YO Y MI CAÑA DE PESCAR [Mi poema]
Azarías Pallais [Poeta sugerido]
Azarías Pallais [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
A cuestas con mi caña de pescar, Mi caña voy lanzando así al azar Pescar, que no pecar, es mi condena |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Azarías Pallais
Entierro de pobre
Entierro de pobre, ya sabes, amigo.
No quiero que vengan los otros conmigo.
Los otros, aquellos del otro camino,
los que me dijeron: es agua tu vino.
Los que sacudieron mi rama florida.
Para tejer burlas, en charlas subida.
Entierro de pobre, ya sabes, amigo.
Sin flores horribles de trapo, contigo,
y mis cuatro hermanos bellos, silenciosos,
sin esa etiqueta, sin esos curiosos,
sin los obligados que dicen: debía
venir al entierro y en charla vacía,
prosiguen narrando su gracioso cuento.
Entierro de pobre. Mi acompañamiento
será de pocos. La misa temprano,
de aquel padre Valle, canto gregoriano,
en iglesia pobre y un solo cantor
misa verdadera de Nuestro Señor.
También te suplico, me libres, hermano,
del insulto magno. Al diario profano,
que a diario blafema, dile, que no es cierto,
que quién le ha contado que me hubiese muerto
que estoy bueno y sano y así no dirán
sus majaderías de parrampamplán:
noble, generoso, digno, caballero,
ciudadano probo, patriota sincero,
de firme carácter, hombre superior…:
y otros disparates del mismo color.
Acuérdate hermano de todos aquellos
versos de mis libros, silenciosos, bellos.
Del ‘Agua Encantada’ de estos mis ‘Caminos’
que son el consuelo de los peregrinos,
de ‘Espumas y Estrellas:, del ‘Libro Menor’
que a todos encanta por su buen olor.
Entierro de pobre, ya sabes, amigo.
No quiero que vengan los otros conmigo.
Ahora que estás iluminado
Ahora que estás iluminado
hueles tanto, que nunca las más perfectas rosas
supieron hasta dónde llega tu buen olor;
como la Magdalena, tus manos olorosas
ya tocan los fragantes pies de Nuestro Señor,
ahora que que estás iluminado.
Ahora que estás iluminado
es de cielo tu boca, son de gloria tus labios,
pues gustan en la mesa del reino. Tontería
el néctar de los dioses, el vino de los sabios
y las viandas insulsas de la teosofía,
ahora que estás iluminado.
Ahora que estás iluminado
tocas al Que nos toca divinamente. ¡Manos
más dichosas las tuyas!, tus manos tocadoras.
Tocas, estás tocando con tus dedos cercanos,
a Jesús, el Espejo sin mancha de las horas,
ahora que estás iluminado.
Noticias buenas y malas
Noticias buenas y malas.
Siempre la tragi-comedia.
Libres. Esclavos. Paz. Balas.
Modernismo y edad media.
Y bárbaros, sobre todo.
La barbarie nunca falta.
El hombre, fiera, sin modo
sobre sus víctimas, salta.
Sus víctimas!, si pudieras
contarlas! No, no podrías,
arrojadas, en las eras
hondas de las tiranías.
Nerón-Calles. Y tus labios
manchados por este nombre.
Homo Sapiens de los sabios,
homo lupus es el hombre
sin Jesús. Y punto y coma.
Lindbergh vuela, vuela, vuela.
Yanquilandia, mitad Roma
y mitad Cartago, vela.
De tanto velar, se enreda.
Y aunque no se ve camino,
todos pasan, sólo queda
indeclinable Sandino.
Por sus pequeños hermanos
¡Dios se lo pague! Sandino
protesta con las dos manos
alzadas. Será molino
de viento, como los otros?
Será juego del interés?
Y que relinchen los potros?
Y que hablemos en inglés?
Los caminos después de la lluvia
Desde que era muy niño, saltaba de alegría
cuando la fresca lluvia de los cielos caía.
Chorros de los tejados, vuestro rumor tenía
el divino silencio de la melancolía.
Los niños con las manos tapaban sus oídos,
y oyendo con asombro los profundos sonidos
del corazón, que suena como si fuera el mar,
sentían un deseo supremo de llorar.
Y como por la lluvia, todo era interrumpido,
se bañaban las cosas en un color de olvido.
Y vagaban las mentes en un ocio divino,
muy propicio a los cuentos de Simbad el Marino.
