VENDER LA PIEL DEL OSO… [Mi poema]
Gudrun Palomino [Poeta sugerido]
Gudrun Palomino [Poeta sugerido]
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MI POEMA …de medio pelo |
Vender la piel del oso es natural Tan fuerte es el deseo y la pasión Después de todo es sueño que alimenta Y al fin de que se deje engatusar El hombre como el burro siempre vuelve a las andadas? Share on X |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Gudrun Palomino
GUARDARÍA MIL RESTOS DE TU CUERPO
Guardaría mil restos de tu cuerpo
por si me hicieses falta en un futuro.
Los guardaría para reparar
esas piezas que nunca funcionaron,
recompondría la cansada vista
que en días tristes parecía que me entendía,
cosería trocitos de tus manos
como si tu ternura desease volver,
daría golpecitos en tu piel
para asegurarme de que vuelves a sentirme,
comprobaría que hablas otra vez
para preguntarte qué fallaba entre nosotros,
si no tenías piezas de repuesto,
o si tuve la culpa del desastre que fuimos.
Pero fue tu silencio el que me confirmó que
aunque las necesitase, aunque te desmembrase
para reconstruirte, mi esfuerzo sería en vano.
CORRESPONDENCIA (II)
I don’t know what to do with it,
with all the love I have for her.
I don’t know where to put it now.
Fleabag
Solo han pasado unos tres meses
y tu recuerdo es ya una sombra
que en mi mente resuena como un eco.
En tu último mensaje me pedías
que fuera más paciente, más privada.
Pero ahora que no estás, que te has ido,
dime qué puedo hacer con la ternura
que no sabe hacia quién, hacia dónde encaminarse.
GRABADO DE GOYA
Es, como todas las últimas noches de pólvora,
mi rostro un grabado de Goya:
el grito escondido bajo dibujos oscuros
que no son capaces de cordura ni moral.
Mis ojos desencajados pierden en los raptos
cada señal de mis aliados desorientados,
mis ideas son una boca descolocada,
me rodean cuerpos desfigurados y rotos
de los que cuelgan ramas secas de una guerra
con hedor a sangre recién nacida y azufre.
Al conseguir salir del boceto, me pregunto
de qué me sirven la sensatez y la prudencia
si todo aquello que la existencia me presenta
no sigue ninguna regla lógica que explique
el temblor de un cuerpo, los latidos de la fe.
LA TARDE EN LA QUE LA LLUVIA DESHIZO PROMESAS
Abracé los ojos de mi madre
cuando la vi llorar por primera vez.
Afuera llovía
y se deshacía la promesa
que sus labios habían firmado:
ya nada nos hará daño.
Mis manos,
en vez de sujetar las suyas,
se deshicieron con las paredes de la casa.
OJOS CERRADOS
Tú hiciste que cerrara los ojos, Andrea.
Conseguiste que los cerrara cuando apenas era capaz de hacerlo.
No necesitaba ver para asegurarme
de que el camino no tenía imperfecciones,
no me tropezaría con ninguna piedra, estaba segura;
sabía que me mirarías a los ojos
si los tuviera abiertos,
sabía que tú me mirabas a los ojos
aunque estuvieran cerrados.
Y no hacía falta más,
en la oscuridad había luz suficiente
para nuestra amistad,
apenas necesitábamos nada
que mi imaginación no pudiera proyectar
en la piel de mis párpados.
Pero los mantuve cerrados tanto, tanto tiempo:
meses, puede que años; sí, muchos años
que pasaron como si fueran meses,
con la velocidad con que el sueño atraviesa los días.
Cuando los abrí
ya te habías ido
y tampoco volverías para calmarme otra vez,
para que pudiera cerrar los ojos
con la certeza —la única certeza—
de que nada podría hacerme daño
si estabas a mi lado.
De La lejanía de nuestros cuerpos. Editorial: Isla Elefante.