»JOSÉ ÁNGEL BUESA
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José Ángel Buesa fue un poeta cubano nacido en el año 1910 y fallecido en 1982. Su vocación por la poesía despertó cuando era tan sólo un niño y en pocos años su dedicación a la escritura fue equivalente a la de una persona adulta. Buesa publicó casi dos decenas de poemarios, entre los que destacan los títulos “La fuga de las horas”, “La vejez de Don Juan”, “Lamentaciones de Proteo” y “Poemas en la arena”. A pesar de que sus obras hayan sido traducidas a varios idiomas, la crítica no siempre ha sido muy bondadosa con Buesa. Sin embargo, la mejor manera de conocer a un poeta es a través de la lectura, y para ello ofrecemos una completa selección de poesías, donde es posible encontrar “Canción del viaje”.
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CARTA A USTED
Señora:
Según dicen ya tiene usted otro amante.
Lástima que la prisa nunca sea elegante.
Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa,
se resigne a ser viuda, sin haber sido esposa.
Y me parece injusto discutirle el derecho
de compartir sus penas sus goces y su lecho
pero el amor señora cuando llega el olvido
también tiene el derecho de un final distinguido.
Perdón… Si es que la hiere mi reproche… Perdón
aunque sé que la herida no es en el corazón
Y para perdonarme… Piense si hay más despecho
que en lo que yo le digo, que en lo que usted ha hecho.
Pues sepa que una dama con la espalda desnuda
sin luto en una fiesta, puede ser una viuda.
Pero no como tantas de un difunto señor
sino para ella sola, viuda de un gran amor.
Y nuestro amor recuerdo, fue un amor diferente
al menos al principio, ya no, naturalmente.
Usted será el crepúsculo a la orilla del mar,
que según quien lo mire será hermoso o vulgar.
Usted será la flor que según quien la corta,
es algo que no muere o algo que no importa.
O acaso cierta noche de amor y de locura
yo vivía un ensueño y… y usted una aventura.
Si… usted juró cien veces ser para siempre mía
yo besaba sus labios pero no lo creía.
Usted sabe y perdóneme que en ese juramento
influye demasiado la dirección del viento.
Por eso no me extraña que ya tenga otro amante
a quien quizás le jure lo mismo en este instante.
Y como usted señora ya aprendió a ser infiel
a mí así de repente me da pena por él.
Sí es cierto… alguna noche su puerta estuvo abierta
y yo en otra ventana me olvidé de su puerta
O una tarde de lluvia se iluminó mi vida
mirándome en los ojos de una desconocida.
Y también es posible que mi amor indolente
desdeñara su vaso bebiendo en la corriente.
Sin embargo señora… Yo con sed o sin sed
nunca pensaba en otra… si la besaba a usted.
Perdóneme de nuevo si le digo estas cosas
pero ni los rosales dan solamente rosas.
Y no digo estas cosas por usted ni por mí
sino por… por los amores que terminan así.
Pero vea señora… que diferencia había
entre usted que lloraba… y yo que sonreía.
Pues nuestro amor concluye con finales diversos
usted besando a otro… Yo escribiendo estos versos.
ALA Y RAÍZ
Ala y raíz: la eternidad es eso.
Y aquí, de frente al mar, en la ribera,
la vida es como un fruto que cayera
de un alto gajo, por su propio peso.
Ala y raíz. Y el ala, sin regreso,
a la raíz, con sed de primavera:
que así el confín de la emoción viajera
duerme a la sombra del follaje espeso.
(El mar corre descalzo por la arena.
Mi corazón ya casi es sólo mío.
El ancla está aprendiendo a ser antena
y el latido unicorde se hace escala.
Después, libre del tiempo, en el vacío,
Así: ¡mitad raíz y mitad ala!)
AMOR TARDÍO
Tardíamente, en el jardín sombrío,
tardíamente entró una mariposa,
transfigurando en alba milagrosa
el deprimente anochecer de estío.
Y, sedienta de miel y de rocío,
tardíamente en el rosal se posa,
pues ya se deshojó la última rosa
con la primera ráfaga de frío.
Y yo, que voy andando hacia el poniente,
siento llegar maravillosamente,
como esa mariposa, una ilusión;
pero en mi otoño de melancolía,
mariposa de amor, al fin del día,
qué tarde llegas a mi corazón.
BALADA DEL AMOR LOCO
I
No, nada llega tarde, porque todas las cosas
tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;
sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,
cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.
No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el mío
saben secretamente que no hay amor tardío.
Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,
la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.
Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,
pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.
II
Amor, el niño loco de la loca sonrisa,
viene con pasos lentos igual que viene a prisa;
pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco
lanza al azar su flecha, por divertirse un poco.
Así ocurre que un niño travieso se divierte,
y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte.
Y más, cuando la flecha se le encona en la herida,
porque lleva el veneno de una ilusión prohibida.
Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde
Y ni siquiera entonces el amor llega tarde.
III
No, yo no diré nunca qué noche de verano
me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.
No diré que esa noche que sólo a ti te digo
se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.
No, no diré esas cosas, y, todavía menos,
la delicia culpable de contemplar tus senos.
Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada,
que era como la llave de una puerta cerrada.
Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor,
y ni siquiera entonces llegó tarde el amor.
CANCIÓN DE LA BÚSQUEDA
Todavía te busco mujer que busco en vano,
mujer que tantas veces cruzaste mi sendero,
sin alcanzarte nunca cuando extendí la mano
y sin que me escucharas cuando dije: “te quiero…”
Y, sin embargo, espero. Y el tiempo pasa y pasa.
Y ya llega el otoño, y espero todavía:
De lo que fue una hoguera sólo queda una brasa,
pero sigo soñando que he de encontrarte un día.
Y quizás, en la sombra de mi esperanza ciega,
si al fin te encuentro un día, me sentiré cobarde,
al comprender, de pronto, que lo que nunca llega
nos entristece menos que lo que llega tarde.
