»GABRIELA MISTRAL [Mi poema] Mis Maestros [Poeta sugerido]
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Breve Biografía de Gabriela Mistral ¡Gracias por leer esta publicación, ¿deseas comentar? haz click en el botón de la izquierda! Gabriela Mistral. Nacida en Vicuña, la maestra de escuela Lucila Godoy Alcayaga llegaría a convertirse en una de las más relevantes figuras de la literatura universal. Galardonada en 1945 con el Premio Nobel, su vida, su pensamiento social, político y su obra continúan siendo objeto de estudio y de controversia. La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde El viento hace a mi casa su ronda de sollozos ¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto Y la interrogación que sube a mi garganta Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa; Miro el llano extasiado y recojo su duelo, Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada Él pasó con otra; Siempre dulce el viento ¡Y estos ojos míseros El va amando a otra Ha abierto el espino; ¡Y él va amando a otra El besó a la otra ¡Y no untó mi sangre El irá con otra Habrá cielos dulces. (Dios quiere callar.) ¡Y él irá con otra La maestra era pura. «Los suaves hortelanos», La maestra era pobre. Su reino no es humano. La maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida! ¡Dulce ser! En su río de mieles, caudaloso, ¡Oh labriego, cuyo hijo de su labio aprendía Campesina, ¿recuerdas que alguna vez prendiste Pasò por él su fina, su delicada esteva, Daba sombra por una selva su encina hendida Y en su Dios se ha dormido, como en cojín de luna; Como un henchido vaso, traía el alma hecha Por eso aún el polvo de sus huesos sustenta Se va de ti mi cuerpo gota a gota. ¡Se te va todo, se nos va todo! Se van mis gestos, que se devanaban, Y se te va la mirada que entrega, Me voy de ti con tus mismos alientos: Me voy de ti con vigilia y con sueño, Y en tu memoria me vuelvo como esos Sangre sería y me fuese en las palmas Tu entraña fuese y sería quemada ¡Se nos va todo, se nos va todo! Del nicho helado en que los hombres te pusieron, Te acostaré en la tierra soleada con una Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas, Me alejaré cantando mis venganzas hermosas, II Sentirás que a tu lado cavan briosamente, Sólo entonces sabrás el por qué no madura Se hará luz en la zona de los sinos, oscura: III Y yo dije al Señor: – «Por las sendas mortales ¡No le puedo gritar, no le puedo seguir! Se detuvo la barca rosa de su vivir… ¿Y nunca, nunca más, ni en noches llenas ¿Al margen de ningún sendero pálido, ¿Bajo las trenzaduras de la selva, ¡Oh, no! ¡Volverlo a ver, no importa dónde, ¡Y ser con él todas las primaveras Piececitos de niño, ¡Dios mío! ¡Piececitos heridos El hombre ciego ignora que allí donde ponéis Sed, puesto que marcháis Piececitos de niño, Es verdad, no es un cuento; Tiene cabellos suaves (No es un cuento, es verdad.) El tiene cuerpo, manos y pies de alas Es quien te ayuda a que cortes las rosas, Velloncito de mi carne, La perdiz duerme en el trébol Hierbecita temblorosa Yo que todo lo he perdido No resbales de mi brazo: La mesa, hijo, está tendida, Esta es la sal, éste el aceite Lo partimos, hijito, juntos, Baja la mano de comer, Los trigos, hijo, son del aire, y si otros niños no lo tienen, Todas íbamos a ser reinas, Rosalía con Efigenia y En el valle de Elqui, ceñido Lo decíamos embriagadas, Con las trenzas de los siete años, De los cuatro reinos, Cuatro esposos desposarían, Yo la encontré por mi destino, Y ella me dijo: «Sube al monte. Me subí a la ácida montaña, Cuando bajé, con carga mía, Y sin mirarse la blancura, Trepe las penas con el venado, Doña venenos habita ¿A qué vino de tan lejos ¿A qué vino de tan lejos ¿A qué vino a ser la misma ¿Pero si no la vi nunca Todos me preguntan si Una casa va naciendo El nacimiento lo agitan Puerta y puertas van llegando Los umbrales y dinteles Yo no sé si es que la hacen El amor acudiría Llegando están los trabajos Y baja en un sesgo el Ángel En torno al bendecidor Árbol de fiesta, brazos anchos, Bajo un árbol yo tan solo ¡Qué hermoso que echas tus ramas Atísbame, pino-cedro, Y hay como un desasosiego, y un azoro de mujer ¡Ay, árbol mío, insensato En todos los lugares he encendido Dulce es callando en tendido rescoldo, No hay gacela que salte los torrentes Cruzarían los hombres con antorchas Mi vieja antorcha, mi Jadeada antorcha (Yo no sé si lo llevo o si él me lleva; Corro, echando a la hoguera cuanto es mío. Traje la llama desde la otra orilla, ¡Padre, madre