EL SEXO Y LA DUDA NO TIENEN CURA [Mi poema] José Belmonte Serrano [Poeta sugerido]
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MI POEMA…de medio pelo |
Que yo vine hasta aquí cuando la vida pues sepa que el que espera, desespera Buscar, se ha de buscar, que en la campiña ¿Saber? Quiero saber. Es necesario. Me busco por aquí, genio y figura. |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: José Belmonte Serrano
NADIE NOS AGUARDA
“… el ruido de los trenes es bueno para el alma humana”.
Manuel Vilas, Los besos
Pasan lentas las horas de la tarde,
cálidas como los trenes que mueren
en las estaciones de viejos lugares
donde hace tiempo se apagaron las voces
de todos sus viajeros.
Cerca de allí, en un patio olvidado,
una acacia ofrece su generosa
sombra, refugio de sueños y de aves.
Unos cuantos árboles polvorientos,
sin frutos, casi sin hojas.
Y una golondrina que rasga el cielo,
azul e inmenso como un océano,
con sus alas oscuras y ligeras.
El cansado viento, con voz secreta,
conduce las nubes de seda blanca
hacia su arrogante y extraño destino,
como un pastor dirige su ganado
a la quietud y al sueño.
Pasan lentas las horas.
Todo se desvanece con la noche,
ahogada en su temeroso silencio,
como una bella forma de vida.
Nadie nos aguarda. Nadie sale
al encuentro a alumbrarnos el camino.
Sólo una luz, y recuerdos hermosos,
la sutil belleza que tanto amamos.
Un libro descansa sobre la mesa:
oscuro paraíso que resplandece.
LOS BÁRBAROS
“Es difícil creer en algo cuando uno está solo y no puede hablar de ello con nadie”.
Dino Buzzati, El desierto de los tártaros
Hace unos cuantos años que camino
por en medio del desierto, perdido,
al frente de un ejército de sombras
al que conduzco
hacia una muerte segura. Y, aun así,
los bárbaros nos pisan los talones.
EN RECUERDO DE FRANCIS SCOTT (1896-1940) Y ZELDA FITZGERALD (1900-1948)
Eran encantadores y felices,
bellos como una soleada mañana.
Y lo fugaz les añadía encanto
a sus locas vidas.
Pronto aprendieron a beber champán
en copa larga de cristal purísimo.
Las fiestas se convirtieron en material
para su literatura. Y sus novelas
se poblaron de ricos, de gente alegre
como ellos mismos, que conducían
lujosos coches a velocidades insólitas.
Sin saberlo acaso, retrataron
su propio drama, su final infausto,
con una precisión que dejaron plasmada
en la lápida de sus propias tumbas.
EL POZO
Nunca llegué a pensar que un día
todo aquello sería para mí.
Ni mi padre, que era callado, parco
en palabras, me dijo: hijo mío,
todo cuanto ves será tuyo,
como en las películas de los cines
a los que nunca acudíamos.
La casa sólo tenía una cuadra vieja
y deshabitada en donde había
un cerdo que sacrificábamos a final
de cada otoño,
un gallinero roto y sucio que nos abastecía
de carne para el asado de los domingos,
y un pozo oscuro, profundo y estrecho
en el que, a veces, durante el silencio
de la noche se podía escuchar
el rumor de las olas
y el largo lamento de los ahogados.
TARDES DE DOMINGO
A Juan Marsé
“Por ciertos ruidos de la calle, que oía, adivinaba la suavidad de la tarde”
A. Camus, El extranjero
Era domingo. El dominó, la cerveza.
Conversaciones en la barra del bar.
Una mañana tranquila,
sin nada que hacer.
Por la tarde, el fútbol. Casi la felicidad
embellecida por el ocio. Ciertas
muchachas con su cola de caballo,
con ese ritmo de princesas de barrio,
y el sabor dulzón del carmín en sus labios.
Un aire provinciano, reposado,
y una hermosa sonrisa dirigida
siempre a los otros.
De regreso a casa, las calles mal iluminadas,
aceras destripadas y solitarias.
Solares abandonados.
El eco lento y fugaz de unos pasos.