DEL PRINCIPIO Y DEL FINAL [Mi poema] Marta Sanz [Poeta sugerido]
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Es tránsito del cero al infinito,
la vuelta del origen a la nada,
un hecho singular, una patada,
del acto de nacer un requisito.
No admite discusión. Alfa y Omega.
Se nota cuando avanza hacia adelante.
Se ignora la segunda, esa constante,
que aquí no sirve usar del corta y pega.
La única verdad, es ese axioma
-se sabe que se sabe y desconoce,
que aquí solo un camino lleva a Roma-,
que advierte que se gasta con el roce
llenándole al final de una carcoma.
Con ella ya no existe ningún goce.
©donaciano bueno
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Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Marta Sanz
No quiero la palabra precisa.
Es pobre y es pequeña.
Quiero una palabra
llena de flecos.
Una lámpara con chupones morados.
Una excrecencia.
Gota que rezuma del canalón.
La estalactita rota.
El polvo de trabajar los brillantes.
Un hielo deshecho.
Y deshaciéndose.
La saliva que le escapa, por la comisura,
a la bella que duerme en el bosque.
La ganga del mineral.
El hilo que sobra detrás del cañamazo.
No quiero la palabra precisa,
sino una llena de flecos,
una lámpara y vuelta a empezar,
un laberinto,
la flor,
una palabra
que ni yo misma entienda
y solo pueda poseer
cuando los otros,
los de buena voluntad,
me la traduzcan.
Nosotras también tenemos derecho a la vida.
Las perras que mienten.
Y las que llevan bozal.
Las niñas perpetuas
que son
viejas prematuras.
Bette Davis lleva un vestido de encaje,
calcetines cortos,
huele a chicle
y un lazo le recoge los tirabuzones.
Tiene ochocientos setenta y nueve años,
y canta una canción
con inflexiones vocales
de estrella juvenil.
No necesita doblaje.
Tenemos derecho a la vida.
También nosotras.
Las tejedoras tristes.
Las retrospectivas.
Las mujeres mimadas
que desatienden a los hijos.
Las lolitas caprichosas
que chupan el palo del polo de mango.
Nosotras también tenemos derecho a vivir.
Aunque todos los días
miremos al frente
y nos lancemos,
rudas e indomables,
sin consideración por la que limpia,
escaleras abajo,
hacia el vacío.
Hubo una vez
un hombre con gafas de sol
barbilampiño
que me escribía cartas y postales.
Ahora sé
que si le hubiese devuelto
las palabras que
quizá
él presentía,
hoy
yo tendría un tiznajo en la frente,
un hijo
y, casi con toda seguridad,
estaría muerta.
Yo tuve mil amores
y quinientos racimos de uvas.
Un lobo blanco
me comió los coágulos del vientre.
De no haberlo hecho,
por las rayas de mis palmas
líquidos de embalsamadores
le habrían paralizado
poco a poco
piel, osamenta y colmillo.
Cristo de Medinaceli
sonríe
sobre el mueble fúnebre
de la televisión.
(Menos mal
que me dejó bien muerta
con un golpe insecticida).
Yo tuve mil amores
y quinientos racimos de uvas.
DEBERÍAS contarme
muchísimos más
cuentos
antes de dormir.
Recortes del periódico,
datos científicos,
relatos pornográficos,
confesiones,
cazuelita cuece,
intentos minúsculos
de la autobiografía.
Qué te daba tu madre para merendar.
Pensamientos impuros.
Pecados escolares.
Deberías enseñarme fotos viejas.
NO se puede hablar
del amor
en abstracto.
Quintaesencia cubista.
Destilación de la cebada
en un castillo escocés.
Santa hostia
entre algodones de azúcar
dentro del sagrario
de una catedral.
El amor solo tiene sentido
entre las cacerolas.
Dentro de las sílabas.
Plumero,
claro de luna
y factura de la luz.