y hermana adelantados, La bailarina ahora está danzando En el filo del día y el solsticio Sin nombre, raza ni credo, desnuda No está danzando el vuelo de albatroses El nombre no le den de su bautismo. Sin saberlo le echamos nuestras vidas Sonámbula, mudada en lo que odia, Somos nosotros su jadeado pecho, Ciento veinte años tiene, ciento veinte, Tantas arrugas hace como la duna al viento, Se le olvidò la muerte inolvidable, Arroz nuevo le llevan en las dulces mañanas; Mas la misericordia que la salvajes la mía. Diciéndole la muerte lo mismo que una patria «La Muerte», le diré al alimentarla; Hasta que alargue su mano y la tome, Y que se doble lacia de obediencia Y yo pueda sembrarla lealmente, El corazòn aflojado soltando, Quedó sobre las hierbas El mediodía punza Regresando, a la noche, Vendrá del Dios alerta Está dentro la noche Apenas late el pecho Me sobra el cuerpo vano Afuera dura un día El Ixtlazihuatl mi mañana vierte; Te doy mi amor, montaña mexicana; El Ixtlazihuatl con su curva humana Está tendida en la ebriedad del cielo Y los vapores que alza de sus loma Mas tú la andina, la de greña oscura Y yo te llevo cual tu criatura, En costa lejana Que yendo hacia el Sur Y yendo hacia el Norte Ni por juego digas No te digas solo ¡Para que ninguno, Con el mentón caído sobre la mano ruda, Y tembló de amor, toda su primavera ardiente, Y en la angustia, sus músculos se hienden, sufridores que le llama en los bronces… Y no hay árbol torcido Cristo, el de las carnes en gajos abiertas; A la cabecera de sus lechos eres, No te escupirían por creerte loco, Porque como Lázaro ya hieden, ya hieden, les parece que hay exageración Tienen ojo opaco de infecunda yesca, mojada en lascivia, ni firme ni roja, ¡Garfios, hierros, zarpas, que sus carnes hiendan ¡Llanto, llanto de calientes raudales ¡Retòñalos desde las entrañas, Cristo! El pinar al viento Pinos calmos, graves Dormidme el recuerdo, El viento los pinos La montaña tiene Nada le ha dejado La montana tiene (Así era el alma El viento reposa Medita en silencio, Pinar, tengo miedo ¡Ay!, tú no te calles, Raza judía, carne de dolores, Nunca han dejado orearse tus heridas; Con tus gemidos se ha arrullado el mundo. Temblando mecen su hijo las mujeres, Raza judía, y aun te resta pecho En tu mujer camina aún María. Que tu dolor en Dimas le miraba ¡Raza judía, carne de dolores, Ruth moabita a espigar va a las eras, El sol caldeo su espalda acuchilla, Booz se ha sentado en la parva abundosa. que la abundancia ha cegado el camino… Eran sus barbas dos sendas de flores, Ruth lo miró de la planta a la frente, Al regresar a la aldea, los mozos Y suspiró por su lecho baldío, Ruth vio en los astros los ojos con llanto Dormía el justo, hecho paz y belleza. Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días, Alzaba en la taberna, honda, la copa impura Segar te vi en enero los trigos de tu hijo, Y el lodo de tus pies todavía besara, La mujer que no mece a un hijo en el regazo; El lirio le recuerda unas sienes de infante; Y al contemplar sus ojos se acuerda de la azada Con doble temblor oye el viento en los cipreses Libros, callados libros de las estanterías, Mis manos en el día de afanes se rindieron; ¡Biblia, mi noble Biblia, panorama estupendo, Sustentaste a mis gentes con tu robusto vino Después de ti, tan sólo me traspasó los huesos Y para refrescar en musgos con rocío Yo vi a Francisco, a Aquel fino como las rosas, ¡Poema de Mistral, olor a surco abierto Te recuerdo también, deshecha de dulzuras, Nobles libros antiguos, de hojas amarillentas, Los que cual Cristo hicieron la Vía-Dolorosa, ¡Os amo, os amo, bocas de los poetas idos, De la página abierta aparto la mirada, Mirando la alameda, de otoño lacerada, Y en esta tarde lenta como una hebra de llanto Y pienso que tal vez Aquel tremendo y fuerte Se oye en su corazón un rumor de alameda Y ensayo otra plegaria para este Dios doliente, Flor, flor de la raza mía, Sombra Inquieta, Cabellera luenga de cálido manto, Por suave, por alta, por bella, ¡precita! ¡Ay!, quien te condene, vea tu belleza, Jadeante de sed, loca de infinito, Y para abrevarte largo, largo, largo, El que en maldecir tu duda se apure, cuantos la quisimos abajo, apeguemos ¿Hay arriba tanta leche azul de lunas, que limpien, que laven, que albeen las brunas
LOS POEMAS
DESOLACIÓN
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
La tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
miro morir intensos ocasos dolorosos.
si más lejos que ella sólo fueron los muertos?
¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto
crecer entre sus brazos y los brazos queridos!
vienen de tierras donde no están los que no son míos;
sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos
y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos.
al mirarlos pasar, me desciende, vencida:
hablan extrañas lenguas y no la conmovida
lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta.
miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no encuentro los instantes,
porque la noche larga ahora tan solo empieza.
que viene para ver los paisajes mortales.
La nieve es el semblante que asoma a mis cristales:
¡siempre será su albura bajando de los cielos!
de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa;
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,
descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.BALADA
yo le vi pasar.
y el camino en paz.
le vieron pasar!
por la tierra en flor.
pasa una canción.
por la tierra en flor!
a orillas del mar;
resbaló en las olas
la luna de azahar.
la extensión del mar!
por la eternidad.
por la eternidad!LA MAESTRA RURAL
decía, «de este predio, que es predio de Jesús,
han de conservar puros los ojos y las manos,
guardar claros sus óleos, para dar clara luz».
(Así en el doloroso sembrador de Israel.)
Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano
¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!
Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.
Por sobre la sandalia rota y enrojecida,
era ella la insigne flor de su santidad.
largamente abrevaba sus tigres el dolor.
Los hierros que le abrieron el pecho generoso
¡más anchas le dejaron las cuencas del amor!
el himno y la plegaria, nunca viste el fulgor
del lucero cautivo que en sus carnes ardía:
pasaste sin besar su corazòn en flor!
su nombre a un comentario brutal o baladí?
Cien veces la miraste, ninguna vez la viste
¡y en el solar de tu hijo, de ella hay más que de ti!
abriendo surcos donde alojar perfección.
La albada de virtudes de que lento se nieva
es suya. Campesina, ¿no le pides perdón?
el día en que la muerte la convidò a partir.
Pensando en que su madre la esperaba dormida,
a La de Ojos Profundos se dio sin resistir.
almohada de sus sienes, una constelación;
canta el Padre para ella sus canciones de cuna
¡y la paz llueve largo sobre su corazón!
para dar ambrosía de toda eternidad;
y era su vida humana la dilatada brecha
que suele abrirse el Padre para echar claridad.
púrpura de rosales de violento llamear.
¡Y el cuidador de tumbas, como aroma, me cuenta,
las plantas del que huella sus huesos, al pasar!AUSENCIA
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.
Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
en lanzaderas, delante tus ojos.
cuando te mira, el enebro y el olmo.
como humedad de tu cuerpo evaporo.
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.
de tu labor y en tu boca de mosto.
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche,
como demencia de mares solos!LOS SONETOS DE LA MUERTE
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido,
y en la azulada y leve polvoreda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!
Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir…
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente…
¡y después hablaremos por una eternidad!
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir…
Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él…
le llevan ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor».
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!VOLVERLO A VER
de temblor de astros, ni en las alboradas
vírgenes, ni en las tardes inmoladas?
que ciñe el campo, al margen de ninguna
fontana trémula, blanca de luna?
donde llamándolo me ha anochecido,
ni en la gruta que vuelve mi alarido?
en remansos de cielo o en vórtice hervidor,
bajo unas lunas plácidas o en un cárdeno horror!
y los inviernos, en un angustiado
nudo, en torno a su cuello ensangrentado!PIECECITOS
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!EL ÁNGEL GUARDIÁN
hay un Ángel Guardián
que te toma y te lleva como el viento
y con los niños va por donde van.
que van en la venteada,
ojos dulces y graves
que te sosiegan con una mirada
y matan miedos dando claridad.
y las seis alas vuelan o resbalan,
las seis te llevan de su aire batido
y lo mismo te llevan de dormido.
Hace más dulce la pulpa madura
que entre tus labios golosos estruja;
rompe a la nuez su taimada envoltura
y es quien te libra de gnomos y brujas.
que están sentadas en trampas de espinas,
el que te pasa las aguas mañosas
y el que te sube las cuestas más pinas.APEGADO A MÍ
que en mi entraña yo tejí,
velloncito friolento,
¡duérmete apegado a mí!
escuchándole latir:
no te turben mis alientos,
¡duérmete apegado a mí!
asombrada de vivir,
no te sueltes de mi pecho:
¡duérmete apegado a mí!
ahora tiemblo de dormir.
¡duérmete apegado a mí!LA CASA
en blancura quieta de nata,
y en cuatro muros azulea,
dando relumbres, la cerámica.
y al centro el Pan que casi habla.
