A UN AMOR DE IDA Y VUELTA [Mi poema]
Raquel Vázquez [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Y no quiso volver. Me dijo adiós.
E incluso alzó la mano con desprecio.
Debí de responder, ¡ni fuera un necio!
La culpa del fracaso es de los dos.

Que fuese haciendo gala de un despecho,
cual fuera solamente yo el culpable.
Le quise demostrar que ser amable
no afecta a que el amor ya esté maltrecho.

Pues odio solo ataca a quien lo tiene,
tenía que pasar y éste era el caso,
me tuvo que encontrar cambiando el paso.

Quizá fuera un amor que no conviene,
lo opuesto a ese dicen nunca acaba
pues vino y se marchó por donde estaba.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Raquel Vázquez

SIN LENGUAJE

Hay cosas que suceden.

En un cristal de noche
aun desde el día, desde alguna parte;

en medio de una luz
pensada lejos, emulada triste,
luz breve que no colma ninguna madrugada.

Y hasta los sueños suelen dejar huellas más sólidas.

Pero en cambio sucede.
A pesar de que no
quede registro, no haya resplandor, no haya piel.
Hay cosas que suceden
sin lenguaje siquiera para poder tocarlas.

RAÍL

Todos tus sueños hechos ventanilla.
Cargas con lo correcto, sin defraudar a nadie.
Y para los andenes te has roto la mirada.

Un millón de caminos
perpetran en tu espalda los recuerdos
que has llevado a desguace en el futuro,
que no han sido presente.

Tu equipaje es, te dices, el que te corresponde.
El único posible.

Para aliviar la herida,
sólo sabes cerrar fuerte los ojos.

CUADERNOS DE UN VENCEJO

Un vencejo, de media, vive unos cinco años.

Un poemario recién
publicado se olvida en pocos meses.
En cinco años lleva ya muchos años muerto.

Sólo es un ejercicio
arqueológico el de quien recupera
de vez en cuando alguna de sus páginas.

Apenas una anécdota que ríe la memoria.

Mientras un año más
los vencejos cincelan sobre el cielo sus lunas.

Y las crías recitan, temblorosas,
un primer verso que con emoción
les cuelga desde el pico.

Antes de continuar
escribiendo, antes de seguir volando.

En los vencejos viaja la poesía
que se muere en nosotros.

UCRONÍA

Serían las palabras adecuadas.
Con la elocuencia justa, hacer explícita
la talla sobre el aire;
un beso tímido, dos, ya sin duda
entrenzados los ojos.

Y en cada encuentro la piel como un fénix
que en la misma ceniza
ya reconoce el vuelo,
con sonrisas que riegan
la orquídea de la luz que cae en la tarde,

los abrazos sin cifra
ni tampoco computados los pasos
—alguno errado—, incluso los bostezos:
la sombra, al fin, tan necesaria siempre
para alguna promesa
que, aun nacida del tacto,
se mantendría inmune a la erosión.

Sería la rutina
en un realismo mágico,
los hallazgos, los juegos con los niños
o al cuadrar la hipoteca,
la discrepancia, el grito inapropiado
al que sigue un perdón tal vez no velocista
pero que nunca deja inconcluso el camino.

Igual que el de los años, las arrugas,
camas impuestas, blanco
de hospitales, el negro inamovible
con el que acaban por hacer su trueque
todos los horizontes y lenguajes.

Y ahora sólo serían las frases oportunas.
Si no fuera el reloj, los minutos sembrados
en medio de los tópicos,
la cuenta ya abonada al camarero
y dos sillas que gimen su derrota:

la hora de despedirse
—cada uno hacia su casa—.

Despedirse en silencio, una vez más,
de aquel maldito tiempo que no llega.

INTÉRPRETE DE SILENCIOS

El mundo habla de ti aunque aún no lo sepas.
Aunque aún todos estemos aprendiendo
a conjugar los pájaros,
a deletrear una luz temblorosa
pero que al fin se decide a mirar,
se decide a decir y da las gracias.

