PRIMAVERA [Mi poema] Jorge Nájar [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Abril quizás será, si llega abril, Y hoy escarchas verás en la alborada Y es así que la vida reverbera Tal es así que el agua extrovertida |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Jorge Nájar
AEROPUERTO DE PUCALLPA AL ATARDECER
Una muchacha sonríe a mi lado
y vuela una cometa desde su corazón.
¿Tú también has hecho volar una cometa
desde tu corazón hasta la lluvia?
Aquí me dicen que en invierno
la gente naufragaba entre las aguas
de ese río invisible y violento
que invadía recuerdos y afectos,
la casa construida sobre un volcán.
Tú no has visto el invierno.
Se caen las hojas de los árboles
y el corazón es un vaso olvidado.
Se amontonan en la memoria imágenes de quienes ya no volverás a ver,
páginas amarillas del apocalipsis,
amores rotos hundiéndose en el aire,
sobrevolando la tierra y la historia
de los años de guerra que nos tocó vivir.
Una multitud se aglutina y nadie
viene desde lo hondo a nosotros.
¿Qué ave de rapiña ha devorado
la cometa que volaba en el corazón?
¿Alguien te llama entre el gentío?
Yo juro que jamás había imaginado
así la soledad en medio del sol,
junto a la gente que habla y sonríe
hundiéndose en un pozo de nieve
blanca, vacía, cristianamente.
(Malas maneras)
LE PONT AU CHANGE
Qué hago aquí desnudo temblando
de frío / de calor
frente a las murallas de Lutecia
después de haber cruzado tantas llanuras
a pie a mano / riendo llorando.
Qué hago aquí con una ganas locas
de escribir una postal a mis amigos
y decirles el sol del mediodía
resplandece sobre el Sena
mientas un paraíso de alcohol
invade mi visión penetra en mi vida.
Y Le Pont au Change se desmorona
y caigo / y caigo
en brazos de la locura de la gendarmería
que exige el oro y el moro el sudor y el semen
y yo sonrío y fumo sin nada
salvo el fondo de una visión
en la que vuelo con las patas ardiendo
de tanto caminar con la boca abierta
observando el avance de las aguas
que devoran mi paraíso corroen
mi conciencia nuestros ritmos latinos
cuyos resplandores no dejan dormir
a los tunantes a los prósperos
tristes que ni las bestias soportan
Y tú / y yo
amigo César
estamos aquí a punto de creer
que en estos pantanos alguna vez
haya alumbrado faro más luminoso
que la candela natural el fuego
que nos protege y nos pone radiantes
frente a este pálido fulgor
que de lejos quema centenas de ojos
y de cerca sólo es artificio.
Oh Dios
no quiero cambiar mi luz en falsía
ni permanecer encendiendo faroles
en el invierno / en el verano
no quiero contar garbanzos toda la vida
sueño con un gorro multicolor
con el aire una colina en mis cabellos
un castillo embarcarme para no volver
a tropezar con vacía de barbero
suponiendo yelmo de Mambre
otra vida y no la pestilencia
que dejan las carrozas mientras resuena
el galope de los bárbaros que bajan
por la colina de Sainte Genevieve
Y me voy con ellos alucinado
mezclándolo todo el infierno
el cielo la tierra sin un sol
en los bolsillos la vida en blanco
mis pobres alas desplumadas quemadas
después de haber cruzado tantas llanuras
a pie a mano / riendo llorando
qué hago aquí desnudo temblando?
(Finibus terrae)
UNA QUE TANTO
Más allá del plumaje, en los temblores.
los de adentro, y también en los pavoneos,
uno que tanto sangró, uno que tanto
vio arena del desierto royéndola,
el tren del verano dislocando la soledad,
esta infancia, en fin, lavándole las manos.
Uno que tanto, en suma, la amó
ahora ya no es más o tal vez ya nunca
en ese pavoneado plumaje y andares
de ave augusta, complacida
en finos y honorables gestos.
Así yo ya no. Así yo ya no más.
Habrá que esperar, sin embargo, Señora
-trate de no olvidarlo-
encontrada más tarde desnuda y pelada
amando a sudores, temblando en las entrañas
y ya otra o quien sabe la misma,
pero ya otra, en la privacía total,
sin plumas ni pavoneos
y ya sólo entonces volver a sangrar
esta vez sí para siempre.
