EL HOMBRE DE LA CALLE [Mi poema]
Carlos Pujol [Poeta sugerido]

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MI POEMA…de medio pelo

 

El hombre de la calle se levanta,
se toma el desayuno y se adecenta,
se mira en el espejo y se presenta,
afina con mejunjes su garganta,
se canta las cuarenta.

Revisa en su teléfono los like,
comparte cuando un tema hay que le gusta,
los mails y sus whatsapp, que él no se asusta,
comprende que en la vida es lo que hay
obviando fuera injusta.

Llevando va sus niños al colegio,
les deja y se dirige a su trabajo,
se mete en un atasco ¡qué carajo!
y empieza a despachar ¡qué sacrilegio!
las horas a destajo.

El tiempo que le dejan sus deberes
dedica a descansar y estar ocioso
pues vive en este mundo fantasioso
cansado de luchar con las mujeres
y siempre haciendo el oso.

El hombre de la calle es mi paisano,
que vive rezumando adrenalina,
camina acelerado, que camina,
alguno hay come carne o es vegano
inmerso en la rutina.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Carlos Pujol

Aquí vivió un poeta, no parece…

Aquí vivió un poeta, no parece
que congeniase mucho con la vida.
Debía de soñar con cosas raras
tan fuera de su alcance, y paseó
su andar meditativo, como ausente,
por esta misma plaza que hoy sonríe
bajo el sol de otros siglos
atónitos de luz que él no verá.

Casi se ve cómo madura el día...

Casi se ve cómo madura el día
y la piedra se dora igual que el pan,
paseando se intuye
el punto de sazón que logra el tiempo.
Suenan como gozosos
conjuros las palabras
que no podemos entender, el frío
es un buen compañero de modales
algo ásperos tal vez.
Éste es un universo en miniatura
con fruteros, floristas v tahonas,
amarillo de sol,
que es el último toque
que la plaza esperaba ansiosamente
para su plenitud.
Como si se cumpliese una promesa
que al fin nos hace ser tal como somos.

Conversar con los árboles…

Conversar con los árboles
termina siendo una necesidad
para saber un poco más del hombre.
Cuando murmuran sus palabras rotas
deshechas en el viento,
aunque su lengua vegetal encierre
más secreto que comunicación,
hay que prestar oídos.
Y hablarles quedamente en español,
en el parque cuando la luz se va
con la sobria elegancia
de un lento y desdeñoso atardecer.

De noche en los espejos…

De noche en los espejos
hay como cataclismos de tiniebla,
se desmorona lodo lo soñado
cuando apenas acaba de nacer.
Y salimos al alba
como ciegos que ven por vez primera.
Amanece sin prisa,
aún queda mucho tiempo por delante:
entre dos luces pueden verse aún
jirones de las sombras que llevamos.

Después de muchos años…

Después de muchos años
de tanta agitación,
querer y no querer,
la soledad de las palabras deja
como un frío de invierno.
Con esta compañía
mido mis lentos pasos por las calles
que siempre van a dar a la muralla.

Acordarse de entonces…

Acordarse de entonces,
de heridas que se saben de memoria,
abiertas como labios
que callan porque el tiempo se avergüenza
de su inútil lenguaje.
Pero ésta es la pregunta:
¿con qué antiguo dolor se va a pagar
lo poco que sabemos?

Es como repetir el estribillo…

Es como repetir el estribillo
de una vieja canción tarareada
por la calle al andar;
con la cabeza a pájaros,
y sin saber que indicios prodigiosos
caben en la rutina,
como el amor, que a fuerza de esperarse
llega un día por fin.

Los esbeltos fantasmas de la lluvia…

Los esbeltos fantasmas de la lluvia
van y vienen en gris, y se saludan
ceremoniosos por entre el hayedo.
Todos viven en casas con buhardillas
y jardines que alfombra la hojarasca,
son de frío y nostalgia de otros climas
donde la luz es esplendor del aire
y puede herir lo mismo que un cuchillo.
Pero Suabia es su reino,
su verde paraíso, sombras fieles
al parque, las callejas,
las vírgenes barrocas,
noviembre, el alto cielo
del color de sus almas,
y su ambiguo vagar entre nosotros.

OMI nos mira desde el tiempo azul…

OMI nos mira desde el tiempo azul
estancado en sus ojos.
Va y viene del ayer basta el ahora
como en un largo viaje;
frágil y tierna, hay algo
que se le rompe sin cesar por dentro,
su sonrisa nos llama por el nombre
que acaba de aprender,
y sus labios dibujan las palabras
del más dulce alemán de las abuelas.
Hasta que al fin regresa a su memoria
fatigada y feliz.

Para nombrar el mundo…

Para nombrar el mundo,
que es claro y misterioso como el agua,
busco nuevas canciones que resuenen
como un campanilleo en la memoria.
Y el tiempo vuelve atrás, como si nunca
se le hubiera ocurrido abandonarnos,
y por unos instantes la alegría
parece sernos fiel
y quedarse esta vez va para siempre.

Una luz de cordura…

Una luz de cordura
explica misteriosa años y enigmas
que no se dejan explicar, sucede
como en un buen poema, que en el fondo
solamente ilumina lo sabido
con humildes palabras
a las que se abandona la memoria.
El oro de la tarde se oscurece,
regresamos perdidos a la noche.

Volveremos a ver…

Volveremos a ver
el paisaje de cobre
y los musgos que forman archipiélagos
en un mar de tejados.
A Roldán, bello y grave,
señor de desmesuras,
gótico el corazón, como de hierro,
con voz de piedra antigua;
severo, melancólico y de miel,
apoyado en su espada,
a su manera dice:
El tiempo nos da fuerza, como al vino.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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