¡CATALANES! [Mi poema]
Leopoldo Minaya [Poeta sugerido]

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MI POEMA …de medio pelo

Los catalanes ahora dicen que se quieren separar de España
¡pues mira qué patraña!
Alegan para ello que, como Ronaldo, faltos andan de cariño
¡que hagamos algún giño!
Y que por eso han decidido manifestarse echándose a la calle
¡y esperan un detalle!
Para colmo, sale un tal Guardiola y proclama ser independentista
¡este es un transformista!
Se lamentan de una desafección del resto de los españoles
¡digamos caracoles…!
Hay quien repite que lo que ellos realmente quieren son muchas más pelas
¡igual que mis abuelas!
Otros comentan que es una estrategia para tapar otros problemas
¡pues démosles las cremas!
Que comprendamos que se manifestaron no sé cuantos mil millones
¡sin exageraciones!
Dicen que ellos solamente sueñan con llegar a ser una nación
¡soñar, tienen razón!
Que no desean seguir ayudando a otras regiones del estado
¡nos hemos jorobado!
Pero desean que las relaciones con el resto no sean hurañas
¡me quito las legañas!
Aunque Artur Mas parece ahora que desea minimizar los hechos
¡pues ya a lo hecho, pecho!
En verdad, lo que ahora dice es que se trata ante todo de un deseo
¡pues vaya qué mareo!

Si quieren que les diga mi opinión
es ir hasta Rajoy con su algarada
quisieran intentar sacar tajada
y que ésta es, sencilla la única razón
de tanta marejada.
No obstante, justo es se habrá de revisar
el reparto del fondo solidario
pues sigue siendo injusto que algunos se tengan que esforzar
para que otros se acostumbren a vivir permanente del erario.
©donaciano bueno

“Un nacionalista no puede cambiar de opinión y no sabe cambiar de tema” Este texto pretende ser una parodia (imitación burlesca) de un hecho que tendrá lugar hoy en el Parlamento español: el debate sobre la solicitud del Parlamento catalán para autorizarle a emitir una consulta a su población como paso previo para la independencia.

MI POETA SUGERIDO:  Leopoldo Minaya

Persistencia de la lluvia

Llueve. Llueve. Lo gris. La transparencia.
Las casas amorradas. Los cristales
empañados. El frío en los metales.
El recuerdo del vicio y la apetencia.

Llueve. Llueve. Golpea con insistencia
la gota en el tejado. Son rivales
acérrimos. Son manos y atabales
disputándose cetro y preeminencia.

Otro ruido no llega. Otro sonido
diferente del sordo de la lluvia
no se acerca ni cuelga del oído.

Solo la lluvia hurgando la vivencia…
Y un rum-rum interior. Solo la lluvia
horadando mi techo y mi conciencia.

Humo humanidad

Hablo del humo y hablo de lo humano,
hablando, en cada caso, por lo mismo:
la relación del pez sobre el abismo
se implica en la ecuación, si das la mano.

Va de intento: Timón cavó la gruta,
pues Pluto pereció, y fue humillado….
¿No es a Pluto a quien buscan en tu prado?
Y perder a un amigo, ¿no te enluta?

Al cabo del vaivén, nada es eterno…
¿Y podremos decirlo los poetas
o decirlo el pintor con su paleta?

No todo es material, algo es eterno,
espíritu-espiral, voluta-criba,
desmembramiento humano que trasciende
siendo humo (no pesa y se comprende
su vocación de andarse siempre arriba).

Muerte

— ¿Qué impulso de la luz no se detiene
si lo ordena el vacío
de tus ojos?

Ante ti, como al soplo, me prosterno.
Ante ti, como en vado, me arremango…

Abruptas crepitaciones del carbón…

¡Oh, la piedra que cae más severa!

Ya deshecho el costado, ¿dónde anda
lo que vi, lo que amé, y lo que fuera!

Círculo

—Entonces el bronce rodó por la pendiente,
desenredando voces estridentes o apagadas.
En profusión formaron la noche de los tímpanos,
una a una contaron historias verdaderas.
Una tras otra, otra tras otra, otras tras otras,
manifestáronse mientras duraba la caída.

Porque aquel que era el cuarto en orden ascendente
o descendente, de los siete, saltó por el abismo.
Su caída era lenta, interminable, y en torno
de su alma giraban mordientes serafines:
por millares hilaban el blanco de sus ojos
y la música que ondeaba en libertad era sacra.
Y saltó. Se lanzaba al abismo sin fondo.
Y se dijo: “Acarreo lo bello y verdadero”.

Y en un tramo del viaje que duró largas noches
unió las dos puntas del cordón, formó un círculo,
comprendió que su viaje tenía un fin: el origen.

EL CONDE NIÑO (Versión de Leopoldo Minaya)

A Aída Bonelly de Díaz

Por amor, el conde niño
es niño y pasó la mar.
Tintura, tela, papel:
el niño pasó la mar.