(Finibus terrae)
ESPERANDO EL NUEVO DIA
Regresar a la posada donde duermen los huesos
de esta alma agitada y contemplar allí la tinta
de unas cartas recién llegadas del Perú: arden
mis querencias mientras yo agonizo en la distancia.
No hay quien no me pida volver pero nadie
evita la descripción del infierno y sus diablos:
«ya los bárbaros tomaron gran parte de la villa
donde alguna vez viviste a tus anchas,
ya encendieron fogatas en el patio de la casa
y ahora resuenan sus tambores esperando».
Bah, a mi sueño le estorba la agitada realidad
y es inútil esperar a quienes se extraviaron en el mar.
A lo largo del naufragio he vivido
nutriéndome de quimeras: raíces, afectos.
He vivido enredándome en desaciertos:
la ilusión del poema denso y perfecto,
la toma de distancia para el goce mayor.
He vivido yendo y viniendo por los caminos
de todas las evasiones y ahora que los crucé
ya no sé si seguir esperando erguido en la proa
o si hundirme en los senderos de la contemplación
de unos lienzos donde sólo leo tragedias,
pesadillas perfectas pintadas para la eternidad.
(Lienzos escritos)
(Pucallpa, 1946).
MATE BURILADO 2
Ya oscurece y el aullar de los lobos
lame la piedra en la montaña.
Y él no ha podido condensar su vida
en la breve esfera del recipiente.
No se condensa una vida ni el dolor
ni los goces –piensa, añorante,
mientras entona una vieja plegaria:
En lo alto de la montaña, padre,
tus alas ardientes tejen caminos
para no olvidar / para volver
a estas cumbres donde tus manos
nos lavarán las cenizas del viaje,
cuando la vida haya hecho de nosotros
chasquido de viento en el desierto.
Con tus alas de plata que ahora
cierran el día y nos detienen,
ayúdanos pues a saber con quiénes
avanzar mañana por los senderos
donde engorda el escarabajo azul,
ayúdanos a cruzar los puentes
y a distinguir debajo de la escarcha,
entre las rocas, la tierra que soñamos
y de cuya savia esta vida pende.
Los lobos siguen aullando en la noche
y el artista saborea la esencia
de la coca mientras se repite:
no se condensa una vida ni el dolor
ni los goces, sólo su propia ficción.
ARTE RUPESTRE
Sobre la tierra de flores azules
nadie sueña ni canta, abuelo mío.
Únicamente doy testimonio que existe
entre tú y nos un río anaranjado
que funde tiempos y armonías,
indescifrables desde la montaña
donde se tienen tus ojos antiguos.
Dibujados en ella, arrancados de ti,
hay ademanes divinos y ajenos
que en la turbulencia del aire entran
a este patio donde el amor se extraña,
abuelo de plumas coloradas y negras
eternizadas en las celosías del Pajatén
y en las que tus ojos feroces no cesan
en su odio casi humano, casi nuestro.
Tan eterno en tu grandeza pareces
que sólo me dejas de consuelo
la imagen que aquí fijo –tu vuelo
altivo por la cañada entre los bosques
y en el que no canto ni sueño
más allá de tu altura.
ESPERANDO EL NUEVO DIA
Regresar a la posada donde duermen los huesos
de esta alma agitada y contemplar allí la tinta
de unas cartas recién llegadas del Perú: arden
mis querencias mientras yo agonizo en la distancia.
No hay quien no me pida volver pero nadie
evita la descripción del infierno y sus diablos:
«ya los bárbaros tomaron gran parte de la villa
donde alguna vez viviste a tus anchas;
ya encendieron fogatas en el patio de la casa
y ahora resuenan sus tambores esperando.»
Bah, a mi sueño le estorba la agitada realidad
y es inútil esperar a quienes se extraviaron en el mar.
A lo largo del naufragio he vivido
nutriéndome de quimeras: raíces, afectos.
He vivido enredándome en desaciertos:
la ilusión del poema denso y perfecto,
la toma de distancia para el goce mayor.
He vivido yendo y viniendo por los caminos
de todas las evasiones y ahora que los crucé
ya no sé si seguir esperando erguido en la proa
o si hundirme en los senderos de la contemplación
de unos lienzos donde sólo leo tragedias,
pesadillas perfectas pintadas para la eternidad.