Y sentiré en el fondo de mis manos vacías,
más allá de la bruma de mis ojos huraños,
la ansiedad de las horas convirtiéndose en días
y el horror de los días convirtiéndose en años…
Pues quizás esté mustia tu frente soñadora,
ya sin calor la llama, ya sin fulgor la estrella…
Y al no decir: “¡Es ella!” – como diría ahora -,
seguiré mi camino, murmurando: “Era ella…”
BALADA DEL MAL AMOR
Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar.
Yo soy un árbol seco que sólo espera el hacha,
y tú un arroyo alegre que sueña con el mar.
Yo eché mi red al río…
Se me rompió la red…
No unas tu vaso lleno con mi vaso vacío,
pues si bebo en tu vaso voy a sentir más sed.
Se besa por el beso,
por amar el amor…
Ese es tu amor de ahora, pero el amor no es eso,
pues sólo nace el fruto cuando muere la flor.
Amar es tan sencillo,
tan sin saber por qué…
Pero así como pierde la moneda su brillo,
el alma, poco a poco, va perdiendo su fe.
¡Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar!
Hay velas que se rompen a la primera racha,
¡y hay tantas velas rotas en el fondo del mar!
Pero aunque toda herida
deja una cicatriz,
no importa la hoja seca de una rama florida,
si el dolor de esa hoja no llega a la raíz.
La vida, llama o nieve,
es un molino que
va moliendo en sus aspas el viento que lo mueve,
triturando el recuerdo de lo que ya se fue…
Ya lo mío fue mío,
y ahora voy al azar…
Si una rosa es más bella mojada de rocío,
el golpe de la lluvia la puede deshojar…
Tuve un amor cobarde.
Lo tuve y lo perdí…
Para tu amor temprano ya es demasiado tarde,
porque en mi alma anochece lo que amanece en ti.
El viento hincha la vela, pero la deshilacha,
y el agua de los ríos se hace amarga en el mar…
¡Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar!
CANCIÓN DEL AMOR LEJANO
Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana…
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene más reflejos.
Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.
Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.
Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.
Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo…
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más… Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
ASÍ, VERTE DE LEJOS
Así, verte de lejos, definitivamente.
Tú vas con otro hombre, y yo con otra mujer.
Y sí que como el agua que brota de una fuente
aquellos bellos días ya no pueden volver.
Así, verte de lejos y pasar sonriente,
como quien ya no siente lo que sentía ayer,
y lograr que mi rostro se quede indiferente
y que el gesto de hastío parezca de placer.
Así, verte de lejos, y no decirte nada
ni con una sonrisa, ni con una mirada,
y que nunca sospeches cuánto te quiero así.
Porque aunque nadie sabe lo que a nadie le digo,
la noche entera es corta para soñar contigo
y todo el día es poco para pensar en ti.
POEMA DEL RENUNCIAMIENTO
Pasaras por mi vida sin saber que pasaste.
Pasaras en silencio por mi amor, y al pasar,
fingire una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte … y jamas lo sabrás.
Soñare con el nacar virginal de tu frente;
soñare con tus ojos de esmeraldas de mar;
soñare con tus labios desesperadamente;
soñare con tus besos … y jamás lo sabrás.
Quizas pases con otro que te diga al oido
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amare más que nunca … y jamás lo sabrás.
Yo te amare en silencio, como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos … y jamás lo sabrás.
Y si un día una lágrima denuncia mi tormento,
— el tormento infinito que te debo ocultar —
te diré sonriente: “No es nada … ha sido el viento”.
Me enjugaré la lágrima … ¡y jamás lo sabrás!
POEMA DEL FRACASO
Mi corazón, un día, tuvo un ansia suprema,
que aún hoy lo embriaga cual lo embriagara ayer;
Quería aprisionar un alma en un poema,
y que viviera siempre… Pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, silenció su latido,
y en plena lozanía se sintió envejecer;
Quiso amar un recuerdo más fuerte que el olvido
y morir recordando… Pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, soñó un sueño sonoro,
en un fugaz anhelo de gloria y de poder;
Subió la escalinata de un palacio de oro
y quiso abrir las puertas… Pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, se convirtió en hoguera,
por vivir plenamente la fiebre del placer;
Ansiaba el goce nuevo de una emoción cualquiera,
un goce para el solo… Pero no pudo ser.
Y hoy llegas tu a mi vida, con tu sonrisa clara,
con tu sonrisa clara, que es un amanecer;
y ante el sueño más dulce que nunca antes soñara,
quiero vivir mi sueño… Pero no puede ser.
Y he de decirte adiós para siempre, querida,
sabiendo que te alejas para nunca volver,
Quisiera retenerte para toda la vida…
Pero no puede ser! Pero no puede ser!
YA ERA MUY VIEJECITA
Ya era muy viejecita… Y un año y otro año
se fue quedando sola con su tiempo sin fin.
Sola con su sonrisa de que nada hace daño,
sola como una hermana mayor en su jardín.
Se fue quedando sola con los brazos abiertos,
que es como crucifican los hijos que se van,
con su suave manera de cruzar los cubiertos,
y aquel olor a limpio de sus batas de holán.
Déjenme recordarla con su vals en el piano,
como yéndose un poco con lo que se le fue;
y con qué pesadumbre se mira la mano
cuando le tintineaba su taza de café.
Se fue quedando sola, sola… sola en su mesa,
en su casita blanca y en su lento sillón;
y si alguien no conoce que soledad es esa,
no sabe cuánta muerte cabe en un corazón.
Y diré que en la tarde de aquel viernes con rosas,
en aquel “hasta pronto” que fue un adiós final,
aprendí que unas manos pueden ser mariposas,
dos mariposas tristes volando en su portal.
Sé que murió de noche. No quiero saber cuándo.
