DEDICADO A LOS ILUSOS [Mi poema]
Miguel Sánchez Robles [Poeta sugerido]

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MI POEMA …de medio pelo

 

A todos.
A los que día a día son concebidos
y nacen (excluyo a los que no llegan a buen término),
los que vienen con un pan ya bajo el brazo
y los que únicamente arrastran la miseria;
los que gozan de una infancia feliz
y los que se mueren de hambre y de asco;
los que tienen unos padres que no se merecen
y los que no se merecen tener a esos padres;
los que vienen para hacer el bien
y los que llegan para jodernos;
a los ilustrados
y los que no han aprendido a hacer la O con un canuto;
los diligentes, trabajadores y hacendosos
y los de la cofradía de ociosos, vagos y maleantes;
los asquerosos ricachones
y los que no tienen ni donde caerse muerto
y desearían un día estar en su lugar;
a los agoreros del apocalipsis
que sacan tajada diciendo que el mundo se nos viene abajo,
que opinan que el nuestro es el mejor de los posibles
o despotrican diciendo que es una puta mierda;
los que besan la tierra donde nacieron
arrogándose ese mérito,
dispuestos a morir por defenderla;
los que creen en algún ser superior,
a cuestas con el que han heredado de sus antepasados,
o los que le niegan rotundamente,
los agoreros, santeros y adivinos;
los que no tienen corazón
o presumen de que no les cabe en el pecho;
a los que el alma se les derrite ante la muerte de un animal
y pasan de largo si ésta es una persona;
los que repiten que los idiomas son un bien cultural
(aquí cuantos más mejor)
tratando de convencernos que no suponen barreras,
mientras promulgan el derribo de las fronteras físicas
(a sabiendas de que no cabemos todos);
los que se agarran a los sueños
o creen que hace tiempo estos ya se fueron por el sumidero;
a los pastores de la manada,
y todos los actores secundarios de borregos,
los que provocan los conflictos bélicos
mientras ellos se quedan a buen recaudo en la retaguardia;
a toda esa patulea,
ese totum revolutum,
que presume de pertenecer a la raza humana
(y al que asó la manteca,
y por supuesto a mi, que formo parte de ella).
©donaciano bueno

#A la raza (in) humana en general...? Share on X

MI POETA SUGERIDO: Miguel Sánchez Robles

(Premio de Poesía de Cáceres Patrimonio de la Humandad)

Hiroshima

La vida es un puñado de ceniza encendida,
algo que se deshace como un grumo de sal
o una mariposa que se abrasa los ojos.
También el corazón es Hiroshima.
Y por eso lloramos a escondidas.
Sin apenas motivo
nos ponemos de pronto las manos en el rostro
y lloramos entonces
como un niño nervioso
que no supo vivir.
Mi madre hacía eso
y ni ella ni yo sabíamos por qué.
Luego lo comprendí:
Ser mayor es muy triste
porque puedes morirte cualquier tarde,
vomitar para siempre la sucia piel del mundo.

¡Qué bien rompen un charco
las ruedas de los coches!

No hay viajeros que lleguen
alguna vez a Ítaca.

Inervación

Nací para los ríos que se desbordan,
pero el oficio de existir es lento,
humilde, silencioso,
con putas en las calles
y untado de crepúsculos convexos.
Es como una acuarela
de amor sobre unos labios.
Lleno de trenes viejos
y cielos de catástrofe,
con música sonando
en una tarde espesa
y alguien que apaga en ti su cigarrillo.

A VECES VEO BRILLAR LOS OJOS DE MI MADRE

I
Mamá, un instante en la sed fue tu existencia
y ahora huele mucho
a incendios que se comen el monte por la noche.

Me acuerdo, mamá,
del día en que viniste del mercado
con una bolsa llena de peces tranquilos.

Si estuvieras aquí, si vivieras, mamá,
me acostaría a tu lado
como se acuesta un perro para verte vivir
y me estaría así siempre:
como en los terremotos los móviles de los muertos
siguen sonando bajo las ruinas eternas.

