LA MUERTE DE OCCIDENTE [Mi poema]
Joaquín Campos [Poeta sugerido]
Joaquín Campos [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
La noche, gris, está triste y dormida, y las estrellas Un adusto semblante se dibuja entre la niebla Poco a poco aproximándose va el mundano ruido Blandiendo con furor, impía, al aire la guadaña, Es ese ángel que ahora entre tinieblas se levanta Tormentas, rayos, truenos son que a la memoria espanta, |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Joaquín Campos
SORAYA
Desde que me dijiste que tenías veintiocho
supe que cuando yo gastaba mis catorce
fui, sin saberlo, a Baden-Baden a buscarte.
Entre aquel frío alemán desconocido
jugueteaba con el caballo
de un ajedrez gigante.
Crucé el Rhin en autobús,
enero de 1989,
cuando hoy lo haría a nado.
Porque haberte encontrado ya mujer
me evitó enfrentarme a un dilema:
¿Podría haberme enamorado de ti, bebé?
OJOS
Ojos como pozos
con fondo:
el de mi lástima,
al verme arrodillado
frente a tu rostro
deseando una agresión
o una lluvia dorada.
Tus ojos como universos.
Con dioptrias ya serían la hostia,
y con gafas,
un juguete erótico.
Tus ojos por los míos,
que observan tal belleza
clamando por un acuerdo
con tal de no morir cegados.
KAY
Desde el vertedero repleto de rascacielos
al paraíso de mi escritora y pintora
donde me esperaba la comida humeante
que ella cocinó con sus manos
mientras yo mordía media de cialis.
Entre plato y plato,
hablando de Kafka y García Márquez,
me di cuenta de que aquel escenario,
por bello y elegante,
me era inhóspito.
Ya en la terraza,
con sus pezones en mi frente
y mi duda en el cielo eterno,
corroboré que cubrirla
habría sido lo que fuera,
pero nunca un acto de amor
–apasionado–
donde poderme llevar a la boca
todo aquello que mi saliva
querría acaparar.
Kay es única.
Pero yo también.
Por lo que las uniones a los cuarenta,
y entre gentes que leen, escriben y pasean a solas,
se hacen harto complejas.
Al salir de su casa,
de vuelta a la auténtica libertad,
eché de menos su cocina,
terraza,
y aquella conversación tan amena.
Pero claro,
¿para qué emparejarse cuando no lo deseas?
¿Para qué abrirse cuentas ahorro vivienda cuando soy deudor?
¿Y para qué aparentar lo que no soy cuando no se me levantaba?
Y paseando, mientras buscaba un taxi,
fui tan feliz que hasta besé el tronco de un chopo.
SANLITUN 2016
Tacones sin cerebros;
putas en las esquinas;
taxis sin taxímetro;
tabaco de dudosa procedencia.
Fideos a veinte dólares;
deportivos que derrapan;
calcetines de Mickey Mouse;
sonrisas enlatadas.
Sanlitun con embajadas
es un milagro no cotidiano
aunque sin ellas
sería la misma perversión:
aquella que dispone a tipos
maquillados, que revientan
sus visas por camisas a cuadros,
siquiera de once varas,
cuando el sol nunca sale
ni tampoco es que se ponga.
TIANANMÉN
La plaza como un aeropuerto
ya no huele a cadáver
sino a vida muerta.
Un niño sonríe ondeando
la insignia nacional.
Su padre, perjudicado,
echa humo por la boca.
La madre,
emocionada,
tira fotos con el móvil.
Un guardia de escaso rango y edad
anhela el fin de su jornada laboral
erecto como un cable.
Mientras, los conductores azotan el asfalto
en una imagen de película.
Y ante todos ellos Mao,
con su gesto impertérrito,
llenando de humillación
todas las cabezas,
las cámaras de fotos,
los bolsillos de las gentes,
y el recuerdo de unos estudiantes
de los que nunca sabremos ni sus nombres.
