LOS HOMBRES, ¿IMPERFECTOS? [Mi poema]
Mónica Nepote [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Los hombres somos seres imperfectos,
si eliges, es un pack que hay que coger,
no puedes ni debieras pretender
hacer la dejación de los defectos
diciendo hasta más ver.

Que en esto de fallar somos iguales,
y aquí salvo Jesús nadie es perfecto,
los yerros brozas son del intelecto,
ocurre cual la espina en los rosales,
el bache en un trayecto.

Habrás de comprobar en la balanza
aquello que tú entiendes que más pesa,
recuerda que no existe esa princesa,
la gloria de algún cielo no se alcanza
si al barro no se besa.

No trueques a los sueños en verdades,
los sueños al final solo son sueños,
preciso es despertar. Somos los dueños
del mundo y nuestras propias veleidades,
plantemos los empeños.
©donaciano bueno.

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MI POETA SUGERIDO:  Mónica Nepote

Roswell

Donde mi dedo apunta
solíamos nombrarlo el cielo
sin sobresaltos, sin danzas.

Decíamos cielo y florecían las lilas
los racimos, los pastizales,
crecían los niños.

Mirábamos, nocturnos,
convencidos de añorar por añorar
una escena estática
repetida cada noche
en la contemplación celeste.

Donde mi dedo apunta
algo se fractura
traza una línea curva
sigue la caída.

Algo que mi ojo ve sin ver, no codifica
no es flor, no fruto, no respira,
no huele, no es suave, no es áspero,
no es.

Donde mi dedo apunta
me petrifica.

A esta mujer

A esta mujer la sangre se le fuga
en un torrente de tardes en el pasto.
Con toda la calma y la paciencia
abotonada entre los dientes,
con las manos lastimadas
por la furia del jabón.
Su falda es la bandera
que dibuja los límites del cuerpo.
Y está ahí: quieta
en su misión de sostenerse
de un hilo delgadísimo,
sin murmurar su sueño desvelado
de mujer corrompida
por el alfabeto salvaje de las cosas.

Poética de los mapas

Si abro los ojos
me descubro en medio de la isla
que como una vocal oculta
resume sus lindes en riscos.

Raro el alfabeto que aprendí:
la construcción de la palabra
isla
breve y opuesta
a la llanura de los continentes.

En este frágil mundo
la lluvia crece contra los colores.
El mapa húmedo y viejo
muestra una ruta
trazada hace años;

un sendero cuyo grosor
coincide con el índice,
cuyo sentido aflora
cada víspera de junio.

Malaparte

Esa ciudad que visitas cada noche
aquella de los muros blancos
en la que descubres -cada noche- el fósil.
Esa ciudad es tu ojo y tu oído
la de calles intactas, puertas ligeras
esa donde nadie habita
de telares mudos y pájaros calcáreos.
Esa ciudad es mi tributo
una pequeña estampa, un reino de agua
para que tu voz descanse.

ESTOCOLMO

Mi rostro tiene la huella de tu puño cerrado,
un sello cardenal.
Es perfecta la armonía,
el sollozo contenido,
corazones rabiosos.
Nos pienso así:
divinos, enlutados,
atrincherados en nuestras propias bombas
de tiempo.
La sumisión,
los cerrojos.
Ciega soy, estatua rota.
Si un dios decadente nos filmara
hasta el fin del mundo,
aquí estaría
roja y liada
ante mi hermoso verdugo.

Timbuctú

(fragmento)

recibir
era extenderse
lisos ¿fuiste tú
liso, áureo?
¿fuiste tú
ardor?

arder arder
en el aire
incendio
arder arder
flor devastada
cardo
cardo ígneo
arder arder

la belleza
de tu muerte
es aire
la belleza la muerte
adicción
a escribirlas juntas

adicta
me llamaste
adicta
y contra la tela
era sombra
era cuerpo
era negro movimiento
era una boca abierta
la resistencia
inútil pez
en el anzuelo.

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MI POETA INVITADA: Natasha Tiniacos

Piel del desespero

la eternidad es un trompo que se agarra en la uña
Vicente Gerbasi

Según la agencia ambientalista
una lata tarda entre ochenta y doscientos años en descomponerse.
Una botella de plástico, mil.
El vidrio, millones.

Cuánto demorarán estas palabras en encontrar
su primer amanecer;
el día en que se abotonarán la camisa para tomar tu aliento.

Solo intuyo qué cantidad de calendarios
tomará mi espalda para ceder
porque he aprendido a sobrevivir,
apretar los puños, fruncir el ceño
y esperar mi turno inclinada
donde los niños no hurgan la basura.

Wireless

Nunca se me dijo que se cortarían los hilos
para no caer en pecado
sino en picada.
Soltar el cordón era esto:
aprender a caminar, tropezarse,
habituarse al suelo,
igual que un fruto desunirse
de la rama que ataja,
despejar el campo a cicatrices, ocultar
el orín en la cama.

No era menester tocar el fondo,
reinventar el espejo en la pantalla
y poblar una cantera de anónimos,
ahí donde la gravedad es desmerecida
y el tiempo se encumbra y retrocede.

No solo era cuestión de desatar
los dedos de los nudos,
sino de zarpar y desenterrarse
mientras uno en la vertiente
encarna
el alud del mango que se pudre.
Editorial Libros de Fuego

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[Autor invitado]
Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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Si el cielo disidenteque araña permanente mi ventanamostrase…
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