MIS DIECIOCHO AÑOS [Mi poema]
Humberto Ak-Abal [Poeta sugerido]
Humberto Ak-Abal [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Podrá faltarme el aire que respiro, Podrá surgir del cielo algún lamento, Podrán caer mil aguas a raudales Y aunque puedan pensar que hoy yo deliro, |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Humberto Ak-Abal
El canto viejo de la sangre
Yo no mamé la lengua castellana
cuando llegue al mundo.
Mi lengua nació entre arboles
y tiene sabor de tierra;
la lengua de mis abuelos es mi casa.
Y si uso esta lengua que no es mía,
lo hago como quien usa una llave nueva
y abre otra puerta y entra a otro mundo
donde las palabras tienen otra voz
y otro modo de sentir la tierra.
Esta lengua es el recuerdo de un dolor
y la hablo sin temor ni vergüenza
porque fue comprada
con la sangre de mis ancestros.
En esta nueva lengua
te muestro las flores de mi canto,
te traigo el sabor de otras tristezas
y el color de otras alegrías…
Esta lengua es solo una llave más
para cantar el canto viejo de mi sangre.
El agua y el fuego
Yo no olvido la imagen
de aquella cocina encendida,
el humo ardía en los ojos
y era amargo en la lengua…
Las sombras en las paredes
eran espantos negros.
El fuego enloquecido
devoraba los leños…
Y el agua hirviendo
parecía un animal rabioso
rascando dentro de la olla.
Neblina de la tarde
Déjame llorar ahora
porque después ya no tendré tiempo.
Déjame amarte en este tiempo
porque mañana me pesará más la vida.
No me digas que el sueño
tiene término.
No me digas que la ilusión desaparece
como la neblina de la tarde.
No quiero saber que me miento
y que este dolor que poco a poco
se hace espacio en mi corazón
es la única verdad.
Camino al revés
De vez en cuando
camino al revés:
es mi modo de recordar.
Si caminara sólo hacia delante,
te podría contar
cómo es el olvido.
Dos lágrimas
Cuando nací
me pusieron dos lágrimas
en los ojos
para que pudiera ver
el tamaño del dolor de mi gente.
El triste
Yo prefiero ser triste.
De la muerte sólo me separa
el silencio.
¡Ay, de los alegres!
Para llegar a la muerte
tienen que pasar por la tristeza.
Sólo quien
Sólo quien no ha esperado
te
hablará
de
paciencia.
El fuego
El fuego
acuclillado
apaga la tristeza del leño
cantándole
su ardiente canción.
Y el leño
lo escucha
consumiéndose
hasta olvidar
que fue árbol.
Hablo
Hablo
para taparle
la boca
al silencio.
Poesía
La poesía es fuego,
quema dentro de uno
y dentro del otro.
Si no, será cualquier cosa,
no poesía.
Sombra
Sombra:
noche pequeña
al pie de cualquier árbol.
Oración
En los templos
sólo se oye la oración
de los árboles
convertidos en bancas.
Suelta
Hay lugares
por donde la noche
anda suelta
y uno hace cosas
que después
quisiera olvidar.
MI POETA INVITADO: Victor Villegas
COMO NACIENDO AÚN
He amado demasiado
Pido perdón y punto
He llorado demasiado
Pido perdón y punto
Amado y llorado
con el corazón ajeno
Con los ojos
de los que en mí encendieron
la lágrima sencilla
que fui desparramando
por el pueblo
Está como naciendo aún
aquel amor caliente
entre mis venas
Asoma por mi piel
su pequeña cabeza
El mismo antiguo espanto
en la tierra asolada
Mejor desde este instante
pido perdón más allá de la muerte.
ELEGÍA FUERTE
Fue después debajar la pendiente de caliche
que en los días lluviosos
amontona su lejía em los techos
apenas sostenidos en el aire.
Antes había cruzado los matorrales de cadillos
que separan su casa de la escuelita
del bairro donde juegan al a b c los
pequeñuelos a la sombra roja
de los flamboyanes.
Los buenos días no lo inmutaron porque
aún tenía en la mente lo de la sociedade
y su dinámica, según lo había leído
hasta la madrugada, y aunque
no lo entendia del todo
sabía que para aprender se requería,
un largo sendero de inquietud,
de oscuros rostros, de días
vueltos al revés;
una miga de pan mordida por la prole
que ausculta en el vacío,
que caza sueños y cenizas y
un estar solo o en medio de la
ira colectiva
o atravesar libros y liceos, vidrios
en las paredes, en las conversaciones,
en las calles donde reparte
el hambre
su gozosa ponzoña.
La vidente del naranjo, mientras
hacía su moño y rezaba de espaldas a la
santería por el enfermo del demonio,
por la esposa burlada
y por aquellos que temen no volver
jamás,
no reparo en los acelerados pasos,
ni en el sucio pantalón,
ni en los ojos contentos, ni siquiera
en el libro debajo del brazo del estudiante,
que a cada amanhecer
desataba sus alas de horizontes
y eso que se le daba de saber de cuanto
acontecía, con pelos y señales,
con el pequeño mundo de las
murmuraciones, en el as de bastos
y en el rey manejados con destreza
y com su enagaño,
de lo que cada quien soñaba o
sufría o su hambre, del que se alzó
con el santo y la limosna y creó
pánico o en los relâmpagos,
de los hijos desaparecidos, de los perros
agónicos en las latas
de sardinhas vacías.
Pero ya estaba muerto. Por
última vez estaba muerto. En su
camisa agujereada. En el grito
de su sangre. En los que dieron
cobardemente la orden.
En sus periódicos, em su caderno
de apuntes, en sus hermanos huérfanos.
Estaba muerto desde antes, desde
que vio el silencio y conoció las lágrimas,
desde que quiso luz para las sombras,
y agua y bocas llenas y brazos flertes
y montañas de miel y pan y ríos
sembrados de sonrisas.
Pero ahora era la última vez. Al fin y al cabo
estaba muerto en el hoyo de su frente.