CANTAR, LA MAR Y EL CIELO [Mi poema]
Antón Castro [Mi poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Cantar. Quiero cantar. Cantar no puedo
mirando fijamente frente al mar,
consciente que me debo de olvidar,
que un día fui más fuerte que un hayedo
y hoy puede ya la brisa derribar.

El mar, recuerdo el día en que aquí vine
y pude sumergirme entre sus olas
luchando en eludir las carambolas,
que hoy vienen repitiendo no me obstine
lo tuyo son los campos de amapolas.

Cantar, no canto bien, siempre lo supe
no tengo timbre, voz. Mis facultades
no guardan relación con las edades
pues miro y veo al cielo que me esccupe
obviando si merezco sus bondades.

La mar y el cielo. Y yo con mi garganta
lanzando gorgoritos al futuro
sabiendo como sé que el mal no espanta
se turba ya el semblante o se atraganta
consciente no habrá ya quien dé ni un duro.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Antón Castro

AVITUALLAMIENTO I

La veo desde lejos, pedaleo,
me levanto del sillín y ya llego.
Ahí campa la higuera, gigantesca
y olorosa, con sus moradas brevas.
Alargo la mano y cojo una, dos,
tres, o tal vez más de media docena.
Bajo la fronda, me vuelvo goloso
y encuentro descanso y refugio.
La sombra es ideal: me reanimo.
Envolvente, un paraguas de ramaje
me cubre y alivia mi respiración.
Se me escabulle la miel de las higas
por las manos y dentro de la boca.
Tras la cuesta, se está bien aquí.
La bicicleta brilla en la penumbra.

VARIA

Hélade fatal, hastiada,
llevas marca de futuro, señal
sobre la piel extendida, sobre la piel
tersa, brava, en el año
capital, cuando naciera el preboste
y aquel clérigo señor, autor
de obra menor
angustiada.

Qué común razón, martirio,
una porción de estiaje, campo de proporción,
natural pista de ondas,
electrónica ferial, gas de chimenea, cristo,
salimos a saludar, convencidos
de que el tiempo era este, que la esposa, la industria
del metal, la tarde,
culminaban un hecho
trascendental,
hipogrifo botocudo,
linfa astral.

Mostró el vidente las cartas,
laxas, apostilló,
es la harina salpicada, y el viento que hería el rostro, ese Potoc
que no habló, no habló muy alto, habló mal,
especialmente.
Cágney, Merlot, Cannavale,
nombres de amor, pasatiempos
de lo mejor de la finca. Grímbey,
Sesún, Iturralde,
cuánto dolor
dijo Cágney
y sí, mereció morir,
no nos quedaba ya aire
para tal espiritual
locuaz minoico albañal
ese dulce primordial
hojaldrada flor de lis.

A UN ALMA PRECORDIAL, ASESINADA

Japonesa
son tantas las cautelas y la previsión
de los hijos que
la escuela de poetas pobres y la lavandería
mecánica
adolecen estos días de crudo invierno
de los más indispensable enseres: aperos,
gasas, alcanfor en rama
y monumentales jaliscos.

¡Qué sumisión
a las normas establecidas! Guayaberas,
moriscos, hasta un terno fosco capihundido que el maestro
de ayuno
importó de las islas. Amo
en especial
aquellas tardes
de lectura, besos
de carmín a carmín, pintalabios, lápiz
de labios que, en nuestra lengua (tendida al fondo,
pacata)
son varias las acepciones
y las imágenes (hombreras
de plenilunio,
bombera,
pájaro carpintero,
dama de cobalto
en la cuna,
silenciada).