Oro más lindo que oro del Pan
no está ni en fruta ni en retama,
y da su olor de espiga y horno
una dicha que nunca sacia.
con dedos duros y palma blanda,
y tú lo miras asombrado
de tierra negra que da flor blanca.
que tu madre también la baja.
y son del sol y de la azada;
pero este pan «cara de Dios»
no llega a mesas de las casas;
mejor, mi hijo, no lo tocarás,
y no tomarlo mejor sería
con mano y mano avergonzadas.
TODAS IBAMOS A SER REINAS
de cuatro reinos sobre el mar:
Lucila con Soledad.
de cien montañas o de más,
que como ofrendas o tributos
arden en rojo y azafrán.
y lo tuvimos por verdad,
que seríamos todas reinas
y llegaríamos al mar.
y batas claras de percal,
persiguiendo tordos huidos
en la sombra del higueral.
decíamos, indudables como el Corán,
que por grandes y por cabales
alcanzarían hasta el mar.
por el tiempo de desposar,
y eran reyes y cantadores
como David, rey de Judá.LA FLOR DEL AIRE
de pie a mitad de la pradera,
gobernadora del que pase,
del que le hable y que la vea.
Yo nunca dejo la pradera,
y me cortas las flores blancas
como nieves, duras y tiernas.»
busqué las flores donde albean,
entre las rocas existiendo
medio dormidas y despiertas.
la hallé a mitad de la pradera,
y fui cubriéndola frenética,
con un torrente de azucenas.
ella me dijo: «Tú acarrea
ahora sólo flores rojas.
Yo no puedo pasar la pradera.»
y busqué flores de demencia,
las que rojean y parecen
que de rojez vivan y mueran.DOÑA VENENOS
a unos pasos de mi casa.
Ella quiere disfrutar
rutas, jardines y playas,
y todo ya se lo dimos,
pero no está apaciguada.
si viaja llevando su alma?
a los que nacen o mueren,
a los que arriban o zarpan,
y aunque son muchos sus días
¡no se cansa, no se cansa!
si viaja llevando su alma?
Pudo dejarla, sí, pudo,
en cactus abandonada,
y hacerse, cruzando mares,
otra de hieles lavada.
bajo el país de las palmas?
Me la dicen, me la traen
todos los días contada,
pero yo aún no la he visto
y me la tengo sin cara
Cada día me conozco
árbol nuevo, bestia rara
y criaturas que llegan
a la puerta de mi casa.
cómo echo a la forastera?
Y si me la dejo entrar,
¿qué hace de mi paz ganada?
¿qué de mi bien que es un árbol?
ya vino la malhadada
y luego me dicen que…
es peor si se retarda.NACIMIENTO DE UNA CASA
en duna californiana
y va saltando del médano
en gaviota atolondrada.
carreras y bufonadas,
chorros silbados de arena,
risas que suelta la grava,
y ya van las vigas-madres
subiendo apelicanadas.
reñidas con las ventanas,
unas a guardarlo todo,
otras a darlo, fiadas.
se casan en cuerpos y almas,
y unas piernas de pilares
bajan a paso de danza…
o de sí misma se alza;
mas sé que su alumbramiento
la costa trae agitada
y van llegando mensajes
en flechas enarboladas…
si ya se funde la helada,
y por dar fe, luz y aire,
hasta tocarla se abajan,
aunque se vea tan solo
a medio alzar las espaldas…
menudos, pardos y en banda,
cargando en gibados gnomos
teatinos, mimbres y lanas
que ojean buscando manos
todavía no arribadas…
Custodio de las moradas
volea la mano diestra,
jurándole su alianza
y se la entrega a la costa
en alta virgen dorada.
hierven cien cosas trocadas;
fiestas, bodas, nacimientos,
risas, bienaventuranzas,
y se echa una Muerte grande,
al umbral, atravesada…LA FUGITIVA
cascada suelta, frescor vivo
a mi espalda despeñados:
¿quién os dijo de pararme
y silabear mi nombre?
lavaba mis pies de marchas
con mi sombra como ruta
y con el polvo por saya.
y que abajas tu cabeza,
sin entender que no tengo
diez años para aprenderme
tu verde cruz que es sin sangre
y el disco de tu peana!
con tus ojos verticales,
y no muevas ni descuajes
los pies de tu terrón vivo:
que no pueden tus pies: nuevos
con rasgones de los cactus
y encías de las risqueras.
como un siseo que corre
desde el hervor del Zodíaco
a las hierbas erizadas.
Viva está toda la noche
de negaciones y afirmaciones,
las del Ángel que te manda
y el mío que con él, lucha;
llora a su cedro de Líbano
caído y cubierto de noche,
que va a marchar desde el alba
sin saber ruta ni polvo
y sin volver a ver más
su ronda de dos mil pinos.
entregado a la ventisca
a canícula y a bestia
al azar de la borrasca.
