QUE VIENE EL MORO MUZA! [Mi poema]
Iván Carvajal Aguirre [Poeta sugerido]
Iván Carvajal Aguirre [Poeta sugerido]
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MI POEMA…de medio pelo
¡Que viene el Moro Muza! me decían
aquellos que de niño me asustaban,
mas ellos, ignorantes, no sabían
que aquello era saliva que gastaban.
Pues nunca al Moro Muza puse cara
e incluso que dudaba que existiera
y a aquel sea cual sea me gritara
les pido que le envíen a galera.
Hoy supe que el tal moro era muy malo,
lo sé porque lo vi en la wikipedia,
mas nunca que su pata era de palo
y sí que aquello fuera una comedia.
Ignoro quien fue el dios que lo inventara
haciéndole al demonio competencia,
he visto aquí hoy la foto del majara
y crean, no me asusta su presencia.
Y puestos como están a meter miedo
que busquen algún virus que se inventen,
lo metan, la verdad, en algún credo
y vayan y a los niños se lo cuenten.
©donaciano bueno
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Que viene el moro Muza! era en aquellos tiempos un sustituto del «hombre del saco, el sacamantecas o el mismo Lucifer con el infierno.
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Iván Carvajal Aguirre
CACERÍA
1
En el sueño te atrapo,
sólo en el sueño.
Me disfrazo y
me tiendo entre las zarzas.
Mis ojos ya gozan la avaricia
de contenerte, arrancarte
del juego.
¿Pero quién pone al cabo
el cepo y la celada?
Manso posa el venado
dándose en don
a tu aleve flecha.
Tú corres con tus huestes
y pasas sin volverte.
Ríes a mis espaldas.
¿De mí? ¿De ese venado?
¿Del sueño de que escapas?
2
Miraré mi rostro en las aguas dormidas.
Junto al cuerno de luna, ese cacharro.
Al fondo, rastros de sangre.
La sombra, a mis espaldas.
Una burla. Bajo los arbustos
se enmascara. Ridículo, beberé.
No el vino sino luz helada.
3
El verso es arco que se tensa
sin flecha que partir pudiera
hacia tu pensamiento oculto,
hacia tu voluntad tan lerda
para mí.
Acaso
no exista el verso que te acose,
que te circunde y cerque
y te conmueva al fin,
pero tal vez exista
el verso o el gramo de silencio
que te pudiese herir.
Y si parodio plegarias y epitafios
es por buscarlo entre los restos
y el enojoso reto que me lanzas
sin pronunciar siquiera una palabra.
(De En los labios / la celada)
CAMINO DESDE EL LECHO A LA BUTACA…
Camino desde el lecho a la butaca,
vengo a la cocina, enciendo la luz,
hiervo agua en una olla
y vuelvo tras mis pasos
a la butaca y después al lecho.
Son malos tiempos.
Llueve y a causa de la artritis
sufren mis huesos.
Hay mucho polvo en casa.
Barbado y en pantuflas la recorro
del un extremo al otro.
No soy un héroe,
no nací para serlo.
Persigo por la casa una mosca
con una mueca y tal vez con miedo.
Miro al jardín y luego hacia las nubes.
Más tarde empiezo a destapar conservas,
despilfarro mi acre sarcasmo abriendo latas
y aunque afuera maduran los higos
comeré salchicha y fruta seca.
Miro la taza única,
el único pan sobre la mesa,
el café muy negro.
Mordisqueo un trozo,
la silla cruje
y no hay más movimiento
que mi balanceo
ni otro ruido.
¿Y qué diré?
¿Con quién conversaré?
Óyeme gato -¿pero qué gato?-.
Era tu risa la que llamé un día
“felina insensatez”.
Están aquí el pan, la taza, el café,
una ventana abierta que da al jardín
y en él la higuera y allá las nubes.
Adentro está mi cuerpo en bata y en pantuflas,
dentro del cuerpo el hígado maltrecho,
unos huesos crujientes,
los pulmones en duelo
y tanto humo tragado
y mucho más sin duda.
Pero si bambolea la puerta
es que la empuja el viento.
Aquí no hay gato encerrado,
es el aire es el aire es el aire.
(De “Memorial”, En los labios / la celada)
LA OFRENDA DEL CEREZO
Para Arga y Juan González Soto
I
Simulacro de la escarcha
en el día soleado,
mapa de un cielo de estrellas
albas y enanas, o un firmamento
que apenas se sostiene
de las cuerdas mecidas
por un rumor de niños que se alejan.
Las flores del cerezo
copan el cuadro de la ventana.
II
Esta ventana se abre al jardín.
Detrás de sus cristales,
la luz y el cerezo.
En este instante
la ventana existe
para que la luz
ilumine el despliegue
de las flores blancas,
su suave balanceo.
III
El mundo podría seguir rotando sobre su eje
aun si no estuviese este cerezo en marzo
sobre la acera de una calle en Washington.
Tal vez ninguna necesidad tenga la Tierra
de su color, de su perfume o de su peso.
Ninguna necesidad de él tienen los imperios.
