ENCAJE DE BOLILLO [Mi poema]
Juan Eduardo Cirlot [Poeta sugerido]
Juan Eduardo Cirlot [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Mi madre encaje hacía de bolillo, Vivíamos felices, sin embargo Recuerdo con frecuencia repetía Quisiera que ella sepa no la olvido, |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Juan Eduardo Cirlot
Contemplo entre las aguas de tu cuerpo
Contemplo entre las aguas de tu cuerpo
la celeste blancura del pantano
desnudo bajo el campo con relieves
y circundado por el verde fuego.
No muy lejos el mar y las estrellas
en las arenas grises de las nubes.
Manos entre las piedras con las olas
y tus ojos azules en las hierbas.
Las alas se aproximan. Descomponen,
perdidas en las páginas del bosque,
Bronwyn, mi corazón, y cenicienta
sobre la tierra negra y en los cielos.
Triste, mi corazón, como los ángeles
Triste, mi corazón, como los ángeles
que sólo son cenizas estelares,
polvo de las galaxias más oscuras,
consunciones de cánticos ausentes.
Mis manos me acompañan hasta el bosque
donde un instante estuvo tu fulgor
de pronto recobrado por los ávidos
poderes de la nada y de lo nunca.
Me caigo en torno mío y me deshago
en un montón de letras en que apenas
tu nombre de amatistas y de muérdago,
Bronwyn, no se desgasta con el tiempo.
Ángeles
Ángeles con coronas de yerba
Ángeles como inmensos paisajes.
Ángeles como rayos erguidos.
Ángeles con vestidos de llamas.
Ángeles en el muro del odio.
Ángeles como rosas azules.
Ángeles de los lagos profundos.
Ángeles con los pies encendidos.
Ángeles con cabellos de hielo.
Ángeles con rumor de manzano.
Ángeles en la flor de los días.
Ángeles golpeando las frentes.
Ángeles de cristal y de aire.
Ángeles como manos de plata.
Ángeles con los brazos de humo.
Ángeles, o sonrisas, o ausencias.
Ángeles como lámparas de oro.
Ángeles recogiendo las brisas,
Dulcemente.
Ángeles, llorando en mi ventana.
Ángeles violetas y desnudos.
Ángeles con pálidas heridas
Ángeles ardiendo como flores,
Ángeles surgidos de la sombra.
Ángeles del fondo de las piedras.
Ángeles de vidrio sonrosado.
Ángeles parados en el aire.
Ángeles cayendo hasta mis luchas.
Ángeles con hoces de diamantes.
Ángeles de pie sobre la lluvia.
Ángeles de hierro transparente.
Ángeles severos como águilas.
Ángeles altísimos y mudos.
Ángeles con alas de paloma.
Ángeles de las horas glaciales.
Ángeles o círculos radiantes.
Ángeles cantando entre mis labios,
Dulcemente.
Ángeles abiertos como cisnes.
Ángeles sobre un mar de ceniza.
Ángeles como nubes lejanas.
Ángeles, o miradas, o besos.
Ángeles temblorosos y puros.
Ángeles de jazmines y lirios.
Ángeles con violines de fuego.
Ángeles de rubíes celestes.
Ángeles como un éxtasis rojo.
Ángeles de mi sangre infinita.
Ángeles con espadas de niebla.
Ángeles del final de los tiempos.
Ángeles: conjunciones rugientes.
Ángeles como fuentes de perlas.
Ángeles de la calma absoluta.
Ángeles de la furia amorosa.
Ángeles de color amarillo.
Ángeles abrasando mis párpados,
Dulcemente.
Contemplo entre las aguas de tu cuerpo
Contemplo entre las aguas de tu cuerpo
la celeste blancura del pantano
desnudo bajo el campo con relieves
y circundado por el verde fuego.
No muy lejos el mar y las estrellas
en las arenas grises de las nubes.
Manos entre las piedras con las olas
y tus ojos azules en las hierbas.
Las alas se aproximan. Descomponen,
perdidas en las páginas del bosque,
Bronwyn, mi corazón, y cenicienta
sobre la tierra negra y en los cielos.
Triste, mi corazón, como los ángeles
Triste, mi corazón, como los ángeles
que sólo son cenizas estelares,
polvo de las galaxias más oscuras,
consunciones de cánticos ausentes.
Mis manos me acompañan hasta el bosque
donde un instante estuvo tu fulgor
de pronto recobrado por los ávidos
poderes de la nada y de lo nunca.
Me caigo en torno mío y me deshago
en un montón de letras en que apenas
tu nombre de amatistas y de muérdago,
Bronwyn, no se desgasta con el tiempo.
A Gaudí
Relámpago de carne hecha de roca,
gesto de invocación incorporada;
anciano de cristal cuya mirada
parece un girasol de doble boca.
En tu oración la luz se ha vuelto loca
llena de mansedumbre exasperada;
y una tormenta azul, paralizada
se postra a ese alarido que convoca.
Tu arquitectura gime como un bosque
crucificado en furia que no mengua
bajo las destrucciones cenitales.
Yo pido a ese sarmiento que me enrosque
con brasas y zafiros esta lengua
de pecados y cantos capitales.