OCULTO EN UN SUSURRO [Mi poema] Carmelo Guillén Acosta [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Hoy he oído tañir a una guitarra Mientras voy escribiendo no me aburro Voy pensando sin lazos ni cadenas Tal como lo veo aquí os lo cuento, |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Carmelo Guillén Acosta
APRENDIENDO A QUERER
Aprendiendo a querer me iré un día de estos,
y no vendré, lo sé, de los álamos, madre,
ni habrá pájaros, huerto, pozo blanco ni árbol
que me hagan volver, que me iré para siempre.
Por altos pensamientos me iré, de vuelo arriba
hasta donde me lleven estas alas de hombre.
Todo será sencillo, ni un poema siquiera,
ni una flor que arrojarme, ni nadie a despedirme,
tan sólo los amigos notarán que les falto.
Y cuando esto suceda, ni yo mismo sabré
que me he ido, estará mi vida como ahora,
con esta sensación del que empieza otra vez
e intenta no caer en los mismos errores.
DE AMIGOS ANDO BIEN
De amigos ando bien y me gusta enseñarlos
en álbumes de fotos y hacerlos coincidir
y que se den sus números de teléfono, que tengan
entre ellos un trato. De amigos ando bien
y hacen lo que quieren de mí, sin consultármelo,
que vienen a mi vida y me cogen el peine,
y se peinan, y me ponen los versos perdidos
de afecto, y se resbalan en este corazón
que es su casa. De amigos ando bien, si no yo
de qué iba a dármelas, de qué, si ellos suelen
mostrarme a las visitas y hacerme coincidir
con sus otros amigos, y andan ocupados en mí,
en si me peino, en si estoy o no cómodo, si salgo
en mangas de cariño o si llevo o no el cuello
rozado de quererles. De amigos ando bien
y me noto importante, tal vez algo más gordo
de ser feliz, por eso me quedan las camisas
estrechas y me sale un brillo en la mirada
sólo porque de amigos ando bien, si no vedme
sentado a dos asientos o intentando alcanzarles
la luna, que me son leales y culpables
de todo: de peinarme así, como más guapo,
y perderme en mis versos e irme de teléfonos
y fotos y visitas y dármelas de qué;
no sé, culpables, ellos, mis amigos. ¡En serio!
EN NOCHE YA CERRADA
En noche ya cerrada, sin llave que la abra,
eres toda silueta y lo sé porque amo.
No necesito más. Sé que aquí hay vida.
La escucho porque llega con el día que quiero.
Y sé que hay cigüeñas. Las oigo crotorar.
Y muros que no ceden; son el lugar del alma.
Y cuestas, y campanas que evocan, cuando paso,
un tiempo que ha quedado impreso en la memoria.
No necesito más. Ni el sueño en el que sueño.
Ni siquiera me importa la emoción del instante.
Ni escuchar otras voces. Me basta la interior.
Ni que dejes de ser. Eres donde yo soy,
tan conforme a mi imagen que, cuando voy a ti,
me invade la certeza de que tú eres quien viene.
En noche ya cerrada, tu inmaterialidad
es luz, espacio anímico. ¿Para qué la mirada?
Te he conformado en mí. Tú me has hecho a tu modo.
De igual a igual, todo lo demás sobra.
MI INSEPARABLE
Y aunque yo no soy tú, sin ti yo nada soy.
Te he mirado igual que a mí, mi inseparable,
y sé que adonde mire, mi propio yo eres tú
antes que yo y, por eso, te afirmo como un bien.
No sé reconocerme sino yendo a tu vida,
ni alcanzo más que en ti mi justificación.
Me existes, y yo sé que te devuelvo a ti
cada vez que me amas porque soy en ti mismo.
De qué lado estaremos puesto que el gozo es
la afirmación del otro, mirada mía que alcanza
tu misma identidad cada vez que me miras.
Y crezco cuando creces, y el mundo es este encuentro
donde no pretendemos más que ser en nosotros,
tú en mí y yo en ti, la línea del amor.
OJOS OSCUROS, DULCES
Como tu ancianidad, nunca amé nada tanto.
Nunca como esa mano que se hace a la mía
y va desde el meñique, con un rumbo aprendido,
recorre el brazo arriba y se posa en mi cuello,
justo donde sostienes mi barbilla y me miras
para que yo te mire, bien lo saben mis ojos.
No es de la belleza de donde vengo, no.