THEL 12

El dominio donde reina la arcilla bajo forma de terror, donde
el contumaz gusano -esa gigantesca lombriz lobo- apabulla
el aire oculto, y la sombra del agua como ollar inmarcesible regenera
la voz de Aquel al final de la tarde. Esa cabeza débil
que no soporta ya el peso del fino insecto. Ese insobornable alférez
que fue a ocuparse de los muchos a su cargo. Esa misión:
oler sus ropajes lechosos entre las cuadernas rotas, entre
obra civil de manos sanguinolentas, adscritas
a miembros activos de razas degeneradas. Sí,
aunque de porte exquisito, desconocen
cuál es la fecha de la composición del poema y no miden
la fugacidad de los jardines sin lápidas, el tamaño
de los frutos del olvido que comen los esclavos. No saben
cuál es el objetivo, no pueden
(sólo restan quince ejemplares del libro iluminado)
castigar a quien magulla los cuerpos seccionados, repiten
el nombre de origen oscuro que no debe mencionarse, llegan
al confín, a la puerta norte, a la imposible extensión
del llanto y la tristeza donde jamás se vertió aceite
sobre ellos, criaturas asociadas a la muerte, llameantes esculturas
de porte hospitalario.

FUROR CENSAL

Este es el embustero que a veces imita el ladrido del perro.
Este es el rey de la leña podrida y de los huesos de médula atinada.
Esta es la madre de figura capciosa que mece imprecisa la impudente alimaña.
Esta es la mujer de facciones morenas que cruza ligera las colinas cansadas.

Son cadáveres dispuestos al alba en atroces posturas,
reptantes longitudes que todo lo envenenan, valles asustados.
Padres convertidos en ogros de antro, septenarios ciegos,
parejas contrarias, visionarios pulcros en arte maduro,
reos aquejados de un rural siseo, cundió la costumbre de negar el uso
de suaves nodrizas, ¡serpientes, no hijos! proclamó el soldado,
taciturno hirsuto, mendigo de hierba que engrasa el ganado.

Núbiles obreras, de hábil maleficio, quemaron el lienzo,
vieron al enano que modela el barro, a Cruel, a Guisado,
a Sesenta Inviernos, a las Pestilencia –cuñadas enormes-
y a las Moribundo –primas elocuentes- forzar la sintaxis
que inclusivas hordas –amazonas bulbos-
vierten en el Húmedo. Pasmada montura,
nadar nunca pudo.

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MI POETA INVITADA: Anabel Úbeda

Guernica

El arcoíris en Guernica asoma
sus haces con vergüenza.

Se escucha la templanza
de unos cimientos ensangrentados
entre los que una jauría tembló.

Turbación.

Al agudo repican gritos ahogados,
las mantillas se hacen jirones.

Guernica respira.

Relojes de arena se invierten
y emanan dióxido de guerras sucias.
Fotosíntesis de una escenificación
innominada.

Sombras.

Guernica se escuda en pinceladas.

Tantas treguas posibles,
y nos dio por mirar el lienzo
desde posicionamientos
equivocados.

Crees que no, pero sigue pasando.

Bohemio

Dijo a la donna angelicata
que él no pretendía ser
[Garcilaso,

y la pintó con su pluma
de escote para abajo.
Contestó indecorosamente,
retándolo a descubrir en versos
la rebeldía de sus cabellos
casi dorados.

En el tálamo, se alzó insurgente,
como un endecasílabo moderno
que lejos de mecer,
enciende.

Y él la retrató en dos cuartetos y dos tercetos.
Y como un verso libre.
Y como un poema con pretensión de ser canción,
en los que ella no pretendía ser perfecta
sino que deseaba entregarse
a un sentimiento:
físico
momentáneo
o eterno;

por el cual sus curvas
iluminasen con llamas tenues
el camino del bohemio
cuyo versículo sangra de dolor
o ama
como ninguno.

Distopía

Mortandades de encaje
presionan el puño que se entierra
en mi pecho
hastiado de indecisión.

La granada que sostengo
como un quiasmo
no encuentra su contrapartida,
sólo la compleja manía
de auparse en la estación indicada
o descender al sótano alabado.

Planos de un canto argentado
de verde óxido.

Sorteando destellos furiosos
me adentro en el tragaluz,
distingo pasos de moral impasible;
mentiras glaseadas;
y cabizbajos sentimientos remendados
en sábanas del ayer.

Ante mi pasmo
un menudo
pone su palma
sobre el vidrio
y atravesamos la aurora de Federico
corriendo a la defensa última,
la poesía.
Boria Ediciones 

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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