CASAS DE ADOBE [Mi poema]
Sofía Acosta [Poeta sugerido]

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MI POEMA…de medio pelo

 

He pisado en cien mil charcos
sobre las aguas que, viejas,
enmarcaban sucios marcos,
huérfanas de remo y barcos,
con casas de humildes tejas.

Casas que desvencijadas
o acurrucadas, sin rejas,
duermen la mona acostadas
en lomas, tan apretadas
como el hilo en las madejas.

Que de adobe van vestidas
de paja trillada y barro,
desgarbadas, mal fruncidas,
y otras más descoloridas
mal curadas de un catarro.

Y he observado a las gateras
como un roto en las enaguas
y en tejados las goteras,
y a las mieses en las eras
y a los hierros en las fraguas.

Y a puertas con sus fallebas
y sus pernios oxidados
que de higos abren a brevas,
de madera, muy longevas
y aldabones olvidados.

De esta tierra pinariega
que asentada en la meseta
desnuda el alma labriega
que al progreso riega y niega,
como al euro la peseta.

Y a esa chimenea inquieta,
de leña de pan ese horno
en estado de retreta,
donde antaño una chuleta
era presa de un soborno.

Y he visto del sol las quejas
pues que el tiempo se ha dormido
-solo anidan comadrejas-
con silencio en las callejas
sin saber por qué no hay ruido.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Sofía Acosta

Punto final

Reabierto la puerta del último tramo.
Inédito, mi laberinto lo anexa
a sus diversos planos,
a la segura geometría de su desconcierto.
Como tren de neblinas él trasiega
llanuras de la sal y de los trigos,
los montes de serpientes y de pájaros
y el río.
Pero no olvido.
Mi diminuto corazón de tiempó·
tiene antigua raíz sobre la tierra.
y una sangre que enhebra sus historias.

Ultimo linde

“… En el último linde no cabe el desconsuelo
ni olvidar la tremenda agonía de ser…”
“El sello”, comienza;
“Y escarbo el círculo
de los adioses y el olvido.
Descubro la raíz, el claro fuego.
Hay un país que engendra su sed
por laberintos
de sencillos fetiches.
Hay cicatrices y una llave
sobre el césped tiernísimo,
que me tienta al regreso.
Qué pretendo encontrar
en la savia del exilio.
Por qué quiero saber
la estructura final de los silencios,
conocer cómo gira esa última puerta…”.

OMEGA

Dios está crucificado en Hiroshima.
Nuevamente crucificado.
En la Plaza de la Paz.

He palpado sus brazos desgarrados
y el corazón goteante.
En la Plaza de la Paz.

En mañanas de primavera
que se olvidan al sol.
En la Plaza de la Paz.

Y he visto su lágrima ardiente
regando asfódelos blancos.
En la Plaza de la Paz.

En Hiroshima.
Donde está crucificado nuevamente.
Desde Hiroshima.
Para evitar
otra Plaza de la Paz.

Sakura

Esta noche miro las paredes blancas,
las mismas paredes blancas de todos los días,
y me pregunto de qué color serán tus paredes,
y si también pensarás en mí.

¿En tus paredes también hay
sombras de relojes parados?
Los míos marcan la misma hora
desde hace tanto tiempo
que a lo mejor se olvidaron
de que nacieron para girar.

¿En tus paredes también hay
espejos quebrados?
Me paro frente a ellos y veo
mil veces repetido mi rostro
y un solo cuerpo asustado
de sus propios sentimientos.

Y la única certeza,
desnuda como el hueso
de la cereza de mi pecho,
es que te extraño.

Cada día que pasa falta menos
y sé que pronto voy a verte
con los ojos llenos de ilusión
y el rostro pintado de aurora.

Sé que nuestros corazones
se reconocerán en el encuentro
de ese abrazo que los dos
hace tanto nos debemos.

Porque cada noche sin sueño,
con las ideas bailando el vals sobre mi cabeza,
tu nombre se me escapa de los labios
y una sonrisa cómplice
se me dibuja en el alma.

Porque en el inconsciente ya sabía,
y sé que vos también sabés,
que los latidos no piden permiso
cuando la cereza ya está en flor.

Canto a la injusticia

Las cabezas de plata
instaladas en sus poltronas
echan raíces profundas
para absorber las esperanzas
de los vástagos tiernos
que buscan un asiento
-cualquiera sea, donde sea-
entre las agujas del reloj.

Las cabezas de plata
riegan sus raíces con ignorancia,
dan flores de soberbia
y de acomodada estancia.

Reclamar no hay quien reclame
porque batallar es entrega
y las bocas sin voz
ni un dedo se arriesgan;
por eso lustran las poltronas
con lisonjas inciertas
para que al menos a sus pies
parte del dominador se sientan.

