NUESTRO MAR DE CASTILLA [Mi poema]
Consuelo Tomás Fitzgerald [Poeta sugerido]
Consuelo Tomás Fitzgerald [Poeta sugerido]
¡Gracias por leer esta publicación, ¿deseas comentar? haz click en el botón de la izquierda!
MI POEMA… de medio pelo |
Mancharon nuestra honra, robaron nuestros barcos ¡Qué pena, mar del norte, ya no eres de los nuestros! Feliz mar de Castilla, Cantabria hoy te llamaron, Guardian hoy en el puerto de un faro que no existe, #Políticos! Lo que unos consiguen con la lucha, otros lo deshacen de un plumazo? Share on X |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Consuelo Tomás Fitzgerald
El Campeón de Boxeo
El gesto fue reventado a golpes
(ahora no podría saberse si te ríes
o es el dolor que te contrae el rostro)
pero luces jubiloso tu músculo invencible
tu cerebro es ataúd de células y cuna de neuralgias
pero elevas jubiloso tu corona de violencia
la fanaticada delira de gozo por el triunfo
y te prepara la mortaja y un dispositivo de olvido
a la primera derrota.
Dicen que has matado al contrincante.
La Actriz en el Camerino
Con el lápiz labial
borra el último beso del hombre que amó.
Delinea el ojo que retuvo la lágrima
hasta el último momento
con lentejuelas viste el cuerpo
abandonado.
El polvo de las mejillas
cubre la palidez de tristeza
y el espejo se burla mostrando con descaro
a la que en un momento
cantará agonizando
sonreirá agonizando
hará la venia agonizando
y finalmente
recibirá flores
no para la actriz que triunfa
sino
para la mujer que acaba de morirle
al sentimiento.
El Mendigo en la Plaza
Ya no tiene cuerpo
solo mirada con legañas
párpado y odio rancio.
Ya no tiene ropa que le cubra
solo pedazos de historia recortada
que nadie supo nunca y al fin y al cabo
a nadie le importa.
No será invitado al banquete
ni irá al cielo.
Ya no tiene cuerpo
sólo una mano extendida
en la que no caen monedas
sino
gotas del último aguacero.
El Payaso
Detrás de su cara de colores
está el hombre
para producir la risa
porque la risa reivindica
Detrás de sus gestos inventados
está el hombre
enredando hilos e historietas
enhebrando pájaros globos piruetas
asombros inverosímiles
planetas.
Encima de sus zapatos enormes
está el hombre
y sus caídas de mentira
para construir catedrales
con sonrisas infantiles
está
el hombre.
El Beso Del Leproso
Un beso llagoso
lleno de pus
enrojecido.
Un beso doloroso
maloliente duro.
Un beso asustado
sin labio apenas sostenido.
Un beso desangrado
roto carcomido.
Un beso desigual
mordido ansioso desteñido.
Un beso desahuciado
el beso del leproso
pero apasionado
humanamente
vivo.
La Novia Plantada
Las lágrimas se han secado en la mejilla
antes de caer con el hábito fatal del
desencanto
naturaleza muerta pareces ahí sentada
con la burla de la gente sobre ti
y tu pobre dolor apenas comprendido
estás cayendo al abismo de tu asombro
estás cayendo
blanca oscuridad de posible monasterio
derrota de mujer al pie del mito.
(El Poder de la Palabra) Azorín
» No puede ver el mar la solitaria y melancólica Castilla. Está muy lejos el mar de estas campiñas llanas, rasas, yermas, polvorientas; de estos barrancales pedregosos; de estos terrazgos rojizos, en que los aluviones torrenciales han abierto hondas mellas; mansos alcores y terreros, desde donde se divisa un caminito que va en zigzag hasta un riachuelo. Las auras marinas no llegan hasta esos poblados pardos de casuchas deleznables, que tienen un bosquecillo de chopos junto al ejido. Desde la ventana de este sobrado, en lo alto de la casa, no se ve la extensión azul y vagarosa; se columbra allá en una colina con los cipreses rígidos, negros, a los lados, que destacan sobre el cielo límpido. A esta olmeda que se abre a la salida de la vieja ciudad no llega el rumor rítmico y ronco del oleaje; llega en el silencio de la mañana, en la paz azul del mediodía, el cacareo metálico, largo, de un gallo, el golpear sobre el yunque de una herrería. Estos labriegos secos, de faces polvorientas, cetrinas, no contemplan el mar; ven la llanada de las mieses, miran sin verla la largura monótona de los surcos en los bancales. Estas viejecitas de luto, con sus manos pajizas, sarmentosas, no encienden cuando llega el crepúsculo una luz ante la imagen de una Virgen que vela por los que salen en las barcas; van por las callejas pinas y tortuosas a las novenas, miran al cielo en los días borrascosos y piden, juntando sus manos, no que se aplaquen las olas, sino que las nubes no despidan granizos asoladores.»
Comentario (Monóvar, Alicante, 1873 – Madrid, 1967) Escritor español adscrito a la Generación del 98. Sus inicios estuvieron muy marcados por una sensibilidad de carácter anarquista y sus primeros títulos respondían a esa ideología: Notas sociales (1896), Pecuchet demagogo (1898). Durante esos años viajó intensamente por tierras de la meseta castellana, con el propósito de conocer tanto su paisaje como la situación social de sus gentes, que entonces era de extrema miseria. Compartió, junto a R. de Maeztu y P. Baroja, una viva admiración por la obra de Nietzsche, así como doctrinas de carácter revolucionario.En ese momento, su prosa despunta ya con fuerza por una extraordinaria valoración del objeto en sus mínimos detalles, claridad y precisión expositivas, frase breve y riqueza de léxico. Todo ello, en su tiempo, hizo que su obra supusiera una auténtica revolución estética, si se la compara con el grueso de la producción decimonónica.