Nadie estaba con ella, nadie, cuando murió:
Ni su hijo Guillermo, ni su hijo Fernando,
ni el otro, el vagabundo sin patria, que soy yo.
CANCIÓN DEL VIAJE
Recuerdo un pueblo triste y una noche de frío
y las iluminadas ventanillas de un tren.
Y aquel tren que partía se llevaba algo mío,
ya no recuerdo cuando, ya no recuerdo quien.
Pero sí que fue un viaje para toda la vida
y que el último gesto, fue un gesto de desdén,
porque dejó olvidado su amor sin despedida
igual que una maleta tirada en el andén.
Y así, mi amor inútil, con su inútil reproche,
se acurrucó en su olvido, que fue inútil también.
Como esos pueblos tristes, donde llueve de noche,
como esos pueblos tristes, donde no para el tren.
NOCTURNO IV
Así estás todavía de pie bajo la lluvia,
bajo la clara lluvia de una noche de invierno.
De pie bajo la lluvia me llega tu sonrisa,
de pie bajo la lluvia te encuentra mi recuerdo.
Siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia,
con un polvo de estrellas muriendo en tus cabellos
y tu voz que nacía del fondo de tus ojos
y tus manos cansadas que se iban en el viento
y aquel cielo de plomo y el rumor de los árboles
y la hoja aquella que te cayó en el seno
y el rocío nocturno dormido en tus pestañas
y engarzando diamantes en tu vestido negro.
Así estás todavía lejanamente cerca
desde tu lejanía de sombra y de silencio.
Mi corazón te llama de pie bajo la lluvia,
de pie bajo la lluvia te acercas en el sueño.
La vida es tan pequeña que cabe en una noche.
Quizá fue que en la sombra me encontré con tu beso
y por eso me envuelve, de pie bajo la lluvia,
el sabor de tu boca y el olor de tu cuerpo.
Si, me has dejado triste porque pienso que acaso
ya no estarás conmigo cuando llueva de nuevo.
Y no he de verte entonces de pie bajo la lluvia
con las manos temblando de frío y de deseo.
Pero aunque habrá otras noches cargadas de perfumes
y otras mujeres, y otras, a lo largo del tiempo,
siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia,
bajo la lluvia clara de una noche de invierno.
ELEGÍA PARA MÍ Y PARA TÍ
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente de mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizá, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste mas que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.
Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré quizá: “Qué linda es todavía.”
Tú quizá pensarás: “Se está poniendo viejo”
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o con otra.
o tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.
Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos….
Y pasará la vida. Yo seguiré soñando;
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
(Y quizá, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.
Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos para siempre cruzadas sobre el pecho.
Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosa,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.
POEMA DE LA CULPA
Yo la amé, y era de otro, que también la quería.
Perdónala Señor, porque la culpa es mía.
Después de haber besado sus cabellos de trigo,
nada importa la culpa, pues no importa el castigo.
Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo
mis labios están dulces por ese amor amargo.
Ella fue como un agua callada que corría…
Si es culpa tener sed, toda la culpa es mía.
Perdónala Señor, tú que le diste a ella
su frescura de lluvia y esplendor de estrella.
Su alma era transparente como un vaso vacío:
yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío.
Pero, ¿cómo no amarla, si tú hicistes que fuera
turbadora y fragante como la primavera?
¿Cómo no haberla amado, si era como el rocío
sobre la yerba seca y ávida del estío?
Trataré de rechazarla, Señor, inútilmente,
como un surco que intenta rechazar el simiente.
Era de otro. Era de otro que no la merecía,
y por eso, en sus brazos, seguía siendo mía.
Era de otro, Señor, pero hay cosas sin dueño:
las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.
Y ella me dio su amor como se da una rosa
como quien lo da todo, dando tan poca cosa…
Una embriaguez extraña nos venció poco a poco:
ella no fue culpable, Señor… ni yo tampoco
La culpa es toda tuya, porque la hiciste bella
y me diste los ojos para mirarla a ella.
Sí, nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar
y si es culpa de un río cuando corre hacia el amar.
Es tan bella, Señor, y es tan suave, y tan clara,
que sería pecado mayor si no la amara.
Y por eso, perdóname, Señor, porque es tan bella,
que tú, que hicistes el agua, y la flor, y la estrella,
tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,
tú también la amarías, ¡si pudieras ser hombre.
POEMA DE LA DUDA
Nuestro amor ya es inútil como un mástil sin lona,
como un cauce sin agua, como un arco sin flecha,
pues lo que enciende un beso lo apaga una sospecha,
y en amor es culpable el que perdona.
Ya es sombra para siempre lo que miró la duda
con su mirada amarga como una fruta verde;
y el alma está perdida cuando pierde
el supremo pudor de estar desnuda.
Así, frente a la noche, te he de tender la mano
con un gesto cordial de despedida,
y tú no sabrás nunca lo que pesa en mi vida
la angustia irremediable de haberte amado en vano.
YO VI LA NOCHE ARDIENDO
Yo vi la noche ardiendo en su tamaño,
y yo crecía hacia la noche pura
en un afán secreto de estatura,
uniendo mi alegría con mi daño.
Y aquella realidad era un engaño,
en un sabor de ensueño y de aventura;
y abrí los ojos en la noche oscura,
y yo era yo, creciendo en un extraño.
Y yo era yo, pequeño en mi amargura,
muriendo en sombra bajo el cielo huraño
y cada vez más lejos de la altura.
Y odié mi realidad y amé mi engaño,
y entonces descendió la noche pura,
y sentí en mi estatura su tamaño.
CANCIÓN DEL AMOR QUE PASA
M’apporte le parfum et te laisse la rose…
H. DE REGNIER
Yo soy como un viajero que no duerme
más de una vez en la misma casa.
Dame un beso y olvídame. No intentes retenerme:
Soy el amor que pasa…
Yo soy como una nube que da sombra un instante;
soy una hoguera efímera que no deja una brasa. 1
Yo soy el buen amor y el mal amante.