II
Mamá, todas las cosas tristes vinieron tras tu muerte
y las locas palabras del dolor y la nada
vinieron tras tu muerte
y el sentido de mi vida suda ahora de miedo
en la oscuridad de las habitaciones vacías,
pero no siento lástima, yo ya no siento lástima
porque fui entrenado para correr hacia un cable de alta tensión,
para decirle al viento:
¡Venga, vamos a olvidar que la vida es muy triste!
¡Venga, vamos a rescatar cadáveres de pan en los aljibes!
¡Venga, vamos a imitar todos a esos jóvenes rubios
que se van a los parques por la noche
y vomitan debajo de los árboles
y le rompen el sueño a los gorriones,
a esos muchachos núbiles que están en todos partes
y no creen en la muerte, y no creen en la muerte!

III
Mi madre me enseñó a acariciar el pelo,
saber besar el pan y a persignarme
con las manos enteras manchadas de merienda.
Te recuerdo, mamá, toser ceniza púrpura
y recuerdo también las semillas sin peso que vuelan en la luz
y cómo las mirábamos sentados en el porche
surcando por el aire de los bellos veranos de mi infancia.
Y recuerdo a una monja tejer sudarios grises
y en su rostro una leve sospecha ensimismada
de que la vida ocurre inútilmente.

IV

A veces veo brillar los ojos mi madre.
Mi madre tan enferma que se murió muy joven,
mi madre junto al mar, mi madre en los quirófanos,
tan frágil y sublime como un mirlo temblando entre la nieve,
mi madre y el perfume de los ángeles.

Así es como la vida se llena de tristeza.
Mi madre amortajada. Los ojos de mi madre.
Mi madre y esa manía que tienen las cosas de agarrar siempre polvo.
Mi madre y esa serenidad que hay en los ojos de las reses.

El dolor y el recuerdo son una misma llaga
que tiembla en mi garganta.

Si vieras, mamá, se curaría
toda esa sed de Dios que hay en las cosas.

Nitroglicevida

La vida nos lastima,
pero somos la vida.
La vida es exactamente
lo que sientes al llorar
escuchando por el hilo musical
de un hotel en Reinosa,
una tarde de octubre
la banda sonora de Carros de Fuego.
Entonces comprende
que el otoño está hecho
para olvidar poco a poco
la alegría de la carne,
que la vida está hecha
para olvidar poco a poco
la alegría de la carne
y que la muerte es solo
el hilo que sutura la alegría del mundo
y que todo es del Tiempo
y el Tiempo tiene sed como el abismo.

La vida es este instante,
es nitroglicevida
y no es eterna.

VIGILIA PARA UN CORDERO HUMANO

«Amar es ser un cordero llevado al matadero todos los días»
Kiko Arguello

Algunas noches me pregunta Dios
si ya he encontrado mis hermosas oscuridades ciegas.
Sabe que me hago viejo y hablo demasiado
y que lloro por eso.

Sabe
que algunas veces lloro
porque estoy muy lleno de besos que aún no he dado
y porque llevo en el corazón
ese cansancio triste de tanto haber querido ser feliz.
Sabe
que muchas veces lloro por el Martini derramado
y por todas las muchachas hermosas
que ya han envejecido como yo
y ahora juegan sin ganas
el triste y largo juego de la vida.

Que ciertas veces lloro
como si no existieran las confiterías,
ni las anfetaminas, ni las rosas.

Que algunas veces lloro
ese silencio seco con ritmo de gotera
que te cala hasta el hueso del olvido.

Que muchas veces lloro los ojos de las yeguas, el hinojo,
los pájaros, la dulce hemoglobina de los días sin ansia
y el alivio del sueño y de la dicha.

Que muchas veces lloro por los imbéciles estándar
y sus coches nuevos y sus aifon nuevos
y sus pantalones de pitillo
y sus galletas para perros
y sus árboles de Navidad con luces.

Que algunas veces lloro
por esos ancianos que tienen la orina de color tabaco
y a los que les gusta mucho vivir en la penumbra porque saben que el mundo
no podrá nunca ser salvado.

Que muchas veces lloro
porque las calles están llenas de abogados sin trabajo,
de borrachos tristes,
de alguien que conduce una camioneta de helados
y de muchachas muy guapas con las piernas preciosas.
Incluso que a veces lloro por esos catedráticos y poetas
que usan el mismo tinte de pelo
y que, para hacerle menos daño al hombre,
escriben siempre acerca de la Nada.

