INVENTOR DE SUEÑOS [Mi poema] León Plascencia Ñol [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Un inventor quisiera ser de sueños, Vivir la vida toda imaginando Volando sobre un mundo novelesco un corrector para las malas formas, Y gotas de humildad a presumidos, Ya sé que quedan más, que inventar todos, |
Tabasco, marca comercial de una salsa picante. La realidad es que todos somos inventores de sueños. La diferencia es que los que yo propongo son parches para curar alguno de los males que aquejan a la humanidad.
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: León Plascencia Ñol
1. kamo-gawa
—una nube allá—
garzas, pescadores,
makis con kimonos festivos.
la bicicleta
el desorden, las piedras
pulidas por el agua,
el curvo paisaje
demolido,
quedó una visión
en la grava,
una señal de un grupo
de paseantes
que levantan la mano
a modo de
saludo al extranjero
que mira
la mansedumbre del pescador
y el rostro
de una japonesa
casi anciana
o de edad indefinida
como el humo
de su cigarro blanco.
aquí hay grullas
insomnes y el murmullo
de lo que dijimos
tendría
que haber sido así.
allí está el río
y la calle kawabata-dori.
2. el buda
la reconstrucción
de un rostro
en plena avenida
—el buda acontece—
es sólo un trazo.
en la piedra blanca
de la memoria
todo queda
así,
elemental,
partido en dos,
como el dragón
volador que
deja inscrita
su muerte a un costado
de las cosas.
5. kawabata-dori
nadie dijo nada
lancé una piedra al río
desde la bicicleta
voy a otro lugar
nadie dijo son demasiados
los lugares blancos
a lo largo de la calle
me abandono en una lengua nueva
señales evidentes
de la confusión de mirar
en mal momento el vuelo
de una grulla
nadie dijo regreso más tarde
no hace frío
el objeto de este poema se hunde
una piedra tan sólo.
6. higashi hongan-ji
es posible
entender que un murmullo
circular
es el soplo del buda.
el monje
kakunyo
fue el primero
—detrás de la enorme
puerta negra—,
que se dedicó
a pensar en amida,
el buda del paraíso del oeste.
hay nubes frente
a nosotros.
en 1602, el shogun
tokugawa, mandó
construir el templo.
la nave principal
tiene
la temperatura
de un trazo
hecho por la mano
de un calígrafo.
en agosto
la lluvia no
es invisible.
mantiene el color
de ciertas divinidades.
9. ginkaku-ji
la escena que cambia bruscamente:
el estanque apacible, la madera sosegada
del pabellón de plata, una inscripción
de nuestra historia, los jardines de camelias,
la vida nítida, la luz que viene de la dirección
correcta en caso de que pueda iluminar
la franja de la puerta en el momento exacto,
las piedras —su interior oscuro—.
alguien esboza el resto y tenemos un telón
de fondo —montañas de higashiyama—.
una bolsa con papel de arroz; es un poco
de mi vida la que no consigo enfocar por ahora,
es una cuestión de tiempo o de sentido.
¿es realmente necesario describir los caminos
de grava negra, la calma sinuosidad de los árboles
arriba de nuestra vista? un tronco enmohecido,
el anciano que enfoca su cámara
a un objetivo minúsculo, los grupos de familias,
los extranjeros de las tres de la tarde. un poco
más y encontramos la frecuencia
de un paisaje expresivo. pero no fuimos conscientes.
10. bochi
una bandada de cuervos sobrevuela el cielo de verano
estoy aquí una bandada de cuervos sigo caminando
los dragones voladores vienen antes de la lluvia
tumbas minúsculas como una herida sigo caminando
afuera del bochi los kuruyamas esperan pacientes
dos hombres obesos bajan de una kuruma sigo caminando
el cielo es negro como la bandada de cuervos que giran
y giran hasta formar una hélice aguardo el olor de comida
es natural sigo caminando la lluvia encima.