Dime adiós y sonríeme: Soy el amor que pasa…
Soy el amor que olvida, pero que nunca miente,
que muere sonriendo porque nace feliz.
Yo paso como un ala, fugazmente;
y, aunque se siembre un ala, nunca tendrá raíz.
No intentes retenerme: déjame que me vaya
como el agua de un río, que no vuelve a pasar…
Yo soy como una ola en una playa,
pues las olas se acercan, pero vuelven al mar…
Soy el amor de amar, que nadie odia lo inerme,
que se lleva el perfume, pero deja la flor…
Dime adiós, y no intentes retenerme:
Soy el amor que pasa… ¡pero soy el amor!
ALMA MUSICAL
Yo soy borracho. Me seduce el vino
luminoso y azul de la quimera
que pone una explosión de primavera
sobre mi corazón y mi destino.
Tengo el alma hecha ritmo y armonía;
todo en mi ser es música y es canto,
desde el réquiem tristísimo del llanto
hasta el trino triunfal de la alegría.
Y no porque la vida mi alma muerda
ha de rimar su ritmo mi alma loca:
aun más que por la mano que la toca
la cuerda vibra y canta porque es cuerda.
Así, cuando la negra y dura zarpa
de la muerte destroce el pecho mío,
mi espíritu ha de ser en el vacío
cual la postrera vibración de un arpa.
Y ya de nuevo en el astral camino
concretará sus ansias de armonía
en la cascada de una sinfonía,
o en la alegría musical de un trino.
YO SOY AQUEL
R.D.
Yo soy aquel que vio pasar su entierro
y se unió al llanto de la comitiva,
con cuerpo en libertad y alma cautiva,
dueño de Dios y esclavo de mi perro.
Yo soy aquel de las canciones vanas,
con vivo afán y con palabras muertas,
que por querer abrir todas las puertas
se fue cerrando todas las ventanas.
Aquel que tuvo su éxtasis de luna
y su desfallecer de atardeceres
y quiso amar a todas las mujeres,
y amándolas a todas quizás no amó a ninguna.
Yo soy aquel, ni grande ni pequeño,
de boca en fiesta y corazón en luto,
que corta un árbol para coger un fruto
y luego olvida el fruto para soñar un sueño…
Yo soy aquel de la sonrisa extraña,
que, para sonreír sin amargura,
vio la montaña desde la llanura
y la llanura desde la montaña.
Yo soy aquel, que para ser más fuerte,
amó la indiferencia del que olvida:
viví mi libro y escribí mi vida,
y el resto —poca cosa— se lo dejo a la muerte.
LA ESTRELLA
Yo sigo enamorado de la estrella
que ilumina mi melancolía
dándole miel a la ternura aquella
que acaso era vulgar, pero era mía.
Mi corazón ha envejecido un poco,
pero, a pesar de su envejecimiento,
me duele todavía si lo toco
y todavía se me va en el viento.
Y tercamente, qué sé yo hasta cuándo,
mi viejo corazón sigue esperando
la última rosa del jardín marchito;
y ya después no importa que se vaya,
como la última arena de una playa,
con el último verso que haya escrito.
ELEGÍA PARA TI Y PARA MÍ
Nous, nous rencontrerons par hassard, dans la rue…
PAUL GÉRALDY I
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente en mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.
II
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizás, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste más que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.
III
Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré quizás: «Qué linda es, todavía».
Tú, quizás pensarás: «Se está poniendo viejo».
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo, o con otra.
O tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.
IV
Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos.
V
Y pasará la vida. Yo seguiré soñando,
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente,
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
Y quizás, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.
VI
Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos, para siempre, cruzadas sobre el pecho.
Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosas,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.
CANTO FINAL
Yo seguiré cantando mientras crecen los árboles,
y sembraré canciones en los surcos del tiempo.
—Simiente: yo, algún día, me tenderé a tu sombra,
para olvidar el sueño que no cabrá en mi canto.
Yo seguré cantando mientras del gajo mustio
las hojas amarillas caen como alas muertas.
No importa que los pájaros picoteen mis ojos:
yo inventaré los astros en las noches oscuras…
Yo seguiré cantando mientras pasan las nubes.
para que el viento arrastre mi canto hacia el silencio.
No importa ni el olvido: debajo de la tierra
volaran maripoasas de mis cuencas vacias…
Yo seguiré cantando mientras sonría como un niño.
Yo seguiré cantando mientras se yerga un muro.
Más allá del silencio, más allá de la sombra,
más allá de mi canto, ¡yo seguiré cantando!
POEMA DE LA ESPERA
Yo sé que tú eres de otro. Y, a pesar de eso, espero.
Y espero sonriente, porque yo sé que un día,
como en amor el último vale más que el primero,
tú tendrás que ser mía.
Yo sé que tú eres de otro, pero eso no me importa,
porque nada es de nadie, si hay alguien que lo ansía,
y mi amor es tan largo, y la vida es tan corta,
que tendrás que ser mía.
Yo sé que tú eres de otro pero la sed se sacia
solamente, en el fondo de la copa vacía;
y, como la paciencia puede más que la audacia,
tú tendrás que ser mía.
Por eso, en lo profundo de mis sueños despiertos,
yo seguiré esperando, porque sé que algún día
buscarás el refugio de mis brazos abiertos,
y tendrás que ser mía.
SONETO PARA UN REPROCHE
Yo no sé si tú esperas todavía
el gran amor con que soñaste en vano,
que era un pozo en la tarde de verano
y era la sed que el pozo calmaría.
Yo sólo sé que estuvo cerca un día,
cuando tú lo creíste más lejano;
y fue una llama que se heló en tu mano
al separar tu mano de la mía.
