A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
LA SEMENTERA [Mi poema]
Francisco Ruiz Udiel [Poeta sugerido]
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MI POEMA …de medio pelo
Hendidos por la teja del arado
los surcos van trazándose en la tierra
inmerso como están en son de guerra
a espera de que arribe ya el sembrado,
que allí llegue esparciendo la simiente
el joven o inexperto labrador
soñando en la apariencia de la flor
dorada con la ayuda el sol naciente,
y el cielo con frecuencia agazapado
se digne con su caldo regalar,
lo mismo que hace el vino al paladar
que intenta de embriagar al que ha catado.
Despues ya ha de pasar la primavera
la espiga antes preñada ande madura
vendrán a recoger, justa y segura,
los frutos que le dio la sementera.
©donaciano bueno
Se dice del que siembra que siempre recoge, no? Share on X
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Francisco Ruiz Udiel
DEJA LA PUERTA ABIERTA
Deja la puerta abierta.
Que tus palabras entren
como un arco tejido por cipreses,
un poco más livianos
que la ineludible vida.
Lejos está el puerto
donde los barcos de ébano
reposan con tristeza.
Poco me importa llegar a ellos,
pues largo es el abrazo con la noche
y corta la esperanza con la tierra.
Donde quiera que vaya
el mar me arroja a cualquier parte,
otro amanecer donde la imaginación
ya no puede convertir el lodo
en vasijas para almacenar recuerdos.
Me canso, de despertar,
la luz me hiere cuando ver no quiero,
el viaje a Ítaca nada me ofrece.
Si hubiera al menos un poco de vino
para embriagar los días que nos quedan
embriagar los días que nos quedan
que nos quedan.
Alguien quiere denunciar
A Imelia
La infancia de Andrés
huele a dolor en mal estado.
Crece y es memoria sepia
como cuerpo quemado
dice y cuenta cómo lo encerraron en un baño
veinte y cuatro horas desnudo
de la vez que lo arrodillaron otra vez desnudo
naked, no nude
otra vez desnudo
de la vez que le pusieron
las manos a dos centímetros del fuego
con el pretexto de hurgar verdades.
Esta vez no fue desnudo
vestía de odio con lengua
despellejada en rabia.
GESTO DESVANECIDO EN ESQUINA DE UNA ESTACIÓN
Esta estación no será más una estación,
quedará únicamente mi gesto desvanecido
en el polvo de alguna ventana,
si acaso hay ventanas,
si acaso decido en las estaciones
desamparar algún gesto.
Esperaré junto a las cabinas telefónicas
a que las horas se desvanezcan azules
en mi cigarrillo encendido
de mirada triste e inclinada,
me verán apretar la mandíbula
para masticar, como las aves
que emigran de una tierra a otra,
cualquier bocado de aire
sin saber qué les espera.
El aire se ha vuelto amargo
y aún no sé en qué otras estaciones
abordará mi soledad otro cuerpo.
EL POETA Y LOS SIGNOS
Uno deja de reconocer
al hombre en las palabras,
aquellas palabras que un día se levantaron
tras el peso de las piedras.
Las palabras desprenden signos
que el hombre cierne
sobre la persistente luz,
sobre la melodía que desiste en la hierba.
El olvido se filtra en cada signo,
y ese balbuceo final
—inaudible para todos—
son palabras que el hombre devuelve al mundo;
palabras que le fueron dadas al nacer,
convertidas ya en puentes, cavernas,
en hilos de arena y humo.
Algún día las palabras volverán a ser hombres,
otra vez puentes,
huellas contra el temblor de la vida,
túneles hacia la libertad.
PROCESO PARA OLVIDAR A DIOS
Elevó las manos y separó
todos los dedos
F. KAFKA
De nada te servirá, Andrés,
separar lo dedos en el aire
romperte las uñas contra la pared
o mirar por última vez
hacia la oscura calle
sabiendo que nada hay
que nadie te espera
que a nadie falta la harás
en este fútil teatro.
Tu memoria Andrés
son blancos pellejos tendidos
con sal en un inmenso patio.
DEBAJO DE UNA ESCALERA
Un día caminé debajo de una escalera
hasta llegar a una ventana
que se perdía en el fondo
de una gran puerta
que se perdía en el fondo
de un gran abismo
que se perdía, que se perdía;
y así, parecía que todo
estaba a punto de convertirse
en una suerte cuesta arriba
como un compás a punto
de medir el espacio que habitamos,
tropezamos, caminamos.
A nuestra vida, lo sé,
la divide ese ángulo de lúgubre destino,
quizá porque una vez que naces, te pierdes.
Donde vivo soy un extranjero
A Óscar Núñez Argumedo
Donde vivo soy un extranjero
con el hábito de saludar
a las prostitutas en los pasillos,
de escuchar sus viejas historias
cuando me dicen estar casadas
con uno de los huéspedes
¡Como si yo no fuese un huésped!
Donde vivo se tiene la fama
de hacinar drogadictos funcionales,
homosexuales, madres solteras,
mujeres sonámbulas que caminan
desnudas por las escaleras,
hombres que salen a quitarse
la culpa con las primeras
manifestaciones del invierno,
porque el agua fría de la lluvia
produce calambres y punzadas
en la angustia donde está la frágil carne.
Donde vivo también existen
vírgenes de dudosa reputación,
lesbianas y hasta borrachos
de baja categoría que evaden
siempre la cordura, porque el acto
de saberse leves en el fondo
de una botella les resuelve más que el sudor,
las lágrimas y la orina que aún
no llenan el hueco de ningún corazón vacío.
Donde vivo he notado que
cada habitación bien podría
ser un centro de masajes
para el desamparo de todos los hombres.
Tanto se dice de este lugar
que a veces es mejor
aprobar las verdades,
por mi parte, yo prefiero ocuparme
de la chica del cuarto piso
que se intenta suicidar
frente a mi puerta,
de las botellas rotas en la madrugada
a manos de terroristas
que vigilan el negocio
de las operadoras sexuales
o bien, forzar el sueño ante el ruido
de los cuartos, principalmente
por los gemidos de la muchacha que llega
a tocar la puerta del vecino
a las cuatro de la madrugada,
pues la cocaína no le deja cerrar los ojos
y se levantó por un vaso de agua
y el grifo de la cocina se descompuso
y entonces mi vecino, altruista, le atiende su sed.
Donde vivo soy un extranjero
porque nadie sabe que existo
y uno de estos días puedo amanecer
desplomado en el baño,
muerto de saberme indigno
en este miserable cuerpo encerrado.
Donde vivo, el sol se rehúsa a entrar
por la ventanas y los amantes
dejan a sus mujeres en pleno abandono
con el vientre en proceso de extensión,
los huéspedes bajan de sus madrigueras
a una hora específica para sentarse
en las gradas principales
y así escuchar historias de amor
a través de una guitarra parapléjica
que todavía suena con tres cuerdas.
Donde vivo tengo la manía
de levantarme por la noche
cuando todo está en calma
para ver a los perros echados
a orilla de las puertas,
para ver cómo se retuercen
frente a otro animal que muere.
Hasta dan ganas de pedirles nos regalen
las caricias que han recibido de sus dueños.
Donde vivo soy extranjero
con la manía de vendarme los ojos
y sentirme un pronombre indefinido
en un lugar donde a diario me alimento
con pequeñas víctimas de sueños.
Donde vivo soy un extranjero
pero soy también un emigrante
que sale bajo esta piel
no para buscar poblaciones
sino para encontrar momentos poblados
frente a una noche cualquiera.