar la pólvora y el hierro
de luz y primavera,
hasta ocupar el odio y las entrañas
de obuses, bombas, balas y morteros.
¡Creced, rosas, creced! ¡Pujad sin tregua!
Llenad los ojos de los tocineros,
floreced los cerebros belicosos,
corroed de esperanza a los podridos,
iluminad la mente de las bestias,
que se alimentan de oro, y sangre, y lágrimas;
que son capaces de matar la vida
porque palpita y brilla en nuestras manos.
Árboles, aguas, pájaros, frutales,
mieses, vides, obreros, plantas, madres,
óleos, músicas, máquinas, ideas,
vamos a proclamar la resistencia
de amor contra la guerra.
Están sembrando el aire de temores
para amargarnos la alegría,
para que nos matemos tú y yo, hermano,
ahora que ya maduran los dolores, y el sentido
va a revelarse al mundo.
Trabajad
de espaldas al temor. Abrid los ojos,
Rosas, hombres, al bien y a la belleza.
¡Creced! ¡Cantad! La vida es nuestra.
La tierra es nuestra, y nuestro es el futuro.
Trabajos, pensamientos, esperanzas,
vuestros y nuestros, rosas, hombres.
Nosotros encendemos las estrellas
y traemos el día,
y por nosotros se hará la paz.
Estamos en peligro, rosas, hombres,
perfume, sol, materia, inteligencia,
ciencia, fe, muerte, piedra, gracia, Dios.
¡Ahoguemos a los bárbaros en luces!
¡Avanzad, rosas, hombres! ¡Ocupad el mundo!
Canción del silencio de Castilla
A cortar silencio, esposa.
Está Castilla crecida
de silencio y sonorosa
paz, oreo por la herida
melancólica. Qué olores
tiene el campo que amanece.
Alamillos reidores
con el viento que les mece
están cribando en sus hojas
sol y sombra por el suelo.
Coge silencio sin duelo,
que se viertan las congojas.
Huele el campo que alimenta
de serenidad, y canta
un sabor en la garganta
que va de romero a menta.
Disuelve el terrón reseco,
silencio, y dale a la tierra
arada. Rellena el hueco
de sombra con luz de sierra,
y ponme a cantar a coro
con el color de la jara,
con el arbolillo de oro
-cuatro hojicas en la vara-,
con el arroyo serrano
y el pájaro que gotea
uvas de armonía. Sea
grano de trigo en verano
y buche de agua marcera,
y carmín en el poniente,
sagrada sombra de higuera
y diamante en el relente.
Fúndeme a tu ritmo eterno,
silencio del campo mío.
El pensamiento hace invierno
y metafísico frío.
Corta la invisible rosa.
Está crecida Castilla
de silencio para trilla
de corazones, esposa.
Cancioncilla de la esposa
Mariuca, esposica, madre:
Dios te salve
en este día y siempre.
dios te guarde,
y mi corazón de rabia y trigo
y sangre,
esta luz amorosa que en el filo
de las palabras arde.
¡Cuánta pasión, que sólo sabe
morder, callar, rugir,
ponerse grave
o niña, desesperarse
porque no puede saltar la carne
y fundirse contigo eternamente,
Mariuca, esposica, madre!
¡Que calle
ese tener que ir a las cosas,
este dejarse
los ojos entre las ideas,
el oleaje
que rompe contra las cuartillas!
¡Hoy es todo Mariuca, esposa, madre!
Reza por mí, Mariuca, esposa.
Yo te rezo a mi modo. Sale
el corazón en ritmo por la boca, me renace
tanto amor que no sé decirte,
y me resuena dentro en los panales
del sentimiento y en los huesos. Dame
la palabra sencilla, la sonrisa
Ingenua de la infancia, madre,
Mariuca, esposica, amor.
Tú me salves.
Cancioncilla de la invitación a la serenidad
Dulce te quiero, serena-
mente profunda te quiero.
