EL MIELERO POETA [Mi poema]
Adolfo Marchena [Poeta sugerido]
Adolfo Marchena [Poeta sugerido]
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MI POEMA …de medio pelo |
(Sátira) No soy quien para juzgar, Pues no entiendes de rimar, Y lo tienes que arreglar y al final adecentar Donde no hay, nada hay que hacer |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Adolfo Marchena
Alicia y yo
Me desvisto ante
el espejo mientras
Lewis Carroll escribe
sentado en la bañera.
Los naipes caen
como gotas de agua.
Paseamos en barca
por el Támesis
buscando la idea o
ese sueño que se pliega
como una cortina vieja.
Me visto con harapos
después de que el tren
olvide en sus vagones
el baúl con mis trajes
nuevos. Es hora
del comercio entre
prestamistas y usureros,
es hora de cicatrizar
la tarde en su estruendo
de tormentas inacabadas.
Cuando ya no me veo viejo
y la edad está de sobra,
salgo a la calle
y los cocheros
ignoran mi presencia
porque voy vestido
con cortinas
que son del baño,
con alhajas
que están prohibidas.
En mis bolsillos
No busques
en mis bolsillos
lo que yo no encuentro,
lo que no encuentras
en los tuyos.
Temblamos,
temblábamos entonces
y no de miedo
ni de frío
y vendrán todos
los pájaros
a exigirnos
su jornal
antes del viaje.
No busques
en mis bolsillos
los licores
que gobernaron
mi hacienda,
dentro del cansancio,
dentro de la ausencia,
lo que mis pantalones
sostienen cuando
ya no los ocupo.
Desde el bostezo
En este espacio,
donde habitan herejes
y han prohibido
la esclavitud, las rebeliones
adquieren el sabor
a confianza, lapicero,
densidad de roca
que se despierta
disuelta entre los dedos.
Caminábamos con otro aire
menos pálido
que la muerte
de la tarde y su creencia
a agonizar en pozos
de indulgencia y sal.
En esta espera
sin cotización
a las afueras de la bolsa,
tal vez el dentista
dispuesto a extraernos
el último poema
desde la boca,
desde el bostezo,
el estómago,
después de una derrota
desprovista
de equinoccios
y a renglón seguido
tu sonrisa
como un bostezo
mostrándome el camino.
Hoy tu recuerdo negocia
con este viaje alrededor
de las mareas en mis manos.
Descubro en la intemperie
mi único lugar donde subsistir
ajeno al miedo y sus agujas.
Lejos del mar y las montañas,
lejos de todo, entre la nada,
aprendo a distinguir los rostros.
Y, de nuevo, en las distancias
que provocan los excesos,
advierto la terca voluntad
a no desprenderse de lo inútil.
Me invade el temblor y la fatiga
después de delinquir en el interior
de los armarios, cuando no queda
nada, ni siguiera una prenda
abandonada a traición o el polvo
sostenido en el único perchero
donde van a morir los maniquíes.
Alguien me observa
y yo respiro su tragedia.
Hay libertad entre las rocas,
en el amasijo de metal
que forma el cuerpo inerte
de un tren descarrilado.
Crece la libertad y nadie
saca las manos del bolsillo.
Es el mundo, también,
un amasijo de voluntades ciegas.
Hay despertares donde encuentro
el barro, el hielo, el polvo,
despertares donde te has marchado
y en el hueco de la cama
se acurruca un dios desconocido.
Alguien me observa
y al otro lado de la calle
un perro olisquea mi futuro.
Abandono las maletas
en el pasillo
y salgo, antes de que nadie
procure detener mis intenciones.
Alguien me observa
en este amasijo que soy yo,
un tren descarrilado sin voluntad,
a punto de extinguirse
y perderse entre el granizo
que cae sobre las vides.