HAY QUE COMER SANO [Mi poema] Helcías Martán Góngora [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Cinco veces comer, es lo más sano, Lo que es bueno, al comerlo está muy malo, Y así tilden a alguna de basura, Si habremos de comer y eso es seguro, |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Helcías Martán Góngora
Himno de Santiago de Cali
Gloria siempre a Santiago de Cali,
flor y fruto de nuestro país,
mundo y patria que es cuna y es aula,
es taller, templo, estadio y jardín.
Precursora de la independencia,
fiel heraldo de la libertad.
Nuestros padres ganaron la guerra
y nosotros ganamos la paz.
Tierra madre, feraz tierra buena
que a la pena ancestral pones fin,
donde nadie es extraño ni esclavo
y es hermoso nacer y vivir.
Canta el río canciones de cuna
y alza el viento el humano pregón;
te nevamos tatuada en el pecho
con estrellas sobre el corazón.
Domadora que selva y pantano
transformaste en fabril colmenar,
abres rutas y cumples la cita
con las cumbres andinas y el mar.
La legión de tus hijos mayores
que juraron vencer o morir,
te esculpieron en piedra de siglos
y fundaron sobre el porvenir .
El paisaje se tiende a tus plantas
y te rinde sus armas el sol,
monta guardia la caña de azúcar
y es el valle lección de verdor.
Sobre el ara del Valle del Cauca
prometemos tu hazaña exaltar
y grabar en la cima tu nombre
y acrecer el legado inmortal.
Tríptico conyugal
1.
Todos los días, junto a mí, lo mismo
que la luz enclaustrada en el diamante:
de día y noche amurallando instantes,
de noche y día conjurando el sismo.
Todos los días en el cataclismo
de mi ser y las horas delirantes,
hasta salvarme del humano abismo
en que se hundió mi planta itinerante.
Todos los días en el maremoto
y el naufragio. En el alba y las tinieblas
de mi lecho y el ángelus remoto…..
Y las noches que son amor o nada
porque los días con tus manos, pueblas
y entronizas la paz reconquistada.
2.
Toda mi soledad se hizo navío
para seguir tus huellas emigrantes
y la sangre también trocóse en río
y el río se hizo cuerpo del infante.
Anclada estás en cada sueño mío
desde ayer, para siempre, desde antes
que el llanto preludiara en el rocío
mi nocturna canción de navegante.
Te diste así, a mi efusión marina
en fruto y flor y pájaro en la rama
y fuego que en crepúsculo germina.
Con Helena y Ronsard el tiempo hallamos.
Somos hoguera en la infinita llama,
savia y raíz en el eterno ramo.
3.
Que he de morar en tí, y en cada rosa
que tú siembres, morir de poesía;
en el silencio y en la diaria prosa
soy el heraldo de tu profecía.
Llama que con tu incendio se desposa,
ala que se desborda en sangre mía;
hermana y madre y solidaria esposa,
compañera en la noche y en el día.
Yo te elegí entre todas las mujeres,
país de amor y huerto florecido,
lumbre del hijo en mis atardeceres.
Adelaida de luna y terciopelo:
¡en la orilla del mar desconocido,
toco en tus manos el umbral del cielo.
Sonetos españoles
1.
¿Por qué será que en castellana tierra
yo me pongo a soñar la tierra mía,
y al centro de la mar alzo la sierra
y en la montaña azul marinería?
En paz de amor puede encender la guerra
mi corazón con tácita anarquía,
hacer la noche en la mitad del día
y ser la sed que ante la copa yerra.
Pero tengo al final de esta llanura
una palmera para la ternura
y una clara verdad que me sosiega.
El alba crece entre mi humano limo
y cuando llegue el día de la siega
me entregaré a la luz como un racimo.
2.
España, estás en mí, como una espada
sobre el costado del amor abierto,
esquife anclado en el seguro puerto
de tu sangre en mi ser multiplicada.
Llego con la sandalia desatada
a la llanura y al sellado huerto,
y el corazón se suma a tu concierto
con un clamor de herida campanada.
En mi infancia de bosques te sabía
honda lección del cielo que no pasa
y árbol de luz para la sombra mía.
Hoy que te palpo con asombro ciego
comparto el pan que se doró en tu fuego
y habito en tí, como en la propia casa.
3.
Estos campos sagrados que me ofreces
cuando miro en la noche los collados
quedan en mi recuerdo iluminados
con olivos de luna y con cipreses.
Alza las torres como lentas preces
a los cielos por tí reconquistados
y no hay villa ni alcor donde no reces
entre un vuelo de arcángeles dorados.
Cruzas por mí lo mismo que un camino
y en tu casa de amor soy el cimiento
yo, el nómada sin tierra, el peregrino.
Me posees y labras sin fatiga
y en las viñas del Cid soy un sarmiento
y en el trigal de Dios soy una espiga.
4.
Tú me colmas, España, tú me habitas.
Mi soledad con tu presencia llenas
y a tu encantada cárcel me encadenas
con tus manos que inician margaritas.
A tu abismo de luz me precipitas.
Me levantas en todas tus almenas
y me salvas, al par que me condenas,
con tus palabras en mi sueño escritas.
Tú me llevas, España, de la mano
a través de los íntimos senderos,
lazarillo del hombre americano.
Y en este agosto del solemne estío
sueltas al surtidor de tus luceros
sobre mi sed de abandonado río.
5.
Déjame recordar en las mañanas
la teologal ciudad donde yo vivo,
a Popayán donde tu nombre escribo
con un abecedario de campanas.
Déjame que recuerde sus lejanas
torres donde tu Dios está cautivo,
que vague por sus calles pensativo
intuyendo tu rostro en las ventanas,
Con un clamor de Oscuros vendavales
diga también la tempestad de oro
la verdad de mis anchos litorales.
Que yo desde tus montes inmortales
uno mi voz al infinito coro,
como las sumergidas catedrales.
España, VIII de 1954
6.
Sobre esta rada tropical añoro
tu faz, España, en el feliz verano
sumada al viento y al nocturno coro
de las profundas aguas del océano.
¡Quién pudiera volver al castellano
solar -atravesando el mar sonoro-
a sembrar con la palma de la mano
este renuevo de Castilla de Oro!
Al encinar me doy en la palmera
y al olivar en todos los manglares
que crecen en mi orilla marinera.
Tan sólo en sueños regresar yo puedo
-a través de las vías estelares-
a Santiago, a Granada y a Toledo.
Buenaventura, 1962
7.
Península inmortal de carne y hueso
por el mar de mi sangre circundada,
que yo grabé en el mapa con la espada
de Mio Cid en secular proceso.
Sobre el tórax del tiempo dibujada,
desde América siempre yo regreso
en los galeones de Don Blas de Lezo
y el corcel de Jiménez de Quesada.
Entre el vuelo de coplas y saetas
sobre la piel celtíbera de toro
pinté al azar retablos de poetas.
Retorno, España, de la mar-océana
y reintegrado al milenario coro
hablo a mi Dios en lengua castellana.