DOS Y DOS SON CUATRO [Mi poema]
Juan Andrés García Román [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Que dos y dos son cuatro es evidente,
sumar es muy sencillo,
yo sumo, tu haces trampas, yo te pillo,
lo niegas y repites insistente
fingiendo ser sincero y eres pillo.

Tú llevas la razón, yo me arrodillo,
más tú eres un tunante
y sabes convencerme a cada instante
haciendo que me trage tu estribillo
cual fueras tú el maestro y yo el pasante.

Sumar y convencer son las dos caras
de una misma moneda,
la lanzas y depende como queda
que apuestas pueden ser te salgan caras
o salgas vencedor en esa rueda.

Que en medio de los dos está el engaño
que siempre está a acecho,
tú crees que esta bien lo que tú has hecho
mas siempre hay quien te lleva a su rebaño
tratando de al mediar sacar provecho.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Juan Andrés García Román

Ramo mixto (La novia)

Para Erika

Los poetas románticos lanzan
miradas oblicuas a sus obras póstumas,
sus cartas se rozan en el buzón
como caricias en
el dorso de las manos;
no les acaba el tórax en abdomen
sino en un fino tallo
que se une a otros tallos
dentro de un anillo.

En los bolsillos de su chaqueta
se busca la mano de Napoleón.
Los poetas románticos
tienen cocido el pelo y sus ojos
picotean la esquina de las gafas
como en una pecera. Sin duda
prefieren la luz zombi del atardecer,
que es la hora en que toman la pluma
y escriben las soflamas
contra sus archienemigos de un poco más abajo,
los poetas que hablan de flores
(y a los que la boca les huele a agua de jarrón).

Lo que los poetas románticos no saben
es que ellos mismos,
y los otros también, son flores secas
de un ramo en una alcoba de viuda,
y que el capullo que no ha abierto
y en cuya cabeza depositan todas sus esperanzas
estilísticas, nunca va a abrir,
que el cosquilleo de la brisa
es sólo el rumbo de una mosca en la nuca.

No lo saben, pero lo sabrán
esta misma noche,
cuando la viuda salga a la chirriante puerta
y los coloque, junto a otros trastos,
bajo las estrellas que no paran
de crecer.

E l b u r g u é s g e n t i l h o m b r e l o b o
( I n c l u y e u n a p e q u e ñ a h i s t o r i a d e e s t a c l a s e s o c i a l )

Eres feo,
tienes siete cabezas oscilando
en el aire y en todas
el mismo
sueño perverso.

Eres feo, cuestión de proporciones
o decoro, no sé, pero no te integrabas.
Lo recuerdo, te ibas
disimuladamente aparte
y te ponías muy serio como el niño
que va a hacerse la caca.

Entonces, comenzabas a pintar
la pared de la cueva
(Mamut-mamut-ut-pictura-poiesis).
Echabas mano de tus colecciones
-vidrio, cerámica, marroquinería-,
tendías tu trapo

y en ésas te pilló el Gran Diluvio
y te pusiste empapado.
Aunque más bien es como
si te hubiera caído un crecepelo
porque a partir de entonces
te salió un fino vello en la nariz, la frente,
el dorso de las manos.
-Y en otros sitios donde ya tenías,
la región inguinal, se hizo aún más espeso;
pelos más gordos nunca se habían visto;

de la barbilla lo que te salían
eran patas de escarabajo,
y te las rasurabas a nivel
ayudándote con un colador-.

A finales del siglo XIX
te colocaste un tornado a modo de chistera.
Mas no sirvió de nada.
Nunca fuiste más feo,
has ido desechando elementos
de tu naturaleza
humana, te han salido
tentáculos con uñas de plomo y eres polioftálmico.
Además, pones huevos -Platón, Mercurio, Venus-
y los haces rodar por la vía láctea
a que el sol los incube
y te dé una progenie galáctica y tremenda.

Aunque si feo eres tú, más fea es tu novia,
toda de astracán y con un collar de perlas
que se le ríe en el cuello
como branquia con dientes.

Qué quieres de nosotros, dímelo,
y por qué pones cara -¿es una cara?-
de enhebrar una aguja o de ir a silbar…
¿Qué te propones? ¿Vas
a poner otro huevo?

Pones blancos los ojos
y tu aullido retumba en las lunas metálicas.

