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Waldo Santos

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MUY CERCA DE MI CASA HAY UNA ESCUELA [Mi poema]
Waldo Santos [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

Muy cerca de mi casa hay una escuela,
a veces cuando salgo a pasear
me paro y no me canso de mirar
los niños, la pelota y la candela
que meten con sus ansias al jugar.

Admito que me pongo en su lugar
y afloran mil recuerdos a mi mente,
los años en que yo era aun inocente,
los sueños que hoy no pude conquistar
siguiendo a los maestros la corriente.

Quisiera aquella etapa retornar
jugando a ver más largo allí quien mea,
midiendo nuestro esfuerzo en la pelea
y no como se dice hoy de luchar
en guerras donde al débil se golpea.

Los niños saltan, bailan, se rebelan,
disfrutan al jugar con sus amigos,
los niños, inocentes, son testigos
de un tiempo que después siempre lo anhelan
desnudos de problemas, sin abrigos.
©donaciano bueno
Intensos esos recuerdos de la infancia, no? Share on X

MI POETA SUGERIDO: Waldo Santos

Pueblo (soneto)

Alto sueño de Dios, silencio y pena.
aramio, nieve, sol, roble, montaña,
aguacristal, amor, pan sin argaña
duro dolor sobrevivir cadena.

Campo de tiempo y luz, añosa vena
vasallo sin señor, tú, recia entraña;
tú recia cortedad, gritar de España,
telúrico vivir, soledad plena.

Unamuniana santidad de espejo,
río curtido, mar, mar de abandono,
peregrino sin hiel, hambre de hombre,

bisparra elemental, altivo tejo,
espesa eternidad, mesura y tono,
caballero y señor, ese es tu nombre.

Trigo

El trigo cabecea
maduro a punto
de recogida.
Él lo sabe, de fijo,
por sus cañas
fallonas, dobladizas.
Mas y a pesar de todo
su juventud -clavel lo hizo
permanente, inmortal-
se ha totalmente enamorado
de la roja amapola de la púrpura.
Se ha vuelto loco
el trigo de maduro.

No quiero

No quiero ser historia
no quiero, no, no quiero
figurar en las antologías,
casillero de poetas.
Los miran, los auscultan,
examinan con moldes,
su estética escudriñan.
No quiero ser esteta
ni brillar en los cielos.
No, no quiero.

Yo quiero ser un fuego
que la entraña te abrase,
que él por dentro revuelva
el santuario ese
de la soledad densa,
cuando tú me convides
a la intimidad tuya,
cuando tú lo desees,
si tú quieres, cuando…

que hierva tu agua,
que brame tu hierro
fúlgido de entrañas,
que se enfurezca
el volcán de tu pena,
o tu fracaso… que vomites
el grito sojuzgado,
que no aguantes
los collares de penas,
las carlancas de dogo
sobre tu cuello ansioso;
que para siempre rompas
el amuleto ese
con que venden el cielo;
que escupas los grises desvaídos
que destroces los mitos.
Eso querría serte,
no sedante
que amargue tu ira amarga.

No quiero ser historia,
no quiero ser esteta
ni brillar en los cielos
si no son los del pueblo.

Petenera

Sábado de gloria
arracimada, mulsa,
pagado a tanto precio
irrepetible. Duele
en esta sangre el rojo
ermitaño, santero,
perdurando los sueños
de los buscantes ojos,
de las manos marcadas,
del cavador de sueños.
Seco del agua, aljibe
se siente desbordado
entoñado de Sed
ese martillo
que no, que no
ceja en su plomo
de presiones ocultas,
invisibles.
Queda tren
a la vista
en carril paralelo
arnaro, al doble
en vía rectilínea
crepuscular, distante
del alba en aquel ocho
de raíz florecida
«tan seguío, tan erguío…»
fue la Sed laminar
que nos daría
el resto paralelo
abundoso de sombras
pero en ansia a la mano.
Amarga la distancia
seca de la ausencia
cordal y ronca.
Y rota.

Tierra madre

que pudres los huesos de los míos
en un abrazo místico, bajo el envés del cielo,
te nacieron a muerte en un día de vida
y de vida a la muerte, un día, ¡ay!, te murieron.

Tierra de secos olmos y páramos silentes
no sientes las andadura sobre tu piel rugosa
de las lágrimas muertas del dios terrible, ibérico,
cuyo abrazo nos lleva hasta la fosa.

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