BENDITO VINO [Mi poema] Gabriel Bocángel [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Si Baco hoy levantase la cabeza Mayor, su contrincante la cerveza A mi me gusta más cuando es clarete, Y el tinto ¿qué decir del vino tinto? El blanco, que alguien dice que no es vino, Mas no osen deducir que soy borracho, |
Vino que del cielo vino,
vino con tanto primor
que al hombre sin saber letra
le hace predicador..
(anónimo)
Una muestra de sus poemas
- 1 MI POETA SUGERIDO: Gabriel Bocángel
- 1.0.1 Entonces vivo, porque muero, cuando
- 1.0.2 Felice yo, si de mis sueños tiemplo
- 1.0.3 Hasta cuándo esta tinta, dime, Fabio
- 1.0.4 Del ya postrero sueño en que yacía
- 1.0.5 La voz a Italia, cuando el eco a España
- 1.0.6 ¿Qué importa al Mongibelo estar nevado…
- 1.0.7 ¿De qué seno infernal, de cuyo seno…
- 1.0.8 No puede ser; y miente el sentimiento
- 1.0.9 Vuestra carrera creo y la imagino
- 1.0.10 A un ruiseñor
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MI POETA SUGERIDO: Gabriel Bocángel
Entonces vivo, porque muero, cuando
Entonces vivo, porque muero, cuando
me enseña amor a más morir, viviendo;
que no es pena el morir, es vida, habiendo
morir que se dispone, no acabando.
Morir procura amor, siéndole blando
fin, que no ha de ser fin; y feneciendo
se construye más vida, pues naciendo
nada se inmortaliza, sino amando.
En este, pues, hilado laberinto,
fiscal y actor a un tiempo de mi vida,
en última la enseño a ser primera.
Muerto, sí, me verán, mas no distinto;
dará a su muerte ser quien fue, no siendo,
si al fin mi ser no ser entonces era.
Felice yo, si de mis sueños tiemplo
Felice yo, si de mis sueños tiemplo
lo rápido en aqueste precipicio.
Templo fue aquel ayer, hoy es su indicio.
¿Adónde huyo, si padece el templo?
Justo, aunque adverso, Jove, te contemplo,
si el aviso anticipas al suplicio,
y, vengativo menos que propicio,
si lo que atiendo en ti logro de ejemplo.
Mas, oh padre del cielo, en cuanto yace
sublime a tu poder grande y prescrito,
por criador te arguye tu aspereza.
¿Delinque a caso lo que excelso nace?
¿Es delito el ser mas?, y si es delito,
fulmina Jove a la naturaleza.
Hasta cuándo esta tinta, dime, Fabio
¿Hasta cuándo esta tinta, dime, Fabio,
pondrá tu engaño sobre tu cabeza?
Quien hace la traición naturaleza
tema del tiempo el alevoso agravio.
Mas ya que con discurso poco sabio
ultrajas de los años la pureza,
tíñete las arrugas, que es bajeza
que parezcan de dos mejilla y labio.
La mentira en la voz es caso feo,
y, siendo sin pretexto y sin disculpa,
es un delito en el honor nefando.
¡Oh, Fabio, cuánto más pecar te veo,
pues tomas tan de siento aquesta culpa
que ya te sales con mentir callando!
Del ya postrero sueño en que yacía
Del ya postrero sueño en que yacía
el solícito amante se burlaba
Anaxarte, mirando que robaba
la nieve su postrera rosa fría.
Ella, rebelde siempre despedía,
no la dureza, mas el alma brava,
y al odio alcázar de alabastro daba,
que por blanda su carne aborrecía.
Vos no podéis ser ya, Lisi, más dura
y, puesto que os aguarde algún castigo,
será de tomar forma en mi amor tierno.
Seréis más inmortal en mi fe pura,
pues a vuestra dureza yo me obligo,
que en el mármol odioso, aunque sea eterno.
La voz a Italia, cuando el eco a España
La voz a Italia, cuando el eco a España,
fía el sagrado cisne que venero.
Dúdase dónde se escuchó primero,
si el eco es voz, pues como voz engaña.
No es hoy la maravilla más extraña
de Urbano, que le admite el orbe entero;
ni ser mayor, por lo mayor pondero;
poder crecer en su mayor hazaña.
Y tú, Gabriel, que extiendes la armonía
del Rey del Tibre por los campos míos,
canta, mayor que Orfeo en tu trabajo.
Que de Orfeo es lo más que se atendía
parar las ondas, no mezclar los ríos,
y tú juntaste el Tibre con el Tajo.
¿Qué importa al Mongibelo estar nevado…
¿Qué importa al Mongibelo estar nevado
si en fuego oculto las entrañas arde?
Lo mismo que el amor tiene de alarde
halla de menos en lo venerado.
Más dura en la república del prado
la rosa que el cultor descubre tarde
que aquella a quien avisa que se guarde
la primera experiencia del arado.
No dura la belleza un solo instante
más que el deseo, y el deseo miente
al punto que pasó de la experiencia.
Así dice el recato vigilante,
que es desdicha morir como accidente
y necedad morir por diligencia.
¿De qué seno infernal, de cuyo seno…
¿De qué seno infernal, de cuyo seno
fuego infame, te opones al glorioso?
De origen dulce, efecto venenoso,
yo mismo te idolatro y te condeno.
Sólo es verdad en ti, de horrores lleno,
el martirio, el objeto mentiroso.