Que algunas veces lloro
porque lo difícil es encontrar tesoros
o un poco de suerte con los dados
y por el olor de las páginas sin leer
y por todas las cosas que dicen algo
acerca de la necesidad de estar aún vivos
y porque el sol me ha gastado el color de los ojos
y la vida me ha gastado el color de los ojos
y el vino me ha gastado el color de los ojos
y la Historia me ha gastado el color de los ojos.

Que casi siempre lloro
porque sólo somos criaturas llenas de sangre
que van a morir pronto o regular de pronto.
Sabe que yo sé

que es hermosa como una manzana perfecta
esa edad en la que uno aprende
a apoyar la cabeza en el regazo humilde de Cristo
como un cordero humano
al que llevan los años despacio al matadero.

CON ARPEGIOS DE AGUA

… canten salmos a su glorioso Nombre, hagan alarde de sus alabanzas.
Salmo 66

Proclamar tu amor por la mañana y tu fidelidad por la noche, con liras de diez cuerdas y cítara y un suave acompañamiento de arpa.
Salmo 92

… despiértense arpas y cítaras, que quiero a la aurora despertar. Salmo 57 Vers. 9

Hay que afinar la cuerda, no la mano.
Afinar las palabras,
la garganta no.
La mañana es música silenciosa,
que apenas se percibe cuando el oído niega
su cuerpo a los aullidos
de fieras terrenales.
Brota luz como canto
de nube y de llovizna.
Para entonar la voz,
en aqueste concierto de alabanzas,
es necesario convertir la cuerda
en una prolongación de esta mano
que no escribe ni toca sino canta,
es necesario, entonces,
convertir el sonido en extensión
del silencio que cobijan los aires. Cantar es, pues,
un acto tan discreto que nada más se escucha
con los ojos cerrados a los ruidos,
y toca la pupila
cuando mira hacia adentro.

El arpa de tal modo
canta arpegios silentes
que la gente no escucha su salmodia.
A la más alta nube llega el canto,
en el más hondo abismo ecos encuentra.
El gran ojo que todo lo percibe
escucha bien el canto,
su mirada de vastas lejanías
da sentido al cantar
y al tiempo le prohíbe interrumpir.

Si en el acto de entrega
que implica ejecutar este instrumento,
se consagra el intérprete.

Su gran coronación no es el sonido,
no es inventar canciones a mortales.

Ser el salmo, no el arpa,
es cuanto el ejercicio de cantar
en voces de silencios matutinos
le permite obtener al que lo ejerce.

El oficio consiste, pues, en esto.
En afinar la cuerda, no la mano.
Afinar las palabras
pero no la garganta.
La mañana es la música en silencio.
(…)
Como la hoja cae,
como el verano llega,
viene como la tarde y parlotea
en un lenguaje azul estas palabras:
es la llovizna hija de pasadas
tempestades que ilumina este campo.

No hay mejor claridad
que los claros del bosque
o los atardeceres
de montañas lejanas,
ni acordes tan perfectos
como los de ese vuelo
que ilumina la rama
y hace de aire un concierto
de luces vespertinas.

En la estación de lluvia del verano,
parada obligatoria de los trenes
del porvenir, se pausa
la voz a meditar su lejanía

La llovizna
contempla otras lloviznas,
un aire calmo sopla, por la cuenca
de la vasija-cuerpo
de quien en plena lluvia
pese a obstinada búsqueda reposa…

Qué sensación de arroyo,
cauda-caudal sin nombre
de las respiraciones, donde el tiempo
es agua prodigiosa,
que en lentitud de siglos,
vive su condición
de astilla de infinito.

Las palabras son peces
que surcan laberintos
en busca de silencios
Sólo el silencio puede
llevarles a que escuchen los conciertos
y los ruidos del mundo,
o el canto sin orillas
del universo más allá de sí.

Qué frescor de las sílabas
que en el arroyo ordenan
un discurso amoroso.

Hay un cielo en esta agua
donde los pensamientos
tejen sus nidos que,
de tan amplios, hospedan
a la historia de nunca terminar.

Qué sensación, de veras,
la del viento que toca estos silencios.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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