Así fue: Poca cosa en el olvido,
como el viento que llega y ya se ha ido
o la rama partida sin dar flor;
pero no es culpa mía si tú hiciste
una cosa vulgar, pequeña y triste,
de lo que pudo ser un gran amor.
EXCUSA DEL VIENTO
Yo le entregué mi corazón al viento
en una encrucijada del camino,
al viento de invisible movimiento
que se va sin saber de dónde vino.
Así por el camino polvoriento,
con el azar del viento en su destino,
mi corazón fue el príncipe de un cuento,
bajo un hosco sayal de peregrino.
Pero al ser como el viento, a veces lento,
y a veces con violento remolino,
también se hace voluble el sentimiento.
Y si mi amor se va por donde vino,
en una encrucijada del camino,
no es culpa de mi amor, sino del viento.
CANCIÓN PARA UNA DESCONOCIDA
Yo iba andando en la sombra y de repente
no podías ser tú pero te vi
ah, que triste que fuera solo
una mujer que se parece a ti
Y que amargo en el sueño y en la vida
saber que no, pero pensar que sí,
y echar a andar tras la desconocida
tan dulcemente parecida a ti,
seguirla así como si te siguiera,
como si fueras tú que estás aquí
al andar lentamente por la acera
tras la mujer tan parecida a ti.
Y qué dolor, qué negro latigazo
y qué celos, los celos que sentí,
viendo a aquel hombre que tomó del brazo
a esa mujer que se parece a ti.
RECAPITULACIÓN
Yo he vivido mi vida: si fue larga o fue corta,
si fue alegre o fue triste, ya casi no me importa.
Y aquí estoy, esperando. No sé bien lo que espero,
si el amor o la muerte, —lo que pase primero.
Algo tuve algún día; lo perdí de algún modo,
y me dará lo mismo cuando lo pierda todo.
Pero no me lamento de mi mala fortuna,
pues me queda un palacio de cristal en la luna,
y por andar errante, por vivir el momento,
son tan buenos amigos mi corazón y el viento.
Por eso y otras me deja indiferente,
aquí, allá y dondequiera, lo que diga la gente.
—¿Trampas?— Pues sí, hice algunas;
pero, mal jugador, yo perdí más que nadie
con mis trampas de amor.
—¿Pecados?— Sí, aunque leves, de esos que Dios perdona,
porque, a pesar de todo, Dios no es mala persona.
—¿Mentiras?— Dije muchas, y de bello artificio,
pero que en un poeta son cosas del oficio.
Y en los casos dudosos, si hice bien o mal,
ya arreglaremos cuentas en el Juicio Final.
Eso es todo. He vivido.
La vida que me queda puede tener dos caras,
igual que una moneda: una que es de oro puro
—la cara del pasado— y otra —la del presente—
que es de plomo dorado.
Por lo demás, ya es tarde; pero no tengo prisa,
y esperaré la muerte con mi mejor sonrisa,
y seguiré viviendo de la misma manera,
que es vivir cada instante como una vida entera,
mientras siguen andando, de un modo parecido,
los hombres con el tiempo y el tiempo hacia el olvido.
LA DAMA DE LAS PERLAS
Yo he visto perlas claras de inimitable encanto,
de esas que no se tocan por temor a romperlas;
pero sólo en tu cuello pudieron valer tanto
las burbujas de nieve de tu collar de perlas.
Y más, aquella noche de amor satisfecho,
del amor que eterniza lo fugaz de las cosas,
cuando fuiste un camino que comenzó en mi lecho
y el rubor te cubría como un manto de rosas.
Yo acaricié tus perlas sin desprender su broche,
y las vi como nadie nunca más podrá verlas,
pues te tuve en mis brazos, al fin, aquella noche,
vestida solamente con tu collar de perlas.
SONETO NOCTURNO
Yo he visto, a veces, cosas que no han sido,
con la mirada de aprender a ver,
—rostros que pertenecen al olvido,
formas del viento en el atardecer.
Y he conocido lo desconocido
del tiempo sin mañana y sin ayer,
—la voz que es un fantasma del oído
y los remordimientos del placer.
Y, tantas veces muerto y renacido,
el corazón se obstina en su latido,
—flor de una tarde o nombre de mujer.
Y todo para ser lo que ya he sido
polvo del tiempo, sombra del olvido
en una noche sin amanecer…
SONETO ROJO
Yo he besado el capullo de tu boca jugosa,
y he bebido en tus besos mieles espirituales,
con toda la liturgia de los viejos misales
y el arrebato que era mi ansiedad voluptuosa.
La caricia divina fue al cabo dolorosa,
que se hicieron incendio los paganos rituales,
y vi en tus ojos claros llamaradas sensuales,
y sentí de tu carne la llamada imperiosa.
Y la onda suprema de un estremecimiento
tremó en el nácar tibio de tu cutis fragante,
y una llama invisible caldeó tu puro aliento.
Y sobre tus espaldas vi enroscado un instante
el látigo, tan negro como un remordimiento,
que restalló en los aires la Lujuria, triunfante!
POEMA CONTIGO
Yo estaba allí, con otra. Y de repente
reconocí el espejo,
aquel espejo que una tarde ausente
pareció florecer con tu reflejo.
Y renació en mi olvido
tu perfume de rosas verdaderas;
y fue como si no te hubieras ido
o como si volvieras…
Si, eras tú como fuiste,
aquella tarde lenta y sin regreso;
eras tú con tu beso casi triste
que casi no era beso…
Y, tal vez, lo que guarde
como recuerdo de lo que no digo,
no será otra mujer que amé otra tarde,
sino otra tarde que pasé contigo…
LA PENA SIN OLVIDO
«Yo conozco la pena sin olvido
de tu melancolía de mujer,
como un rosal que nunca ha florecido
o que no lo dejaron florecer.
El corazón te duele en un latido
que lo atraviesa igual que un alfiler,
pues no hay amor, por triste que haya sido,
más triste que el que nunca pudo ser.
