DIOS HA MUERTO [Mi poema]
Antonio Luis Ginés [Poeta sugerido]
Antonio Luis Ginés [Poeta sugerido]
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MI POEMA…de medio pelo |
Yo, que siempre he vivido entre tinieblas, Que vivir nada no es lo que parece, Que a conocer comienzas la verdad En que vivir igual es a matar Que el caminar se troca en penitencia En este panorama tan incierto |
Comentario del autor sobre el poema: Y si no se ha muerto, impertérrito antes los dramas humanos, ni se le ve ni se le espera
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Antonio Luis Ginés
Bisturí en mano
Qué queda de nosotros cuando nadie hace ruido
con nuestro nombre, nadie nos calienta un cuarto
entre los ojos, un resquicio mínimo,
la duda por si nos hubiesen amado
en secreto, con saña.
Qué podría quedarnos
si no es esta locura de caminar más solos
que varillas de cohetes después de la verbena.
Busca y captura
Era otro el tiempo
de concesiones, de contar las bajas
con la punta de los labios,
de esperar sentada un saqueo anunciado,
otro.
La lucha cansa, sin embargo,
está en juego un capítulo
de tu vida y no sabes si el más importante,
así que saca tus preciosos puños
de chica en guardia, respira,
amaga buscando un costado que te calme.
No consientas que el amor
entre, como una bomba, en tu agenda,
a sembrar de cadáveres tus ojos.
ANIMALES PERDIDOS
Nos llama un ser querido sólo por escucharnos.
Cercanía es consuelo. Conocemos ese impulso
pero apenas sabemos qué frase es la siguiente.
El calor del contacto nos sacude debajo
de la ropa, nos devuelve a la vida
entre palmadas y besos; una pequeña fiesta
a la que no siempre estamos invitados.
Acto seguido llamamos a alguna amiga,
buscando ese golpe de voz que nos aliente,
y ahora somos nosotros los que pedimos
unos minutos de escucha, ternura
para entregarnos torpes, imprecisos, dispersos.
Extraña noche en la que andamos
buscándonos con paso cambiado, tan confusos,
sin luna que nos coma a besos
ni bosque para aullar bajo los árboles.
Animales perdidos bajo el cielo.
JUNGLA
El hombre de la grúa no se mordió la lengua:
“Cuanta más gente trato
más quiero a mi perro”.
Entonces no entendimos nada.
Los tres allí apretados, de regreso,
dejándonos la vista en las casitas diseminadas,
sin preguntas sobre familias
que no sabrían de nuestra existencia.
Al cruzar los primeros barrios nos pudo el ajetreo
endemoniado, las bocinas roncas
de pedir auxilio, la trampa del bullicio,
puños en alto, amenazas, gente poco feliz.
Silencio de animales perplejos, impotencia
de hallarnos perdidos,
los tres, ante nosotros mismos,
cada uno a su manera, sin un lugar seguro
donde dejar que las manos
descansaran, sin querer bajarnos de la cabina,
conteniendo el fiero animal
que a menudo nos suplanta
con tristes ladridos en campo abierto.
De Animales perdidos, Plurabelle, 2005, Córdoba
COSTUMBRE
No existe la noche pasada, sólo la próxima. En medio
una extensión de luz trata de manteneros despiertos, y
escuece esa claridad, escuece el primer amor que nos
seduce con pocas palabras y gestos torpes. Resistimos.
Mientras vuelve la oscuridad en una inercia a no
quedarnos quietos, quisieras regalar todas las noches que
conducen a ninguna parte, a rostros que jamás conociste;
sombras pasando por la puerta de tu casa. Quisieras
cambiar
la vieja cerradura,
si es que aún
estás a tiempo.
FUGAS EN BLANCO
Dime quién pasará por cada lugar que hemos pisado,
qué vehículo cruzará puertos, carriles oscuros, se
detendrá en miradores, viajará hacia sitios que hace años
que no pronuncio. ¿Acaso no nos pertenece ni un trozo
de cada camino recorrido, queda al menos el surco de
nuestros dedos en la tierra?, ¿qué huella se recoge en
formol aunque una y otra vez nos venciera la certeza de
que el trayecto éramos, únicamente,
nosotros mismos?
UNA VIDA
El joven que se ganaba la vida haciendo fotocopias ahora
limpia cristales en los semáforos. Hay días que no pasa de
los diez euros. Sus movimientos son rápidos, aprendió
la mecánica y no repara en quién está al otro lado; puede
limpiar el parabrisas del tipo del banco que lo hundió;
un impago y el sistema te premia. Ya no es tan joven, no
dispone de futuro, ha vuelto a la calle, a dejar pulcros
grandes automóviles donde la dignidad y la rabia nunca
ocupan asiento. Si llueve, mala suerte, amarga publicidad
en sus labios, aunque sus manos parezcan esquivar el
tiempo, caen tristes, resignadas con la languidez de esos
días que nunca terminan
de irse
del todo.
EN UN BOSQUE DE SINTRA
En un bosque de Sintra.
En la foto parecemos diminutos.
Apenas se reconocen nuestros rostros.
Tú y yo, quietos,
detenidos para la posteridad,
bajo los enormes árboles.
No se ve el cielo ni el sol consigue
penetrar entre la maleza.
Tal vez una foto más,
una foto sin relevancia, pero no.
Los árboles grandiosos,
ramificados hacia arriba,
nos protegen antes del aguacero
dando sentido a la escena.
Nosotros, simples invitados,
pequeños ante lo que nos rodea,
a merced de los elementos.
En un bosque de Sintra.
Un mes de diciembre.
La vieja nostalgia de dar vueltas
y giros sobre lo que se tuvo
y lo que se dejó de tener.
Parecemos felices.
Somos nosotros.
Son los árboles.
EN AUSENCIA
En la noche, imagino ese piso vacío
sin nuestro calor, pero la felicidad
nos persigue por montañas y valles
hasta alcanzarnos. No supe que nuestro corazón
suma latidos, señala la belleza y la dibuja en el aire;
y los bosques de eucaliptos, y los senderos frondosos,
y la niebla oculta bajo la lluvia, y todo el trazado
no es nada, no permanece si desaparecemos
de cada sitio, si nuestra huella se esfuma,
la última tarde de abril,
por los bosques quemados,
hacia las playas salvajes del oeste.