* Los textos que forman parte de “Kioto” son instantáneas que buscan representar el trazo del calígrafo: pocos movimientos para lograr una exactitud y precisión que al momento de decirse se vuelven nada. En mi cuaderno de viaje intentaba apresar pequeños instantes, a veces a través de estos textos que parten del influjo de Haroldo de Campos, y en otras ocasiones con pequeños dibujos rápidos. Irónicamente, el influjo proviene matizado no por la poesía japonesa, sino por la poesía concreta brasileña de De Campos, que hace una relectura de ciertos poetas japoneses. Fuente: el Periódico de la Poesía
SÍNDROME DE LA CABEZA ESTALLADA
La persistencia de un punzón
que hiende el aire; la conjetura
de la marcha melancólica de un grupo
de hienas; la taladrante sensación
de algo que cae; la sutura
de una herida en el campo
de batalla; la caída estrepitosa
de un bucle amarillo; la rajadura
de un cráneo; la mirada oblicua
al empezar el día; la noche adentro
de la cabeza; la estallida múltiple;
la estallida sin orden. La cólera.
SÍNDROME DE CAPGRAS·
mi madre es adolf hitler,
la vi preparar discursos frente a la mesa de madera,
la vi conducir un auto a gran velocidad por la baja sajonia con su uniforme oscuro,
la vi degollar con una espada a antílopes y jirafas;
mi padre es sharon stone, johnny depp y joe dimaggio,
a veces iba al estadio de beisbol o intercambiaba personajes
en el set cinematográfico –yo estuve presente cuando se vistió de blanco
y abrió sus piernas a los policías–;
mi mujer es bill clinton antes de que conocer a monica lewinsky,
también es saddam hussein –y no está muerto– y mi vecino sin piernas
que ondea una bandera norteamericana todas las mañanas;
mi hija es una extraterrestre de ojos grandes que se comunica
con sus amigas a través de un radio portátil de onda corta,
es lawrence de arabia o peter otoole, depende de las circunstancias
y de los alimentos que haya ingerido;
mi hijo es un saltimbanqui del siglo xvii que está perdido en un cuarto
donde viven yonkies albinos,
yo lo vi como funambulista en nueva york,
como pordiosero con rostro de jimi hendrix a las afueras de un bar angelino;
yo vi a dios con el rostro de mi hermano mellizo –nunca pudo engañarme–.
yo los amo.
sé que un árbol es un árbol.
yo los comprendo.
una nube cambia de vértigo y de blancos.
yo los perdono.·
todos me alientan, todos me alaban, todos me destruyen.
PARANOIA·
Luces interminables al fondo del pasillo. Una larga repetición
de lo que sucede siempre; flashazos de una muerte
que no existe, que vuelve una y otra vez; ángeles que caen en la pulsión
de un hoyo negro, lleno de una materia; luces en los deslaves azules
de la memoria, como si fuera posible un cielo fracturado
por cuchillos silenciosos. Todo se iba por el sumidero de la inconsciencia,
por los arroyos de una sangre imperceptible para otros ojos.
Hubo partículas de odio incrustadas en los miembros más frágiles
del cuerpo. Descendieron seres amarillos, casi tanto como una herida de desamor,
por escaleras múltiples y cayó un relámpago con esquirlas
para el enemigo que nunca fui de mí mismo. Pero había habitaciones blancas
cerca de corredores que van a ningún lado, muñecas sin labios, batones
percudidos tirados en una esquina. Entonces yo entré en un pasadizo
acolchado, con salientes rocosas, y de mi cabeza salían músicas inolvidables
que tenían que ver con un mundo rompido, esquinado.
Nadie supo de la visión, pero había un desierto rojo al centro
de la cama, un grupo de seres que se borraban por segundos,
y en mis párpados caía una cera lenta y yo estaba en mi memoria
devorada por el azul, frente a una ventana transparente
como una escenografía golpeada por los ecos de los fantasmas
que no importan a nadie. Nunca paré de hablar de los mordiscos
que me daba la mañana con su niebla casposa, su rugido ilegítimo.
Pero en primer plano, como un asesino fratricida, está mi amor
por lo persecutorio, el aroma de los perros en celo, la parca
resistencia de los caballos rojizos, la sonámbula tarde
en donde los seres idénticos se repiten con insistencia cromática.
Por momentos entendí que el lenguaje se disfraza de horizonte,
tiene una capa naranja, un afeitado síntoma, una altura que siempre
cae de golpe, entre la carne, como el disparo que nunca hice,
o lo hice de múltiples maneras, dentro de ese garage circular.
Todos los nuevos pensamientos son acerca de la pérdida.