Y es que tu amor era una flor prohibida,
y ya no hubo más flor para su vida
calladamente fiel a un solo amor;
y ése es el luto que hay en tu mirada,
ese luto de novia abandonada,
tan parecido al de un rosal sin flor….»
POEMA FINAL
Yo cantaré algún día la angustia verdadera,
y, así lo que otros callan lo iré diciendo yo,
pues la mujer que amamos sin que ella lo supiera,
sin saberlo nosotros, acaso nos amó…
Aunque el tiempo nos lleva por un camino triste,
mientras tu cuerpo avanza, tu alma puede volver,
porque, en tu amor de ahora, tu amor de ayer subsiste,
y en la mujer que hoy amas sonríe otra mujer.
Y es que el amor más grande nos parece pequeño
mientras haya otra boca que podamos besar,
y el corazón no sabe la medida del sueño
como nadie ha sabido la medida del mar.
Porque el alma inconforme pide más a la vida,
que en cada don que otorga nos arrebata un don,
y así nos mata un sueño con cada despedida
y nos cuenta una muerte cada resurrección.
Pero el amor sonríe como un niño dormido,
y el mañana es la sombra de la luz del ayer;
y así se va la vida, sin saber que se ha ido,
como se van las nubes en el atardecer…
Y ahora, yo, que he hecho mía toda esa angustia ajena,
que canté sonriendo lo triste del azar,
comprendo que he cantado también mi propia pena,
y que he dicho las cosas que quería callar.
YO APRENDÍ
Yo aprendí a destapar sarcófagos y arcones
y a curiosear el polvo de los libros extraños,
y sonreí de pena cantando mis canciones
para las señoritas de 35 años.
Ah, no, no me digáis que es agria esta alegría
que se solaza un poco con el dolor ajeno,
ni me digáis que es triste la botella vacía
si tenéis en la mano el vaso lleno.
ÚLTIMO AMOR
Yo andaba entre la sombra,
cuando como un fulgor llegaste tú; de pronto,
con el último amor.
Pero bastó un efluvio de antiguas primaveras
para reconocerte, para saber quién eras.
Y eras la misteriosa mujer desconocida
que entristeció de un sueño lo mejor de mi vida;
la de las tardes grises y los claros de luna,
la que busqué entre tantas y no encontré en ninguna.
Y hoy tal vez como un premio, tal vez como un castigo,
lo mejor de mi vida será morir contigo.
He pensado esta noche, sintiéndote tan mía
que así como llegaste, pudieras irte un día.
Lo he pensado eso es todo, pero si sucediera,
dejaré que te vayas sin un adiós siquiera.
Y cuando te hayas ido —yo que nunca me quejo—,
me vestiré de luto y aprenderé a ser viejo.
Pero si me muriera sin poder olvidarte
y después de la muerte se llega a alguna parte;
preguntaré si hay sitio, para mí, junto a ti.
Y Dios, seguramente, responderá que sí.
YA TODOS LA OLVIDARON
Ya todos la olvidaron. Ahora sí que se ha ido,
pero, sobre las rosas de la tumba reciente,
florecía el recuerdo más allá del olvido…
Yo era el hosco, el ausente.
Qué le importa a la noche que se apague una estrella,
si el mar sigue cantando cuando pierde una ola.
Ya están secos los ojos que lloraron por ella.
Ya se ha quedado sola.
Ahora ya sigue, sola, su viaje hacia el espanto,
por las noches profundas, bajo el cielo inclemente.
Ya nadie me reprocha que no lloré aquel llanto,
que fui el hosco, el ausente…
Ya nadie le disputa su silencio y su sombra,
sobre todo su sombra, bajo la luz del día.
Ya todos la olvidaron, Señor. Nadie la nombra.
Yo la recuerdo todavía…
TEMA DEL INSOMNIO
Ya tengo, al fin, la llave de esa puerta
que, sin ser de salida ni de entrada,
no impide el paso cuando está cerrada
ni permite pasar estando abierta.
Digo que tengo al fin la llave triste,
porque es triste esa llave diferente,
que es diferente porque solamente
puede abrir una puerta que no existe.
Pero al llegar ante la puerta oscura
que ni es puerta ni tiene cerradura,
se me perdió la llave o que sé yo.
Y, aunque busco la llave todavía,
de nada sirve que aparezca un día,
porque la puerta desapareció.
POEMA DE LA MEDIANOCHE
(A Pablo Medina)
Ya se abre el palacio de ébano de la noche,
y salen en tropel los pajes de los sueños,
a ilusionar los ojos de la virgen dormida
y a ungir con miel la urna de su boca sin besos…
Yo, espero en la alta noche. No sé qué es lo que viene,
ni qué ansiedad me azota, ni siquiera qué espero…
No hay más rumor que el tímido de algún mueble que cruje,
ni más luz que el de un astro que se mira en mi espejo…
Ya todos los amantes dormirán abrazados,
a un lado las revueltas sabanas, y en sus nervios
estará ardiendo aún la caricia postrera,
que dejó acaso trunca la llegada del sueño…
Yo me siento muy solo en la alta noche. Solo cual
si estuviera en medio de algún vasto desierto.
Yo solamente escucho lo que dice la noche;
yo solamente sueño con los ojos abiertos…
Ya en sus cunas rosadas, sonrisa tras sonrisa,
entre sueños, los niños revivirán sus juegos;
darán cuerda a sus trompos y rodarán sus arcos,
y beberán el néctar de los besos maternos…
Yo espero en la alta noche. No sé qué es lo que viene,
ni qué inquietud me abruma, ni siquiera qué espero…
Yo solamente miro los ángeles que pasan,
con sus alas tan blancas, con sus ojos tan tiernos…
Ya en los antros hediondos, soñando, los malvados
se ven tras fuertes rejas, como animales fieros,
o ante la pavorosa silueta del patíbulo,
entre antorchas y armas y embozados de negro.