El mundo habla de ti,
tal vez aún en silencio pero acaso
sólo con discreción se forje lo imborrable.
Y eso está sucediendo.
No te esperan cristales, no habrá ningún cuchillo,
el único metal es convertir
la incerteza en espera,
imitar al funámbulo en desdeñar la calma.
Hay sólo una verdad amable allá en el fondo:
apenas necesita
tiempo para llegar y despojarse
de su capa de máscaras, equívocos y nieblas.

El mundo habla de ti
aunque no sepa decirte; tampoco
aciertan estas líneas:
sólo un trino extraviado entre la lluvia
que no evocará el mar.
Pero que al menos siempre intentará cantarlo.
No habrá nunca un cielo tan inmenso
como el abrazo que no puedo darte.

CÁMARA

Detrás de un maquillaje
de pájaros afónicos
cuánto nos hemos soñado, tú y yo,
quebrados cómplices, testigos mudos
de cómo se desangra este silencio.
Apenas quedarán unas manos manchadas
por la caja de música
que en la niebla ninguno de los dos acertó a abrir.
Y el diafragma se cierra
y se encuentran nuestros ojos,
pero esta luz ya duerme en la humedad
y su página rota.
Con la mordaza sonreímos dolor.
El flash nos compadece, y de qué sirve.
No sé qué haremos con tanto recuerdo
muerto en líquido amniótico.

SUFIJOS TELEFÓNICOS

Guernica 37, Nagasaki
45, Sarajevo 93,
Basora 2003, Alepo 2015.

En tantos cementerios,
lápida a lápida se va tallando
un final repetido
a modo de punzante sufijo telefónico.

Son hilos ya cortados:
qué comunicación posible, qué palabra.
Salvo el dolor, ya todo lo demás no llega nunca.

O demasiado tarde.
Cuando tal vez ningún número importe.

La cifra en la memoria
como el mismo sufijo de un silencio.

EN EL PICO

Querría resguardarte de la noche,
que no hubiera intemperie,
que no hubiera latón ni aire oxidado.
Querría que el olvido o la erosión
fueran muecas risibles de otra historia
y ahora nunca murieras
y ahora nunca el insomnio te quemase
de plástico los ojos.
Querría que el deseo
llegara siempre a tiempo a la estación,
que el reloj consistiera en un juego de niños.
Que la tormenta fuera con flor de jacarandas.
Y el dolor, nada más que dos sílabas inermes.
Que la mayor herida la dijesen los pájaros.

EN CASO DE EMERGENCIA

Rompimos el lenguaje.
Vamos, dijiste; o yo traduje, eso no importa:

sólo importó aquel mirlo
que aguardaba en tu mano con las alas plegadas.

Pusiste esa sonrisa
boba que tanto me ha atraído siempre.

Ahora pude decírtelo.

La eternidad se demostró pequeña,
manejable: cabía
dentro de una modesta habitación de hotel.

Y estábamos allí para tocarla.

CRUSTÁCEOS

Algún día recordaremos esto.
Cuando no haya palabras que nos dejen nombrarlo.

Este tiempo de equívocos,
este tiempo cangrejo.

Este tiempo de diálogos sin voz
que nos gritan los ojos

y que después no llegan siquiera a la garganta.

Algún día recordaremos esto.
Probablemente en silencio, por no
perder tanta costumbre.

Por no saber hablar
otro idioma distinto a la nostalgia.

PROMESA PARA HORAS OSCURAS

Desplegaré los brazos,
rezumaré un par de alas tratando de salvarte,
y si esto fuera imposible,
tan sólo
tendería mi mano para caer contigo.

FLOR DE MÁRMOL

Con sus hojas de máscara de hielo
blanca como la muerte?
que chapotea en el lienzo del mundo
no habrá retorno ni viaje ni huida.

Apenas la constatación del frío?
como guarida eterna?
del choque artificial de nuestros cuerpos.

ARMONÍA NATURAL

Lloran los árboles
cuando se ven desnudos
frente al invierno.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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