LAS MATANZAS [Mi poema]
Luis Maggiori [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Recuerdo, yo era un niño, las matanzas,
mi padre con el gancho y el cerdito,
el cerdo el pobrecito y sus andanzas,
la gente en torno al mismo haciendo chanzas,
y yo sin entender por qué aquel rito.

Poniéndome del débil a su lado
al ver le sometían a torturas,
después como en el fuego era tostado
colgando para ser descuartizado
dejando al pobrecito sin costuras.

Aquello se alargaba una semana
con toda la familia celebrando
metidos en faena, aderezando,
debiendo soportar de mala gana
y a mi sin contemplar, me fueran dando.

Que allí todo se hacía picadillo
metiéndose en adobo, los riñones,
morcillas y chorizos, chicharrones,
el lomo, y con ternillas el botillo,
poniéndose a salar los dos jamones.

Aquellas, las matanzas, celebradas,
a mi siempre me traen mal recuerdo
así que al que mataran fuera un cerdo.
Prefiero no volver a las andadas,
expuesto a escuchar me llamen lerdo.

Matanza, esa palabra tan horrible
igual que suena mal carnicería,
mas yo como es normal también comía,
admito que era un niño muy sensible
con ganas de mediar en la porfía.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Luis Maggiori

SIN GESTO EN LA MUERTE

Tengo que imaginar que fuiste un hombre
pues no ha dejado gesto tu partida:
la bomba en cada esquirla repartida
a picotazos te arrebata el nombre.

Me piden que me aparte y no me asombre
si pasa algún retazo de tu vida:
se está llevando el agua a la avenida
las inefables letras de tu nombre.

Y viaja inevitable por los aires
y arriba a inaccesibles marquesinas
algo de tu sonrisa y de tu pelo.

Esto es Beirut, Madrid o Buenos Aires,
donde han sofisticado las espinas
y no todo tu cuerpo tendrá duelo.

TU VOZ

Los pájaros que emigran de su boca
provocan primaveras con su canto.
El mundo era profano y ahora es santo:
su dulce melodía ya lo toca.

VOY HACIA VOS

Voy hacia vos
como quien vuelve
del exilio.
Voy hacia vos
con el temor
de que los cuerpos recobrados
sean, otra vez,
la tela de un sueño,
livianas imágenes
de la fiebre,
fantasmas de la nostalgia.
Voy hacia vos
con la pavura de que Dios
hoy no me piense
y vos seas tan real
que no lo crea.

Miedo

Miedo a los teléfonos,
a los carteros, a las palomas mensajeras,
a que estés detrás
de cada puerta,
a la vuelta de la esquina,
en la universidad,
entre mis papeles.
Miedo a no saber de vos.
Miedo a saber de vos.
Miedo a seguir escuchando
muchas voces y nunca la tuya.
Miedo a morirme esta noche
y no volver a verte.
Miedo a sobrevivirme
y poder con todo el dolor
y que aparezcas
y ya sea tarde.
Miedo a que todo haya sido
un malentendido
y vos sonrías mientras yo
escribo sobre el miedo.

Rosa de Laredo

Rosa de Laredo
venciendo al tiempo y al espacio.
Rosa irrepetible y siempre la misma.
Tu destino se reparte generoso
entre las manos que te requieren
y yo no puedo asegurar que has sido mía.
Rosa de Laredo,
nunca sabré tu secreto, tu magia.
Para retenerte he debido acuñarte en una palabra
pero solo Dios ha accedido a tu belleza.

La certeza de tu carne

1
Yo amo tu carne elemental:
la que no toca mi literatura,
la carne sin civilización
y sin juicio final,
la carne sin ambages
ni amagues,
la carne indispensable
que nunca es otra cosa.

2
Las águilas del sueño alzan vuelo,
queda tu carne.

Escucho el ladrido del Cerbero,
no queda nada.

La escritura

El camino se hace con palabras.
Nada delante.
Detrás, el juego perifrástico o acaso el eufemismo
es toda nuestra obra.
Ya se han repartido los limitados zapatos,
la silla de ruedas, el bastón
y la voz a los postrados.
Son nuestros utensilios.
Van dibujando con esmero el alfabeto insuficiente.
Aunque nos parezca un borrador
sigamos avanzando.
De algo ha de servir esta escritura.

Hoy

Hoy hubo:
la sonrisa sanadora
de mi hijo;
un sol que, por horas,
le sostuvo el mentón
a un apesadumbrado lirio
del patio;
la grandeza de una hormiga
que sin auxilio, lamento ni esperanza
se cargó una imposible cruz
sobre la espalda;
las cuerdas de Agri
cicatrizando el pecho
de un amigo.
Hoy hubo todo eso.
No tengo derecho a estar triste.

Eternidad

El día en que nuestra piel
fue un número impar
y perdimos identidad
pronombre y lejanía
sigue siendo el de hoy.
Miento cuando digo “yo” o “tú”.

Beso primero

Toco las anheladas riberas
de tu boca.
Ha concluido el naufragio.

La dicha

Ella pasa.
Una genealogía de anchas horas
se anula en mis ojos
que la tocan
y en el humilde instante
que permanece en mi retina
yo conozco la calma
yo, acaso, soy feliz.
Ella pasa
y sólo hay el módico reino
de su boca y sus ojos
agotándose en los míos.
Y todo lo demás
es exilio.

Voy hacia vos

Voy hacia vos
como quien vuelve
del exilio.
Voy hacia vos
con el temor
de que los cuerpos recobrados
sean, otra vez,
la tela de un sueño,
livianas imágenes
de la fiebre,
fantasmas de la nostalgia.
Voy hacia vos
con la pavura de que Dios
hoy no me piense
y vos seas tan real
que no lo crea.

Sin gesto en la muerte

Tengo que imaginar que fuiste un hombre
pues no ha dejado gesto tu partida:
la bomba en cada esquirla repartida
a picotazos te arrebata el nombre.

Me piden que me aparte y no me asombre
si pasa algún retazo de tu vida:
se está llevando el agua a la avenida
las inefables letras de tu nombre.

Y viaja inevitable por los aires
y arriba a inaccesibles marquesinas
algo de tu sonrisa y de tu pelo.

Esto es Beirut, Madrid o Buenos Aires,
donde han sofisticado las espinas
y no todo tu cuerpo tendrá duelo.

Por mi palabra

Del otro lado estás, en la ribera
donde apenas te toca el pensamiento.
Estás lejos y cerca. Yo lo siento:
estamos siendo Amor por vez primera.

Homero1 lo cantó: “amor es nudo”.
Prefiero hablar de puentes con glicinas
y ver que con tu paso te avecinas
por letras perfumadas. No lo dudo:

que está roncando el agua por debajo
que mucho sol abochornarte pueda
que un ventarrón brutal por la vereda
te apunte al pie y fracase mi trabajo.

Y aunque la Tierra vocifere y se abra
Amor, ya sos bendita en mi palabra.
de «Canto espiritual para la Cuenta del Omer»

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Osvaldo Lamborghini

Mi tema es la matanza 

Mi tema es la matanza
es claro: la matanza,
y no importa
nada y para nada
a qué muerte me refiero
ni de qué
muertos hablo, menos aún
si la guerra como efecto de la matanza
o a la inversa (estas minucias,
no tengo tiempo).
Pienso en mi mirada.
En qué campo de batalla nacieron mis ojos
y allí se estrenaron
para ver así,
y mirar de otro modo.
Como si hubiera modos.
Mentira es la palabra.

La palabra mentira,
¿por qué no enredarnos?

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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