MENTIRAS Y GORDAS [Mi poema]
Lucía Sánchez Saornil [Poeta sugerido]
Lucía Sánchez Saornil [Poeta sugerido]
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MI POEMA …de medio pelo |
Vivimos en un mundo de mentiras |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Lucía Sánchez Saornil
Canto nuevo
¡Oh, cuánto tiempo HORA NUESTRA
te hemos esperado!, ¡cuánto!
Oh, cuántas veces tendimos
el cable de nuestra mirada limpia al futuro
y aplicamos el oído extático
al viento,
ávidos de distinguir
tu música en embrión!
¡Oh, cuántas veces
el diamante de nuestro deseo
partió el cristal del horizonte
buscándote más allá de la aurora!
Y al fin te poseemos,
HORA NUESTRA;
al fin podremos mecerte en nuestros brazos
y escribir tu claro nombre en nuestras frentes.
Hermanos,
he aquí, todo cumplido;
hagamos braserillos en el hueco de nuestras manos
para esta “LLAMA ALARGADA”.
El horizonte es la pauta, hermanos.
Nuestros martillos, pulidos y brillantes
como uña de mujer,
canten sobre las columnas truncas,
sobre los frisos rotos.
Tal un vendaval impetuoso
borremos todos los caminos,
arruinemos todos los puentes,
desarraiguemos todos los rosales;
sea todo liso como una laguna
para trazar después
la ciudad nueva.
Tiranos del esfuerzo
nuestros brazos levantarán esta vieja Tierra
como en una consagración.
Un abanico de llamas
consumirá las viejas vestiduras
y triunfaremos, desnudos y blancos,
como las estrellas.
Lo que hemos creado esta hora
alcanzaremos todas las audacias;
NOSOTROS EDIFICAREMOS
LAS PIRÁMIDES INVERTIDAS.
VITELA
El abanico de hueso
tiene en la clara vitela
la infantilidad del beso
sutil de una pastorela.
_
El verde rincón florido
de un romántico jardín
donde con gesto atrevido
ríe traidor, Arlequín
_
Una bella Colombina
da su risa cristalina,
al verdor de la glorieta
y un Pierrot, blanco de yeso
le da el regalo de un beso
dibujando una pirueta.
La vida separó en seco
– fué en el tiempo de la siega-;
la canción del labio mozo
se trocó en dura blasfemia
y la hoz dejó en el surco
una interrogante abierta.
La vida se paró en seco
en la ciudad y en la aldea;
se enfrió el horno del pan
y sobre el trigo la muela
se inmovilizó de pronto
sin acabar la tarea.
¡Descansó el macho en el yunque
con un apagón de estrellas!
¡La vida se paró en seco
cuajada en gritos de alerta!
Aulló el hambre; despertó
la legión de la miseria,
husmeó al aire cargado
de electrizadas centellas
y un puño gigante en alto
contó minutos de espera.
De Este e Oeste y desde el Norte
al Mediodía de Iberia
corrió el «alerta» del paria
al acecho de sorpresas.
¡Cuidad los hombres del llano!
Los de la montaña, ¡alerta!,
los que en la huerta se afanan,
los que junio el agua sueñan.
¡Aquí los descamisados
firme el puño en la herramienta,
que herrumbre de viejos hierros
nos amaga las muñecas!
¡La vida, toda, tembló
de temerosa impaciencia!
¡Júbilo de los esclavos!
Las noches eran espléndidas;
iluminadas de rojo
sonoras de voces. Eran
como esa canción sin nombre
que el viento arranca a la selva sacudiendo hasta la entraña
del árbol bajo la tierra.
Eran crepitar de llamas
despeño de torrenteras
silbidos entre relámpagos,
muerte y vida en recia mezcla.
Y en medio del torbellino
– boca pegada a la tierra
va un suspiro.. -Hermano, oye…¬
(Están en sombra y se aprietan
las manos tímidamente
sin que ayer se conocieran).
– Mi madre quedó llorando,
cuando me marché, de pena,
creída en el desamparo
si mi muerte acaeciera.
(Júbilo de los esclavos,
júbilo! La bocanegra
del fusil crea en la noche
una ráfaga de estrellas).
Y la voz… -Lleva a mí madre,
si yo caigo, esta certeza:
que aquí dejo mil hermanos
valientes que la defiendan,
hijos de su misma entraña
aun cuando no los pariera.
¡Júbilo de los esclavos! En julio rojo la tierra
como un vientre estremecido
recibió la siembra nueva.
(Mujeres Libres, n° 11, dic. 1937, Barcelona)
Cuatro Vientos
Mi balcón:
rosa del cristal frente al ocaso.
En el río del horizonte
naufraga Cuatro Vientos,
nido de águilas de acero,
de alas inmóviles
y vientres sonoros.
Tarde de Domingo,
cuando se ahoga el sol en el río fantástico.
He aquí los grandes pájaros sonoros,
rondel de gaviotas,
sobre un mar lejano.
En la costa ilusoria
hay un faro:
la torre radiotelegráfica.
He aquí los grandes pájaros sonoros,
que se elevan, se persiguen y se abaten,
sobre las lejanas olas imaginarias.
Tornan a alzarse
triunfales, como cóndores altivos,
trepidan los vientres locos
en una embriaguez de energía,
canto bárbaro de las fuerzas domeñadas.
Un pájaro soberbio
rasga el cristal del poniente
en un vuelo al sol.
Y de pronto
aletea… gira y cae.
Temblamos,
como si la tierra se hubiera removido
en una sacudida sísmica.
Un pájaro yace inerte y roto:
sobre la tierra,
cara al sol,
el corazón del pájaro muerto
de una estrella caída y opaca.
El río del horizonte,
que se había teñido de sangre,
se desbordó por los cielos.
Nocturno de cristal
Los cisnes
cobijan la luna bajo sus alas.
¿Quién ha sembrado el fondo negro
de anzuelos de oro?
Las hojas de los árboles
sobre el estanque sueñan
con un viaje a ultramar.
Me ha tentado el suicidio
y al mirarme en el espejo
me ha espantado mi doble
ahogándose en el fondo.
Es en vano
Para Eugenio Montes, piloto ultraísta
Detrás de nosotros
dejamos un rastro de cadáveres.
A cuántos los quisiéramos resucitar
y darles su sol y su cantar y su sonrisa
Nada hay que pueda ponerlos en pie
De algunos nos hemos traído el perfume
pero ellos van en sus cajas negras
río abajo.
Paisaje de arrabal
Anochecer de domingo
¿Quién aprisionó el paisaje
entre rieles de cemento?
Bocas hediondas ametrallan la noche
Los hombres que tornan del domingo
con mujeres marchitas colgadas de los brazos
y un paisaje giróvago
en la cabeza
vendrán soñando en un salto prodigioso
para que el río acune su sueño
Un grito mecánico entra en el puente
De pronto alguien
ha volcado sobre nosotros su mirada desde
la curva de la carretera
Pasó
Sus ojos van levantando
los paisajes que duermen
Ahora la luna ha caído a mis pies
Domingo
La ventana bosteza
en el fondo
cansada de mirar
siempre el mismo paisaje
En el plano del alma
nadie pone su mano.
En la ciudad
la cinta cinemática
desenrolla su metraje.
No quiero
no quiero
no quiero
Film para los horteras
y las porteras.
La semana
canta su estribillo.
El lago del recuerdo
se colma de suspiros
Un gramófono ronca
Domingo
domingo
domingo.