CHOPO CAMINO DEL INVIERNO
Tus hojas no caen,
sino que como las aspas
de los molinillos de mi infancia,
se ajetrean ante una rama erecta,
que impertérrita,
acepta tu retahíla de vaivenes
que a mí me sacian los ojos
como a la de quince un beso.
Un chopo camino del invierno
es la esperanza de la vista;
el goteo de ilusiones;
ese barco que zarpa
sin más destino que su cielo
que le mira abotargado
de la rabia de unas ramas
tan cerca de ese baile,
donde los molinillos hacen música,
el tronco pisa fuerte,
y la gente no pone la atención suficiente
ante un milagro no cotidiano.
NIEVA CÁNCER; LOS NIÑOS JUEGAN
A José Watanabe (in memoriam)
Una de la madrugada…
Pekín recibe una importante nevada.
El asunto es que durante semanas
no había cielo sino masa gris contaminante.
¿Qué habrá nevado entonces?
Ocho de la mañana…
Los niños hacen bolas de nieve
mientras sus madres les tiran fotos
y sus abuelas vigilan que estén bien abrigados.
Se combate el frío pero nunca la enfermedad.
Once de la mañana…
El cielo vuelve a estar como de costumbre.
A un niño le faltan dos dedos de una mano.
Su abuela le mira amarillenta.
La madre liga a través de las redes sociales.
El padre debe estar follándose a su secretaria.
Tras la primera nevada del año en Pekín
todo sigue en su sitio.
Y yo, aprovecho para narrarlo.
NI FETO
“El embrión, en las
dos últimas semanas,
apenas ha crecido”,
comentó el ginecólogo,
mientras nos enseñaba
las maneras de sacarlo
del útero, agarrado a él
tras aquel chorrazo de semen
del que brotó un milagro
que no ha llegado ni a feto.
Nunca sabré tu cara;
ni siquiera tu sexo.
Si te olerían los pies
o follarías a pelo.
Nueve semanas y pico
generando ilusión,
entre parias como yo,
que nunca quisieron ser padres
aunque ya te eche de menos.
Te imagino ahí dentro:
Muerto.
Congelado entre la vida ajena,
como la de tu madre que se agarra
a su hija, mientras yo,
me desangro por este bolígrafo.
Mi llanto no te valdría de nada,
aún sin cerebro ni planes
incrustado a un útero
convertido en tu ataúd.
Camino por las calles llenas de tipos
que un día fueron embriones
además de fetos.
¿Habrías estudiado?
¿Amado a Nietzsche?
¿O admirado a todas las nubes del mundo?
Hace tres días, en Córdoba,
soñé que te llamarías Cid;
jugando con el destino
cuando ya debías estar muerto
o camino de.
¿Se despide un embrión de la vida?
¿Acaso no te escuchó ni tu madre?
Porque yo, por mucho que puse la oreja
y besé su vientre, en sí tu casa,
sólo inventaba conversaciones,
pataditas y demás idioteces.
Entraste a través de mi esperma,
y saldrás ensangrentado
a través del coño de tu madre,
cuando seis meses más tarde
habrías sido jaleado,
mientras hoy, navegas congelado
esperando el cauce de una menstruación
que te arrastre hasta la taza
de un váter cualquiera.
El dolor es menos intenso
sin una cara.
Pero mi pena
alarga este poema,
primero y último
a la memoria
de un embrión
que no llegó ni a feto.
Me despido ya, Cid,
digo embrión,
digo poca cosa,
digo ilusión.
Tu madre agarra a su hija.
Yo, me miro la polla,
con la que disparé este ensueño
que sólo ha valido
para este triste poema.
Al menos no mediará una lápida
entre tu forma y mi llanto;
entre tus nueve semanas
y la necrológica del ginecólogo.
Habría dado, para que lo sepas,
de todo lo que dispongo
por enseñarte a leer.
Con eso me habría bastado.