SIN PERMISO [Mi poema] Isabel Quiñones [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Unos se van y otros vienen Madre ¿por qué yo he venido Las virtudes de este mundo, Que a mí me hubiera gustado Que yo me quiero volver |
Comentario del autor sobre el poema: La venida al mundo es el más importante hecho de la vida a la que tú accedes sin pedir permiso.
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Isabel Quiñones
Llego con la cabeza de vigilia
Llego con la cabeza de vigilia,
pura luz acosada, trashumante,
luz originaria, vegetal,
vengo con las manos adelgazadas
de nupcial vértigo de mayo,
del sueño lustral de la sed mordida,
de las constelaciones primeras.
Vengo del cristal más fijo de la tierra,
de la insumisión irreductible de la llama.
Traigo un torbellino de lenguas alzadas,
de cuerpos alzados y desnudos,
de buques de vuelo duro y fuerte,
traigo un idioma salvaje y oscuro,
un idioma acribillado en el labio
por los siglos de los siglos innumerables,
por los dolientes ecos de las generaciones,
por las miles de muertes muertas sin mí,
por los miles de ojos sangrando sin mí,
por las miles de sílabas
en las que arde mi nombre.
Me abres
Nadie, ni el silencio
me abre
como tú, ni el tiempo.
Mi lengua se adormece
Llueve en el cuarto
en la playa de telas desoladas
llueve
sobre las sábanas blanquísimas
sobre mi carne que puede ser tan dulce
Más allá de la ventana puedo verte
y me consumo
aquí
donde relampaguea relumbran los gatos empapados
míralos encenderse irse en fuego
los ojos en los ojos
óyelos revolcarse mójate
que yo te mire
aunque imagine al mismo tiempo
algo que pudiera sustituirte
con ventaja
En la sombra estoy y tras las bardas
puedo ver las concubinas
en sus habitaciones consumiéndose
solitarios se hallan los jardines
espesados en aromas
puedo acercarme a sus espejos
enciendo los carbunclos
Ya nos acercamos al Cuarto Pimienta
Irritamos el recinto de los órganos maduros
donde los peces que relumbran
y las aves que vuelan y se miran
sobre las paredes rojas de tapices
pudieran las nereidas y sus pechos
los unicornios y sus vírgenes
ahí se estira un animal moreno
gozoso me empuja con su cuello
los dos nos vamos a lo tibio
y sientes mi lengua que te lame
eres fruta de mi mesa
estás quieto miras quieres ser mirado
somos el pan las perdices y los vinos
el comensal y el cocinero
paladeamos todo
contrarios al precepto que prohíbe derramar estrellas
en la arena
manamos de los líquidos febriles
hasta nuestras manos tibias
en las ingles
y las caderas en reposo
Pero ruedan ya las lunas sordas
y en la orilla los gatos se pasean
sopla el viento esta torre
de pájaros dormidos
donde llueve
donde el frío
donde nada te sustituye con ventaja.
Extracción de la piedra de la locura
nos queda el sueño rasante,
esas piedras aún mojadas
Lezama Lima
Mirones míos,
el entremés va a comenzar.
(Desde la sombra de las ramas se van acercando los mirones, alborotados como monos, y excitándose.)
Llega el charlatán, el médico,
llega en la aurora del ocaso
a la penumbra donde la yerba se extenúa,
a la llanura del horizonte donde suenan
las tonadas de las Danzas de la Muerte;
Viene a extraer la piedra de la locura al ausente que, plácido, reposa en un silla.
(Los mirones, ante mesas bien dispuestas, alternan tragos de vino y mordiscos a lechones; rápidas desaparecen viandas; en tanto, los laudistas van rasgueando las lánguidas hebras de la tarde. Ya se echan y se acodan los mirones entre los restos del festín, al ras de sus testas rubicundas.)
Los arbustos del bosquete que sombrea
Son los solos testigos que meditan,
en la fineza de la brisa,
en la limpidez de la tarde, adormilado
el ausente, su claro cráneo
olvidan al quirurgo: mano carnal
que incidirá la hoja.
¡Un tulipán le brotará de la cabeza!
anuncia,
mas al certero corte, he ahí que
centellea el diamante de la locura
ante sus ojos ávidos
el corazón de vidrio:
¡Oh luz, oh cara rojiza en el trasluz!,
hombres acostados como el pan cuando se duerme
como la más dulce leche de las vacas en el Edén,
pacen majestuosos los rumiantes la dulce hierba
donde corren los roedores,
en la tarde donde gorjean los tiernos pájaros,
y bajo ellos la siesta de los tigres
recostados en los lobos y sus pelambres suaves,
oh, pardo venturoso, oh, río apacible
que circundas y humedeces los múltiples aromas,
oh pradera donde todo exhala
cuando comienza a husmear el sueño, que se acerca
con su máscara dorada, construye el gran espejo,
y lo enhiesta:
en el azogue el horno donde
el cristal se funde
el corazón de vidrio
desde el sueño en el sueño
a veces bubas a veces roña
el revés del viento
que al soplar aspira expira
¡Y se apodera de la piedra de la locura!
¡Avisen las campanas, den su son a rebato, den su son!
Opaca la visión el son
y las montañas ya proyectan sombra sucia;
es azulenco el horizonte donde el ausente se va
haciendo rendija hasta los ojos: he ahí que se levanta, lento
abre sus ojos, Gólem, al mundo bullente y derramado
—hermosa baba cristalina—
dilata su corazón al fuego crepitante;
reza, en la quita y helada bodega de la fábrica:
¡Que al enfriarse no se agriete
mi vidrio de alma frágil,
pues este es el día y me levanto
y no me desmorono;
puro y sin esperanza,
porque soy el último, so el único!
Dios mío,
¿quién me protegerá ahora
contra las penas errabundas?
Aleluya
A veces, casi por descuido,
subían el uniforme más allá de las rodillas;
a veces, por mirarlas,
los jardineros mojaron el cemento.
En voz baja hablaban de sus juegos esas niñas
que hicieron la leyenda de Nuria la más negra y atractiva
—Nuria, con sus manos de guanábana,
había pescado a escondidas.
En regiones prohibidas gozaron de la risa
aquellas turbadoras de cinturas monjas;
cruzaron una que otra vez bajo las túnicas
de madres ocupadas en fijas su vista en las alturas.