DE NOCHE ME DESPIERTO [Mi poema]
Gaspar Octavio Hernández [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

De noche me despierto dos, tres veces,
de día no me canso de dormir,
de pronto cuando pienso en escribir
-la vida siempre da lo que mereces-,
me duermo pues no puedo resistir.

No sé por qué será me viene el sueño
cambiando de momento y de lugar,
quisiera ahora dormir y he de esperar
e intento no morir en el empeño,
soñando con ponerme a descansar.

Ocurre con frecuencia que desechas
un trasto que se muestra ya obsoleto,
-cual fuera que le pierdes el respeto-,
y justo en un segundo en falta echas
y goza de ponerte en un aprieto.

Por mucho que se esfuerce el que lo intente
las cosas no saldrán como él quisiera,
se habrá de conformar como cualquiera,
tratando de aceptar lo que se encuentre
desde hoy hasta ese día en que se muera.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Gaspar Octavio Hernández

Ego Sum

Ni tez de nácar, ni cabellos de oro
veréis ornar de galas mi figura;
ni la luz del zafir, celeste y pura,
veréis que en mis pupilas atesoro.

Con piel tostada de atezado moro;
con ojos negros de fatal negrura,
del Ancón a la falda verde oscura
nací frente al Pacífico sonoro.

Soy un hijo del Mar… Porque en mi alma
hay -como sobre el mar- noches de calma,
indefinibles cóleras sin nombre.

y un afán de luchar conmigo mismo,
cuando en penas recónditas me abismo
¡pienso que soy un mar trocado en hombre!
Del libro: La Copa de Amatista.

Canto a la Bandera

Se detuvo el mancebo en la rampa, frente al mar
transparente. Comenzaba a brillar la mañana. En una
de las naves de Aguadulce fondeadas en el puerto, hercúleo
marino de color de bronce -cantando un alegre cantar de
aldea- enarbolaba el pendón tricolor del Istmo.

El mancebo sintióse inquieto de entusiasmo: el
entusiasmo le hizo poeta y le inspiró este canto:

¡Ved cómo asciende sobre el mar la enseña
que refleja en sus vívidos colores
el mar y el cielo de la patria istmeña!
¡Mirad…! ¡Es la bandera panameña,
vistosa cual gentil manto de flores!

¡Ved cómo asciende al mástil del velero
serpenteando con lánguida armonía
bajo la luz del matinal lucero,
mientras canta fornido marinero
con ruda voz, canciones de alegría!

El céfiro de Ancón, puro y fragante
como beso de virgen, acaricia
la tenue seda del pendón flotante
y tierno idilio sobre el mar sonante
con el céfiro la bandera inicia.

¡Bandera de la patria! ¡Con celajes
de púrpura encendida, con pedazos
del cielo de los ístmicos paisajes
y de marina espuma con encajes
tejieron nuestras vírgenes los lazos!

¡Bandera de la patria! Las estrellas
en tus colores su fulgor derraman
perennemente vívidas. Por ellas,
los hombres duros, las mujeres bellas
¡en patriotismo férvido se inflaman!

¡Ellas, en nuestros fuertes corazones,
la llama avivarán del heroísmo,
cuando al grito marcial de los cañones,
enemigo clarín vibre canciones
bajo el ardiente sol de nuestro Istmo!

Ellas reavivarán en nuestras almas
amor por nuestras fértiles campiñas
sembradas de naranjos y de palmas,
donde -tras de luchar- núbiles niñas
nos ceñirán de mirtos y de palmas…

¡Bandera de la patria! Sube…,sube
hasta perderte en el azul… Y luego
de flotar en la patria del querube;
de flotar junto al velo de la nube,
si ves que el Hado ciego
en los istmeños puso cobardía,
desciende al Istmo convertida en fuego
y extingue con febril desasosiego
¡a los que amaron tu esplendor un día!

Aria de Gratitud

Para Demetrio Korsi

¡Yerras…! Yo no te adoro
por tus cabellos de oro
ni por tu tez de nieve,
ni por las melodías
de cascabelerías
que hay en tu risa breve…

Te adoro porque sabes
ungir el alma rota
con bálsamos suaves
que tu ternura brota.

Te adoro porque ansías
regar tus armonías
en las naves sombrías
del templo de mi alma,
donde hace tantos días,
bajo siniestra calma,
yacen mis alegrías.

Alma celeste y triste,
alma que padeciste,
como el dulce Jesús,
insólitos agravios
-llenos de hiel los labios-
clavada en una cruz;

Alma que desprendida
de la cruz del Dolor,
ofreciste a mi vida
tu amor como una flor;

Te adoro.
porque una
noche que el alma nombra
con infinito duelo,
fuiste un rayo de oro
que desgarró mi sombra;
¡fuiste un iris de luna
que sonrió en mi cielo!
Del libro: La Copa de Amatista

La Agonía del Guerrero

Con ojos que denuncian pesadumbre,
mira el postrado capitán, colgada
de vetusta pared, la fina espada
con que pueblos redujo a servidumbre.

