BENDITA INOCENCIA! [Mi poema]
Eliseo Diego [Poeta sugerido]
Eliseo Diego [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Saber, lo que es saber, yo nunca supe Que incluso hubiera guerra lo ignoraba, No pude comprobar si la desdicha Tampoco de tragedias naturales, Ajeno a las penurias y desgracias Que fui un niño feliz, todo tenía, |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Eliseo Diego
Testamento
Habiendo llegado al tiempo en que
la penumbra ya no me consuela más
y me apocan los presagios pequeños;
habiendo llegado a este tiempo;
y como las heces del café
abren de pronto ahora para mí
sus redondas bocas amargas;
habiendo llegado a este tiempo;
y perdida ya toda esperanza de
algún merecido ascenso, de
ver el mar sereno de la sombra;
y no poseyendo más que este tiempo;
no poseyendo más, en fin,
que mi memoria de las noches y
su vibrante delicadeza enorme;
no poseyendo más
entre cielo y tierra que
mi memoria, que este tiempo;
decido hacer mi testamento.
Es
éste: les dejo
el tiempo, todo el tiempo.
Mujer cosiendo
Afuera está el escándalo
del sol,
y la garganta
de la cal desollada que responde
bramando de terror:
la zarabanda
maníaca de la luz
-la quema grande.
Y adentro, fresca, la penumbra
como un baño de paz
-agua del bosque
de la eterna delicia-
la penumbra
en que tu aguja salta
-leve
pececillo de lumbre
y a la tela
vuelve otra vez
iluminándonos.
Fracaso
El piano al mediodía, solo,
de álamo en álamo la música,
de resol en penumbra,
no se levanta, no remonta,
se cae del ala, pía, la música,
vuelve otra vez, anhela,
sube, sube, de pronto
la dicha cruza en una ráfaga,
tropieza con la luz,
no puede,
tiembla, quisiera
ser, la música.
Artesanos
Pules y pules, ves, el duro verde
hasta que al fin brota. Le has querido
forma de pétalo.
(Más tarde
alguien, sagaz, dirá: el hacha
tiene forma de pétalo.)
A solas
pules y pules en la luz de octubre
hasta que asoma el alma de la piedra
en un hoy sonriente.
Lejos
está mañana, como lejos
ayer quedó contigo.
Sólo el alma
sonriente de la piedra verde
brilla en el hoy de siempre.
Viajes
Un patio de la Víbora
donde la sombra crece hasta el silencio
en árboles y hierbas y amarguras
y llagas del adobe, tiene
también palmeras de otro mundo
grabadas en el aire quieto.
Salir al patio, entrar en el aroma
ruinoso de los años, es un poco
viajar al otro extremo de la vida
y estar como no estando,
en la penumbra
de donde todo viene, adonde
todo se va, por fin, a ser silencio.
Quietud
Casi no roza la palabra
siquiera el borde de la luz
bajo la sombra de los mangos.
Todo
está inmóvil ahora, como a salvo
del tiempo que se va
-sesgado, a oscuras-
por el secreto de tus venas.
Esta mujer
Esta mujer que reclinada
junto a la borda inmóvil de su casa
soporta con las manos arrugadas
el peso dócil de su tedio,
sólo escuchando el tiempo que le pasa
sin gracia ni remedio.
Esta mujer, desde la borda
blanca de su balcón, que el patio encierra,
mira correr, ansiosa y sorda,
la estela irrestrañable de la tierra.
El oscuro esplendor
Juega el niño con unas pocas piedras inocentes
en el cantero gastado y roto
como paño de vieja.
Yo pregunto:
qué irremediable catástrofe separa
sus manos de mi frente de arena,
su boca de mis ojos impasibles.
Y suplico
al menudo señor que sabe conmover
la tranquila tristeza de las flores, la sagrada
costumbre de los árboles dormidos.
Sin quererlo
el niño distraídamente solitario empuja
la domada furia de las cosas, olvidando
el oscuro esplendor que me ciega y él desdeña.
MI POETA INVITADA: Ana Llurba
Organización de las Naciones Unidas
Mi mamá me contó que en su lejano Chaco natal
tenía una amiguita polaca
pero como ella no hablaba castellano
se comunicaban
a través de una muñeca.
Me pregunto qué cosas diría ahora
ese puente entre culturas
con cuerpo diplomático de tela y cabeza de plástico
cómo pestañearía ante el público
ese protocolo de porcelana
esa fantasía animista
haciendo de ventrílocua
entre cadáveres de la historia
que se mienten entre sí.
Cosas que no me importaría olvidar
La vida es demasiado seria para que yo siga escribiendo.
Lydia Davis
paisajes con nieve,
abedules
y osos que toman vodka
en tacitas de té
de eso iban todas las novelitas rusas que no escribí
porque sé que ya no soy joven
y por eso he aprendido
que de todas mis actitudes de vanidad y auto complacencia
como apoltronarme en este sillón de bambú
o convertirme en una experta en la genealogía de las casas reales
simular que no conozco el final
de esas naturalezas muertas con libros
es lo mismo que esconder
estas delgadas placas córneas
situadas en las extremidades de los animales vertebrados
para arañar, rasguñar, aferrarme con miedo
a la ilusión de que todo movimiento
siga siendo cacería.
Editorial Letraversal