AZUL O GRIS [Mi poema]
Ricardo Carrasquilla [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Me gusta cuando el cielo luce azul,
en cambio cuando surgen nubarrones
comienzo a sospechar si es que hay ladrones
que vienen a robar, o algún gandul,
y pongo así el candado a sus sermones.

Si debo de elegir: azul o el gris
yo siempre por el mismo me decanto,
azul del cielo, el mar, mano de santo,
que el otro me resulta a mi más tris-
te. Y mucho, la verdad, me acerca al llanto.

Y puestos a afinar, los claroscuros
producen en mi espíritu un rechazo,
creando en mis pupilas un cedazo
que impulsa a pensamientos más impuros
y propios la venganza del hachazo.

En cambio en mi el azul crea empatía,
produce sensaciones agradables,
no sé por qué será que, confiables,
me impregnan, la verdad, con su alegría
y grata sensación, incomparables.

Me gusta ver el cielo y las estrellas
de noche que acompañan a la luna
tratando de contarlas una a una,
buscando disfrutar de las más bellas
mostrándome su cara de aceituna.
©donaciano bueno

Entre el gris y azul, no hay color...? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Ricardo Carrasquilla

Hoy ninguna maldad…

Hoy ninguna maldad al hombre enloda,
y los nietos del mono y la monada
sólo saben el «sé que no sé nada»,
y fundan en dudar la ciencia toda.

La Esperanza y la fe no están de moda;
la misma caridad es anticuada;
los sagrados derechos de la nada
sólo los niega ya la gente goda.

Es preciso buscar alguna idea;
pero debo advertirte acá, en secreto,
que ni de fe ni de esperanza sea.

Musa, al revés hagamos un soneto;
es decir comencemos la tarea
por escribir el último terceto.

Dios es quien es…

Dios es quien es; la inmensidad, su manto;
la creación, diadema de su frente;
las dos eternidades, su presente;
verdad, belleza, amor, su nombre santo.

Bajo sus pies se hunde con espanto
los firmamentos; es la luz ardiente
sombra de su mirada omnipotente;
ángeles y hombres, de su gloria el canto.

Con innúmeros soles de diamantes
vi su poder inmensurable escrito
en la cóncava esfera rutilante;

y de pasmo y amor lanzando un grito,
¿Dónde, exclamé, se oculta tu semblante?
En las alturas de mi ser habito.

Mi sobrino

En casa tengo un sobrino
que se graduó de doctor,
y que charla con furor
y empuerca papel sin tino.

Ha perdido la chaveta,
y hace versos a millones,
y los nombra inspiraciones
o caprichos de poeta.

Llama azote el arriador,
acicates, las espuelas,
perlas los dientes y muelas,
sonoro parche, el tambor;

a los caballos, corceles,
mansas liebres los conejos,
y los más tristes gozquejos,
ejercitados lebreles;

querubes, los querubines,
el mar, Ponto embravecido,
los amoríos, Cupido,
y los pecados, delfines;

la tortuga, hirviente copa,
la chicha, licor de oro,
las lágrimas, triste lloro,
y undoso manto, la ropa;

la ortiga verde tomillo,
el caño, limpio arroyuelo,
la mujer, hurí del cielo,
y la flauta, caramillo;

albababuy, ruiseñor,
canario, al cucarachero,
al chirlobirlo, jilguero,
y al gallinazo, cóndor.

Mi sobrino no trabaja,
come como un sabañón,
y duerme como un lirón,
y mil petardos me encaja.

Yo lo suelo regañar;
que me come medio lado
le digo; y él muy airado
jura que se va a matar,

porque la vida le pesa,
porque a sufrirla no alcanza;
más tengo poca esperanza
de que cumpla su promesa.

¿Por que me quieres?

Te quiero porque tienes
Los ojos negros,
Más puros y brillantes
Que los luceros;
Y porque expresan
Con su dulce mirada.
Lo que desean.
Te quiero porque tienes una sonrisa
Que al corazón más duro
Rinde y cautiva;
y unos hoyuelos
Que al más santo pudiera
Cambiarle el seso.
Te quiero porque tienes
La tez brillante
Como las azuzenas
De nuestros valles;
Y las mejillas
Frescas como las rosas
De Alejandría.
Te quiero porque siempre
Estás llorosa
En la misa cantada
De la parroquia;
Y a la salida
Te pones colorada
Cuando me miras.
Te quiero porque
Bajas tus grandes ojos
Cuando pasas
Al lado de los cuirosos;
Y estoy seguro
De que hacía mi los alzas
Con disimulo.
Te quiero porque a veces
Tu buena madre
Me dice: “yo deseo
Que usted se case
Con una niña
Que sea tan virtuosa
Como la mía”

El abrazo

El sol declinando va,
Está la tarde serena;
Hierve como una colmena
Santa Fé de Bogotá;

Echá a un lado su apatía
Y las campanas a vuelo,
Y levantase hasta el cielo
Insólita gritería.

Por la vía que se serpea
De la cordillera al pie,
Lejos, muy lejos se ve
Nube de polvo que ondea.

Álzanla tres militares,
Que a largo galope van,
Y a sus corceles están
Desgarrando los ijares.

El demás suposición
Es de mediana estatura,
Tiene gallarda figura
Y se llama Don Simón.

Monta fogoso alazán
De tanto correr rendido,
Y sobre el roto vestido
Llevan un gastado dormán.

Gorra con ancha visera
Cubre su frente tostada
Por el sol, y su mirada
En torno fúlgida impera.

Cual arroyo rumoroso,
Que va rápido corriendo,
Sus aguas a otros uniendo,
Forma un río caudaloso;

Así van diez, veinte, ciento,
Uniéndose a Don Simón,
Y forman un escuadrón
Y después un regimiento.

Y la turbia polvodera
Que más y más crece y sube,
Forma gigantezca nube,
Que sobre los Andes rueda.

Es Bolívar el que viene;
Ha vencido en Boyacá,
Y loca la gente está
Y nadie su ardor contiene.

¡ Ha llegado ! el pueblo enterero
Agólpase en rededor
Del ilustre triunfador
Del portentoso guerrero.

Casi en peso va el corcel,
Caminando a paso lento,
Y crece a cada momento
La gritería, el tropel.

Aplausos y bendiciones
Al que es su padres ofrecer
Quieren, y quieren poner
A sus pies los corazones.

No pudiéndose acercar
Una pobre anciana, el grito
Levanta y dice: “¡Bendito!
¡Ah! dejádmelo abrazar”.

Bolívar la alcanza a ver
con su rápida mirada,
y dice en voz reposada:
“Abrid paso a esa mujer”.

Más la multitud ardiente
En vez de abrirse se apiña
Y por más que se le riña
Ni un paso en cejar consiente.

Bolívar silencio exige,
Se apea rápidamente,
Se abre paso hacia la gente
Y a la mujer se dirige.

Hicla hacia la anciana el temor,
Y quiere moverse en vano;
Más alla apoyo en la mano
del noble libertador.

A sus labios respetuosa
La lleva, en llanto la inunda,
Y una alegría profunda
En su semblante rebosa.

Bolívar estrechamente
Abraza a la anciana luego:
Y una lágrima de fuego
Deja caer en su frente;

Y al vovlerse conmovido
En busca de su alazán,
De su gastado dormán,
Rueda un botón desprendido.

Cae la anciana de hinojos,
Guarda el botón en su seno,
Y con semblante sereno
Exclama alzando los ojos:

“Jesús mío y mío Señor,
Me entrego en tus manos, haz
Que muera tu sierva en paz:
¡He visto al libertador!”.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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