¡NO LEERLO! [Mi poema]
Elena Martín Vivaldi [Poeta sugerido]
Elena Martín Vivaldi [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Perdonen los que saben lo que escriben Yo soy loco de atar, un simple loco, Cual boca de botella de aguardiente Poco más que el soneto que hoy escribo renuncio. Que un soneto es de estraperlo |
Comentario del autor sobre el poema: Un reclamo muy marketiniano para que alguien te compre un producto es decir que no lo compres. Claro que si después éste no es bueno, lo harán una vez pero ya están prevenidos en contra para tu siguiente mensaje. Ójala éste no sea mi caso.
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Elena Martín Vivaldi
AMARILLOS
I
Qué plenitud dorada hay en tu copa,
árbol, cuando te espero
en la mañana azul de cielo frío.
Cuántos agostos largos, y qué intensos
te han cubierto, doliente, de amarillos.
II
Toda la tarde se encendía
dorada y bella, porque Dios lo quiso.
Toda mi alma era un murmullo
de ocasos, impaciente de amarillo.
III
Serena de amarillos tengo el alma.
Yo no lo sé. ¿Serena?
Parece que entre el oro de sus ramas
algo verde me encienda.
Algo verde, impaciente, me socava.
Dios bendiga su brecha.
Por este hueco fértil de mis ansias
un cielo retrasado me desvela.
Ay, mi esperanza, amor, voz que no existe,
tú, mi siempre amarillo.
Hazte un sol de crepúsculos, ardiente:
ponte verde, amarillo.
SOLEDAD
Y era un silencio duro como piedra;
un silencio de siglos.
Era un silencio adusto, impenetrable;
un silencio sin venas.
Era un dolor de amor, hecho de largas
noches sin el amado.
Hecho de fieles manos que se tienden
estremecidas, solas.
Era una voz dormida entre las sombras,
unas lágrimas secas.
Febril temblor de labios, una loca
esperanza desierta.
DESTINO
Entre ti, soledad, me busco y muero,
en ti, mi soledad, mi vida sigo,
vencida por tus brazos voy contigo
y allí te aguardo donde ya no quiero.
Desde siempre en mi calle yo te espero,
y amante de mis noches te persigo,
si alguna vez, dolida, te maldigo,
desde tu ausencia, triste, desespero.
Me diste la esperanza de tenerte
en mi dolor. Guiada por tu mano
subí los escalones de la muerte.
Aquí donde a tu sombra soy crecida,
el tiempo, tuyo y mío, va cercano,
dejándome la sangre ya cumplida.
DÍA 5
Dame tu mentira, abril,
venda mis ojos y enciende
toda la luz de tu sol,
y deja al alma que sueñe.
Esconde tú mi verdad.
No me la digas. Alegre
abre tu puerta. Que yo
por tu primavera entre.
Sonrisa. Abril. Cielo azul.
Con mis lágrimas, ya ausentes,
deja tu rocío a la flor.
¡Y dile al viento que espere!
EL ALA DE UN RECUERDO
Como un aire suave que el verano
nos deja entre la carne y acaricia,
trayéndonos, ausente, la primicia
de un otoño amarillo y más cercano.
Como un agua que llega hasta la mano,
sedienta de esperanza, y la delicia
de su frescura por la sangre inicia,
y calma el corazón. Así, lejano,
en brisas de nostalgias florecido,
el ala de un recuerdo, silencioso,
ha rozado mi alma, y, suavemente,
desde el umbral oscuro del olvido,
un sueño, de su noche, milagroso,
llega claro a mi sed con voz ausente.
GINKGO BILOBA – ÁRBOL MILENARIO
Un árbol. Bien. Amarillo
de otoño. Y esplendoroso
se abre al cielo, codicioso
de más luz. Grita su brillo
hacia el jardín. Y sencillo,
libre, su color derrama
frente al azul. Como llama
crece, arde, se ilumina
su sangre antigua. Domina
todo el aire rama a rama.
Todo el aire, rama a rama,
se enciende por la amarilla
plenitud del árbol. Brilla
lo que, sólo azul, se inflama
de un fuego de oro: oriflama.
No bandera. Alegre fuente
de color: Clava ascendente
su áureo mástil hacia el cielo.
De tantos siglos su anhelo
nos alcanza. Luz de oriente.
Amarillo. Aún no imagina
el viento, la desbandada
de sus hojas, ya apagada
su claridad. Se avecina
la tarde gris. Ni adivina
su soledad, esa tristeza
de sus ramas.
Fue certeza,
alegria – ¡otoño ! – . Faro
de abierta luz.
Desamparo
después. ¿Dónde tu belleza ?
LA LLUVIA
¿Cómo sería la lluvia
si no fuera de aroma,
de recuerdo,
de nube,
de color
y de llanto?
¿Cómo se oiría la lluvia,
si no brillara intensa,
pálida,
azul,
violeta,
relámpago,
arco iris
de olores y esperanzas?
¿Cómo daría la lluvia su olor,
su gris perfume,
si no fuera aquel ritmo,
aquella voz,
el canto,
eco lejano,
el viento,
una escala de ensueños?
¿Cómo sería la lluvia,
si no fuera su nombre?
POR TU SILENCIO AZUL
Tú, luna, si me hablaras,
si debajo de tu corazón frío
tuvieras, libre, un alma.