Pino errante sobre la Tierra!LA FERVOROSA
con mi brazo y mi aliento el viejo fuego;
en toda tierra me vieron velando
el faisán que cayó desde los cielos,
y tengo ciencia de hacer la nidada
de las brasas juntando sus polluelos.
tierno cuando en pajuelas lo comienzo.
Malicias sé para soplar sus chispas
hasta que él sube en alocados miembros.
Costó, sin viento, prenderlo, atizarlo:
era o el humo o el chisporroteo;
pero ya sube en cerrada columna
recta, viva, leal y en gran silencio.
y el carrascal como mi loco ciervo;
en redes, peces de oro no brincaron
con rojez de cardumen tan violento.
He cantado y bailado en torno suyo
con reyes, versolans y cabreros,
y cuando en sus pavesas él moría
yo le supe arrojar mi propio cuerpo.
mi aldea, cuando fue mi nacimiento
o mi madre se iría por las cuestas
encendiendo las matas por el cuello.
Espino, algarrobillo y zarza negra,
sobre mi único Valle están ardiendo,
soltando sus torcidas salamandras,
aventando fragancias cerro a cerro.
va despertando majadas y oteros;
a nadie ciega y va dejando atrás
la noche abierta a rasgones bermejos.
La gracia pido de matarla antes
de que ella mate el Arcángel que llevo.
pero sé que me llamo su alimento,
y me sé que le sirvo y no le falto
y no lo doy a los titiriteros.)
Porque todo lo di, ya nada llevo,
y caigo yo, pero él no me agoniza
y sé que hasta sin brazos lo sostengo.
O me lo salva alguno de los míos,
hostigando a la noche y su esperpento,
hasta el último hondòn, para quemarla
en su cogollo más alto y señero.
de donde vine y adonde me vuelvo.
Allá nadie la atiza y ella crece
y va volando en albatròs bermejo.
He de volver a mi hornaza dejando
caer en su regazo el santo préstamo.
y mi Dios vivo que guarda a mis muertos:
corriendo voy por la canal abierta
de vuestra santa Maratòn de fuego!LA BAILARINA
la danza del perder cuanto tenía.
Deja caer todo lo que ella había,
padres y hermanos, huertos y campiñas,
el rumor de su río, los caminos,
el cuento de su hogar, su propio rostro
y su nombre, y los juegos de su infancia
como quien deja todo lo que tuvo
caer de cuello, de seno y de alma.
baila riendo su cabal despojo.
Lo que avientan sus brazos es el mundo
que ama y detesta, que sonríe y mata,
la tierra puesta a vendimia de sangre
la noche de los hartos que no duermen
y la dentera del que no ha posada.
de todo y de sí misma, da su entrega,
hermosa y pura, de pies voladores.
Sacudida como árbol y en el centro
de la tornada, vuelta testimonio.
salpicados de sal y juegos de olas;
tampoco el alzamiento y la derrota
de los cañaverales fustigados.
Tampoco el viento agitador de velas,
ni la sonrisa de las altas hierbas.
Se soltò de su casta y de su carne
sumiò la canturía de su sangre
y la balada de su adolescencia.
como una roja veste envenenada
y baila así mordida de serpientes
que alácritas y libres la repechan,
y la dejan caer en estandarte
vencido o en guirnalda hecha pedazos.
sigue danzando sin saberse ajena
sus muecas aventando y recogiendo
jadeadora de nuestro jadeo,
cortando el aire que no la refresca
única y torbellino, vil y pura.
su palidez exangüe, el loco grito
tirado hacia el poniente y el levante
la roja calentura de sus venas,
el olvido del Dios de sus infancias.VIEJA
y está más arrugada que la Tierra.
Tantas arrugas lleva que no lleva otra cosa
sino alforzas y alforzas como la pobre estera.
y se está al viento que la empolva y pliega;
tantas arrugas muestra que le contamos solo
sus escamas de pobre carpa eterna.
como un paisaje, un oficio, una lengua.
Y a la muerte también se le olvidò su cara,
porque se olvidan las caras sin cejas.
fábulas de cuatro años al servirle le cuentan;
aliento de quince años al tocarla le ponen:
cabellos de veinte años al besarla le allegan.
Yo le regalaré mis horas muertas,
y aquí me quedaré por la semana
pegada a su mejilla y a su oreja.
dándosela en la mano como una tabaquera;
contándole la muerte como se cuenta a Ulises
hasta que me la oiga y me la aprenda.
y «La Muerte», también, cuando la duerma:
«La Muerte», como el número y los números,
como una antífona y una secuencia,
lúcida al fin en vez de soñolienta,
abra los ojos, la mire y la acepte
y despliegue la boca y se la beba.
y llena de dulzura se disuelva,
con la ciudad fundada el año suyo
y el barco que lanzaron en su fiesta.
como se siembran maíz y lenteja,
donde a tiempo las otras se sembraron,
más dòciles, más prontas y más frescas.
y la nuca poniendo en una arena,
las viejas que pudieron no morir:
Clara de Asís, Catalina y Teresa.LEÑADOR
el leñador cansado,
dormido en el aroma
del pino de su hachazo.