Va a dar agua a su caballo,

la mañana de san Juan;
mientras el caballo bebe,
así se puso a cantar:

Tú que todo lo dominas,
radiante estrella polar,
tú que aclaras con tu brillo…
indícame, ¿dónde está
la que convierte un instante
en íntegra eternidad?;
¿dónde está la niña hermosa?,
respóndeme, ¿dónde está?;

tú que el globo lo divisas,
brillante estrella polar,
sobrepasas los confines
y ves el fin de la mar
(y has cosido los perfiles
vastos de su manantial)
¿dónde está mi niña hermosa?,
respóndeme, ¿dónde está?;

tú que indagas y escudriñas,
vibrante estrella polar,
¿qué le espera a quien te ruega?

—Del sueño el amor vendrá…

…Si un ave surcaba el cielo
se para, por escuchar;
si un caminante camina
detiene su caminar;
si un navegante navega
se olvida de navegar:
la estrella responde al niño

«Del sueño el amor vendrá».
*****
La reina se halla bordando,
su hija durmiendo está.

— ¡Levántate, tú, mi niña,
ya déjate de soñar…
y escucharás cómo canta
la sirenita del mar!

— No es la sirenita, madre,
la de tan dulce cantar.
¿Quién es, si no el conde niño
que a mí me quiere encontrar?
En el sueño en que dormía
veía su cabalgar.
Recorre montes y llanos,
mide la tierra y la mar…
¡Si tú quisieras, oh madre,
acaba aquí su penar!

— ¡Si por tus amores pena,
Dios te me libre de mal!
¡No permita Dios que roben
la luz de mi despertar!
¡Antes me quiten mi reino,
antes mi vida he de dar;
antes se apaguen mis ojos;
antes me pierda en el mar!
…Yo tengo súbditos, tengo
sirvientes a voluntad,
mil doscientos consejeros
en el palacio real;
de séquito y cortesanos
me hago siempre acompañar,
¡pero niña, y mía, tengo
una tan solo y no más!

«Si por tus amores pena,
no acaba aquí su penar,
y porque nunca te encuentre
yo le mandaré encerrar».

La niña se espanta y dice
resuelta, sin vacilar:
—Si le encierras tú, mi madre,
juntos nos han de encerrar…
Cien mil soldados rodean
las leguas de tu arsenal,
cien mil soldados te cuidan:
nadie te canta un cantar.
Todos, a fe, escucharían
las órdenes que has dar,
muchos, tal vez, cumplirían:
nadie te canta un cantar.
Desde que no tienes rey
nadie te canta un cantar
y a quien podría cantarnos
quieres sin duelo encerrar.

«…De un coro de cortesanos
me haces siempre acompañar;
una multitud nos sigue
donde voy y adonde vas,
pero niño, conde, y mío:
uno tan solo y no más,
niño de los desafíos:
¡uno tan solo y no más!

«…Dime, madre, si me espera
la dicha o el valladar,
¡dime, madre, si me queda
aire para respirar!»

(CANTA LA NIÑA, MIENTRAS SE DESPLAZA.)

—Niño, conde, bueno, y mío:
uno tan solo y no más,
…que afronta mil desafíos:
uno tan solo y no más;
cruza mares, lagos, ríos,
uno tan solo y no más,
villas, burgos, señoríos:
uno tan solo y no más…

en busca del
canto
que satisface
su corazón…

en busca del
«algo»
que a tono vaya
con la ilusión…

en busca del
amor,
antiguo rito
de vario son…

en busca del
amor
que pido a gritos
brindarlo yo…—

Si mucho puede la reina
(con ley, con autoridad)

con su determinación
la niña podía más.

Y aconteció que la reina
tuvo que reconciliar

sus mandamientos de Estado
con el amor maternal.

(Para que el pueblo no riera
del incidente real,
un laberinto de historias
y fábulas falsas dan;
quien las quiera creer, crea;
yo les diré la verdad.)

Si cantaba dulce el niño
la niña lo hacía igual;
si era garza la princesa
el conde era gavilán;
si la princesa era rosa
el conde era espino albar;
crece el uno, crece el otro…
¡bella pareja sin par!
*****
Vida en Palacio.
Los niños
hallaron dicha y solaz
bajo el ala del disfrute
tierno de Su Majestad.

…Cuando alcanzaron apenas
la mayoría de edad,
dos comitivas llegaron
juntas a la catedral,
lo digo yo, quien he sido
un testigo presencial
(no como escriben inflados
cronistas de lo banal,
gastando la tonta tinta
del diario El Orbe Social:

«Ella, como hija de reyes,
fue la primera en llegar
y él, como hijo de condes,
unos pasitos atrás».)

Jurándose amor, sonrientes,
de dos la nuda verdad,
contrajeron nupcias, fueron
felices
(y de verdad,
no como en cuentos e inventos:
felices…
¡y de verdad!).

(CORO.)
Si es que canta dulce el niño
la niña modula igual;
y si es garza la princesa,
el conde es un gavilán;
si la princesa es la rosa,
el conde es espino albar;
nace el uno para el otro…
¡bella pareja sin par!

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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