Si dentro de tu silencio azul
palpitaran palabras encendidas,
a mi vencida sangre despertando.
Si tus pasos dejaran una senda
y un marcado camino
para escapar al mundo de lo incierto.
Ay, luna, si llegaras,
luz de errante desvelo,
hasta mi casa.
Si abrieras los balcones de la noche,
y entre escalas de aromas
tus manos me tendieras.
Si olvidando tu ciega indiferencia,
llenaras a mis ojos de esos verdes
paisajes, donde tienes
escondido el secreto de tu llama.
Ay, luna, siempre luna,
por tu ventura inmóvil,
inútilmente luna de mi llanto.
¡Si tu me oyeras, luna!
MI POETA INVITADA: Graciela Maturo
XXVI
Vuelo sobre el mar
dejando atrás las cenizas
de los que amo.
Vuelo sobre los tiempos del dolor
sobre los cementerios
donde enterré mis lágrimas.
Voy hacia días desconocidos
hacia las Islas Afortunadas
donde crece
el árbol mágico del pan.
Dueña de mí y del aire
sé que todo está vivo para siempre.
La distancia es sólo una ficción
inventada por los condenados.
En la caverna de mi pecho nació un pájaro.
En el silencio de las grandes ruedas
que mueven los días y las noches
se oyó su canto solitario, tenue.
Sonaba en las albas iluminadas
o en la impiedad de desiertos dolorosos.
Pájaro auroral
ascua viva
corona de los días.
Dejadme amigos míos
en el vivir y el desvivir
dejadme entrar en la fogosa interioridad del bosque
donde residen los leones de la noche
y despertar en las auroras con jacintos azules
y ruido de mar en mis oídos.
Durar en el jardín
beber en el arroyo frío
entre piedras de musgo amarillento;
Mis ojos han sido destruidos
y han vuelto a nacer con luz propia.
Ellos me llevan ahora
entre nubes ingrávidas.
De Navegación de Altura, Madrid-Buenos Aires, 1997
Poema de la flor tardía
Para mi hermano Horacio
Triunfa, violeta alpina con tu seda morada,
triunfa sobre el vacío y la tristeza
del final del invierno, del olvido.
Sobre el gris de los días resurge tu belleza
y el oro de tu frente en mi ventana estalla.
Altiva y delicada con tu manto de reina,
con el callado amor de quien te envía,
eres un corazón abierto a todos.
Hablas en tu mudez resplandeciente
de la nieve, del brillo de los soles profundos,
del viento, del rocío, del canto, de la lágrima.
Traes una palabra en el desierto
un ala azul que tiembla en las rocas del alba.
Me recuerdas el aire de los días gloriosos
la ruta enamorada de la esperanza viva.
En tus pétalos graves abiertos hacia el cielo
miro nacer de nuevo la mirada de un ángel.
En la mañana del jueves 26 de octubre de 2017 (Inédito)
Un Viento hecho de Pájaros
Toqué la piedra, su opaco testimonio
anhelando su lenta seguridad compacta,
la dura perfección de su silencio.
Pero un viento volvía con crines musicales
saludando a los árboles,
removiendo los posos de mi tiniebla amarga.
Y naufragué en el aire delgado y transparente
siguiendo su hebra de oro,
buscando los minutos esquivos como peces,
naciendo en el asombro
desde el polen que crece a través de mis ojos,
desde la red de sombras que me cerca la sangre.
Un viento hecho de pájaros y de presentimientos
una marea añeja de sales y de gritos
arrasando mis tallos,
doblándome la frente con su lengua de plomo.
Suben los viejos días, las vidas en espera
de su predestinado, encendido minuto,
el agua de las sonrisas extinguidas,
la ciega podredumbre de todo entonces.
En vano es que enarboles pálidas estructuras,
que traigas su húmedos cántaros confiados, familiares,
para esta arena trágica.
Nada apaga esta sed,
este bárbaro ciervo alimentado de astros,
sorbiendo la médula de los días,
cabalgando en sus noches.
Quiero rasgar mi piel para conocer su rostro
imponerle una niebla de sosiego,
beber sus bellos ojos de lava ardiente,
nutrirlo en piedra, en ordenados muros.
Dónde nace este pájaro incesante
nebulosa de espumas,
enjambre de raíces y de fábulas…
De Un Viento hecho de Pájaros (1958)
Jardín de Hierro
No puede ser que todo se pierda para siempre,
que no tengan su número de amor
ni la música oscura que fluye entre mis dedos
ni el agua, ni la arena
ni la movida llana
ni el enorme silencio de los ojos del perro
ni el sueño de la tarde que bellamente muere.
Cómo será el olvido,
los días sin memoria,
sin este claro peso de las cosas amadas,
sin el tierno contorno familiar de los árboles
acaso sin tus ojos…
Cómo serán los lentos imperios de la gloria
su radiante crepúsculo sin noche
su implacable diadema.
Quizás pediré a Dios que me conceda un día
poder mirar el cielo desde huesos mortales
y saciar estos labios con un agua de tierra…
Volveré a los parajes que anduvieron mis pasos
entre piedras antiguas o entre muros
dulces, perecederos…
Acaso volveré, desterrada y ardiente
a mi jardín de hierro.
De El rostro (1961)