YO ESCRIBO POR ESCRIBIR [Mi poema]
Sofía Castañón [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Yo escribo por escribir
igual que siembra el labriego
al voleo; como el ciego
que mira sin percibir,
y que ha aprendido a vivir
sólo mirando hacia adentro
y se siente tan contento
con tan sólo presentir.

Y aunque yo intento sentir
tengo ya el presentimiento
que conmigo soy atento
y a otros aprendí a mentir.
Me visto sin desvestir,
mi esencia guardar, lo intento,
no me gusta venga el viento
mis ideas a esparcir.

¿Vivir o morir? Vivir
en un grito, en un lamento,
las lágrimas en adviento,
o es un deseo de huir
sin saber a dónde ir
hasta perder el aliento
impasible al desaliento
y al fin llegar a morir.
©donaciano bueno

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Comentario del autor sobre el poema: Dicen de los niños que realmente su personalidad se descubre en los juegos. Quizás para los escritores éste sea el juego.

MI POETA SUGERIDO:  Sofía Castañón

Poética

Hay una máquina de CocaCola
en la antesala de la mina.
Mina
no es una metáfora.
Mina
es el carbón en la frente
y el sudor en las manos.
La mina de mi abuelo. Puede
que también de tu abuelo.
Mina negra. Mina grisú.
CocaCola
es lo que aparece en la caja
de luz donde los hombres se cambian
y cambian palabras -`porque
así no piensan- y esperan
sin céntimos
para la máquina.
En la antesala de la mina
no hay ninguna metáfora.
Hay una máquina de CocaCola
muy luminosa y muy blanca.
Y nadie la toca.

La habitación de la que no se habla

El hombre sin número y sin taza
no se quedará al desayuno.
El hombre quisiera ser niño y llegar
de la mano de la niña como se llega
invitado a una casa para un juego.

Pasar la noche entre pinturas de manos,
manchar la madera de ahí, y manchar
la chaqueta negra y manchar el cuerpo
de todo aquello que aún respira.

El hombre sin número es un niño.
Cuero, ideas, arrugas.

La niña es trampa.
En la cadera le pinta
una filacteria de prosa.

De lejos, sólo dos niños
dejando que todo suceda.
Como ríen nadie ve
la grieta que al fondo
se expande.

Me llamo Sofía

Me llamo Sofía
y desde niña
he oído que es nombre
de reina.
Me llamo Sofía
como los pasos oscuros de mi abuela
antes de que un tren me dejara sólo
un nombre
y un vacío
en la memoria.
Me llamo Sofía
igual que el conocimiento,
me recuerdan quienes saben tres
palabras en griego y tienen
muy poco que contar.
Me llamo Sofía
y nunca me dicen
como Coppola, como Marceu,
como esa de Kill Bill
a la que le cortaban los dos brazos.
Y me disculpo
por no tener a Jostein Gäarder
en mi mundo, por no
querer estar en el candelabro, por no
tener de Bulgaria más que una postal
que no era para mí.
Me llamo Sofía
y desde niña he oído
que es nombre
de reina y también
que por aquí llueve mucho
y que antes se leía más
y que los niños ya no saben jugar
y tantas otras
conversaciones de ascensor. Por eso
para evitarnos
tanto tópico
y tanto rollo monárquico
quisiera llamarme
de vez en cuando
Dolores, Virginia, Margarite
y hablar también
de revolución.

TODOS LOS CAMINOS LLEVAN A ROMA

Esta vida es un valle de lágrimas.

Y tú que no,
que hay palabras hermosas
y canciones y perros y niños.
Que este mundo tiene una sonrisa
por alguna parte.
Y para buscarla te vuelcas
en la noche y la boca
del lobo
te sabe a metal.

Y entonces resulta
que vives porque estás llorando.

CHRISTINE´S WORLD

Siempre fue el mundo de mamá.
A nadie más podría pertenecerle
una imagen tan injusta:
la infinita desproporción entre
obstáculo y patria.
Ni Sergio ni yo sabíamos quién era
Christine, menos aún que las piernas
no le servían. Aunque sí entendíamos
que estaba enferma.
Sólo los enfermos se quedan así de tristes,
incapaces de llegar a su casa.

Donde mi madre tenga una habitación
estará el cuadro. Yo ocupo en una suerte
de herencia momentánea su rincón antiguo.
En la pared sigue el cerco de la imagen que estuvo.
Yo me siento también contorno algunas veces.

Tendré que buscarme un cuadro,
Salgo a la calle. No digo patria.

ANAMNESIS

Hablamos de la mañana
ancha temiendo que conociesen
nuestro secreto, que nos pasasen
coches por encima al descubrir
-ellos, que siempre van con prisa-
que tenemos alquitrán en el pecho,
que padecemos la gripe de los siameses
o alguna otra alergia tan mortal
como perder un órgano o un hueso hermano.
La mañana ancha,
el sol que parecía inofensivo,
nosotros tan vivos
y con tanto miedo.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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