Tienen sus pies majadas
las hierbas que pisaron.
Le canta el dorso de oro
y le sueñan las manos.
Veo su umbral de piedra,
su mujer y su campo.
Las cosas de su amor
caminan su costado;
las otras que no tuvo
le hacen como más casto,
y el soñoliento duerme
sin nombre, como un árbol.
lo mismo que venablo.
Con una rama fresca
la cara le repaso.
Se viene de él a mi
su día como un canto
y mi día le doy
como pino cortado.
por lo ciego del llano,
oigo gritar mujeres
al hombre retardado;
y cae a mis espaldas
y tengo en cuatro dardos
nombre del que guardé
con mí sangre y mi hálito.ENFERMO
que cuenta lo fallido.
Por diezmo no pagado,
rehén me fue cogido.
Por algún daño oscuro
así me han afligido.
ligero y desvalido
como una corta fábula
su cuerpo de vencido.
Parece tan distante
como el que no ha venido,
el que me era cercano
como aliento y vestido.
tan fuerte de latido.
¡Y cae si yo suelto
su cuello y su sentido!
de madre recibido;
y me sobra el aliento
en vano retenido:
me sobran nombre y forma
junto al desposeído.
de aire aborrecido.
Juega como los ebrios
el aire que lo ha herido.
Juega a diamante y hielo
con que cortò lo unido
y oigo su voz cascada
de destino perdido…EL IXTLAZIHUATL
se alza mi casa bajo su mirada,
que aquí a sus pies me reclinó la suerte
y en su luz hablo como alucinada.
como una virgen tú eres deleitosa;
sube de ti hecha gracia la mañana,
pétalo a pétalo abre como rosa.
endulza el cielo, el paisaje afina.
Toda dulzura de su dorso mana;
el valle en ella tierno se reclina.
con laxitud de ensueño y de reposa,
tiene en un pico un ímpetu de anhelo
hacia el azul supremo que es su esposo.
tejen su sueño que es maravilloso:
cual la doncella y como la paloma
su pecho es casto, pero se halla ansioso.
mi Cordillera, la Judith tremenda,
hiciste mi alma cual la zarpa dura
y la empapaste en tu sangrienta venda.
te llevo aquí en mi corazòn tajeado,
que me crié en tus pechos de amargura
¡y derramé mi vida en tus costados!ADIÓS
y en mar de Pasiòn,
dijimos adioses
sin decir adiós.
Y no fue verdad
la alucinaciòn.
Ni tú la creíste
ni la creo yo,
«y es cierto y no es cierto»
como en la canciòn.
diciendo iba yo:
-Vamos hacia el mar
que devora al Sol.
decía tu voz:
-Vamos a ver juntos
dònde se hace el Sol.
o exageraciòn
que nos separaron
tierra y mar, que son:
ella, sueño, y él,
alucinaciòn.
ni pida tu voz
albergue para uno
al albergador.
Echarás la sombra
que siempre se echó,
morderás la duna
con paso de dos…
ni hombre ni dios,
nos llame partidos
como luna y sol;
para que ni roca
ni viento errador,
ni río con vado
ni árbol sombreador,
aprendan y digan
mentira o error
del Sur y del Norte,
del uno y del dos!EL PENSADOR DE RODIN
el Pensador se acuerda que es carne de la huesa,
carne fatal, delante del destino desnuda,
carne que odia la muerte, y tembló de belleza.
ahora, al otoño, anégase de verdad y tristeza.
El «de morir tenemos» pasa sobre su frente,
en todo agudo bronce, cuando la noche empieza.
cada surco en la carne se llena de terrores,
Se hiende, como la hoja de otoño, al Señor fuerte
de sol en la llanura, ni leòn de flanco herido,
crispados como este hombre que medita en la muerte.AL OÍDO DEL CRISTO
Cristo, el de las venas vaciadas en ríos:
estas pobres gentes del siglo están muertas
de una laxitud, de un miedo, de un frío!
si te tienen, forma demasiado cruenta,
sin esas blanduras que aman las mujeres
y con esas marcas de vida violenta.
no fueran capaces de amarte tampoco
así, con sus ímpetus laxos y marchitos.
por no disgregarse, mejor no se mueven.
¡Ni el amor ni el odio les arrancan gritos!
