A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
HE VISTO A DIOS NACER EN UNA ESQUINA [Mi poema]
Fermín Herrero [Poeta sugerido]
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MI POEMA... de medio pelo |
He visto a Dios nacer en una esquina Lamento al corazón cuando resbala, Las penas se me han ido acumulando Que tuve el corazón hecho pedazos Tenía yo un amigo y ya se fue Así que tú la invites la memoria Mucho antes tú te vayas me iré yo, Se sabe que tú habrás de fallecer No seas inocente ni, sabiondo, Y un día cuando menos te lo esperas |
Una muestra de sus poemas
- 1 MI POETA SUGERIDO: Fermín Herrero
- 1.0.1 Para una mujer que al alba.
- 1.0.2 Canta el mirlo en el arce, vuela
- 1.0.3 ACANTILADO
- 1.0.4 QUE TODO ES REGALADO, ACUÉRDATE
- 1.0.5 Todo poema acota un espacio
- 1.0.6 Buscaba el modo de atisbar el silencio
- 1.0.7 Con cerca de setenta años y una hernia
- 1.0.8 Los girasoles son contorsionistas
- 1.0.9 Al fondo de las cárcavas el matorral
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MI POETA SUGERIDO: Fermín Herrero
Para una mujer que al alba.
CÓMO ESTÁS y me dices: con los nervios
a flote, me abandono en seguida y apenas
puedo seguir un orden, se me va
el santo al cielo. El aire tira
mucho, los arces cabecean. Recuerdo que llorabas
con un cuarteto para cuerda de Brahms
y de pronto pensé: lo que se eleva
es frágil. Te rompiste. El viento desmelena
los arces del jardín. Sonríes. Lo mejor son
las nubes, dices, creo que lloverá. Y sonreímos.
(De La gratitud)
Canta el mirlo en el arce, vuela
Canta el mirlo en el arce, vuela,
y, mientras atardece, estoy leyendo
de nuevo “El grano de mostaza” del maestro
Eckhart. No tengo caridad ni templanza alguna,
nada de nada, ni modestia, ni honradez,
ni amor siquiera. Da vueltas y más vueltas
un murciélago, está también perdido.
En el momento en que renuncio
me arrepiento, me puede la codicia,
la soberbia, el apego. Hay días sucios,
mucho. Y muchos. Que a duras penas.
Ahora el mirlo va por el sendero,
picoteando aquí y allá, distraído,
calibra bayas, mueve piedrecillas.
Qué no sabrá de lo que ignora. Y cómo
olvida. Ha oscurecido. Apenas si se ven
las letras del maestro, que no podré decir.
Aunque cada mañana vuelve el mundo
y su celebración. Espero que me encuentre
tan impropio de mí mismo como pueda.
Que no puedo, que no. Y aun así.
(Poema Inédito)
ACANTILADO
La claridad en el acantilado, un mar
de luz la luz del mar en el aire
de junio. Cómo voy a morir después
de haberte amado al límite, a cielo
abierto, a mar abierto, en esta luz
sin desmayo. Semilla al viento, entrando
en las olas, la sombra desprendida de una higuera
nuestros cuerpos esclarecidos. El mar
y el cielo. El cielo, el mar. La línea
del horizonte. Espuma y piel, al desnudo.
Era el otoño. Ayer. Era el otoño sin consuelo
en el rigor de los límites, muriendo
bien a las claras por los chopos, la tarde
adentro. Sabía a destrucción. Ahora me levanta
al aire de la sierra, se cimbrea, me desnuda
por las ramas pues no hay más raíz
que la pupila. Ahora, al fin, la mirada no es de nadie
y es suficiente —el tiempo a mi favor, sin sombra
alguna los caminos—. Acaso todo sea igual
que siempre. Y sin embargo cambia: lo que puedo
decir, lo que no puedo. Ahora me levanta
lo que declina —la desnudez está madura—. La raíz
busca el sueño. Me alegra, me yergue, me va
tomando, en crecida. Las tardes altas, dejarlas
fermentar. Porque no son de nadie. Ni tampoco la hoja
es el árbol, ni hace octubre. Cuando puedo decir
del musgo y las ciudades. Es suficiente: lo demás
es barbecho. Qué alto por el árbol que me piensa
y qué puro y qué frágil este otoño que busca
el sueño, su evidencia. Y era el otoño sin consuelo
cuando la luna huera barruntaba que iba
a cambiar el astro. Era el otoño. Se fue.
–Wurzlen-
QUE TODO ES REGALADO, ACUÉRDATE
Que todo es regalado, acuérdate,
que en mucho has de tener, más allá
de ti, cualquier amor, cualquier indicio
de amistad, de misterio compartido.
Vivimos de milagro y eso es suficiente.
Es cierta la belleza aunque lacere,
sobrecoja, remanse y niegue el tiempo.