Yo me encuentro muy solo, muy solo en la alta noche,
oyendo el rechinar de los dientes del Miedo,
cuando cruzan las sombras de los ajusticiados
y aúlla el negro can de los remordimientos…
Ya dormirán las bestias… y si ellas también sueñan,
soñarán en que tienen un amo más benévolo,
o en galopes fantásticos, o en cópulas violentas,
o en baños en el río, o en festines de pienso…
Yo estoy solo en la noche, como superviviente
de una inmensa catástrofe de todo el Universo,
viendo a las pesadillas, cual monstruosas arañas,
tejer torturas entre gajos del silencio…
Yo estoy profundamente solo en la alta noche,
cual si estuviera en medio de algún vasto desierto,
viendo el desfile torvo de los ángeles malos
y el vuelo musical de los ángeles buenos…
Yo solamente escucho lo que dice la noche;
yo solamente sueño con los ojos abiertos!…
SONETO CON FECHA
Ya no está bien que mi cabeza cana
me haga más viejo
—tristemente viejo—,
o suspirando al pie de tu ventana.
No van bien las flores mustias y lozanas,
y atiende esta razón como un consejo,
pues lo que en este instante es disparate
lo irá guardando el tiempo mañana.
Digo aquí que los besos y las rosas
son cosas para siempre, pero cosas
que en los labios marchitos no van bien.
Y ahora quédate en paz y satisfecha,
pero apunta mi nombre y esta fecha
que tú, algún día, lo dirás también.
SONETO AL CAMINANTE
¿Ya has soñado una meta o elegido un camino,
caminante? ¿Has pensado honda y valientemente
en morir? ¿Ya has lanzado la divina simiente,
la simiente fatal, en el surco divino?
¿Ya has negado tres veces la fuerza del destino,
y has querido tres veces ir contra su corriente,
y tres veces tu barca se ha undido lentamente?
¿Ya has bebido, en la copa de la esperanza, vino,
y de la embriaguez dulce, supremo letargo,
has vuelto en ti de pronto, más triste y menos fuerte,
con la mirada turbia y con el labio amargo?
¿Ya has visto tu camino, de la coqueta suerte
al favor o desdén, o muy corto o muy largo?
Pues crúzate de brazos; No tardará la muerte.
CARTA DE AMOR II
Y ya ves: yo estoy solo, murmurando tu nombre,
recordando los besos que te di y no te di,
y acaso tú, esta tarde, le sonreíste a un hombre
que ni siquiera se parece a mí.
O puede suceder, quién sabe cuándo,
que irás entre el gentío de una calle cualquiera,
y yo sé de qué modo se le quedan mirando
a una mujer bonita que pasa por la acera.
Sí, tal vez siento celos, celos tristes,
celos de no estar juntos, celos de no sé quién;
celos de por qué sales y de cómo te vistes,
que no quieren ser celos y son celos también.
Y de repente no te siento mía,
o estás como más lejos de repente,
y tengo la tristeza de una casa sombría
donde aún sopla el perfume de una mujer ausente.
Afuera está la tarde, con su gris infinito;
afuera está la lluvia, calladamente cruel,
y quisiera decirte cómo te necesito…
pero se me emborrona la tinta en el papel…
DEL JARDÍN DEL EDÉN A LA MAGIA DE LA POESÍA XXI
XXI
Y vendrán nuevos hombres y poblarán la tierra.
Ninguno de nosotros vivirá todavía.
Ah, remota hecatombe de espanto y odio.
Seremos los abuelos del hombre de ojos tristes.
Sólo verán las ruinas de las altas ciudades.
Y ellos, los hombres nuevos se encogerán de hombros.
Removerán las tumbas de la edad del olvido,
y desdeñosamente mirarán nuestros huesos.
Y, sin embargo, entonces aún brillarán los astros.
Y seguirán corriendo los ríos todavía.
Y ellos, los nuevos hombres, inevitablemente,
suspiran también por Eva.
Y SOÑÓ LARGAMENTE SU ESTATUA
Y soñó largamente su estatua
frente al bloque de mármol.
Antes de dar el primer golpe, se detuvo cien veces.
Cuando empuñó el martillo se perfumó su mano.
Durante veinte años ardió en aquella nieve.
Nadie lo vio sonreír en veinte años.
En sus ojos morían extraños crepúsculos.
Sus negros cabellos se quedaron blancos.
Lo olvidó la mujer que no lo olvidaría.
Hasta sus enemigos lo olvidaron.
Y, al fin, surgió la estatua,
mitad de ensueño y mitad de mármol
y él miró largamente su obra, largamente.
Resplancediendo el sol como un milagro.
Y murrmuró feliz, «sí, es perfecta… perfecta».
Y la aplastó de un martillazo.
Poque ya para siempre pertecenes al mar.
Yo volveré algún día vivo o muerto.
Pero ese día de cualquier manera
será mi corazón como un desierto
que repentinamente floreciera.
CELOS
Ya sólo eres aquella
que tiene la costumbre de ser bella.
Ya pasó la embriaguez.
Pero no olvido aquel deslumbramiento,
aquella gloria del primer momento,
al ver tus ojos por primera vez.
Yo sé que, aunque quisiera,
no he de volverte a ver de esa manera.
Como aquel instante de embriaguez;
y siento celos al pensar que un día,
alguien, que no te ha visto todavía,
verá tus ojos por primera vez.
MADRIGAL DE LA LLUVIA DE ABRIL
Ya no sé bien el sitio ni la hora,
ni por qué fuiste mía, ni por qué te perdí.
Sé que llovía como llueve ahora,
aunque ahora es más triste porque llueve sin ti.
Y sé que, de repente, cayeron dos diamantes
sobre tus zapaticos de charol…
Y era dulce aquel llanto de tus ojos radiantes,
como esos mediodías en que llueve con sol.