Ver le parece la musgosa cumbre
-de fresca sangre y lágrimas bañada-
donde su mano, del acero armada,
terror diera a enemiga muchedumbre.

-Inútil esperar -trémulo exclama-,
y, cual serpiente a quien la furia encona,
se retuerce de súbito en el lecho;

La Patria, envilecida; infiel mi dama,
mi acero inmóvil, rota mi corona…
¡Ah!, con la espada atravesadme el pecho.
Del libro: Melodías del pasado.

Idilio,

A Pascual Guerra y a Zoila Rosa.
Se amaban. . . .y a la luz de casta aurora
él la llevó a su nido florecido,
y entre el perfume del fragante nido
él puso ante ella su alma soñadora.

Se dijeron en líricos instantes
íntimas cosas de pasión. . . .y luego,
del amor hondo y puro bajo el fuego,
se juntaron sus bocas tremulantes.

Y así irán por las sombras de la vida;
Ella al amor romántico rendida
y él, con el alma ante el amor absorta,
verán, después de raros embelesos,
que ante el divino encanto de los besos,
la vida es corta. . . .demasiado corta!

Alma de ayer,

Hoy la recuerdo a mi pesar. . . .Y surge
de las mismas entrañas de mi historia
y con doliente súplica me urge
para que más la adhiera a mi memoria.

Y al recordarla en el instante miro
el balcón donde vi por vez primera
cintilar su pupila de zafiro
sobre el azul de la celeste ojera.

Miro otra vez los trémulos doseles
que en su ventana entretejiera Flora,
donde asomaba en marco de claveles
cuando era apenas niña soñadora.

Miro otra vez sus blancas vestiduras;
la contemplo otra vez de blanco toda,
cual si soñaran siempre sus ternuras
con la plácida noche de la boda.

Después!. . . .Después!. . . .El trágico descenso!
oculto en el prostíbulo el querube!
su virtud, como el humo del incienso,
dejó su aroma y se perdió en la nube!

Después!. . . .las noches! El placer! La orgía!
amante sin amor de un viejo verde!
Después. . . .la calma estúpida y sombría
del que ignora el valor de lo que pierde

Luego. . . .dolerse de incurable herida;
sentir que en el dolor nadie nos nombra;
sentir que el mismo corazón se asombra
al contemplar nuestra fatal caída,
y ver que entre las sombras de la vida
somos tan solo imperceptible sombra!

Tal su leyenda. . . .Hoy siento, al recordarla,
estremecerse el propio pensamiento;
quisiera de mi espíritu arrancarla
y deshojar sus páginas al viento.

Pero Ella surge del Pasado. . . .surge
de las mismas entrañas de mi historia
y con doliente súplica me urge
para que más la adhiera a mi memoria.

A una hermosa que viste pollera,

Multiplicando su iris, en tu pelo
resplandecen peinetas de diamantes,
lo mismo que luceros, fulgurantes
en el fúnebre raso de hosco cielo.

Al rubí de más visos deslumbrantes
avergüenza la púrpura del velo
que se enrosca a tu busto, con anhelo
de adormirse en tus senos odorantes.

Bajo el nítido albor de la trencilla
y el encaje que adornan tu pollera,
es torre de marfil tu pantorrilla,

que tiembla a las violencias del Deseo,
cuando rimas, bailando placentera,
a las notas del punto, un zapateo.

Canción de árboles,

Arboles enflorecidos
en el sendero lejano;
soy de vosotros hermano,
frescos árboles floridos.

Como en vosotros, se aferra
en mi ser el sacro anhelo
de ir—rasgando aéreo velo—
con la frente al ras del cielo,
con el pie al ras de la tierra.

Y lo mismo que vosotros,
en fraternales amores
dejo que caigan en otros
seres hermanos mis flores.

Arboles enflorecidos
que sois en la azul pradera
nidos de flores, tejidos
por el Hada Primavera.

En vuestros ramajes vi
retozar los ruiseñores,
como retozan en mí
los pensamientos de amores.

Arboles enflorecidos
en el sendero lejano;
frescos árboles floridos:
soy de vosotros hermano.

Y cual regáis a los vientos
vuestras flores, vuestras hojas,
al viento doy pensamientos
y recuerdos y congojas.

Vengo de abajo, de abajo,
de lo oscuro donde empieza
toda montaña. No trajo
mi alma la triste grandeza

del ser que nace en la cumbre
y, olvidado de sí mismo,
se pierde en la muchedumbre
como el río en el abismo.

Vengo de abajo. Mas hube
de comprender que es mejor
el árbol que hacia la nube
levanta su rama en flor;

es mejor que el arroyuelo
que nacido en el glaciar,
—cerca, muy cerca del cielo—
viene a morir en el mar.

Arboles enflorecidos
en el sendero lejano;
frescos árboles floridos;
soy de vosotros hermano.

¡Ah! Yo seré vuestro hermano,
hasta la noche gloriosa
en que del hosco gusano
nazca la azul mariposa.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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Desconozco lo que sabe la Carmenaque ha llegado…
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