ME DESNUDO [Mi poema]
José Antonio Muñoz Rojas [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Ante todos vosotros me desnudo,
las vergüenzas que guardo hoy las aireo
-yo era un niño jugando en el recreo-
y hoy ya triste al pensar se me hace un nudo
y doy siempre un rodeo.

Pues me encuentro mirándome al espejo
y no acierto a creer qué estoy mirando,
-yo era un niño que estaba ayer jugando-,
y hoy percibo la sombra de un reflejo
que ve se está apagando.

Que era un niño no más con sus andares,
con sus sueños, temores y sus risas,
ingenuo, siempre al margen de las prisas,
y hoy las prisas le están lloviendo a mares
o se han vuelto remisas.

Un niño tan feliz con sus monedas
¡a qué viene hoy decir no eran legales!.
Sean malditas las mentes criminales,
que a este niño han dejado sin veredas,
sin caja de caudales.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  José Antonio Muñoz Rojas

A ti la siempre flor, la siempre viva…

A ti la siempre flor, la siempre viva
raíz, la siempre voz de mi desvelo;
a ti la siempre luz, el siempre cielo,
abierto a dura piedra y verde oliva.

A ti la siempre sangre fugitiva
de cuanto en ti no halló razón y celo;
a ti mi siempre verso, el siempre vuelo
del torpe corazón y ala cautiva.

A ti mis pensamientos aguardando
antes de amanecer a que amanezca,
para montar su guardia a memoria;

a ti mis dulces sueños entornando
puertas al alba porque no amanezca,
y se pierda en la luz tu tierna historia.

Alguien me dice: ten cuidado…

Alguien me dice: Ten cuidado
con Rosa que la matas,
las rosas, no tocarlas mejor,
no se te quede el corazón sin Rosa.

Divinamente dulce y bien plantada…

Divinamente dulce y bien plantada,
en el florero, en las habitaciones
como que tienes tierra en las honduras
del corazón cantor, de la honda pena
donde nacen las rosas de este mundo,
la angustia que estercola la belleza,
el temblor que te presta los colores,
el rozar a que pides suavidades
y la esperanza que te lleva aleve,
!ala sobre las cosas, tan sin peso,
tan con suspiro, prisa, tan diciendo:
¿Estás bien? Tengo prisa. ¿Soy hermosa?

Esto es sólo deseo de ti, de tanta herida…

Esto es sólo deseo de ti, de tanta herida
diaria de ti como he sufrido, como sigo
sufriendo con sólo decir Rosa.
¿Por qué me dueles tanto? Tus ocasiones
no sé si vivo o muerto me tienen,
porque quererte es morir y vivir,
como se sabe a un tiempo.

Etereidad

Y se queda uno con la esperanza,
colgando de su delgado hilo
de tantas cosas colgando,
de tantas esperanzas deshaciéndose,
con tanto temor oculto,
con tantos olvidos como caben
en un instante, tantos olvidos
vividos y padecidos,
como para llenar una estrella.
Y esa mujer que llegó hoy con su misterio,
con su etereidad, que lo hace posible,
que la define y la sostiene
y ha dejado la casa
llena de su misterio.

Hija de siempre de las cosas claras…

Hija de siempre de las cosas claras,
las estancias de luz, las aguas donde
la paz halla aposento, el tiempo tiene
no paso mas temblor. El temblor queda.
No te cumple lo torpe. Todo sale
seguro al existir. No hay esperanza
porque la dicha existe, la tenemos
sin desear ni desazón. Se mide
con hermosura todo. La hermosura
fue en el comienzo. Su fluir no cesa.

La dicha, qué es la dicha?

La dicha, qué es la dicha? (La palabra
no me hace feliz, dicho de paso). Yo diría
que es sencillamente ir contigo de la mano,
detenerse un momento porque un olor nos llama,
una luz nos recorre, algo que nos calienta
por dentro, que nos hace pensar que no es la vida,
la que nos lleva, sino que nosotros somos
la vida, que vivir es eso, sencillamente eso.

La madre

La madre soñaba oscuramente:
Será rubio, tendrá estos ojos mismos,
le amarán las muchachas. Una tarde,
de pronto, llorará junto a una rosa.

Le crecerá la angustia sin saberlo.
y cada nuevo umbral será una herida.
Temblará al traspasarlos, hijo mío.
Acaso una paloma, acaso nada.

El viento por la frente; las caídas
hojas que se acumulan; los rumores
del corazón callados: nadie sabe
las formas repentinas de la dicha.

Yo lo siento aquí hondo, en mis entrañas,
el río de tu vida, que me deja
una nostalgia antigua, una dulzura
vieja en mi corazón, como la sangre.

Me hace toda ribera, toda muro
donde pasan las aguas de tus años.
Vuelvo otra vez a ser niña que juega,
corriendo como niña entre las rosas.

¡Oh sueño en mis entrañas! ¡Oh alto río,
resonando de siempre en mis entrañas!

