SE MUERE LA GENTE [Mi poema]
Manuel del Águila [Poeta sugerido]
Manuel del Águila [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Así es la vida y la muerte. Los días se pasan, la gente se muere, Se apaga el sonido, la gente se muere, Se fue el presidente, la gente se muere, Se extingue el planeta, se muere la gente, Llueven los balazos, se muere la gente, Lo mismo en saraos se muere la gente Se mueren los listos, la gente se muere Todo está podrido, la gente se muere, Se muere la gente, la gente se muere No sé si habrá luz un día, |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Manuel del Águila
El trapero
Fíjate, fíjate qué fantasía:
por pellejos de conejo,
por unos zapatos rotos
y por botellas vacías;
por trapos viejos y sucios;
por podredumbre y desechos,
el trapero,
¡Qué hidalguía!
Te da, a cambio, un molinito
de papel azul y rojo,
sobre una caña amarilla,
que rompe el aire y lo riza
con giro de alegría.
Azul, rojo y amarillo,
¡Fíjate qué fantasía!
Te dan sangre, oro y cielo
por lo que no te servía.
Coplillas de la molinera
Tiene,
¿sabes qué tiene, madre, la molinera…?
Cerezas en la boca,
manos de almendra,
fuego en los ojos negros
y un redondeo de gloria
en las caderas,
por eso, madre,
el molino me atrae
me atrae y me lleva;
y cuando no la veo,
en el agua del cauce
echo mi pena.
Dime madre, ¿qué tiene,
qué pícara cosilla,
la molinera…?
El Poeta
Manuel me llamo; mi nombre,
mi viejo nombre es Manuel,
que suena a cruces y a olivos
a mar en calma y a miel.
Manuel, mi padre, mi sangre;
fuente y columna quebrada
porque así lo quiso él.
Tuve dos madres Dolores;
una que no conocí,
según dicen paz y luz
y otra con la que viví,
luz y paz también y amor;
amor de amparo y ternura
tras la nieve de una piel.
De Manuel y de Dolores,
nací yo, solo Manuel.
Por que nací…
Por que nací en la orilla de un mar riente y viejo,
llevo dentro de mí un marino que manda
y un marino que sueña y mira las estrellas.
Aparejé mi vida como un bello navío
que tendría que cubrir muy largas singladuras
y luché, en lo posible, por gozar los favores
de los vientos divinos que soplan con clemencia
y agradecí su impulso, en mis velas hinchadas.
Pero no quise nunca sacrificar lo humano
porque Dios da la vida en el alma y la piel:
un arpa vibradora al aire de un suspiro
y un cuerpo sensorial
que se estremece al goce.
Si miro sosegado la agenda inmaterial
del tiempo que se fue, no hubo quiebros rotundos;
no hubo largas fisuras; los días fueron felices
y livianos los roces.
—
No espero nada ya; al menos esos dones
que las vida nos trae, como un aroma nuevo
y, a veces se despiden
cubriéndose de grises desengaños y adioses.
Mi vendimia está hecha; quise cortar racimos.
demasiado en agraz y supe su aspereza;
también gocé la miel del fruto sazonado
con el grato reposo de sentirme invadido
como esta tierra seca que cerca y me ampara
y se esponja en favores si el agua la penetra.
Pero octubre llegó, la vendimia está hecha
y su jugo exprimido espero consumirlo
sin embriaguez ni pena; (tranquilo, sosegado),
mirando al sol ponerse, se repite insistente,
sosegada y serena.
Coplillas de la gasolinera
Tiene,
¿sabes que tiene, madre la molinera…?
Cerezas en la boca,
manos de almendra,
fuego en los ojos negros
y un redondeo de gloria
en las caderas,
por eso, madre,
el molino me atrae
me atrae y me lleva;
me atrae y me lleva
y cuando no la veo,
en el agua del cauce
echo mi pena.
Dime madre, ¿que tiene,
que pícara cosilla,
la molinera…?
La escavadora
Me asomé a la ventana; creía que un seismo
derrumbaba las casas.
No eran todas, era solo la tuya;
la tuya que guardaba
como un álbum antiguo, momentos y momentos,
gestos, palabras, voces, enfados, besos… todo
lo que es la vida
y siega un último suspiro.
No era un seismo, no; era su muerte en un instante,
ferozmente mordida por la firme mandíbula
de una amarilla y cruel excavadora.
Monstruo y gusano al par,
derrumbó tus balcones, tus paredes,
aquella puerta encristalada y cómplice
de unos besos de larga despedida.
La vi entrar con estruendo
de hecatombe y de guerra,
sin piedad, sin mirar y sin sosiego;
y llegar al jardín y penetrar
en la blandura verde del geráneo;
en la erizada y débil resistencia del rosal;
en el blanco temblor del jazminero
que lloró con estrellas diminutas.
Un momento después, ya no había nada:
de las vidas, los ecos, los momentos;
de los sitios y sombras del recuerdo,
quedaba piedra y tierra
retorcidos herrajes y maderas rotas,
fragmentos de cristales y ladrillos.
Pero flecha de luz, desafiando al aire,
asombrada, amarilla por el polvo,
la rama de un rosal con un pequeño brote,
inicio ya fragante de una rosa,
inhiesta su verdad de primavera
orgullosamente decía:
yo vivo aún y doy mi aroma a quien se acerca.
El mar
El mar es un milagro;
un milagro que prueba la grandeza de Dios.
¿Cómo sería aquel día, en que el mar ya fue mar?…
¿Qué medida apurada dio límites diversos
de aena adormecida; de hiriente acantilado;
de alocado arrecife; de misterioso fiord;
de oloroso pinar o de palmera tibia
a la volupta ola que sonríe o que brama?…
¿Quién le enseñó ese canto, rítmico, resonante,
que se crece en estruendo con fiereza de selva,
o se adelgaza en rezo, en beso o en caricia?…
Campana de arrebato, adormilante mana,
amoroso susurro, sirena de los dioses;
¡camino de Jesús!
debajo de tu canto ahogador de silencios,
la arboladura rota sueña sus singladuras;
la ciudad sumergida su pulso vertical;
el mármol su reflejo; el oro su destello;
el ánfora su vino
y el incienso la ruta temblorosa del aire.
Sepultados deseos de romper ese cerco
de medusas y cactus Prometeos apagados ,
esperan impacientes
esa verde cadena de los húmedos iris,
liberadora escala,
para buscar heridas en los rayos del sol.
Encima de tu canto, ahogador de tinieblas,
el horizonte curvo que se agranda al arribo;
la inmensa lejanía fabricada de cercas;
de inmediatas espumas; de tangenciales rizos;
la genésica pugna de la orilla en la orilla
con su eterna sonrisa y su eterno tesón,
limador y erosivo, dicen que el mar es único,
y el más grande misterio, y el más grande milagro…
¿Cómo sería aquel día
en que el mar ya fue mar?…