No les importa el pisoteo
ni la humillación constante,
pues para ganar el muelle asiento
una cabeza de plata ha de adoptarles.

Yo no quiero la tiranía
de las cabezas de plata
que en su despótico dominio
nos quitan hasta las ganas;
yo quiero el dominio joven,
la voz del vástago rebelado
que incendia cada poltrona
del que limpiamente
no la ha ganado.

El abrazo

La piel quema y se funde
en la fragancia, en el perfume,
de la piel que la abraza,
en la piel que la abrasa.

Son tus dedos inquietos
que recorren las líneas
ajadas de mis manos
como ríos sin agua,
ansiosos por la sed.

Tu cabeza de mil ideas
que se apoya sobre mi pecho,
y mi corazón desbocado
que te aviva la sonrisa.

Son mis dedos, temerosos,
que buscan a escondidas
tocar tu cuerpo sin que notes
que te quiero hacer caricias.

¡Qué deseo de que no me sueltes,
qué ganas férreas de abrazarte!
El canto dulce que nos envuelve
de Morfeo me distrae.

Ya tu mano que se cierne
contra mi mejilla desvelada,
y mis ojos que no te sueltan
porque me derritís el alma.

Las hijas de Eva

Dicen que soy la carne de la carne
un cacho de costilla hurtado,
la compañera del hijo del padre,
la serpiente que a la raza ha condenado.

Dicen que a la mancha yo la hice,
que la felicidad eterna yo les he quitado,
que el dolor de la vida me merezco
y el sometimiento atroz de un esclavo.

Ellos dicen que mis carnes son pecado,
que mi cuerpo a Dios ofende, desvelado,
que mi esencia de fémina lunática
de tan real deja al hombre avergonzado.

Ellos taparon de mi desierto las dunas,
la cabeza a fuerzas me agacharon,
la garganta a sangre fría me cortaron
y mis manos al quehacer han subyugado.

Yo no soy de mí, no me pertenezco,
mi padre me decía su tesoro más preciado,
una posesión soy, como un objeto,
que para un trueque provechoso han reservado.

Y en la historia de los tiempos ignorante
sin estudios racionales me han dejado,
todo para hacer más sencillo el controlarme
cual muñequita del hogar y del bordado.

«Niña, así no te sientes si eres bien educada»,
«Niña, esos juegos son solo para hombres»,
«Niña, la mujer para el parto fue creada»,
«Niña, tú ve a la cocina y mejor no digas nada».

El espíritu de mujer que ha atravesado la historia
nos hermana aunque seamos distintas,
nos hace una para borrar la injusticia,
nos abraza en este cielo de amatista.

Es este el grito de la lucha que me consume:
el deseo de ser por fin libre y cortar las cadenas,
ser mujer no es un castigo ni una pena,
ser mujer es un designio de grandeza.

Fortaleza

A mis pies la tierra árida
me da el beso maternal del polvo.
Yo no elegí nacer en este valle;
no elegí ser hija de este suelo,
no escogí llevar esta lengua
enquistada en los dedos.

Pero elegí ser tierra;
elegí ser vientre fecundo
para otros seres de barro rojo,
elegí ser polvareda que los unja
de tradiciones antiguas
olvidadas en la vergüenza.

Yo soy la voz del viento
que susurra entre los algarrobos,
que late viva en las montañas
para quitar el hambre del alma.

También soy el agua del río,
en un cauce armonioso y eterno,
que recoge las penas amargas
de los hijos del barro.

Y soy el fuego;
la ardiente llama que ilumina
la oscuridad de la ignorancia,
la oscuridad de la vergüenza
y del olvido mezquino.

Soy tu madre y tu hermana,
de mi ser naciste desnudo
y a mí en los huesos volverás.

Polvo serás como polvo antes fuiste,
te unirás a mí, que soy polvo,
y de nosotros la vida una vez más
surgirá morena y aborigen,
renegando tristeza en la vidala
que canta su nombre: Catamarca.

Poema irresoluto

A veces el sol brilla en lo más alto
y la brisa del día es una caricia cálida;
¿pero qué soy yo mientras tanto?
¿Qué más que una máscara gastada?

A veces el cuerpo se siente diferente
y ya no es una parte de mi todo,
sino un envase de pasiones y miedos,
un contenedor que apenas si contiene.

A veces el mundo es como una perla
bella en cada ínfimo destello,
pero ante mis ojos solo hay tinieblas
y no tengo luz para disiparlas.

A veces tampoco quiero.

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He andado muchos caminos – Antonio Machado

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra…

Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,

y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.

Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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