Tengo tus mismos años, y por eso también
sostengo tu mirada y encuentro una ciudad
donde no es la belleza su habitante, es el tiempo.
Ojos oscuros, dulces, si os he de mirar,
al menos consentidme que sea en la mirada
que me sigue mirando, que bien sé que es de amor,
de mucho amor por mí, aunque traiga la muerte.
Con un mirar así, ojos oscuros, dulces,
nada puedo temer, pues, aunque me hacen viejo,
también sé que me llevan a la resurrección.
¿PERO TÚ DE QUÉ HOMBRES TE HAS ENAMORADO?
Yo también soy mediocre me enfado como todos
intento comprenderme cuando me veo la calva
disculpo este desastre de edad la mala edad
y mira soy así así que no te creas
cualitativamente somos del mismo número
tú eres por ejemplo la mar de imprevisible
es cierto no perdonan los años lo sabía
admito que no soy el que era lo siento
te quise sin pensármelo con mal sabor de boca
de lo más corrientita nadie se lo creía
ya ves y para mí tú la más principal
mi ángel mi orinal mi gajo de naranja
te acepto como eres en cambio no me explico
tu desencanto ahora cuando vienes me atacas
y todo porque ves que no soy tu movida
bostezo no me gusta sacar al perro
tan sosa tú y ya ves loquito yo por ti
casada claro a mí tampoco me podías
pedir nada especial tan soso como tú
ya digo del montón el uno para el otro
así que ya tú ves yo también soy mediocre
me enfado como todos esto es lo que hay
tú sabes que te quiero confórmate o te marchas
y ahora déjame ver tranquilo la tele.
MI POETA INVITADO: Aitana Monzón
Nastagio degli Onesti
No más que una doncella
que pidiese mi mano.
No más que ese cuchillo
hurgándole —sabed—
su corazón.
No más que un gemido
amplísimo
lanzado sobre Rávena.
Yo escribí
la misma luz de los mastines
y el sonido terrible
de sus gárgaras.
Yo escribí —dixit Nastagio—
la misma sangre repetida:
pasión de los perros
que reciben su canto.
Lettera di Sibilla Aleramo nella notte della cometa
Mi bien:
—patria a la que nada debo—
oblicuo yaces
de mí entre la aurora y el ángelus.
Pienso (no digo): nada
sucede que no turbe.
Mi bien, acudo a ti
para aguantar las ruinas
de ser Dido carissima
—ya casi sin idioma o caminos—
y llevo un cántaro y estás
dispuesto —como en Blake—
a destenerte.
You gave me lilies first four months ago
a mí que te supe por el sol del magnolio
y las adriáticas horas
(el amor es como la gracia de dios,
eso dirá Pavese).
Dino, he cruzado una vela,
¿vienes? Heme aquí.
Sovegna vos
¿Es necesario este saber
hacia donde descienden las liturgias?
¿Es necesaria esta voz
que vira hacia el mar
y desde el mar renuncia?
¿Es su vocación lo que busco?
¿La irreversible danza de los nombres?
¿Si acaso quemadura?
¿Si acaso lentitud?
¿Si acaso obstinación en la memoria?
¿Llegar tarde a decir lo que se intuye?
Sin embargo, volver
el rostro hacia las cosas,
al tiempo propicio de las cosas.
Esto no es, en el fondo, lo que busco.
Lo que busco es un mar inaprehensible.
No.
No es eso
(¿no es eso?)
lo que busco
es abismarme de mirar
las voces que he amado
con estas manos mías fatigadas
de asombro. Estar
como se está
en lo agudo del mundo.
Saberme en mi principio y en mi quiebro.
Lo que puede ser
y no nombrado.
El hueco
sin final de lo que he
perdido.
Lo demás es rastro y abandono,
es cierto,
llegar aquí o allí
tomando como tiempo irredimible
el deseo y sus cruces.
¿Es necesario, entonces, lo que busco?
¿La danza de los nombres?
¿Su sed?
¿Saberme en mi principio y en mi quiebro?
Mas qué sé que haga suficiente
este estar rendida
de puro no poder saberle al canto,
no vagar más en círculos,
bregar con los sofismas de los dioses.
De qué modo vendré
si todo duele en mí como una luz que parte
con sonidos hermosos.
Oh, de qué modo decir
que en mí se vierte lo móvil y lo inmóvil.
De qué modo decir la gravedad
de mi amor por todo lo que tiembla.
Bendita claridad
—me lo repito.
Bendita claridad.
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