Seguirían su curso los negocios.
El asesino no detendría el disparo
ni la víctima se volvería a mirarlo
antes de caer. Que aquí florezca
se debe a la intriga diplomática:
un obsequio del imperio japonés
a Norteamérica.
IV
Ninguna necesidad tiene el cerezo
que venga de tan lejos y me detenga
a contemplarlo en su milagro.
Nada es necesario para el árbol
salvo la luz, la noche, el agua,
los fermentos, la brisa del Potomac
y el vuelo de las moscas.
La rotación incesante de la Tierra.
V
Para ser, el árbol no necesita que
me detenga a contemplarlo.
No mora el cerezo real en mi palabra.
Mi palabra es tarda, sólo evoca
un cerezo que florecía en Washington
y aquél otro en el jardín de Arga
junto al Mediterráneo. Existen
una avenida que da al Potomac
y una ventana que da al jardín
para guardarlos, y en mi memoria
avenidas de diáfanos cristales
por donde llego al árbol que contemplo.
VI
El poema es movimiento interno.
Memoria, imagen. Luego, vacío.
Imaginación y palabra inventan otro cerezo,
la sombra del cerezo contemplado
en otro lugar una mañana.
¿La sombra?… ¡La luz! La luz
Espléndida en la flor del cerezo.
III
Contemplo al cerezo en su milagro.
Florece. Y aunque me embriaga su aroma,
no estaré aquí para probar sus frutos.
Mi vida depende del cerezo apenas
mientras dure este instante. Un blanco manto
que cae y se mece, un fresco olor,
mi júbilo. Me iré en unos minutos.
Mi vida no depende del cerezo.
Y sin embargo irá el fantasma
del árbol conmigo para siempre.
VIII
El universo continuaría en expansión
sin el cerezo. Seguirían la historia
y las catástrofes. El ascensor descendería
con su carga y en el puente
esa pareja de amantes se abrazaría igual.
Y sin embargo el esplendor del día
se hundiría en mi mente
sin el cerezo en flor.
Sin el fantasma de ese cerezo en flor.
IX
Siembro un cerezo en Chigchirián.
Tal vez un día alguno de estos petirrojos
parezca un sol del tamaño de un puño,
la mancha de un corazón sobre el manto
blanco del cerezo. Tal vez estaré
sentado en una silla del jardín
esperando el milagro. Otro cerezo
distinto de aquellos que contemplé
plantados en una avenida que va al Potomac
y en un jardín que da al Mediterráneo.
Otro cerezo. Hoy mi mano abre
su nido en el suelo. Y espero la lluvia
con unción.
X
¡Una ventana para este cerezo
y una avenida para llegarse a él!
Tampoco se detendría la vida
si no plantase hoy este cerezo,
si un día no llegase a florecer.
Mi política en este pequeño reino
-el huerto en Chigchiriánapenas consiste en abrir un hoyo
para sembrar el árbol.
Mi diplomacia: la paciente espera.
Que la Tierra gire y con ella el Sol
en torno a su tallo. Que las ramas
sean sacudidas por la lluvia y el viento.
Que florezca y revoloteen las moscas
polinizándolo. Por lo demás,
la historia y las catástrofes
seguirían su curso sin el poeta,
sin el jardín, sin el cerezo.
(De La ofrenda del cerezo)
ULISES
Va a soñar entre los picos de las gaviotas
que vienen a sus pies por las migajas
nadie asome a perturbar su somnolencia
a solas rumia el chasquido de las madreperlas
enhiesto marino que enhebra sus leyendas
de corsario de puertos lejanos
viejo es su hábito de esconderse con los pájaros
en él nada queda de la ostentosa astucia
y el olvido jubila sus Calypsos sus Penélopes
ya sólo el sueño saquea sus andrajos.
De Del avatar
SE ENSARTA SE ENCRESPA SE ENSECRETA…
Se ensarta se encrespa se ensecreta
se ejemplifica se adecua se corrige
se sueña inmerso en múltiples sí mismos
los otros detrás de los cerrojos
decrecientes
él mismo con su cuchara
consigo alargándose bajo las sábanas
húndese el dedo en el pecho
se sabe él sí mismo consigo
los otros se derrotarán capitularán
pero él se escruta se piensa
y ahora a solas se esfuma de sí mismo
pero consigo
consigo solamente.
De Los amantes de sumpa
LOS AMANTES DE SUMPA
Llegará una noche, mi amor,
en que ella misma, la noche y
su usual desenfreno nos abra
las tumbas buscando agobiada
la orgía que otra noche inhumó
entre los siglos.
Dispondrá del trascabo en sus
manos oscuras, es tan negra la
noche, son tan pesados sus
dientes de acero en las almas
de niebla.
Por qué no aceptar simplemente
el cerrar las miradas, sortear
cada verso en el tiempo y
quedarnos los dos dormitando en
un cuerpo.
Pero nunca seremos la paz de
un sepulcro ni mil cruces juntas,
porque siempre deseamos ser
ave que llega, reposa un instante
ante el mar en reposo y se marcha
al edén donde apunten sus alas.
