JUGANDO AL IGNORANTE [Mi poema] José Kozer [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
La ignorancia cotiza por millones. Era diestro en las artes del trilero Una especie de imberbe jovenzuelo Poco más que una caña sin anzuelo Y, adulto, sigo hoy siendo analfabeto, |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: José Kozer
No sé qué es el cabrilleo de la luz al mediodía en un canal de agua…
No sé qué es el cabrilleo de la luz al mediodía en un canal de agua.
La garza erguida siente hambre en su curva no sé si siente hambre o come
garza,
Y los insectos que devora no sé qué tienen que ver con la luz al mediodía
cabrilleando en un canal de agua.
Me quito la camisa no sé si la semilla de algodón o lino dio la horma las tijeras
el dedal el hilo del cortador que fue toda una vida mi padre
confeccionando de unas semillas, trajes.
Yo no sé si fueron trajes venideros.
No tengo la menor idea yo no sé del cuerpo interior de mi mujer la hechura de
sus alumbramientos no sé en verdad del sufrimiento de
Doña Leonor sus hijos el hidalgo caballero Don
Manoel de Sousa Sepúlveda su esposo en la historia
trágico marítima que estoy leyendo en el confort de
mi cuarto domingo año dos mil un lugar llamado
hallandale.
Somnoliento no sé si el que recuesta la cabeza entrecierra los ojos sobre un alto
cúmulo (cuatro) de almohadas (a causa de una hernia de hiato)
es quien escribe estos versos (no sé) o los escribe el
hambre de la erguida garza al curvarse el hambre de
vida del padre (sastre) muerto (hace más de una
década) ó el insecto que devora devora (ensimismado)
tan tranquilo tan hecho a su imperio.
Señor, de la enramada broten cocuyos…
Señor, de la enramada broten cocuyos brote flor de cerezo un cuenco de cere-
zas a la mesa una mesa de cerezo un mueble consola doce cuencos
multiplicados para los comensales de la comarca (Señor) el
cerezo aún cuajado para las bandadas interminables de paros
carboneros herreruelos gorriones.
Omnipresente, ciega mis ojos a todo impedimento que viene del miedo haz que
reencuentre como corresponde a mis progenitores sus
progenitores formando corro celeste a la alta puerta de
Jerusalén de la cintura (talle) del brazo bailando un
danzonete en la quietud de una puesta de sol en un
horizonte jade.
Omnisciente, encuentre yo el vestido amarillo de Ajmátova enterrado entre unas
piedras a la orilla del mar me siente a su lado a verla (escucharla)
componer un poema en Slepnyovo en Tsarskoye Selo
sobre el vestido amarillo que escondió entre unas piedras
se echó a nadar desnuda al mar (Señor) trenza mis cabellos
vísteme de seda amarilla estampada con flores de cerezo un
broche de jade la piel jaspeada de aquel color que tuve en mi
adolescencia señálame en arco (vuelta de carnero) el camino
de regreso (¿sabré si he de quedar en alto en un punto de luz
encrucijada de cuatro vientos cuatro puntos cardinales al eje
todos a un eje, culminados?).
Rey de Reyes concédeme el borde el terrón la hoja del laurel de Indias a punto
de desprenderse el grumo de la arcilla la miga la escoria el cendal
el harnero la harina candeal y la paja las barbas del maíz la
panoja corolas sépalos raíces adventicias corpúsculos de la
astilla un cisco del cisco una esquirla de serrín el hilo la
hilacha la gota de hiel en la boca de la mosca a la miel (Señor)
para mi hambre para mi hambre.
Un campo de achicoria…
Un campo de achicoria.
La vaca pastando la vaca pastando.
El campo agostado un último ramillete de achicoria en el florero de casa.
Círculos en derredor de sí misma el aura tiñosa.
Secos los campos muerta la flor de achicoria en el florero.
La tiñosa cebándose la tiñosa cebándose de la víscera azul de la res.
Una escalera de caracol…
Una escalera de caracol
A manera de símbolo me rapo la cabeza.
Una postura de loto intermedia (respiración) diez minutos.
Guadalupe me trae una taza de anís estrellado.
El ajuar de los reyes las arras de príncipes, potestad de las crines.
Subo al altillo, Aldebarán: bajo a desayunar, efigies
Siervo: y Dios, cáliz de las miríadas labor hilada de golpe {bordado) de las
encrucijadas con nada coincide.
Una tediosa adolescencia en una isla tropical…
Una tediosa adolescencia en una isla tropical.
Sólo recuerdo una mesa unos padres a la mesa una hermana: suma de millares de
días con sus mediodías (a la una de la tarde,
el almuerzo).
¿Qué vestían mis padres; quiénes eran? No recuerdo uno solo de los vestidos de
mi hermana (¿en qué pensaba?). ¿Y la mesa; y la mesa?
Bosques barnices entalladuras (incontables formas geométricas): una penumbra
inabarcable ocupa el espacio de una mesa de comedor.
Siete años todos los días treinta minutos la hora del almuerzo (cuatro)
personajes, a una mesa: mi hermana es de terebinto mis padres
rombos
dando vueltas sobre un vértice (mudo) de caoba:
y yo miro y yo miro una pupila negra una pupila
roja (veo) el ojo de ébano del padre el ojo de pino rojo
de la madre cruzarse en la superficie de un espejo, al
fondo: salimos en silencio, del comedor. A los pulidos
círculos concéntricos de una madera preciosa
(lisa) (lisa) a la incorpórea superposición de cuatro
figuras tras las dos ventanas, de ajimez.
Voy a participar del movimiento de las constelaciones…
Voy a participar del movimiento de las constelaciones.
Astilla o chispa del meteoro.
El agua está plácida el pez se esconde en los arrecifes: voy a cantar siguiendo el
sinuoso camino del riachuelo a una desembocadura de
juncos: un caramillo, a la boca.
Un pañuelo de hierbas un abanico de anémonas.
Descarto prosopopeyas metalepsis anagoges y demás proposiciones del
conocimiento formal.
Me desbanco: soy carnal, canto. Abrádeisme, madre, puertas del palacio (canto)
siguiendo ahora el contorno de mi silueta.
Un mantel (en) la pradera extensa (ábaco, las constelaciones): amapolas a la
desembocadura (lirios) (nébedas).
Llámame, avetoro: llama a mi silueta, garza. La boca cuajada de bardana ya crece
el algodoncillo en la pana de mis pantalones.
Aleluya la marta el ratón almizclero (alforfón, la boca) su flor atestando el
granero (postura de loto).
Amado Nervo
Obsesión
Hay un fantasma que siempre viste
luctuosos paños, y con acento
cruel de Hamlet a Ofelia triste,
me dice: ¡Mira, vete a un convento!Y me horroriza prestarle oídos,
pues al conjuro de su palabra
pueblan mi mente descoloridos
y enjutos frailes de faz macabra;Y dicen salmos penitenciales
y se flagelan con cadenillas,
y los repliegues de sus sayales
semejan antros de pesadillas…En vano aquella visión resiste
el alma, loca de sufrimiento;
los frailes rondan, la voz persiste,
y como Hamlet a Ofelia triste,
me dice: ¡Mira, vete a un convento!