PITONISA [Mi poema]
Jair Cortés [Poeta sugerido]
Jair Cortés [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Mirando voy por saber, andando la vida paso, Decid, ¿por qué la estulticia se antepone a la pericia, Hoy he subido hasta el altar a verle a mi pitonisa, ¿quién invirtió los principios? ¿dónde está la realidad? Por qué mencionar la palabra castidad produce risa? Share on X |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Jair Cortés
Ahí, dicen que en la orilla el agua
Ahí, dicen que en la orilla el agua es sangre,
corriente anónima de fuerza parecida a la de un río.
Y no es un río,
sino una lágrima
acaso derramada por Dios
o por la bonanza de una época divina.
La gota de luz invade todo espacio,
lo negro se vuelve menos negro,
no profundo,
devuelto a una claridad,
a un deslumbramiento.
Ahí, en esa célula de tiempo,
En esa marea lenta
(por momentos abrupta),
en ese piélago desconocido,
lenguaje líquido,
palabra,
carnal desaparición de los miedos
en donde se funden esencias más probables
de un polvo más pesado que el oro,
en donde la arena es manecilla
pendiente siempre de la llegada de la lluvia.
En ese río que no es un río
y en esa lágrima no lágrima,
según dicen
comienza la vida.
(De A la luz de la sangre)
Fósiles
Para Omar Martínez Verde
I
Atardecemos.
El arco de la luz se disuelve lento.
¿Qué son las alas y para qué sirven?
Por la piel escurre el ámbar,
la edad que llegará cuando dejemos al frío en simple sensación,
cuando los trópicos existan sólo para los hijos de nuestros hijos,
cuando el dinosaurio sea la escama de la tierra
y nosotros fósiles,
cuna de petróleo;
acaso cuna de nostalgia.
II
Las alas podrían ser una extraña manera
de nombrar los pétalos de algunas flores;
el esfuerzo de la oruga
que dejó en sí misma una vida de anhelos
y de piedra.
III
Tarde se descubre la primera arruga.
Demasiado tarde,
cuando demasiado es un don en lo fugaz.
Tarde es en la nuca
de quien se recuesta para morir profundo
sobre el pecho de su tumba.
IV
Dicen que las alas son un instante,
una mueca gris,
tardía,
y son quizá el destino vegetal de la libélula,
los brazos de una nave antigua,
los remos de la barca perdida en el fallido cálculo
de su destino.
Yo digo que las alas
en algún tiempo fueron campanas,
volaron alto
y descendieron para morir en los oscuros pozos.
Yo digo que las alas no existen,
porque la tarde es un instrumento de la memoria para recordar la vida.
Un espejismo.
Una silueta en el colmo de la mente.
Dicen que las alas son quizá el último beso en la frente del náufrago.
Dicen de las alas,
y de nosotros,
viejos sueños,
fósiles y sin alas,
nadie,
nadie dirá nada.
Dios
Quien quiera que seas,
en el lugar en que estés,
trata de ser ausencia,
para evitar estas preguntas,
para que este monólogo no nazca,
para curar mis heridas sin respuestas.
Como te llames,
llámate nada,
por mucho poco.
Del color de tus labios,
del cielo que hayas visto,
olvídalo todo;
que tus ojos ya no lloren por el espejo,
alza las manos y húndete en ti,
hasta el fondo,
para ser eso que ya no eres.
Quien quiera que seas,
cierra para mí tu puerta,
por venganza o por miedo.
Vacía tu memoria.
Como se llame tu patria,
levanta la bandera del destierro,
calla,
no hables…
Quien quiera que seas
si posees voluntad,
ya no me duelas.
(De Dispersario)
Poema de amor
Altas torres, cumbres de concreto,
¿de qué sirvieron si el cielo estaba entre nosotros?
En el paisaje que provoca un ahuehuete en medio del campo
y en la mujer que mira ese paisaje
y en el hombre que mira a esa mujer.
(De Nubes despiertas)
Atrios
I
Alguien superior a nosotros,
el fuego innombrable,
eterno,
nos odia.
Nos odia al amanecer
y nos lleva hacia la noche matadero.
Algo
o alguien
está odiándonos,
aquí mismo;
de lo contrario
no se explica este sufrimiento.
II
Piensas en el lago,
en su orilla,
y no concibes que una piedra
pueda alterar su quietud.
Miras la palma de tu mano
y una piedra reposa sobre ella:
esa verdad llegará a ti algún día,
esa piedra que ahí ves y ahora no pesa
es el juramento de que el mal existe,
y sólo espera,
y solo es piedra…
III
El que ama a Dios
hallará delante la misma paz de aquel que lo odia.
El que nada tiene
perderá lo mismo que pierde el que lleva al hombro la carga de la virtud.
El despojado de sus bienes no quiere saber de abundancia,
porque su pie está en el suelo
y porque sabe
que nada que posea el hombre
podrá llamarse riqueza.
IV
Tuyo es mi odio,
Tuya es esa lágrima que ahoga desde los ojos hasta los puertos.
Tuyos son el vientre del volcán
y el beso de la alabarda en el cuello.
Tuya será mi muerte
cuando yo muera.
V
Asómate al río turbio del hubiera
Mira cómo se aleja la posibilidad
Al final se quiebra
Entonces
Comprendes que nada en el odio
puede contagiar la sencillez de una línea recta
(De Caza)
Digo mi historia
Digo mi historia
y es la historia de otro
vista por mis ojos
océano que se rompe en la palma de las manos
carne que tiembla
Caigo en mí mismo y me levanto
los nervios a flor de piedra
No soy yo
sino el verdadero
Cuento mi historia
y es la historia de otro
enredado en el sin fin de la luz y del delirio
Lo eterno
es un río que no conozco …
Ya es hora
Ya es hora
¿Qué tiene el hombre en sus manos que el tiempo es sólo tiempo?
No me duele partir,
me duele quedarme,
irme,
partirme en varios caminos,
desgajarme en otras voces,
a la misma hora,
y con un solo nombre.
Es verdad que me quedo,
no me lloren
también ahora
me he marchado.
(De Tormental)
Enfermedad de talking
Puso incendio para el café,
quitó la tapa del cerillo
y se sacudió los perros de la cabeza.
La ventana de su librero
dejaba entrar la caja vieja de zapatos
que días antes había visto envuelta en el diciembre agrio tostado del vaso.
Miró su rostro en el cajón:
sintió entonces la pintura correr por su latido,
ánimo del suelo el de su cuerpo recostado sobre la fina azotea comprada en Venecia.
Preguntó por ella:
respondió el toc (tic tac) toc de un pájaro que voló dentro de la licuadora.
-No sé más de mí-
contestaron las voces terribles de su gripe
que, a estas alturas de la fragancia,
habían ya cocinado una pasta compuesta con letra de molde.
Dijo adiós,
pero un ligero, casi imperceptible bosque,
le abrazó de pronto, y ella, de sí,
volvió otra vez a lo real
y contempló la cuchara ciega
que buscaba, esta vez,
azúcar por encima de la mesa.