Réquiem y fuga muy lejos

Cuando mañana me despierte y no vea
la cama de mi hermano
paralela a la mía como un signo de igual
ni su cuerpo en ella como un parterre
ni su rostro y sus gafas como flor de ese parterre,

cuando las plantas de nuestros pies ya no señalen el amanecer.

Cuando mañana me levante
y me saquen sangre en una sala blanca para siempre,
cuando me pongan una pulsera de goma
y al final del brazo del sillón
se cierre un puño y se abra una mano
como soltando algo o como
tomando prestado algo al Señor.

Cuando mañana me levante temprano para ir al colegio,
pero a mi pupitre se haya sentado la muerte niña.

O cuando el mediodía se descalabre
con sombra espesa de torre
un día y otro y otro
y en la huida introduzca la cabeza en la soga,
pero el resto del cuerpo no me quepa
y me quede colgando del cielo

y contemplando

la cabeza del cuerpo del Señor,
las rodillas del cuerpo del Señor,
el corazón del cuerpo del Señor.

Cuando mañana me levante
pero la luna podrida tenga un gusano,
cuando llueva tanto que se me encharque
el pulmón y, entalleciendo en él, la primavera,
como un grano de mijo que lleva al crecer su cáscara,
me impulse junto a mis maestros viejos,
los que echaron la rama de un bastón
y murieron goteando en las cátedras
de un colegio futuro

y un recreo de niños albinos y felices.

El muchacho piadoso y su fervor interior

Para Katie

Mi padre abría su ventana a un cuervo
que venía de noche,
empollaba en sus testículos
y, antes de clarear, se deslizaba
entre los abetos y las estrellas,
estrellas que eran siempre en su opinión:
“las puntas asomando de los clavos
con los que al otro lado se sujetan
los dorados iconos, el cielo”.

Fui concebido entonces
y al crecer me encerré en esta capilla
donde un cáliz refleja
el mundo tal cual es: oscuridad,
sí, sí, qué oscuridad, hay más miseria aquí
que gloria en ningún sitio.

Monjas llenas de hormigas, crepúsculo giboso
y un bosque de tocones o un vértigo de anillos
que preguntan al cielo como ondas radiofónicas:
Dinos, cielo, qué tiene, qué le pasa al muchacho,
por qué nació tan feo y sin alegría.

Oh frente mía rectilínea,
perfecta para apoyar en una vidriera
hasta que la noche caiga,
evoque la luna y la envuelva con párpados
para que mi única novia,
la del rostro ascendente,
no me abandone.

Ya ni recordar puedo
la vieja primavera.
Mas para qué,
si de sus eclosiones y sus larvas
emergían seres siempre más informes.

Siento a las cucarachas poblar los entresijos
que separan mis días unos de otros.
Cosquillean
al mover las antenas
preguntándose: Qué puede tener
el muchacho, por qué nació tan feo
y sin curiosidad.

Pero hoy, cuando oscurezca
y ellas se acerquen como cada noche
desde el pasado, algo las detendrá.
Mirarán extrañadas
y, subiéndose a lomos unas de otras,
avistarán al fin cómo se alza
del postrer de mis días,
un íntimo y coloso resplandor.

(Vuelos de cuervos reflejados en un cáliz.)

Mi cremación junto a un bosque marchito
habrá causado un fuego que será
mayor que el Sol,
más puro que la Tierra.

Mes de febrero de un solo día

Tlan-tlán tlan-tlán la campana
gira como la falda
de una mujer mecánica, llamando
a sus gallos mecánicos,

que se vuelven para ver
cómo el cielo se ha puesto color ponche.

Porque las tardes ya se notan,
las nubes sacan pecho
por todas sus esquinas
y ¡¡Brrhhhmmm!! cuatro relámpagos
le dan al cielo forma de alambrada.

Un niño herrumbroso entonces
te pide que lo lleves a su casa y
te enseña la ramita
que tïene por brazo.

¡Ay cómo está raquítica y sin hojas!
Pero eso va cambiar. La primavera
-como un abrigo caro
que se ha puesto de pie porque lo aplauden-
está ya de camino. Bhrrrhrrrp eructa

el campo de cebada
y la noche -un tapete
sobre una jaula- ciérnese
encima de las casas, del castillo

en el que el bisabuelo
reza junto a la cama,
apaga la palmatoria
que flota sola en el aire

y se tumba y bosteza y

se müere y bosteza.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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