**
Aman la elegancia de gesto y color,
y en la crispadura tuya del madero,
en tu sudar sangre, tu último temblor
y el resplandor cárdeno del Calvario entero,
y plebeyo gusto; el que Tú lloraras
y tuvieras sed y tribulación,
no cuaja en sus ojos dos lágrimas claras.
sin virtud de llanto, que limpia y refresca;
tienen una boca de suelto botón
¡y como de fines de otoño, así, floja
e impura, la poma de su corazón!
**
¡Oh Cristo! El dolor les vuelva a hacer viva
l’alma que les diste y que se ha dormido,
que se la devuelva honda y sensitiva,
casa de amargura, pasión y alarido.
al como se parten frutos y gavillas;
amas que a su gajo caduco se prendan
amas como argollas y como cuchillas!
renueve los ojos de turbios cristales
les vuelva el viejo fuego del mirar!
si ya es imposible, si tú bien lo has visto,
son paja de eras… ¡desciende a aventar!PINARES
vasto y negro ondula,
y mece mi pena
con canción de cuna.
como un pensamiento,
dormidme la pena,
dormidme el recuerdo.
asesino pálido,
pinos que pensáis
con pensar humano.
suavemente ondula.
¡Duérmete, recuerdo,
duérmete, amargura!
el pinar vestida
como un amor grande
que cubriò una vida.
sin poseerle, ¡nada!
¡Como un amor ávido
que ha invadido un alma!
tierra sonrosada;
el pinar le puso
su negrura trágica,
alcor sonrosado;
así el amor púsole
su brocado trágico.)
y el pinar se calla,
cual se calla un hombre
asomado a su alma.
enorme y oscuro,
como un ser que sabe
del dolor del mundo.
de pensar contigo;
miedo de acordarme,
pinar, de que vivo.
procura que duerma;
no te calles como
un hombre que piensa.AL PUEBLO HEBREO
raza judía, río de amargura:
como los cielos y la tierra, dura
y crece aún tu selva de clamores.
nunca han dejado que a sombrear te tienda
para estrujar y renovar tu venda,
más que ninguna rosa enrojecida.
Y juego con las hebras de tu llanto.
Los surcos de tu rostro, que amo tanto,
son cual llagas de sierra de profundos.
temblando siega el hombre su gavilla.
En tu soñar se hincó la pesadilla
y tu palabra es sólo el ¡»miserere»!
y voz de miel, para alabar tus lares,
y decir el Cantar de los Cantares
con lengua, y labio, y corazòn deshechos.
Sobre tu rostro va el perfil de Cristo;
por las laderas de Siòn le han visto
llamarte en vano, cuando muere el día…
y Él dijo a Dimas la palabra inmensa
y para ungir sus pies busca la trenza
de Magdalena ¡y la halla ensangrentada!
raza judía, río de amargura:
como los cielos y la tierra, dura
y crece tu ancha selva de clamores!RUTH
aunque no tiene ni un campo mezquino.
Piensa que es Dios dueño de las praderas
y que ella espiga en un predio divino.
baña terrible su dorso inclinado;
arde de fiebre su leve mejilla,
y la fatiga le rinde el costado.
El trigal es una onda infinita,
desde la sierra hasta donde él reposa,
Y en la onda de oro la Ruth moabita viene,
espigando, a encontrar su destino.
**
Booz mirò a Ruth, y a los recolectores.
Dijo: «Dejad que recoja confiada»…
Y sonrieron los espigadores,
viendo del viejo la absorta mirada…
su ojo dulzura, reposo el semblante;
su voz pasaba de alcor en alcores,
pero podía dormir a un infante…
y fue sus ojos saciados bajando,
como el que bebe en inmensa corriente.
que ella encontrò la miraron temblando.
Pero en su sueño Booz fue su esposo.
**
Y aquella noche el patriarca en la era
viendo los astros que laten de anhelo,
recordó aquello que a Abraham prometiera
Jehová: más hijos que estrellas dio al cielo.
rezó llorando, e hizo sitio en la almohada
para la que, como baja el rocío,
hacia él vendría en la noche callada.
de Booz llamándola, y estremecida,
dejò su lecho, y se fue por el campo…
Ruth, más callada que espiga vencida,
puso en el pecho de Booz su Cabeza.LA MUJER FUERTE
mujer de saya azul y de tostada frente,
que en mi niñez y sobre mi tierra de ambrosía
vi abrir el surco negro en un abril ardiente.
el que te apegó un hijo al pecho de azucena,
y bajo ese recuerdo, que te era quemadura,
caía la simiente de tu mano, serena.
y sin comprender tuve en ti los ojos fijos,
agrandados al par, de maravilla y llanto.
porque entre cien mundanas no he encontrado tu cara
¡y aun te sigo en los surcos la sombra con mi canto!LA MUJER ESTÉRIL
cuyo calor y aroma alcance a sus entrañas,
tiene una laxitud de mundo entre los brazos;
todo su corazòn congoja inmensa baña.
el Ángelus le pide otra boca con ruego;
e interroga la fuente de seno de diamante
por qué su labio quiebra el cristal en sosiega
piensa que en los de un hijo no mirará éxtasiada;
al vaciarse sus ojos, los follajes de octubre.