Un silencio colmenero
melifica la colmena
que no quiere ser locura,
sino luz medida. Mira
y di con los ojos. Tira
esa prisa, criatura.
Moneditas atesora
de sol y tiempo. Se ve
mejor el paisaje a pie,
como manda Dios. Ahora
nace la palabra, brilla
con la hoja, con la nube.
Savia, sangre, sabe, sube
al árbol, a la mejilla.
Ven a recoger dulzura
para el invierno y la pena.
El secreto de la vena
va aclarando su escritura.
Dehesa de la villa ( Madrid )
¡Dehesa de la villa!
Desde esa hora,
el azul se te espesa,
se te enamora.
¡Qué maravilla!
En tu hierba, Dehesa,
fue su mejilla.
¡Fue tu mejilla, esposa!
Cómo lucía
en el aire la rosa
de tu alegría.
¡Viva mi suerte!
Sobre la hierba un día,
volveré a verte.
Del amor de cada día
Es posible que se haya dicho todo
y que hayamos nacido tal vez tarde.
Mas esta gloria que en mis venas arde,
nadie -¡nadie!- la vive de este modo.
Todo es posible. Todo ha sido en nombre:
todo. Pero este beso tuyo y mío,
esta luz, esta flor, este rocío,
son nuestros nada más, mujer y hombre.
Mujer y hombre únicos, primeros,
-tú y yo, yo y tú- con nombres y apellidos
que no se han de dar más en criatura.
Empezamos la Historia, verdaderos
primer hombre y mujer reconocidos,
proclamando el amor y su aventura.
Desafío de amor frente a las sombras
Otro doce de octubre, compañera,
con la serena flor de la alegría
y más luz en los ojos. Se diría,
coraje renaciente, que te espera
nuevo «milagro de la primavera».
seria la hora, dura la sangría,
el aire temeroso, esposa mía,
atormentado el ceño, sementera
de tiempo anubarrado. ¿habrá mañana
con plazuelas y niños juguetones,
espigas candeales la besana,
mozas de arracimado amor, parejas
como tú y como yo, los corazones
empavesados, dime? Sí: de tejas
abajo está muy grave la esperanza,
y de tejas arriba silenciosos,
mudos los astros, tan majestuosos
como siempre en sus órbitas. alcanza
el terror con la mano el hombre, avanza
entre fuerzas hostiles, tormentosos
los pulsos, con espanto los sabrosos
frutos sobre la mesa. la balanza
no está en el fiel de la justicia, pesa
espanto y más espanto. ¿Qué nos trae
a la espalda el futuro? Niebla espesa,
perdidiza y cobarde, sin agallas
el verbo imbécil. El vigor decae.
Y tú Dios, ¿por qué duermes, por qué callas?
Mas frente al miedo, mientras viva, digo
que no a las sombras. Trae la mano, esposa,
y avancemos. ¡Atrás los monstruos! ¡Rosa,
florece contra el hielo! ¡Sube, trigo,
más gallardo que nunca! ¡Ven, amigo,
a cantar con nosotros la gloriosa
salud trabajadora, la grandiosa
coral voz del Océano! ¡Conmigo
los vientres y las tiernas labrantías,
la rabia y el honor de los talleres
forjadores de panes y de días!
¡Adelante, a la vida sin fracaso!
si todos desertores, sé que eres,
Mariuca, la bandera de mi paso.