Y DE REPENTE EN LA MANSIÓN VACÍA
Y de repente en la mansión vacía,
sentí la oscura ráfaga del viento,
que era como la sombra en movimiento,
como una sombra que me perseguía.
Y aquel viento fatal, que más bien era
algo así como un hálito sombrío,
fue esparciendo ceniza en torno mío
y subió con pies negros la escalera.
Y me detuvo en medio de la sala,
con el pavor de aquella sombra mala
que por dentro de mí se anochecía.
Y entonces supe que un remordimiento
puede ser una ráfaga de viento
y el corazón una mansión vacía…
POEMA DEL DESENCANTO
Y comenzamos juntos un viaje hacia la aurora
como dos fugitivos de la misma condena.
Lo que ignoraba entonces no he de callarlo ahora:
No valías la pena.
Ya llegaba el otoño y ardía el mediodía.
Sentí sed. Vi tu copa. Pensé que estaba llena,
pero acerqué mis labios y la encontré vacía.
No valías la pena.
Te di a guardar un sueño, pero tú lo perdiste,
o acaso abrí mis surcos en la llanura ajena.
Es triste, pero es cierto. Por ser tan cierto, es triste:
No valías la pena.
Fuiste el amor furtivo que va de lecho en lecho,
y el eslabón amable que es más que una condena. 1
Pero hoy puedo decirlo, sin rencor ni despecho:
No valías la pena.
Me alegré con tu risa; me apené por tu llanto,
sin pensar que eras mala ni creer que eras buena.
Te canté en mis canciones, y, a pesar de mi canto,
no valías la pena.
Me queda el desencanto del que enturbió una fuente,
o acaso el desaliento del que sembró en la arena.
Pero yo no te culpo. Te digo, simplemente:
No valías la pena.
SONETO FINAL
Y cerraré los ojos para siempre, algún día
y habrá noches de estrellas que ya nunca he de ver
y cantará otra boca lo que cantó la mía,
cuando pasan las nubes en el atardecer.
Y habrá polvo en los bordes de la copa vacía
donde exalté mi ensueño y aturdí mi placer.
Y en las tardes de otoño lloverá todavía,
para que otro hombre triste recuerde a otra mujer.
Todo será lo mismo, y a la vez diferente,
habrá rosas y besos naciendo dulcemente
y un niño sin infancia caminando hacia el mar…
Y yo seré la sombra de un viajero tardío
que quiso ser el cauce donde pasara un río,
y fue solo una nube que no volvió a pasar.
POEMA DE LOS BESOS
Y ante mi abrazo te sentí rendida…
y ante tu sumisión, mis besos sabios
pusieron a temblar entre tus labios
ansias de amor y de placer y vida…
Fue un instante no más, uno de esos
siglos-instantes que el amor nos brinda,
prometiéndole un lauro al que se rinda
primero en la batalla de los besos…
Lo ves, mujer… No cabe en la materia
la espiritualidad de lo insensible;
todo es vencido ante el irresistible
empujón de la carne y su miseria….
Y te sentí temblar como la fronda
al soplo tibio de la brisa vaga,
cuando en su trino el ruiseñor divaga
y peina el sol su cabellera blonda…
Y te sentí temblar como la onda
que su quietud sobre la arena apaga,
y como el ave que sin rumbo vaga
y un circulo invisible traza y ronda.
Y te sentí languidecer al peso
de mis labios, al peso de un gran beso
que perfumó en tus labios a un suspiro,
tal como languidece en la laguna
un cisne enamorado de la Luna,
al no hallarla en el cielo de zafiro…
Y te sentí latir, tal como late
al manotazo del ciclón la hoja,
como en la espada late, humeante y roja,
la sangre que bebiera en el combate;
tal como el sauce que su frente abate
cuando la nube en su aflicción lo moja,
o como el oceáno que se enoja
y en el escollo solitario bate.
Y te sentí vencida, con el lento
y anhelado y temido vencimiento
del sol, cuando la Noche abre la puerta
del negro templo de su Dios ignoto;
y te sentí dormida, como un loto
en la serenidad de un agua muerta…
Y te sentí anhelante y temblorosa
cual la irisada espuma de un torrente;
como un lucero en la región silente,
insinuando una seña misteriosa;
cual la palma que agita, rumorosa,
su abanico de jade, lentamente,
como despunta en un jardín durmiente
el milagro de gracia de una rosa;
y cual la cierva cuando la acorrala
la jauría, cual ave moribunda
que pliega triste su ya inútil ala,
y adoré tu sensual melancolía
llena de rendición meditabunda,
¡y te sentí profundamente mía!…
EL NOMBRE OLVIDADO
Voy andando en el tiempo de otro día,
alma sin nombre, nombre en el olvido;
te vi en un sueño y te he reconocido,
quizá porque en tu frente amanecía.
Y hoy es ayer en este parque viejo
donde está esperando, sombra leve,
como un olor de lluvia que no llueve,
como una niña ciega ante el espejo.
Pero eres tú, tan mía y tan ajena,
de un modo tan confuso y tan sencillo,
como el brillo redondo de un anillo
que no se sabe quién perdió en la arena.
Y yo soy la ternura de aquel hombre
que tú quisiste, ya no importa cuando,
y el tiempo se detiene, y sigo andando.
VIVIR DE AMAR
Vivir de amar, y el corazón sin dueño.
Y la edad, que remonta por la frente,
apesadumbra en cicatriz creciente
y desalienta en fugitivo ensueño.
Triste de sol en el país risueño,
seco de sed bogando en la corriente,
el pasado dolor siempre es reciente
y el presente placer siempre es pequeño.
Oh, sí… cantar… cantar inútilmente,
en única verdad y último empeño,
la noche en flor y el agua penitente.
Y, desterrado del país risueño,
taciturno habitante de lo ausente,
morir de amor, y el corazón sin dueño.