Las lluvias de mi tierra me enseñaron lecciones…
con Alí Babá, pasan los cuarenta ladrones.
Y cantaban mis sueños en la noche lluviosa:
Lámpara de Aladino, lámpara milagrosa!
Y al caer de la lluvia, la criada más antigua
desgranaba sus cuentos en una forma ambigua.
Otro de los milagros que en la lluvia yo canto
es que, al caer sus linfas, se pone un nuevo manto
mi ciudad, que al lavarse… yo pienso en una de esas
austeras e impecables ciudades holandesas:
una ciudad lavada, sin polvo, nuevecita,
donde reza el aseo de su plegaria bendita…
Son todos los caminos como flor de aventura
para el dulce Quijote de la Triste Figura.
Que nos sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha
La mano izquierda
Mano izquierda: pasan todos los banqueros,
los del negociado, los treinta dineros
de Judas, los ¡Judas!, digamos: y pasa
aquel otro impuesto que llaman la tasa.
Mano izquierda, mano que oprime a la viuda
y al niño sin padre, la mano sañuda
que exprime los frutos del trabajador,
estas ovejitas no tienen pastor,
decía en palabras de ternura llenas,
el dulce maestro de las manos buenas.
La mano derecha
La mano derecha: milagroso lirio,
buena como el agua, santa como el cirio.
Tu mano derecha, ¡bésala! por ella;
serás una rosa, serás una estrella;
serás otro cristo, manso peregrino
que el agua del tiempo la transforma en vino.
Lo que hace la izquierda, sus negras conquistas
son el entusiasmo de los periodistas;
la derecha en cambio, silenciosa, suave,
deshoja poemas que sólo Dios sabe.
Dante
Guatemala, Salvador,
Honduras y Nicaragua,
liberal, conservador
infernal, maldita fragua…
Cosas torcidas y feas,
para la guerra civil
y fracasan las ideas
y el diablo cuenta sus mil
noches: por dentro y por fuera,
se disponen a matar,
se despliega una bandera
de adjetivos, un hablar,
de tontos, en elecciones;
y el robo se multiplica,
y de las cinco naciones,
solo queda Costa Rica.
Muchos muertos, sus despojos,
nadie sabrá donde están.
Para llorar, son los ojos,
dice la madre de Juan;
Más heridos, más heridos
vinieron al hospital.
Vencedores y vencidos,
rodaron por la fatal,
pendiente de viva y muera
de las ambiciones istas.
El jabalí, la pantera,
las emboscadas, las pistas…
Nada de hombre, cuanta fiera
pasó por nuestro jardín;
con su roja podadera,
el viejo lobo Caín.
A mi balcón, suben malas
noticias de Chinandega.
El poema de las balas.
El libro de refriega.
Nueve partes suprimidas
y se exalta, la oración
loca, por las sacudidas
bruscas de la interjección.
Y yo, que entonces leía,
los versos del Florentino,
y tembloroso venía
por el oscuro camino
del Infierno. Todas estas
violencias de los violentos,
rojas y macabras fiestas
d’alaridos y lamentos.
Estos iracondi, voces
del furor accenti d’ira,
estos caballos veloces
del odio, si bien se mira,
desbocados, desbocados,
los hemos visto pasar,
con nuestros ojos cansados
de buscar y de buscar.
Cuentan y no acaban, pero,
estoy viendo, exactamente
cosas que Dionisio fero
hacía, tranquilamente,
con esa tranquilidad
de los brutos animales:
-es una severidad
poliédrica de cristales-
– inicua geometría
de sistemas regulares,
álgebra desnuda y fría
de japoneses jaguares –
en temibles ecuaciones,
maté, matastes, mató.
Mías todas las raciones.
Nadie más fuerte que yo.
Cuando mates, con soltura
de ejercicio natural,
llevarás clara y oscura
piel manchada d’animal.
Eres tigre? – pues, devora.
Eres hombre? pues trabaja.
Sin trabajar atesora
el político. Su caja
es de todos, tuya, mía;
y la familia de Juan,
que no tiene cada día,
garantizado su pan.
Pues, por la caja de hierro
de Don Latro, semejante
voz enfática del perro
de las hecatombes…; Dante,
con esbozada sonrisa,
nos habla d’estos ladrones;
así ríe Mona Lisa,
quien sabe por qué razones.