¿Qué mayores indicios de alevoso
que tener siempre equívoco el veneno?
Más que mucho, si Alcides arrogante,
Jove humano, adoptado de los cielos,
ya furioso por ti, ya flaco expira.
Excedió desdeñoso, cedió amante;
lo mortal sólo confesó a los celos;
vivo le dio mortaja Deyanira.
No puede ser; y miente el sentimiento
No puede ser; y miente el sentimiento,
que el dolor, como ciego, no es testigo,
o padece excepción como enemigo
que presenta la lid al sufrimiento.
Temo de Filis un falso pensamiento,
y más cuando le temo por castigo,
de que acaso madrugo yo conmigo
lo que aún de Filis duerme en el intento.
Darla que no temer a su mudanza
será darla a pensar que desconfío;
temo avivar mi mal si no le creo.
Neutral quiero que estés, desconfianza,
que, como mientras el temido empleo,
sé verdadera en el momento mío.
Vuestra carrera creo y la imagino
Vuestra carrera creo y la imagino,
pues sólo deja señas de creída.
Yo os vi tan uno que os sobro una vida,
veloz Marqués, alado Bernardino.
La saeta en el viento cristalino
no sólo alcanzaréis, haréis dormida.
Tarde os puse la vista en la partida;
tarde, porque primero fue el camino.
La vista os une, el número os difiere;
ambos dicen verdad, aunque ninguno
de su verdad efectos manifiesta.
No permitáis que os dude quien os viere;
haced, por parecer dos, otra fiesta,
que, de igual, no se alaba lo que es uno.
A un ruiseñor
A un soldado
Al viento su esperanza y su porfía
Alzad, Señor, vuestra Sión divina
Amante ruiseñor que das al viento
Aunque de Europa el robador divino
Bárbaro el Fénix a su fin aplica
Bruto feliz, venciste; ya se inclina
Cese ya de un engaño repetido
Como en estancia, que de mármol fino
Como enfermo que anhela en lecho ardiente
Crece el dolor y, en orden a su aumento
Creció el infierno aquí, Nilo violento
Crédito fue de la naturaleza
Creyó el Jordán que vez segunda oía
Culpa, Celia, tu error y no tu daño
¿De qué seno infernal, de cuyo seno…
Del ya postrero sueño en que yacía
Detén, Jáuregui docto, el curso altivo
Dio el agua procurada sepultura
Dos naufragios se oponen igualmente
En vivas ondas de ofendida grana
Entonces vivo, porque muero, cuando
Escrito en Roma está, yo lo he notado
Ese de la amistad indicio raro
Ese reloj que mano soberana
Esta partida imagen de la vida
Este morir, esta postrera suerte
Este, que a voz en grito (¡o Bulequino!)
Felice yo, si de mis sueños tiemplo
Fénix divino que en mortal oriente
Filis, en cuyo amante muerte fiera
Gerardo, quien su engaño repetido
Grandes los ojos son, la vista breve
Habla, bulto animado, no tu esquivo
Hablando con su dama ya difunta
Hasta cuándo esta tinta, dime, Fabio
Hasta que mueres tú, joven valiente
Hoy a tu brazo infiel, Hebreo esquivo
Hoy, Fabio, te casaste con Lisena
Hoy, Noroña, el sangriento Rey de fieras
Huésped, no yace aquí, falta severo
Huye del Sol
Huye por minas de cristal y grana
Jacinta, aquel artífice violento
La voz a Italia, cuando el eco a España
Lloras, Filis, que el pueblo te murmura
Lloro, Filis, mas es sin apariencia
Mendoza prodigioso, a quien la fama
Miré un laurel, cuyo desdén sagrado
No donde plumas de oro el Tajo baña
No puede ser; y miente el sentimiento
No se debió a la bala tu caída
Noble ciudad, de reyes coronada
Ocios son de un afán que yo escribía
Oh tú, que el polvo amado mudamente
Oyendo en el mar
¿Qué engaños, Celia, qué locuras mueve…
¿Qué importa al Mongibelo estar nevado…
¿Qué son los celos? El mayor tormento…
¿Quién es, Gaspar ilustre, el que fallece…
Recoge el temerario lino alado
Róguete, oh Lisi, que tu edad florida
Sabio Marqués, con quien Apolo parte
Sceva, después de la postrera herida
Señor, estoy de vos tan alcanzado
¡Señor, que viera un pedernal helado…
Tu obstinado cadáver nos advierte
Un tirano formó de bronce ardiente
Venciste, Filis
Venganza fue de amor, flechada en vano
Viendo España la pérdida temprana
Vivo de amor tan libre
Vuestra carrera creo y la imagino
Ya de puro dolor, dolor no siento
Ya el polvo no es ruina, sino aliento
Yo aquel que un tiempo con semblante ledo
Yo cantaré de amor tan dulcemente.
Propone el autor discubrir en los afectos del amor
Yo cantaré de amor tan dulcemente
el rato que me hurtare a sus dolores
que el pecho que jamás sintió de amores
empiece a confesar que amores siente.
Verá como no hay dicha permanente
debajo de los cielos superiores,
y que las dichas altas o menores
imitan en el suelo su corriente.
Verá que, ni en amar, alguno alcanza
firmeza (aunque la tenga en el tormento
de idolatrar un mármol con belleza).
Porque, si todo amor es esperanza
y la esperanza es vínculo del viento,
¿quién puede amar seguro en su firmeza?