Qué ingenua será su mirada al
posar su caricia en dos rosas
ausentes: tu rosa adherida a tu
pecho entre rosas aún vivas,
y la mía, mi rosa bermeja,
mi rosa gitana empuñando en
su mano una espina enclavada en
la oscura garganta.
Porque ya no estaremos, mi amor,
porque no habrá estertor ni color en
las cosas que acalle el murmuro en
la boca del cielo.
La oscuridad no podrá contener su
arrebato invisible, una estocada será
suficiente, no somos verdugos, no
somos heraldos de oscuras venganzas.
Somos el único tango después del
portón donde el baile no existe, somos
la almohada en la cama del tiempo,
somos los ríos enramados en un solo
brindis con todas las copas y todos
los labios.
Tal vez un grito será el caminante,
el hombre del puente que anude en
sus pasos la sombra y disuelva en
sus ojos la luna que un día alojó
a los amantes que fuimos y aún
somos aquí en esta tierra de polvo,
palabras, y rosas aún rojas.
De En los labios / la celada
MI MIRADA VAGABUNDEA…
Mi mirada vagabundea por tus largos dedos extendidos.
No reposa, naufraga. Se hunde en tus ojos.
Se vuelve ávida, quiere cada detalle.
Párpados, labios, el océano infinito de los hoyos,
bosques de luz entre las grietas.
Hurta en el vello sombras pequeñas,
señuelos de imperfección en el piélago perfecto.
Fluye mi mirada codiciosa. Te quiere entera,
trepa y desciende cada colina,
por la planicie de tu vientre, por su cráter,
hurgando entre tus muslos haraganea mi mirada,
se solaza en tus esferas,
te exige aparecer y orgullosa
exhibes tus encantos. Mi mirada cae en ti.
Una cascada.
Debo adorar al sol que se entrega,
la noche dándose, el don junto a la lumbre,
desnuda, alegre, inabarcable.
De La ofrenda del cerezo
PEQUEÑA COREA, NY
Empieza a oscurecer cuando el enjambre
todavía espiral entrando saliendo de los almacenes
baratijas no-te-olvides el sacacorchos
empire state en el reverso el humo el cacareo
al voltear la esquina rancias bocanadas
grasa cebolla ajo por diez dólares
le otorga ese sombrero cierto aire
de explorador aunque no sea lo suyo
ostentar la cornamenta del ciervo sobre
una chimenea que ciertamente no posee
solo espera en la esquina por aquel autobús
que ha de rodar toda la noche al occidente
esparciendo sobre el asfalto la silenciosa familia
paquistaní la mujer que llega con su almohada
la joven que parece ir en búsqueda y el oscuro
gris al fondo pero aún apoyado al capó
el muchacho enrolla el porro somnoliento
el andino recuerda la cafetería junto
a la gasolinera un asco todo se nubla
y cae un hombre abatido por el nunchaku.
Inédito
DISCURSO DEL MÉTODO
Y si todo fuera ilusión
sería inútil correr de lado a lado
por la casa en desorden
y buscarte en cada rincón
de este laberinto de vasos
de libros y frazadas
que si fuera engaño
tu cuerpo denudándose
y desviviéndote de amor tú
deseo mío
ardientes besos y quejidos
no fueran más que el sueño de un infierno
pero más que la furia de la tempestad
o la herida en la guerra
o un pensamiento mío
tu cuerpo de mar extendido
al que repliegan muerte y vida
es certidumbre plena.
De Poemas de un mal tiempo para la lírica
MEMORIAL
Camino desde el lecho a la butaca,
vengo a la cocina, enciendo la luz,
hiervo agua en una olla
y vuelvo tras mis pasos
a la butaca y después al lecho.
Son malos tiempos.
Llueve y a causa de la artritis
sufren mis huesos.
Hay mucho polvo en casa.
Barbado y en pantuflas la recorro
de un extremo al otro.
No soy un héroe,
no nací para serlo.
Persigo por la casa una mosca
con una mueca y tal vez con miedo.
Miro al jardín y luego hacia las nubes.
Más tarde empiezo a destapar conservas,
despilfarro mi acre sarcasmo abriendo latas
y aunque afuera maduran los higos
comeré salchicha y fruta seca.
Miro la taza única,
el único pan sobre la mesa,
el café muy negro.
Mordisqueo un trozo,
la silla cruje
y no hay más movimiento
que mi balanceo,
ni otro ruido.
¿Y qué diré?
¿Con quién conversaré?
Óyeme gato ? ¿pero qué gato? ?.
Era tu risa la que llamé un día
«felina insensatez».
Están aquí el pan, la taza, el café,
una ventana abierta que da al jardín
y en él la higuera y allá las nubes.
Adentro está mi cuerpo en bata y en pantuflas,
dentro del cuerpo el hígado maltrecho,
unos huesos crujientes,
los pulmones en duelo
y tanto humo tragado
y mucho más sin duda.
Pero si bambolea la puerta
es que la empuja el viento.
Aquí no hay gato encerrado,
es el aire es el aire es el aire.
De En los labios / la celada