A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
TRASTABILLANDO [Mi poema]
Cristina Sanz Ruiz [Poeta sugerido]
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MI POEMA ...de medio pelo |
A ese señor que observa de reojo A ese tipo tan falto de aliciente Al mismo, al que no sabe o no contesta A todos los que siguen sin su norte, |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Cristina Sanz Ruiz
XVI Premio Internacional de Poesía Antonio Gala
Afasia, agnosia, apraxia
Pronto llegará la amnesia
y entonces no podrás
confundirte al rascar mis pies,
equivocarte con mi nombre,
regalarme toallas
(o servilletas
usadas de papel).
Después, otro día,
tus músculos ya pétreos,
no lograrás llamar
calor al frío,
comer gel de ducha,
o nevar el café
con copos de sal.
En ese cercano entonces
no sabrás quién soy
(no recordarás
que me llevaste en tu vientre,
que tus pechos calmaron mi llanto
y colmaron mi sed)
y yo no sabré si, en la oquedad del caparazón
que aún te sobreviva, resonará algún eco
de mis inútiles palabras de amor.
Tac de cerebro con atrofia frontal
Mírate,
qué fotogénico has salido
luciendo sinuosas curvas
de modelo. Me admiran
tus intrincados rizos modernistas,
simétrico encuadre,
un lienzo para Alfons,
recovecos donde Gustav
haría dormir, sobre un manto de flores,
bañada en oro, a una ninfa.
O quizás es eso: hogar de nereidas,
laberinto de amarfiladas suculentas,
arrecife de coral, exuberantes anémonas…
Que no te engañe la belleza.
Cuidado con los pececillos que alimentas.
Retorno
Es preciso tener todavía caos dentro de sí
para poder dar a luz una estrella danzarina
Friedrich Nietzsche
Ahora que vuelves,
desinhibida, al comienzo de todo
(la risa, el llanto, la comida)
demasiado al comienzo, sin palabras:
la risa original,
el llanto primario,
el hambre voraz,
el pañal empapado.
Me pregunto si antes eras así
mucho antes de ser quien eres
antes aún de haber sido quien eras
cuando yo te conocí.
Antes de dejarte consumir
por la rigidez de tus propias reglas
la tiranía del orden
el tormento de la higiene
el ahorro como meta
tal vez entonces —casi seguro—
asaltabas el lodo de los charcos,
en la garganta
naciéndote jilgueros,
y helada y desnuda y leve
te besaban las aguas de Fontibre
y saciabas la sed
mojada y perdida quizás
en alguna verbena.
Me pregunto
si en algún momento fuiste
libre y ligera. Pues así busco recordarte.
No como te recuerdo, no como eras
mientras yo he sido. No como fuiste.
Como tuviste que ser
alguna vez:
un alud de pasión desordenada.
Begoniaceae
He vivido inmune
a la belleza de las flores,
pero ahora lleno la casa
de plantas que llevan tu nombre.
No creo en los milagros y, aun así,
un vergel conjura
en mi salón la primavera
de tu invierno adelantado
—lo aprendí, quizás, de un olmo herido:
no mantengo la fe del poeta, pero
aún creo, quizás, en la poesía—.
Riego plantas que
se llaman como tú,
juego a mantenerlas vivas
como si acunar pudiera
en sus hojas
tu cabeza.
No sé si las odio,
si podría mi amor ahogarlas
en su rocío de agua salada.
Esquela
La orfandad me llegó
aquel día en que estuve enferma
y no posaste tus labios de azogue
sobre mi frente.
Demens. Editorial: El Toro Celeste.
MI POETA INVITADO: Sergio Fernández Salvador
MÁS QUE EL ORO
Si de gastado cobre,
más valiosa que el oro es la moneda
que a la hucha oscura de esta tarde asoma
por la lábil rendija de unas nubes
y baja en tobogán de luz fundida
a nuestro invierno, como un rey humilde
que se hincara a besar los pies de sus vasallos.
¿Mereceremos tanto? Por si acaso
pongo su mansedumbre en el papel
por su luz bendecido ahora que aún da
calor al alma y tempero a los campos,
antes de que la oculte oscura nube
y aún esa otra más oscura nuestra,
la rara negra flor de la melancolía.
LA GLORIA LITERARIA
¿Y qué ambición más limpia,
mejor dotado premio que merecer cantarte,
cenizoso abedul que entre dos prisas
te cruzas en mi día?
¿No es suficiente pago el rumoroso
tintineo de las monedas de oro
que aún tiemblan en tus ramas
cuando están ya desnudos
los castaños, los álamos, los plátanos?
Se para uno a mirarte y ya le habla
del alma herida al alma tu tronco acuchillado,
la mirada espantada de tus ojos,
pero a la vez le cantas –si a escuchar acertamos–
la melodía única
que brota de los surcos de tu blanca
corteza, tal de rollo de pianola.
¿Cómo no devolver canto con canto?
Cuando otros enmudecen esperando
la tarda primavera, tú creces hacia el frío,
y es clamor tu silencio y es abrigo
la lividez estoica de tus ramas,
la dignidad sufrida de tu invierno.
Tomáramos ejemplo de tu ejemplo
ante los fríos aires de la vida.