Desafío de amor frente a las sombras
Otro doce de octubre, compañera,
con la serena flor de la alegría
y más luz en los ojos. Se diría,
coraje renaciente, que te espera
nuevo «milagro de la primavera».
seria la hora, dura la sangría,
el aire temeroso, esposa mía,
atormentado el ceño, sementera
de tiempo anubarrado. ¿habrá mañana
con plazuelas y niños juguetones,
espigas candeales la besana,
mozas de arracimado amor, parejas
como tú y como yo, los corazones
empavesados, dime? Sí: de tejas
abajo está muy grave la esperanza,
y de tejas arriba silenciosos,
mudos los astros, tan majestuosos
como siempre en sus órbitas. alcanza
el terror con la mano el hombre, avanza
entre fuerzas hostiles, tormentosos
los pulsos, con espanto los sabrosos
frutos sobre la mesa. la balanza
no está en el fiel de la justicia, pesa
espanto y más espanto. ¿Qué nos trae
a la espalda el futuro? Niebla espesa,
perdidiza y cobarde, sin agallas
el verbo imbécil. El vigor decae.
Y tú Dios, ¿por qué duermes, por qué callas?
Mas frente al miedo, mientras viva, digo
que no a las sombras. Trae la mano, esposa,
y avancemos. ¡Atrás los monstruos! ¡Rosa,
florece contra el hielo! ¡Sube, trigo,
más gallardo que nunca! ¡Ven, amigo,
a cantar con nosotros la gloriosa
salud trabajadora, la grandiosa
coral voz del Océano! ¡Conmigo
los vientres y las tiernas labrantías,
la rabia y el honor de los talleres
forjadores de panes y de días!
¡Adelante, a la vida sin fracaso!
si todos desertores, sé que eres,
Mariuca, la bandera de mi paso.
Fe
Dulcinea del Toboso es la más hermosa
mujer del mundo…
Quijote, 2 LXIV
Has de matarme sin lograr que ceda,
y ni entonces podrás decir que dudo.
Si tu fuerza mi cuerpo vencer pudo,
nunca llegó a mi fe, ni habrá quien pueda.
Derribado, no esperes que conceda
un sí para tu gloria. Muerto y mudo,
por mí hablarán mis hechos más agudo
lenguaje que en palabra humana queda.
Aprieta más la lanza, caballero:
no puedo confesar a mi señora
segundona de nadie en hermosura.
A tu merced y en tierra vine, pero
tengo intacto el esfuerzo, y la ventura
no siempre de lo justo se enamora.
Gracias hermanos
Sois tan buenos y desdichados,
tan sobrehumanos,
que me tenéis en algo.
Y voy apuntalado
Por vosotros, por vuestras manos
trabajadoras, vuestros labios
sonreídos del alba, brazos
sostenedores, respaldado.
Tan solitario
estoy que apenas valgo
con mi sombra. ¡Cuánto
en lo mío es vuestro, y proclamo,
en mi trabajo!
Y no me caigo
del todo, que sería malo
para vuestras creencias. Y me canso
tanto
que no quisiera haberme despertado
una mañana más al tajo,
llamo
a la materna muerte, a su regazo
acunador, me pongo a vuestro lado
y procuro mostraros
lo más sano
de mi palabra, el relámpago
que dignifique el barro
original, lo claro
de mis oscuridades, hago
el papel asignado
por el azar en el teatro
del mundo amargo
a ratos,
fascinante, entreclaro
y terrible, aún no descifrado,
criaturas de fe, de canto,
que no sabéis -¡ay, risas!- el milagro
diariamente renovado
que sois. Os amo,
gentes del pueblo llano,
de mis raíces, campo
pegujalero de mi sangre, árbol
de luz y fruto de mi llanto.
Y me callo, falto
y sin verbo adecuado
para rezarlo,
hermanos.
Nadie me cantará como te canto…
Nadie me cantará como te canto,
madre, con una llama que se enciende
en ti y en mi termina. Nadie entiende
la sangre de su fin y de mi llanto.
Yo no tengo semilla que me cante
en hijos de consuelo, salvadores,
por el tiempo y los hombres, labradores
que vuelvan a sembrar para adelante
la vida en criatura, y aún en pena,
pasajera, que luego se enardece
en la flor sin memoria ni condena
de la santa alegría. Aquí se apaga
el agua que se agota en sí, perece
sin salir a la mar que la propaga.