¡Y una mendiga grávida, cuyo seno florece
cual la parva de enero, de vergüenza la cubre!MIS LIBROS
vivos en su silencio, ardientes en su calma;
libros, los que consuelan, terciopelos del alma,
y que siendo tan tristes nos hacen la alegría!
pero al llegar la noche los buscaron, amantes
en el hueco del muro donde como semblantes
me miran confortándome aquellos que vivieron.
en donde se quedaron mis ojos largamente,
tienes sobre los Salmos las lavas más ardientes
y en su río de fuego mi corazòn enciendo!
y los erguiste recios en medio de los hombres,
y a mí me yergue de ímpetu sólo el decir tu nombre;
porque yo de ti vengo he quebrado al Destino.
con su ancho alarido, el sumo Florentino.
A su voz todavía como un junco me inclino;
por su rojez de infierno fantástica atravieso.
la boca, requemada en las llamas dantescas,
busqué las Florecillas de Asís, las siempre frescas
¡y en esas felpas dulces se quedó el pecho mío!
pasar por su campiña más leve que un aliento,
besando el lirio abierto y el pecho purulento,
por besar al Señor que duerme entre las cosas.
que huele en las mañanas, yo te aspiré embriagada!
Vi a Mireya exprimir la fruta ensangrentada
del amor y correr por el atroz desierto.
versos de Amado Nervo, con pecho de paloma,
que me hiciste más suave la línea de la loma,
cuando yo te leía en mis mañanas puras.
sois labios no rendidos de endulzar a los tristes,
sois la vieja amargura que nuevo manto viste:
¡desde Job hasta Kempis la misma voz doliente!
apretaron el verso contra su roja herida,
y es lienzo de Verònica la estrofa dolorida;
¡todo libro es purpúreo como sangrienta rosa!
que deshechas en polvo me seguís consolando,
y que al llegar la noche estáis conmigo hablando,
junto a la dulce lámpara, con dulzor de gemidos!
¡oh muertos!, y mi ensueño va tejiéndoos semblantes:
las pupilas febriles, los labios anhelantes
que lentos se deshacen en la tierra apretada.EL DIOS TRISTE
la alameda profunda de vejez amarilla,
como cuando camino por la hierba segada
busco el rostro de Dios y palpo su mejilla.
por la alameda de oro y de rojez yo siento
un Dios de otoño, un Dios sin ardor y sin canto
¡y lo conozco triste, lleno de desaliento!
Señor, al que cantara de locura embriagada,
no existe, y que mi Padre que las mañanas vierte
tiene la mano laxa, la mejilla cansada.
de otoño: el desgajarse de la suma tristeza;
su mirada hacia mí como lágrima rueda
y esa mirada mustia me inclina la cabeza.
plegaria que del polvo del mundo no ha subido:
«Padre, nada te pido, pues te miro a la frente
y eres inmenso, ¡inmenso!, pero te hallas herido.»LA SOMBRA INQUIETA
¡qué dulce y terrible tu evocación!
El perfil de éxtasis, llama la silueta,
las sienes de nardo, l’habla de canción.
pupilas de ruego, pecho vibrador;
ojos hondos para albergar más llanto;
pecho fino donde taladrar mejor.
fatal siete veces; fatal, ¡pobrecita!,
por la honda mirada y el hondo pensar.
mire el mundo amargo, mida tu tristeza,
¡y en rubor cubierto rompa a sollozar!
**
¡Cuánto río y fuente de cuenca colmada,
cuánta generosa y fresca merced
de aguas, para nuestra boca socarrada!
¡Y el alma, la huérfana, muriendo de sed!
muerta de amargura la tuya en clamor,
dijo su ansia inmensa por plegaria y grito:
¡Agar desde el vasto yermo abrasador!
Cristo dio a tu cuerpo silencio y letargo,
y lo apegó a su ancho caño saciador…
que puesta la mano sobre el pecho juré;
«Mi fe no conoce zozobra, Señor.»
**
Y ahora que su planta no quiebra la grama
de nuestros senderos, y en el caminar
notamos que falta, tremolante llama,
su forma, pintando de luz el solar,
la boca a la tierra, y a su corazón,
vaso de cenizas dulces, musitemos
esta formidable interrogación:
tanta luz gloriosa de blondos estíos,
tanta insigne y honda virtud de ablución
manos que sangraron con garfios y en ríos,
¡oh Muerta!, la carne de tu corazón?