Me la encontré de pronto. Dije: ¡Rosa!…

Me la encontré de pronto. Dije: ¡Rosa!
¿Por este corazón tú nuevamente?
Tú, la Rosa de siempre inesperada,
la dolorosa Rosa por quien vivo,
(espiando la hermosura por si en ella
vas ignorada, vas como las nubes
o la belleza por la noche, mientras
nosotros en el sueño. Así, de pronto.
¿Cómo esperar de pronto que en septiembre
ocupado en las cosas de septiembre,
en esperar la lluvia, arar el campo
o fatigar el monte, tú vinieras,
tan alegre diciendo: José mío,
si vieras qué hermosura de viaje?

Muchos me dicen: ¿Y esa Rosa tuya…

Muchos me dicen: ¿Y esa Rosa tuya
es de verdad? Yo les contesto
Rosa y verdad son sólo una.
Rosa es el nombre de lo eterno,
que ella, eterna, si pronunciara
no sería rosa.
Ni yo este corazón que vive de eso.

Nada tienes que ver con la poesía…

Nada tienes que ver con la poesía.
Una cosa es poesía y otra rosa,
aunque al nombrar los pétalos, las gentes
piensen que los poetas no andan lejos.
Mas no es verdad y sí que tras los pétalos
andan los muladares, los canteros,
los hortelanos, las fecundaciones,
tus manos indudablemente bellas,
que los recogen un momento, dudan,
y los entregan a las aguas mansas.

No estará José Estrada todavía… A José Estrada

No estará José Estrada todavía
oyendo el agua aquella en la Alhajuela,
peIpetuamente oyendo el agua. (Esto Rosa
fue antes de tu tiempo, si tiempo
alguna vez tuviste. ¡Oh Rosa y tiempo!)
Agua y memoria, ¿no son Rosa lo mismo,
corriendo siempre en la memoria,
de José Estrada en su Alhajuela?
Como yo lo estoy viendo en este instante,
si memoria no es también agua corriendo.

No será este latido…

No será este latido
eso que llamas Rosa? Anoche
al asomarme al patio
me arrebató un olor.
Pensé: Mi Rosa. Mas no era.

Nunca como antes y siempre…

Nunca como antes y siempre
como antes. Son los lugares mismos,
la mano misma que te escribe. ¿El agua misma
la que corría entonces? Estas luces
de finales de mayo, son las del mayo aquel,
cuando entre los granados me dijiste:
Te quiero como nunca. Yo te dije:
No me hables de nuncas que no existen,
sino de siempres nuestros para siempre,
o quizá todavías que nos aguardan.

Pensar que nunca más esta hermosura…

Pensar que nunca más esta hermosura,
pensar que ya mañana estos vocablos,
pensar que estos colores, estas nubes.
¿Y no pensar? Las rosas no pensamos,
casadas al instante lo seguimos
hasta la muerte. Nuestra vida canta
con olor, suavidades, la dulzura
del existir aprisa o lentamente.
Lo demás tiene nombre sin historia.

Quiero contarte cosas que me pasan…

Quiero contarte cosas que me pasan.
Cuando digo me pasan tiemblo, Rosa,
porque «me pasan» dice muchas cosas.
Esto de las palabras, Rosa, siempre
induce a confusión. Hablo, tropiezo,
caigo, me repongo, vuelvo a caer.
Hablar, Rosa, es darse trompicones
de palabra en palabra. La lengua dice
cosas que no quisiera, a tientas anda.
¿No ves, Rosa, que hablando, como hablo,
caigo en lo mismo y a lo mismo vuelvo?
Cosas que pasan. Te diré que anoche
ardieron los rastrojos, una hermosura
de fuego que en festones se corría
de gozo, dando saltos, crepitando,
la llama daba brincos, le ponía
un rostro diferente a los contornos,
sorprendida la noche en sus silencios
por la herida que abría en sus costados
la navaja de las llamas alegres.
Era una fiesta de purificación.

Rosa de siempre

Tú de verdad y para ti mi vida,
Rosa de siempre lo mortal te sabe
de memoria y amor. ¿Qué en ti no cabe?
Mi verso para ti. Tú, su medida.

Pedazo de mi tiempo, de mi herida,
me llevas y te llevo, mar y nave,
¡oh, Rosa, ¿qué hará el labio que te alabe
mas que alabarte? Lo fugaz se olvida.

Pero nunca la luz. El viejo río
seguirá su camino al mar, la nada.
Por los aires de Dios la primavera

seguirá proclamando el poderío
de lo que pasa. Oh, Rosa condenada
por dentro a florecer, morir por fuera.

Rosa, dulce, la temprana, salta…

Rosa, dulce, la temprana, salta.
Figúrate que el agua te recoge.
Cierra los ojos. ¿Cuántas son? Las formas
de la dicha nacieron en los montes
y bajaron al llano con los ríos,
hacia la mar segura con las aguas.

Si te llamo azucena, si te llamo…

Si te llamo azucena, si te llamo,
¿a qué jardín del mundo no le obligo?
Si te digo romero, si te digo,
¿a qué monte del mundo no reclamo

que tenga tu color y olor? Te amo
por el romero en ti, porque te sigo
como a jardín del alma que te digo,
como monte del alma que te llamo.

Y con tanto nombrarte y renombrarte
sin variar de nombre, a cada cosa
bella, la voy llamando con mi acento

y la dejo morir al silenciarte,
y si digo azucena y digo rosa,
las nombro a ellas, pero a ti te siento.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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