Que es de admirar por junto, de parte
a parte, lo pasado y lo por venir,
de plenitud en plenitud. Si bien
una sola constancia bastaría. Una sola.
Que de tanto contento no se te acaben
estos días si deja de alumbrar el sol,
que dejará. Actúa como si no lo supieses
y, ante lo inevitable, como fuere razón.
Todo poema acota un espacio
y lo funda, baliza un territorio. Aquí
la altura es páramo
y remanso -los hombres callan- pero
el agua baja de los montes y su voz
desnudándose al aire me traspasa. Muchos
aquí se van y pocos
vuelven, los que se quedan vagan
como espectros rulfianos pero
su corazón sin catastrar ignora
la prisa y los registros. Aquí
los frutos son de otoño y cuando
llegan, porque las casas dan
al invierno y la flor se desploma
en ruina al pasmo de las noches
en pueblos sin escuela ni tabernas. Pero
todavía en algunos
es virtud la templanza y no se pierde
el hombre por el lucro o la apariencia. Estos
son los dominios del silencio. El tiempo
aquí se para. Y me traduce.
– MOJONERA –
Buscaba el modo de atisbar el silencio
más alto. Olía todo el monte a flor
de bizcoba en la tarde que conoce
sólo un confín y en cambio ensancha
los límites. Trataba de buscar el desaliento
donde expresa lo oscuro sus motivos
sin miedo a las respuestas. Contra
todas las formas de mirada fósil
resistía, cruzado por los pájaros, donde
hubiera demora, erosión
y fermento. Por qué lentas veredas
apartado de todos, y de todo, donde
la libertad estuvo,
y la memoria, iba al encuentro
del ojo que desnuda y nos ahonda.
– AJUSTE –
Con cerca de setenta años y una hernia
discal que nunca se operó mi madre
está cavando el huerto. La recuerdo
siempre así, sin parar, desviviéndose
por nosotros, sus manos de penuria inquietud
día y noche, la abnegación echada al hombro hasta
dejarlo todo aviado y acabar molida: frota
que te frota ordeñando, acarreando, frota
que te frota barriendo, fregando, vareando
en la era la lana de los colchones, haciendo aulagas
para prender la lumbre y caldear la casa… Siempre
así, sudando como una descosida, sin dar abasto
y pese a todo -igual que el resto de las esclavas
de posguerra- no tiene derecho
a pensión. Cuando puede ver el parte se hace
cruces de lo bien que hablan los políticos.
– ESTADO DEL BIENESTAR –
Los girasoles son contorsionistas
a piñón fijo, su mirada preludia
la salida del sol y en él se embeben.
Son extraños aquí, parece
que sintieran pudor de su origen,
trasplantada su mala conciencia desde
las subvenciones de Bruselas. Suelen,
por eso, frecuentar testarales, redimirse
pedregosos de cerro en cerro. Aun con
todo, cautiva su belleza -porque además
no requieren abono y apenas necesitan
agua para criarse, les bastan
unos pocos chaspazos a tiempo-. Pero
es efímero su fulgor amarillo,
doblados bajo el peso del aceite
agachan pronto la cabeza, ennegrecen
hasta fundirse en el terreno. También
en esto son como nosotros. Si hay agua a mano,
en su vejez de octubre los aturden bandadas
de pardales atiborrándose de pipas. Su simiente
es tenaz, mas baldía; resisten en invierno
el gradeo y la sementera, pero, al crecer, les va
robando el cereal la mirada nutricia
del sol. También en esto nos delatan.
– DE LO EXTRAÑO Y LO PROPIO –
Al fondo de las cárcavas el matorral
se espesa, corren ríos invisibles. El agua es
la memoria y mis ojos vagan lejos. Nada
existe que no sea abandono pues alguien
se encargó de borrar las trochas de las recuas, el aliento
final de quienes se negaron
a vender y murieron solos. Nadie
los enterró. Después de saquear las casas
cercaron con alambre la ignominia, se llevaron
las tejas y las losas, y los indicadores
de los pueblos. Por último fundieron
las campanas, robaron. Robaron.
El agua es la memoria y mis ojos
vagan lejos. Quebradas, rañas, torrenteras,
la corriente invisible en la maleza donde
la soledad se llama espino. Entre las ruinas
-silencio y medias hoces, fragmentos
desteñidos de cartas, óxido de herraduras-
se escucha todavía la voz de los arrieros
trabada en las mujeres. Los ojos vagan
lejos. Son las iglesias cuadras, broza
los cementerios, pena. El agua es
la memoria. Por todas partes suelas
de abarcas, zarzas, zarzas y más ortigas, zarzas
y únicamente zarzas.
– BUIMANCO –
Del libro Tierras altas, Editorial Hiperión, año 2006.