A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
¿CÓMO ESCRIBIR UN CUENTO? [Mi poema]
Ricardo J. Bermúdez [Poeta sugerido]
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MI POEMA... de medio pelo |
A escribir yo empecé un día Y aunque empezar quise, yo no sabía Y comencé a pensar como sería Después la vi que al coche se subía Y ¡zas! me dije a mí, qué maravilla, Y aunque no lo persiguiera |
Ponerse a escribir es como coser y cantar.
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Ricardo J. Bermúdez
Poema del Olvido Imposible
A cada beso de tu viva rosa
comienzan nuevas eras de canción.
Feliz espigadora de poesía,
camino de aire, júbilo de pan,
las aguas de tus ojos soñadores
están llenas de música y de sol
Sonido dulce de lejanas voces
en el sueño que copia tu mirar.
En tu pena mi pena fue tu apoyo,
en mi dicha tu dicha fue la luz,
en todos mis silencios perduraste
estrella de mis noches sin fulgor.
Sucumbe entre las manos extraviadas
tu imagen presurosa de jazmín.
Presencia de tu sangre en mi cerebro,
blancura de tus dientes en mi cal,
uncido para siempre a la memoria
bajaré a las raíces del dolor.
Más allá de la noche y de la angustia
se agitan tus aromas de mujer.
Poema del Dolor Infinito
Bajo el olvido de la noche muda
se desploma en mis sueños la inquietud
Todo el vacío que tu ausencia deja
abre de par en par la soledad,
la angustia desordena los caminos
y me asaltan las olas de tu adiós.
La nostalgia los astros picotea
tus señales de pan para volver.
La amarga inmensidad se multiplica
en círculos de brazos hacia tí;
el insomnio que ronda entre la niebla
se rinde fatigado de ladrar.
Tu sollozo el olvido desdibuja
entre las grietas del atardecer.
Quizá la lluvia tu memoria enciende
cuando cubre de flores mi dolor,
que la esponja del aire enjuga el tiempo
y como un demente el día echa a correr.
Tus manos, de la ausencia rescatadas,
me humanizan sobre la cruz del sur.
Poema de Fuga Creciente
Te he mirado tan lejos de mis ojos
que el agua que te copia se secó.
La fatiga erosiona las amarras
que me unen a tu voz y a tu reír,
los molinos de nuestras ansias truncas
pugnan por contener la soledad.
Sobre el aire tus manos gravan signos
que aumentan el furor de mi inquietud.
Por el cristal de mis poemas tuyos
transcurren negras aves otra vez,
las lejanías de mi voz sin torres
se arrastran como sombras tras de tí.
Una fuerza me arroja hacia el vacío:
en mi incendio tu cuerpo sabe a sal.
Todo se hunde en un fondo de espirales
bajo el reflujo inmóvil de mi ser,
anochece en las cuencas de mis manos
y un torrente de besos corre a tí.
Se ilumina y se apaga en la memoria
el pañuelo de llamas de tu adiós.
Del Libro: Poemas de Ausencia (1937)
Tamborito Triste
Te vas, Florecita Blanca,
madurada de adioscitos,
con tus cabellos de azúcar
y los ojos de aguacero.
Llórele de la tinaja
llorando rosas de arcilla.
Florecita boquiabierta,
descalza de ruiseñores,
por el aire te me escurres
sin que respire tu beso.
Ajé y ajá que te siguen
mis pies de estrellas sin nombre.
Porque quedo sin tu risa
voy a morirme de sombra,
y el eco del valle frío
se comerá tu recuerdo.
Adiós Florecita Blanca,
adioscito cabizbajo.
Todavía Más Fuerte que Yo Mismo
Todavía más fuerte que yo mismo,
con mis cavernas de recuerdos
y los ojos hundidos en las cosas,
es este afán de ser sólo estructura,
agua de pensamiento limpia de manos claudicantes.
Suelto de todo ambaje falso,
sobre la despojada piel de barro que mi exterminio implica,
sentiría el triunfante abrazo de los vientos,
y el llamado de pájaros de mi lejana patria
sumergida en las nubes.
Todo este esfuerzo incalculable de soledad y ajuste,
este voraz apartamiento en busca de mis raíces hondas,
este nadar en mi conciencia agreste y desvelada,
serían, finalmente, compensados en mi profundo hallazgo,
libre de milenarias estratas de silencio.
Del Libro: Adán Liberado (1944)
Unidos Como Un Número Insoluble
Unidos como un número insoluble,
la Humanidad y yo somos un sólo concepto indivisible,
un líquido sin forma vaciado sobre el Tiempo,
que no rasgan las uñas de la brisa ni enturbian los paisajes.
Con la invisible savia de los cantos,
vamos creciendo mutuamente esbeltos
por el camino de las altas estrellas silenciosas
en busca del hallazgo presentido.
Nada pueden hacer los meridianos con sus doradas hoces
dividiendo los pétalos del mundo,
ni los lóbregos brazos de los mares
hundiéndose en la tierra maternal y doliente.
Es tan mío el dolor que corre por todos los compases,
entre los agrios ríos de lágrimas descalzas,
que aunque mis ojos no hayan dicho una palabra de protesta
mi corazón se empaña perennemente de neblina.
Del Libro: Adán Liberado (1944)
Rojo Ha de Ser El Estupor Naciente
Rojo ha de ser el estupor naciente
batiendo entre la sangre de los muertos
su infinita bandera de esperanzas
cuando la aurora diga su mensaje
de luces tras la noche del martirio.
Si la espera es tan larga como un río
dando vuelta entre valles y montañas,
las raíces de amor serán más hondas
y las manos opacas de la vida
se abrirán como pétalos del cielo.
Para que todas las campanas hablen
con los vientos del mar y de la tierra
de este hallazgo recóndito y perfecto,
mi voz ha de subir hasta la rama
más alta del dolor petrificado.
Tan sólo así podré saberme libre
de mezclar con mi arcilla sin congojas
la miel fraterna de los labios mustios
de todos los que mueren en silencio
porque sigan creciendo sus palabras.
Antes que el aire fuera marinero
Antes que el aire fuera marinero
entre la sangre de mis siete mares,
y la luz limonar de mis dos ojos
tus barrocas colinas despeinara;
antes que el fuego verde de un relámpago
las pensativas sienes encendiera,
y en mis manos flotaran los arcángeles
que custodian la sal de la memoria;
siempre y desde que el lirio de mis labios
en tu nombre de ave amaneciera,
y soñaran con árboles de nácar
los húmedos follajes de tus olas;
estabas junto a mí, ayer y ahora,
creciendo en los verjeles, sumergida
en las cejas, de pie en los huracanes,
con una rosa roja en los amores.
Isla de paz en zócalos de olvido:
eras y eres el pulso acelerado
que da sabor de luna a las almejas
y contornos de agua a los recuerdos.
Te saludo con un geranio ardiente
al entrar por tus dulces plenamares,
como un galán dormido que despierta
con el rostro del sueño entre las manos.
Del Libro: Cuando La Isla Era Doncella (1961)